Mapa de la Ciudad de México del año 1528
Durante muchos años viví fuera de la ciudad de México, sin embargo, cada vez que regresaba la necesidad de recorrerla, de conocerla desde sus entrañas me hacía sentir su vida, esta ciudad es un lugar mágico, lleno de recuerdos, los de cada uno de nosotros pero también los de la nación misma.
Esta ciudad, una ciudad rica y pobre, esta ciudad que es el sueño y la realidad de todos los que la compartimos, por eso no creo que haya una sola ciudad, creo que son muchas ciudades, millones de ella, ciudad violenta y amigable, ciudad de los amores y desamores, ciudad que en un intento desea sobrevivir a la globalidad y mantener su propia imagen, ser lo que desde su fundación siempre ha sido, el ombligo, el centro del mundo cósmico, lugar de encuentro, de posibilidades y memorias, de olvidos y recuerdos, hoy recopilo varios escritos para que no perdamos la memoria, para que no dejemos de ser.
La ciudad es un ente vivo y complejo, que ha pasado por muchas y diferentes etapas desde su fundación en 1325 hasta la actualidad, es el lugar donde se establecen las mediaciones, las relaciones entre las personas, comerciales, de trabajo, personales, de intereses comunes o colectivos, de amistad o de amor.
La Ciudad de México ha sido el lugar donde se recrea el pasado y el presente, ciudad con una historia única, lugar de encuentros, de coincidencias y rupturas, lugar que abre posibilidades.
Pensar, en la Ciudad es mirarla y sentirla, es saberse parte integrante de ella, saber que pertenecemos a un barrio, un pueblo o a una colonia, lugar donde en algún momento la historia hizo converger los intereses nacionales con los propios o bien, lugar donde se ha fincado un desarrollo que implica casi una cuarta parte del Producto Interno Bruto del país.
Ciudad que ha crecido en las últimas cinco décadas en una proporción varias veces superior a la que dan los casi 500 años de historia.
Nuestra Ciudad una historia.
La Ciudad de México es un ente vivo y complejo que ha pasado por muchas y diferentes etapas, desde su fundación en 1325 hasta la actualidad. Es el lugar donde se establecen mediaciones, relaciones comerciales, de trabajo, personales, de intereses comunes o colectivos, de amistad o de amor de un gran número de personas, familias y sociedades de toda naturaleza.
La Ciudad de México ha sido el lugar donde se recrea el pasado y el presente de un país con una vida intensa, ciudad con una historia única, lugar de encuentros, de coincidencias y rupturas, lugar de posibilidades.
No basta con solo pensar en la Ciudad de México para atender sus problemas. También es necesario mirarla y sentirla, saberse parte de ella, que pertenecemos a un barrio, un pueblo o una colonia, a un lugar donde en algún momento la historia hizo converger los intereses nacionales con los propios o bien, saberse integrante de una ciudad donde se ha fincado un desarrollo que implica casi la cuarta parte del Producto Interno Bruto del país, una ciudad que ha crecido en las últimas cinco décadas en una proporción varias veces superior a la que dan los casi 500 años de historia.
La Ciudad de México se concibe desde su origen e inicia su formación como un lugar sagrado llamado México - Tenochtitlan. Su traza responde a los planos del cosmos indígena cuyos puntos de referencia está dada por los astros así como por las cosechas. Posteriormente, con la llegada de los españoles, la ciudad indígena desaparece prácticamente en poco tiempo. En las calles, plazas y ciudadelas antes llenas de vida, de comercio, de ritos y de actividad social y cultural, solo se ve y se respira muerte, esclavitud y ruinas.
En medio de las ruinas surge una nueva ciudad que respeta la traza inicial. Don Luís González Obregón, en su libro “México Viejo” nos cuenta: “La antigua Ciudad de México se extendía entre lo que hoy es Fray Servando Teresa de Mier, la Calle de Apartado y del Carmen, Anillo de Circunvalación; y el actual Eje Central. El límite norte coincide con la acequia que dividía Tenochtitlan de Tlatelolco y que a su vez separó la traza cortesana (europea) de los calpullis indígenas. De un lado de esta acequia quedaron las chozas de los indios siguiendo la distribución prehispánica de las chinampas; del otro las casonas de los conquistadores. Aún hoy puede observarse como a partir de la calle del Carmen, hacia el norte, las construcciones son bajas y desiguales (colonia Morelos, Lagunilla y Tepito), y avanzando hacia el sur, el nivel de pisos y el señorío colonial de las edificaciones aumenta. Así mismo, desde tiempos prehispánicos, partían las calzadas construidas por los mexicas y que comunicaban, cruzando el lago de México, a la ciudad-isla de Tenochtitlan con Tenayuca, Azcapotzalco, Tacuba, Xochimilco e Iztapalapa, así como con otros pueblos ribereños del poniente, norte y sur. Hacia el oriente se edificó el famoso albardón de Nezahualcoyotl, que protegía de inundaciones a la ciudad y a las aguas dulces del lago de México de la intrusión salina proveniente del Lago de Texcoco. Este dique constituyó durante muchos siglos la referencia límite oriental de la ciudad. Con el tiempo las calzadas operaron como cauces del crecimiento urbano y como ramas de integración metropolitana al anexar la Ciudad de México a los antiguos pueblos ribereño”.
Con el tiempo, la ciudad española de los conquistadores se fue transformando y su imagen original se fue desdibujando. Aparece entonces una nueva ciudad, más europea en su traza, contrastando con las ermitas y las capillas de los barrios indígenas, con nuevas calles y con una sensible disminución del espejo de agua de la laguna. Donde antes había un espejo de agua surgen nuevas construcciones, algunas de ellas sobrepuestas a las de la primera época colonial.
A partir del siglo XVIII los reyes borbones, principalmente Felipe V y Carlos III, decidieron emprender la colosal tarea de renovar la vieja estructura colonial que habían dejado los Habsburgo. Apoyados en ministros y asesores ilustrados, llevaron adelante las famosas reformas borbónicas. Con ese apoyo, la capital de la todavía Nueva España adquirió otra fisonomía al surgir edificios palaciegos, tránsito de carruajes, billares y cafés, así como diversas obras públicas como la instalación del alumbrado público, el saneamiento de las calles, la reparación y ampliación del acueducto de Chapultepec y la construcción y mejoramiento de hospitales.
Cuando se declaró la Guerra de Independencia, la ciudad ya no correspondía a ninguno de los conceptos anteriores. Además, a lo largo del siglo XIX, la urbe vivió todo tipo de transformaciones con el impacto correspondiente a la intervención de múltiples personalidades y grupos sociales enclavados en los dos imperios, los once periodos de Antonio López de Santana, la invasión y toma de la ciudad por el ejército de los Estados Unidos, la intervención francesa, la huida del Gobierno de la República, la República restaurada, y los primeros años del gobierno de Porfirio Díaz.
La Ciudad en el primer tercio del siglo XIX se revisté como centro político de la Nación, el 18 de noviembre de 1824 el Congreso establece el Distrito Federal como Capital de la República, convirtiéndola con ese acto en el lugar en el cual reside el poder, esto la torna en botín de unos y fortaleza de otros, sus limites están ubicados en un círculo, años después esa traza se rompe y se modifica. En diciembre de 1898 se publica en el Diario Oficial los límites definitivos del Distrito Federal, los cuales se mantienen hasta el día de hoy.
Así, la Ciudad de México se modificó y aumentó su superficie urbana sobre antiguas haciendas y sobre el lago, absorbiendo los pueblos de los indios. La modificación de su traza y tamaño modificó también las relaciones y las estructuras sociales existentes. El comercio abrió nuevas opciones y los primeros sistemas bancarios empezaron su operación. Las empresas extranjeras se asentaron y desarrollaron, el afrancesamiento y el art noveau adquieren presencia y carta de naturalización. La fisonomía se viste de trazos suaves afrancesados o bien, rigurosos y firmes capiteles españoles.
Poco después, la energía eléctrica llega a Palacio Nacional, al Zócalo, a la calle de Plateros y a los Paseos de las Cadenas y Las Flores. Los tranvías tirados por mulas son sustituidos por tranvías impulsados por energía eléctrica: los recorridos del cruce de Dolores a San Ángel se hacen en tres horas.
En 1910 se construyó una las primeras tiendas departamentales, con su impresionante estructura metálica y su portada labrada en mármol. Las subsecuentes construcciones seguirían el modelo parisino de la estructura de hierro, el gran vestíbulo central abierto, la altura con la natural convergencia de todos los espacios, la cubierta de vidrio y el elevador en jaula de hierro: Un caso típico de este diseño conservado hasta la fecha en magnífico estado es el edificio que operó como el Centro Mercantil (hoy Gran Hotel de la Ciudad de México). En 1900 se construyó el edificio donde se alberga la tienda Casa Boker.
Fue en esa época cuando la ciudad comenzó a crecer hacia el sur y hacia el poniente. La primera consecuencia de ese avance urbano es que la parte antigua de la ciudad comenzó a deteriorarse: los templos y conventos de San Pablo y San Pedro son abandonadas y los magníficos palacios coloniales se convierten en vecindades y bodegas. Los antiguos pueblos y barrios, respetados por células reales, fielmente reflejados en la obra de José María Velasco, pasan a formar parte de la nueva traza. El barrio de Tlatelolco se une definitivamente a la ciudad y el Paseo de la Emperatriz se convierte en el Paseo de la Reforma, para volverse el lugar de residencia de los otrora habitantes de los palacios virreinales.
En septiembre de 1910 se celebran las fiestas del Centenario de la Independencia. Para la ocasión se inaugura la Columna de la Independencia, en el Paseo de Reforma, proyecto del arquitecto mexicano Antonio Rivas Mercado y realizado por el artista italiano Enrique Alciati.
Con el exilio del General Díaz, Francisco I. Madero asume la presidencia de la República. En 1913 Madero es asesinado y se desencadena la guerra. La Ciudad de México, la ciudad nuevamente es botín y zona de combate. La ciudad presentaba un aspecto aterrador, numerosos muertos y heridos en las calles; gentes inocentes en su mayor parte, a quienes no bastaban los servicios de la Cruz Blanca Neutral, cuyas ambulancias no cubrían las necesidades de la población.
Con la Decena Trágica, Victoriano Huerta asume el poder, la dictadura volvió a la capital de la República y a todo el país, ante estos hechos el Dr. Belisario Domínguez, senador de la República el 25 de abril de 1913 declara ante la cámara alta: "Señores Senadores, yo votaré en contra …, porque ella es un voto de confianza al gobierno que asesinó al presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez, porque es un gobierno ilegítimo y porque es un gobierno que ha restaurado la era nefanda de la defección y el cuartelazo", el 7 de Octubre es asesinado, intentando callar la voz del pueblo, no logrando más que hacer que esta fuera cada vez más fuerte y poderosa para derrocar al dictador.
De 1913 a 1920 la Cuidad recibe con temor y alegría a los diferentes grupos y facciones revolucionarios que la ocupan, así como 6 Presidentes de la República, en esos años, la ciudad volvió a vivir como cuando fue destruida 400 años antes, la escasez, la violencia, la hambruna.
La ciudad a su vez, también se convierte en zona de resguardo para muchos habitantes de diferentes zonas del país, quienes en gran mayoría ya no regresaron a sus lugares de origen. Su permanencia promovió nuevos asentamientos no previstos en la traza urbana, con las consecuentes demandas de trabajo y de servicios. Finalmente, durante el periodo revolucionario, los diferentes gobiernos del actual Distrito Federal, nombrados por el Poder Ejecutivo en turno, no pudieron desarrollar políticas urbanas a mediano y corto plazos, dada la incertidumbre política.
En 1920 asume la presidencia el General Álvaro Obregón, con lo cual se inicia el periodo llamado de los gobiernos posrevolucionarios. En la Ciudad de México se regularizan varias colonias, además de que se crean varias más, entre ellas la Ex Hipódromo Condesa, Santa Julia y Ex Hipódromo de Peralvillo.
La Guerra Cristera y el asesinato del General Obregón modifican las formas políticas y mecanismos de relación en la ciudad a todos los niveles. Se pavimentan las calles y el transporte público conecta a los pasajeros de diferentes partes de la ciudad.
En 1924, el presidente Plutarco Elías Calles comenzó a desarrollar para México diversas reformas en materia agraria, financiera, educativa e industrial; pero también, a raíz de su viaje a Europa, fomentó el concepto de unidades habitacionales multifamiliares, con lo cual volvió a cambiar la fisonomía de la ciudad: Las clases medias emergentes comenzaron a tener acceso a vivienda, pero ciertamente localizada más allá de los límites convenidos en 1910.
A partir de los años cuarenta, con el presidente Miguel Alemán Valdés, las políticas federales de desarrollo buscaron modificar la base productiva del país, a través de su industrialización. El fenómeno se asentó primero en la Ciudad de México y después su Zona Metropolitana, con las consecuentes corrientes migratorias de todas las entidades federativas del país hacia el centro geográfico y el abandono del campo. Su llegada trajo también un mayor consumo de recursos de toda naturaleza, tanto para la industria como para la vida en la ciudad y de sus habitantes.
En ese entonces, las políticas de desarrollo así como las grandes decisiones del gobierno del Distrito Federal –las cuales iban las unas con las otras-, dependían completamente del Poder Ejecutivo Federal. Esta interrelación conllevó a desarrollar los problemas de vivienda con la construcción de gigantescos conjuntos habitacionales, de los cuales sobresalen por sus dimensiones el de Tlatelolco, la Unidad Independencia y la Unidad El Rosario. Estas pequeñas ciudades dentro de la urbe conllevaron a una gran densidad de población en superficies reducidas, a la satisfacción de abasto de servicios, pero también a la generación de grupos o bandas dedicados a diversas actividades delictivas.
Simultáneamente, la ausencia de una política y normatividad de regulación de asentamientos humanos, el respectivo uso y abasto de servicios públicos, dificultó determinar claramente los límites territoriales y poblacionales, el abasto de recursos y el cobro tributario respectivo, haciendo que estos centros de población fuesen subsidiados.
El centralismo, las decisiones verticales, la represión como forma de diálogo hicieron eco en la población estudiantil de la Ciudad, al ser esta el eco que reverbera de las diferentes voces que surgen de cada uno de los extremos del país, el silencio se hizo voz que se hizo grito y se hizo escuchar estruendosamente la tarde del 30 de julio de 1968 desde la Avenida de los Insurgentes, miles de bocas cerradas, silencio abrumador, que haciendo de la impotencia manifestación, marcha en la cual el silencio es el protagonista, presidida por el rector de la UNAM, Dr. Javier Barros Sierra, condenando la violencia y exigiendo el respeto a la constitución y la libertad inmediata e incondicional de aquellos estudiantes detenidos por haber exigido su derecho a hablar y a ser escuchados.
El 2 de octubre, ese silencio se rompe y con el se fragmenta la historia del País, de la Ciudad, con el abre desde la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco el corazón del pueblo, ahora sin chirimías ni atabales, ahora el sonido es el estruendo de las balas, el grito de desesperación y los gritos estridentes de los militares, ese día, con el nuevo holocausto se abrió la puerta hacia el futuro.
Diez días después, llega a la Capital de la República el fuego Olímpico, el pebetero es encendido en el estadio de la Ciudad Universitaria ese 12 de Octubre, las voces de los asistentes gritan, gritan por la rabia contenida, por el dolor, por el desprecio con el cual fueron masacrados ese dos de octubre, porque es en esa Universidad donde también se sienten las muertes y las detenciones, es en esa Universidad donde las voces se levantan muy alto para ser escuchadas.
El 10 de junio de 1971 el fusil vuelve a ser el argumento, la avenida México – Tacaba y San Cosme fueron el escenario en el cual la represión volvió a ser visible, jóvenes armados con tubos perseguían y golpeaban, gritos, voces desarticuladas, solo se pedía justicia y democracia, solo se pedía el derecho a la vida, así los halcones, como aves de rapiña se lanzaron ferozmente sobre sus presas, ellos querían silenciar la voz de México, no lograron hacerlo.
Durante las décadas de los setenta y los ochenta, la recesión e inflación generalizadas significaron un deterioro en los niveles de vida de los capitalinos, así como un estancamiento en la actividad económica preponderante: la manufactura. El 19 y 20 de septiembre de 1985 la Ciudad de México sufre uno de los mayores colapsos en su historia. El terremoto abre sus entrañas y permite que afloren tanto sus pobrezas y debilidades como la esperanza de una transformación positiva en sí misma.
Para 1989 la ciudad comienza a ofrecer la posibilidad, única en su historia, de reinventarse como un espacio abierto gobernado por sus propios habitantes. En 1997, con la modificación a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se crean un cuerpo legislativo y un cuerpo ejecutivo independiente del Poder Ejecutivo Federal, rompiendo así una constante que se mantenía desde el régimen porfirista. En diciembre de ese año, el pueblo del Distrito Federal eligió por primera vez a su jefe de Gobierno, abriendo las puertas a una ciudad democrática incluyente y participativa.
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