A
veces, sólo se trata de no olvidar, de saber que lo que sucedió sigue siendo
vigente, que de nuestra actitud y deseo de transformar nuestra vida depende el
futuro.
Por
eso sólo dejo imágenes, para que la memoria exista y siempre este presenta,
para que no suceda nunca más.
Así
fue el 6 de agosto en Hiroshima y el 9 de ese mes en Nagasaki en 1945.
Les
dejo con dos testimonios de sobrevivientes, con las imágenes y un par de videos de Natgeo.
Alejandro.
ooOOoo
Eiji Nakanishi
"Estaba en el salón de mi casa, con mis padres y mi hermana mayor,
cuando estalló la bomba. Mi padre salió despedido al patio y el edificio se
derrumbó por completo. Mi hermana me sacó de entre los escombros; aparecí
llorando y cubierto de polvo. Tuvimos suerte porque todos salimos ilesos. En la
casa de al lado vivían mis tíos y mi primo, que tenía mi edad. Mi tío quedó
sepultado al destruirse su casa mientras gritaba a mi tía: ‘¡Sálvame! ¿Por qué
no puedes salvarme?’. Pero ella ya no pudo hacer nada. Mi primo sobrevivió pero
murió poco después, lo que dejó a mi tía un terrible sentimiento de culpa que
la afectó durante toda su vida.
A todos los supervivientes nos dijeron que tarde o temprano íbamos a
morir. Crecí pensando que no iba a hacerme mayor. Mis compañeros de colegio que
no habían nacido cuando estalló la bomba querían ser deportistas,
empresarios... Mientras que yo sólo soñaba con cumplir los 20 años. A los
niños, la bomba nos robó nuestros sueños y nuestras esperanzas en la vida.
Después me enamoré de una chica y queríamos casarnos. Pero cuando sus
padres se enteraron de que yo era un superviviente de Hiroshima, un hibakusha,
se opusieron a la boda. Tenían miedo de que nuestros hijos naciesen con
problemas. Por eso, lo primero que hice cuando nació el primero fue ir
corriendo a ver si tenía todos los dedos. La bomba no nos ha dejado vivir
libres, siempre nos ha perseguido, siempre ha estado en nuestra mente...
Ahora he venido a España, invitado por Greenpeace, como un paso más para
ver cumplido mi sueño de morir con la alegría de que mi vida ha merecido la
pena porque se ha conseguido la eliminación total de las armas nucleares.
Porque los hibakusha sólo vivimos para eso, para pedir que no haya más
Hiroshimas, más Nagasakis, no más bombas nucleares, no mas hibakushas...".
Etsuko Kanemitsu
"‘¿Por qué han parado la alarma si todavía puedo ver el avión que
nos ataca en el cielo?’, me pregunté cuando las sirenas dejaron de sonar sobre
Hiroshima y el Enola Gay volaba sobre nosotros. Miré hacia arriba una vez más y
una luz cegadora me quemó el rostro. Una gran fuerza me empujó varios metros y
caí al suelo del patio del instituto donde estudiaba. Caí de frente y al
levantarme pude comprobar que mi pecho y la parte delantera de mi cuerpo, salvo
el rostro, estaban intactos. Pero toda la ropa había desaparecido de la parte
trasera de mi cuerpo y la piel de mi espalda ya no estaba. Miré a mi alrededor
y todo lo que hacía unos segundos estaba allí había desaparecido, incluidas las
compañeras que formaban en el patio.
Me llevé las manos a la cabeza y no tenía cabello, sólo carne quemada.
¿Dónde estoy?, me pregunté. Sólo sobrevivimos cuatro de las 50 estudiantes que
estábamos fuera de las aulas en el momento de la tremenda explosión. No
recuerdo cómo llegué a casa.
Mi madre consiguió un médico, pero él dijo que no tenía muchas
posibilidades de salir adelante con vida y que era mejor que se esforzara en
otros heridos menos graves. Mi madre no quiso escucharle y le suplicó: ‘Póngale
aceite en el rostro, es una chica y necesita que se la pueda mirar a la cara o
no tendrá ningún futuro’. El dolor que sentía era insoportable y tardé varios
meses en recuperarme. A mi hermana nunca la encontramos y fue dada por muerta.
Cuando tenía 27 años me casé con un hombre que también había sobrevivido
a la bomba. Los dos hemos pasado estos 60 años con graves enfermedades, pero no
somos fáciles de liquidar. Hemos desafiado a la muerte".
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