“…El cuerpo es una gran puerta,
es una gran llave. Hay que saber lo que traes, ¿no? La verdad. Yo soy así con
mis atributos [ríe] porque abren muchas puertas y abrí la de una persona que
vivía frente a la casa de Balderas”.
Zulema y “el Chapo”: amor, sms y tragedia Por: Humberto Padgett - julio
23 de 2013, periódico digital Sin Embargo.
Hace
algún tiempo viendo la televisión encontré un documental sobre los campos nazis
de exterminio, la parte en que llegue hablaba el Director del Museo del
Holocausto en Washington, este comentaba de un objeto que se encontró entre las
cosas de los muertos, unas llaves, objeto sencillo, nimio, sin embargo, en ese
contexto significaban que alguno de los muchos sacrificados procuro
conservarlas hasta el último momento, antes de entrar desnudo a la cámara de
gas y respirar el olor que sería el último de su vida, él director decía que
seguramente el guardaba esas llaves esperando poder regresar a su casa, abrir
con ellas la aldaba, empujar la puerta, entrar a su casa y recuperar su vida.
Hoy
al leer la cita del epígrafe las llaves adquieren otro matiz, el del cuerpo
como instrumento que nuevamente abre aldabas y da acceso a situaciones de mejoría,
porque es en este caso un acto voluntario (¿realmente lo es?).
También
recuerdo que hace unos años se colectaron llaves entre todos aquellos que
desearan aportarlas para construir con ellas una escultura a Juan Pablo II,
monumento que se ubica en la lateral de la catedral metropolitana de la Ciudad
de México, este se llamó “las llaves de la fe”.
Las
llaves, ese adminiculo que la tecnología ha modificado tienen básicamente el
mismo principio abrir y con ello dar acceso, brindar paso hacia algo, pero también
sirven para cerrar, para guardar, en el primer caso es para evitar que lo de
adentro salga y por ende lo de afuera entre, en el segundo, para que aquello
que está guardado no sea ultrajado, robado, extraído.
Así
existen las llaves del corazón o las del alma, las del cielo y supongo que las
del infierno (recordemos que Cristo desciende a los infiernos y en adelante el
posee las llaves “de la vida y de la muerte”).
Las
llaves que tratamos de no extraviarlas por que abren la puerta de nuestra casa,
las miramos como un artículo estrictamente utilitario, pero ellas son la
prolongación de nuestras manos y de nuestros deseos, a veces nos llenan de
gozo, algunas otras de temor, pero siempre están ahí, aguardando ser nuevamente
el apéndice de nuestra alma.
Y Pedro, el Gran Conserje Pedro,
él dijo a un soldado:
«Tomad esto...»
Y le dio las llaves del templo.
Pedro, Pedro...
El Gran Conserje Pedro
que ha vendido las llaves del templo.
Yo soy el gran blasfemo, León Felipe
Yo
pregunto ahora ¿quién tiene las llaves?, ¿Quién se las ha llevado? ¡Adonde están
las llaves!, ¡¿Quién tiene las llaves?!
Hay
espíritus, espíritus de las cosas, el espíritu de las llaves se ha ido, no está,
como entro al edén, como salgo del infierno si no tengo las llaves, si el espíritu
de las llaves ya no está.
Llaves
que son cuerpos, que son esperanza e ilusión, llaves que abren y cierran,
llaves que dan libertad, llaves que sujetan cadenas, llaves que dan amor,
llaves que cierran el dolor, hoy debemos de busca las llaves y abrir la puerta,
dejar que entre el viento fresco y nos acaricie, que de día el sol se siente a
nuestra mesa y por la noche la luna nos acompañe en el lecho, por eso las
llaves tienen espíritu.
Alejandro.
Excelente blog, he pasado a leerte y me he quedado un rato por aca.
ResponderEliminarSaludos fraternos!
Paco Perez
Gracias por regresar. Sigo desde hace tiempo su blog y es una delicia leerle. Saludos.
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