Morir No Duele Mucho
Emily
Dickinson
Morir no duele mucho:
nos duele más la vida.
Pero el morir es cosa
diferente,
tras la puerta escondida:
la costumbre del sur, cuando
los pájaros
antes que el hielo venga,
van a un clima mejor. Nosotros
somos
pájaros que se quedan:
los temblorosos junto al
umbral campesino,
que la migaja buscan,
brindada avaramente, hasta que
ya la nieve
piadosa hacia el hogar nos
empuja las plumas.
To make a prairie (1755)
To make a prairie it takes a clover and one bee,
One clover, and a bee.
And revery.
The revery alone will do,
If bees are
few.
Cuentan
que Dios nos hizo a todos iguales, es decir, con inteligencia, habilidades y
destrezas, capaces de mirar, de conocer, de sentir, Dios nos creó diferentes
para hacer de la vida algo más ligera, más amable, nos dio la posibilidad de
reproducirnos, pero también de gozar y de amar.
Dios
nos hizo humanos, de barro y maíz, agrego el sexo para condimentar la vida y
hacer más sencillo el andar, Dios nos hizo iguales.
Pero
con eso del libre albedrio, nos dio la posibilidad de ser ambiciosos, de ser egoístas,
de creer que podemos ser mejores que los otros, es más, nos dio la terrible
opción de negar la existencia del otro, así inventamos la subordinación, la
conquista y la esclavitud, donde el otro existe en función de nuestros deseos y
necesidades sin importar de que índole puedan ser.
Nos
dio el parto como el inicio, así nació el cosmos, de un gran e inmenso
estallido y de ese dolor surgió la luz, el sonido, los colores, las formas y lo
tangible y lo intangible, así surgimos nosotros, del polvo de estrellas, somos
nuestro pasado y futuro.
Nos
dio la muerte para indicar que ese camino ya ha sido concluido, que ha sido
andado, así podemos regresar a ser lo que siempre hemos sido, polvo de
estrellas, música de las esferas.
Hace
unos días se dio testimonio una vez más de por qué debemos de abrir las puertas
y las ventanas y permitir que entre el viento freso y la luz, que la luna nos
acompañe mientras dormimos.
Se
dio testimonio de por qué no somos libres, de por qué no podemos amar y tratar
de ser felices, una vez más.
Lo
ominoso, lo indignante y la infamia nos hacen bajar la cabeza por vergüenza, aquí,
en mi ciudad, en mi país, todavía el 8 de marzo se pueden leer notas como esta:
Después de 84 días a la joven Yakiri Rubí
Rubio Aupart, un juez determinó modificar el delito de homicidio doloso por
homicidio con “exceso de legítima defensa”, el argumento fue que la joven de 20
años actuó en defensa propia contra su presunto violador, Miguel Ángel Ramírez
Anaya, quien murió a causa de las heridas que ella le provocó.
En
este caso como en muchos (demasiados creo yo), la víctima se convierte en
victimario y se una un eufemismo por damas grotesco para no retenerla pero
tampoco exonerarla y pueda defenderse no de la inocua justicia, sino del acto
violento del cual fue sujeta.
Si,
resulta que la violación existe solo existe si la victima (que seguramente anhelo
ser ultrajada, violada, humillada) llega golpada, con las ropas rasgadas, los
huesos rotos, cubierta de heridas, llagas y sangre, ah! y claro, lo más
importante, si fue penetrada y se eyaculo dentro de ella, así es posible que se
valore si merece ser atendida y se inicie el proceso contra su agresor.
En
todo caso si no se presentan estos síntomas, no hay violación, con un poco de
suerte acaso algo de acoso, bendita sabiduría de quienes determinan si se es o
no víctima.
Pero
claro, y las miles de mujeres secuestradas y violentadas, vendidas, prostituyéndose
y muriendo porque ya no sirven y pueden ser desechadas, de hecho, el tráfico de
personas es mejor negocio que el narcotráfico, aquí una víctima puede ser
utilizada muchas, demasiadas veces, algunas de ellas lo son por años, pero
claro, son solo mujeres, son pobres, son marginales, son como muchos millones
en este nuestro planeta, prescindibles.
No
puedo dejar de escribir esto, por que cada una de las victimas es un grito que
llena el mundo, es un sueño que muere de dolor y soledad, de tristeza.
Yo
quisiera que el año próximo fuese diferente, yo quisiera que ya no hubiese lágrimas
y dolor, yo quisiera que las diferencias son puentes, que son el condimento y
el sabor de la vida, que son la riqueza.
Para todas las mujeres, para quien lo necesite...
Ciudad de México escrito entre el 9 y el 11 de
marzo del 2014
Para hacer una pradera
Emily
Dickinson
Para hacer una
pradera
toma un trébol
y una abeja
y un sueño.
El sueño por
sí solo bastará
si te faltaran las abejas.
si te faltaran las abejas.
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