Amanecer
¿Qué se hace a la hora de morir? ¿Se
vuelve la cara a la pared?
¿Se agarra por los hombros al que está
cerca y oye?
¿Se echa uno a correr, como el que
tiene
las ropas incendiadas, para alcanzar el
fin?
¿Cuál es el rito de esta ceremonia?
¿Quién vela la agonía? ¿Quién estira la
sábana?
¿Quién aparta el espejo sin empañar?
Porque a esta hora ya no hay madre y
deudos.
Ya no hay sollozo. Nada, más que un
silencio atroz.
Todos son una faz atenta, incrédula
de hombre de la otra orilla.
Porque lo que sucede no es verdad.
Rosario
Castellanos
Hace
unos días, fui con mi hija y mi yerno al Museo del Objeto del Objeto, MODO, ya había ido anteriormente con una
amiga, en esa ocasión descubrí este museo de la memoria y del recuerdo de la
cotidianeidad, fue sorprendente encontrar envases de productos de cuando yo era
niño, muchos de los cuales hace años dejaron de existir.
En
esta ocasión nuevamente la sorpresa me abrumo, lo cotidiano del alma, lo
trascendente de nuestra vida, el amor, una exposición basada no en el amor,
sino en el desamor,
Las
relaciones rotas, ese lugar tan común a la humanidad, el dolor nos lleva a
actuar contra nosotros mismos y por ello decidimos no volver a enamorarnos,
aunque con esta decisión estemos cancelando la posibilidad de construir una
relación, de caminar al lado del otro, reconociéndole como nosotros nos
reconocemos en esa otredad.
La
directora del museo dice sobre los objetos que cuentan historias que: “El objetivo de los cuentos no es hablar de las relaciones
como una fatalidad. Hay que darse cuenta de que rupturas en una relación las
pasamos todos, pero que, a pesar de ello, hay un aprendizaje. Te vuelves a
recuperar. Yo no conozco a nadie que después de haberse separado no diga: estoy
mejor”
La
historia de cada objeto es de una vida, de una persona que como cada uno de
nosotros cuenta su historia, es nuestra historia la historia de todos, no es en
función del sexo, género o edad, ni nacionalidad ni credo político o religioso.
Es
por un lado el sueño perdido, el salmo olvidado, pero también es la posibilidad
real de reinventarnos y redimirnos, de volver a amar.
Esta
exposición nace y crece en Zagreb, en Croacia, lugar devastado por la guerra,
por el odio contra otras religiones, culturas, a principios de mayo de 1995, la violencia
explotó de nuevo. La República Serbia de Krajina (RSK) perdió el apoyo de
Belgrado, parcialmente a causa de la presión internacional. Al mismo tiempo, el
ejército croata tomó de nuevo la totalidad de los territorios ocupados de
Eslavonia Occidental durante la Operación Flash. Como
represalia, fuerzas serbias atacaron Zagreb con cohetes, matando a 7 personas e
hiriendo a 175.
Soñé
con elefantes es la novela de Ivica
Djikic publicada por Sajalín Editores.
Caos. Una narración que avanza y retrocede, que gira sobre sí misma y que
apunta en varias direcciones a la vez; que cuenta con varios protagonistas y
múltiples puntos de vista.
Ejecuciones,
torturas y asesinatos sirven para contextualizar el estado de las cosas de una
Croacia que mira hacia delante, tratando de pasar página de un pasado demasiado
presente como para que pueda ser dejado atrás. Al menos, fácilmente.
Porque
ahí está la mafia. Y los gánsteres. Y los políticos. Hoy. Los mismos que ayer
eran héroes de guerra. Los mismos perros, con collares muy distintos. Y las
fidelidades. Y, por supuesto, las infidelidades. Y las traiciones. Y los
elefantes.
Por
ello no me sorprende que el Museo de las Relaciones Rotas haya surgido en una
zona devastada por la guerra, donde hoy lo cotidiano y humano busca recuperar
el alma y volver a dar luz al espíritu humano.
En
las salas se pueden ver los objetos y leer la historia de quien lo dejo ahí,
para compartir y terminar de desprenderse, de sanar su alma y volver a andar,
volver a amar libre, con historia propia, con conocimiento.
Algunas
cosas que vi y leí:
Hay una cámara fotográfica que sólo
se usó una vez y guarda un rollo con imágenes del último día que alguien estuvo
con su amor en Filipinas.
Otro de los pocos casos en los que
se identifica el nombre de la dueña es el de un rosario. El objeto simboliza
una triste historia de un hombre de Hungría que en los años 80 tuvo una novia
de secundaria llamada Ester, quien un día dejó el rosario en su casa. Él, que
era agnóstico, sólo se dio cuenta del olvido de su novia unos días después de
que sufrieran un accidente automovilístico en el que su amada falleció.
Un plancha y que el texto dice que
solo la uso para planchar el vestido de novia que nunca uso.
Uno más narra
como falleció su amado un día antes de casarse, ahora puede caminar aunque
nunca olvidar.
Existe
también la posibilidad de que se escriban las historias de los visitantes, sus
sentimientos, se colocan colgados en unos tendederos como si fuese ropa recién lavada,
como limpiando y dejando lista la piel y la esperanza para volver a usarse.
A
mí me hubiese gustado escribir algo, en ese momento no se me ocurrió nada, pero
también la mayoría de los visitantes son personas jóvenes, lo que me lleva a
pensar si los viejos sencillamente ya no consideramos esto porque hace tanto
que sucedió o porque no somos capaces de decirlo y redimirnos, de perdonar, de
volver a creer, de aceptar que podemos amar y ser amados.
Con todo mi amor, Alejandro, 2014
Quise saber que hubo entre ayer y hoy
Sueños e ilusiones de un tiempo
al rio aquel me voy
donde fue nuestro último encuentro
Sueños e ilusiones de un tiempo
al rio aquel me voy
donde fue nuestro último encuentro
Casta Sulmerze
Hoy regreso aquí,
a perderme,
a este curioso museo
fundado por dos amantes
que se les quedó el amor en las manos
de tanto usarlo...
.
Hoy vengo aquí a olvidate
arrojando por sus ventanas
todas tus cartas,
metiendo mis poesías por los agujeros
y reteniendo el aire
que se me escapa
porque aún te quiero.
.
Hoy vengo a colgar en la puerta
de este viejo caserón
mi corazón roto,
para que avise a otros amantes
.
...y jamás vengan
ni por distraerse,
a este museo!
Popochán, China, Museo de las relaciones rotas.
Entender
las Relaciones Rotas y mirarlas desde lo cotidiano me lleva a pensar en las
relaciones amorosas en sí. El amor es uno de los principales fundamentos de
nuestra vida, las múltiples imágenes, ideas y sueños con los que lo concebimos son
el astrolabio de nuestro navegar, aquel que nos marca, en este caso, las
estrellas del amor, los sueños y los deseos, por eso transcribo algo de dice
Octavio Paz en “Un sistema solar”:
Lo cierto es que el tránsito de la sexualidad al amor se
caracteriza no tanto por una creciente complejidad como por la intervención de
un agente que lleva el nombre de una linda princesa griega: Psiquis. La
sexualidad es animal; el erotismo es humano. Es un fenómeno que se
manifiesta dentro de una sociedad y que consiste, esencialmente, en desviar o
cambiar el impulso sexual reproductor y transformarlo en una representación. El
amor, a su vez, también es ceremonia y representación pero es
algo más: una purificación, como decían
los provenzales, que transforma al sujeto y al objeto del encuentro erótico en
personas únicas. El amor es la metáfora final de la sexualidad. Su piedra de
fundación es la libertad: el misterio de la persona.
No hay amor sin erotismo como no hay erotismo sin sexualidad. Pero la
cadena se rompe en sentido inverso: amor sin erotismo no es amor y erotismo sin
sexo es impensable e imposible. Cierto, a veces es difícil distinguir entre amor y erotismo.
Se ha comparado muchas veces a la amistad con el amor; en ocasiones como
pasiones complementarias y en otras, las más, como opuestas. Si se omite el elemento carnal, físico, los
parecidos entre amor y amistad son obvios. Ambos son afectos elegidos libremente,
no impuestos por la ley o la costumbre, y ambos son relaciones interpersonales.
Somos amigos de una persona, no de una multitud; a nadie se le puede llamar,
sin irrisión, 'amigo del género humano'. La elección y la exclusividad son
condiciones que la amistad comparte con el amor. En cambio, podemos
estar enamorados de una persona que no nos ame pero la amistad sin reciprocidad es imposible.
La amistad nace de la comunidad y de la
coincidencia en las ideas, en los sentimientos o en los intereses. La simpatía
es el resultado de esta afinidad; el trato refina y transforma a la simpatía en
amistad. El amor nace de un flechazo; la amistad del intercambio frecuente y
prolongado. El amor es instantáneo; la amistad requiere tiempo
¿Qué sabemos de lo que realmente sentían y pensaban las esposas de
Atenas, las muchachas de Jerusalén, las campesinas del siglo XII o las
burguesas del XV? En cuanto conocemos un poco mejor un periodo histórico,
aparecen casos de mujeres notables que fueron amigas de filósofos, poetas y
artistas: Santa Paula, Vittora Colona, Madame de Sévigné, George Sand, Virginia
Woolf, Hannah Arendt y tantas otras. ¿Excepciones? Sí, pero la amistad es, como
el amor, siempre excepcional.
El verdadero amor
consiste precisamente en la transformación
del apetito de posesión en entrega. Por esto pide reciprocidad y así trastorna
radicalmente la vieja relación entre dominio
y servidumbre. El amor único es el fundamento de los otros componentes:
todos reposan en él; asimismo, es el eje y todos giran en torno suyo. La exigencia de exclusividad es un gran
misterio: ¿por qué amamos a esta
persona y no a otra? Nadie ha podido esclarecer este enigma, salvo con
otros enigmas, como el mito de los andróginos de El Banquete. El amor único es una de
las facetas de otro gran misterio: la
persona humana.
La
palabra persona
es de origen etrusco y designaba en Roma a la máscara del actor teatral. ¿Qué hay detrás de la máscara, qué es
aquello que anima al personaje? El espíritu humano, el alma o ánima. La persona
es un ser compuesto de un alma y un cuerpo. Aquí aparece otra y gran paradoja
del amor; tal vez la central, su nudo trágico: amamos simultáneamente un cuerpo mortal, sujeto al tiempo y sus
accidentes y un alma inmortal. El amante ama por igual al cuerpo y al alma.
Incluso puede decirse que, si no fuera por la atracción hacia el cuerpo, el
enamorado no podría amar al alma que lo anima. Para el amante el cuerpo deseado es alma; por esto le habla con un
lenguaje más allá del lenguaje pero que es perfectamente comprensible, no con
la razón, sino con el cuerpo, con la piel. A su vez el alma es palpable: la
podemos tocar y su soplo refresca nuestros párpados o calienta nuestra nuca.
Todos los enamorados han sentido esta transposición de lo corporal a lo
espiritual y viceversa. Todos lo saben con un saber rebelde a la razón y al
lenguaje. Algunos poetas lo han dicho.
Amamos a un ser mortal como si fuese inmortal. Lope lo dijo mejor: a lo que es temporal llamamos eterno.
Sí, somos mortales, somos hijos del tiempo y nadie se salva de la muerte. No
sólo sabemos que vamos a morir sino que la persona que amamos también morirá.
Somos juguetes del tiempo y sus accidentes: la enfermedad y la vejez, que
desfiguran al cuerpo y extravían al alma. Pero el amor es una de las respuestas
que el hombre ha inventado para mirar de frente a la muerte. Por el amor le
robamos al tiempo que nos mata unas cuantas horas que transformamos a veces en
paraíso y otras en infierno. De ambas maneras el tiempo se distiende y deja de
ser una medida
El
desenamoramiento es a fin de cuentas el producto de la ruptura, la vos popular
dice: "El amor hace pasar el tiempo,
y el tiempo hace pasar el amor", y "El amor vive de nada y muere de todo", entonces sucede que el
sentimiento de que falta algo, de que falla algo y de que no se es feliz con la
pareja actual. Existe una ausencia de fantasías románticas y placenteras con la
pareja y aparición de ensoñaciones con escenas desagradables con ella. Incluso
pueden aparecer fantasías eróticas con terceras personas, El amor es
reemplazado por expresiones de aburrimiento, indiferencia, tristeza, ansiedad u
odio.
Cada
uno de nosotros manifiesta y asume el desenamoramiento de manera diferente; de
den algunas expresan ansiedad o tristeza, aquellas personas que son amantes
maduros y sanos pueden o no separarse, pero mantienen relaciones de simpatía y
aprecio, y evitan dañarse ellos y dañar a los hijos.
Así,
poco a poco caminamos hacia la ruptura, ese acto que duele y concluye la
relación, pareciera que nada vale, que hemos perdido, es más hay quien lo
concibe como un acto fallido
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