La canción de la estatua
¿Quién es el que me quiere de tal
modo
que rechaza su amada vida?
Si se ahoga en el mar alguien por mi,
de vuelta estoy entonces de la piedra
a la vida, en la vida redimida.
que rechaza su amada vida?
Si se ahoga en el mar alguien por mi,
de vuelta estoy entonces de la piedra
a la vida, en la vida redimida.
Tengo anhelo de sangre rumorosa.
la piedra está muy quieta.
Sueño la vida: es buena.
¿Alguien tiene el valor
mediante el cual yo voy a despertar?
la piedra está muy quieta.
Sueño la vida: es buena.
¿Alguien tiene el valor
mediante el cual yo voy a despertar?
Y si llego a la vida alguna vez,
la que me da todo lo más dorada
la que me da todo lo más dorada
en soledad entonces lloraré,
lloraré por mi piedra. ¿Qué me sirve
mi sangre si madura como vino?
No puede desde el mar llamar al único
que es quien más me ha querido.
lloraré por mi piedra. ¿Qué me sirve
mi sangre si madura como vino?
No puede desde el mar llamar al único
que es quien más me ha querido.
Rainer Maria Rilke
De nuevo, la “Navidad”, festividad que debía de implicar (al menos para
los cristianos (sin importar su tendencia o iglesia) la posibilidad de saber
que la redención es posible, no como deseo sino como principio de vida. Hoy los
obsequios llenan todo, más ese sentido fundamental de generosidad, de
compartir, de alegría se trastoca por la vanidad y la soberbia (ambos pecados
capitales), más es tiempo de imaginarnos si nos pudiéramos obsequiar un poco de
tolerancia y compasión, de honestidad y respeto, de dar la oportunidad a la
palabra, al dialogo y a la razón en lugar de la violencia, de equidad, de
inclusión sin discriminación ni temer al otro, sino su plena aceptación sin distinción
de credo político, religioso, tendencia sexual. Acaso este sea un buen momento
para imaginar un mundo en el cual los políticos amaran a su pueblo y aparte de
ganar lo mismo que un trabajador, aceptran darse cuenta de que el honor es lo
que da validez a su cargo y funciones, un mundo si abusos, un lugar donde los políticos
fueran honestos, cultos, educados, humildes, verdaderos humanos, no las bestias
infernales que son.
Un mundo donde los ejércitos y los sistemas de seguridad nunca
combatan, violen o ataquen al pueblo, sin importar su nacionalidad, tan solo su
humanidad.
Acaso un mundo donde la falta de escrúpulos sea un pecado y no una
virtud, donde todos neguemos la violencia y la crueldad como instrumento de
sumisión y donde el miedo sea supeditado al valor, a la gentileza, donde lo
dulce abra las puertas y las ventanas de la vida para que entre en ella la luz,
el aire y la esperanza.
Que haya paz, armonía, gentileza y generosidad, que la vida sea digna
por nuestros actos, ese es mi deseo para cada ser humano y para que sus amores
y afectos sean verdaderos,
Alejandro,
“Pensemos más bien si
obramos justamente pagando dinero y prodigando favores a los que me sacarían de
la cárcel, o si realmente haciendo así cometemos una verdadera injusticia.
Hemos de sufrir lo que quiera que fuese con tal de no cometer una injusticia...
El cometer una injusticia es malo y vergonzoso para el que la comete. No se
debe devolver injusticia por injusticia, ni hacer daño aun en el caso de que
recibamos un mal, el que fuere. Esos no son modos rectos de obrar. La virtud y
la justicia, las normas tradicionales de conducta y las leyes han de gozar de
la máxima estimación de los hombres”
Socrates.
Un poco de los antecedentes de la navidad
y un par de “Cuentos de Navidad”, que sin ser de Dickens son bastante buenos, uno
de Guy de Monpasant y el otro de Ray Bradbury, si, el primero de la “Bola de
Sebo” y el segundo de las “Crónicas marcianas”, espero que los disfruten junto
con aquellas personas que están cerca de sus corazones.
Un fuerte abrazo y como no se muere, un
poco de esperanza, fantasía y felicidad.
Y como le dijo Santa Claus a su novia
Merry Crismas, que tengan un japy niu yir.
Con todo mi afecto.
Alejandro.
Para el mudo proveniente de las
conquistas Romanas y después del resto de Europa (España, Francia, Alemania,
etc.) el 25 de diciembre es la fecha en la cual se celebra el nacimiento de
Cristo, este hecho está estrechamente vinculado al calendario que actualmente
se usa y que desde el siglo IV gracias a Dionisio el Exiguo. Este calendario ha
sufrido varias modificaciones, a continuación les dejo algunas breves notas de
lo que he encontrado.
El nacimiento de Cristo y el año nuevo.
Es por antonomasia la conmemoración del
nacimiento de Jesús en Belén de Juda Es celebrada por la Iglesia Católica en la
noche del 24 al 25 de diciembre. En Occidente empezó a conmemorarse a mediados
del siglo IV; la primera vez que se celebró en Constantinopla fue en el año
379. El acontecimiento está narrado en el Nuevo Testamento por dos
evangelistas: Lucas, que escribe una historia completa porque al parecer obtuvo
la información directamente de María cuyo relato comienza diciendo:
“Por aquellos días se
promulgó un edicto de César Augusto, mandando empadronar a todo el mundo. Este
fue el primer empadronamiento hecho por Cirino, que después fue gobernador de
la Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a la ciudad de su estirpe.
José, pues, como era de la casa y familia de David, vino desde Nazaret, ciudad
de Galilea, a la ciudad de David llamada Betlehem, en Judea”
Evangelio
según san Lucas (2,1-20)
Julio César, estableció el primero de
enero como el día de año nuevo en el 46 A .C. los romanos dedicaron este mes al
dios Jano, el dios de las entradas, las puertas y los comienzos. El mes de
enero recibió su nombre en honor a este dios (Jano –January-) el cual tenía dos
caras, una mirando hacia delante y la otra hacia atrás.
Así los doce meses del primer
calendario romano eran: Martius, Aprilis, Maius, Iunius, Quintilis, Sextilis,
September, October, November, December, Ianuarius y Februarius.
Después de este primer calendario, el
imperio romano se guio por el calendario Juliano que entró en vigor el 1° de
enero del año 45 A .C. Este calendario debe su nombre a Julio César quién mandó
a sus astrónomos diseñarlo para corregir todos los errores que se tenían con el
antiguo calendario romano. El astrónomo que dirigió el proyecto fue Sosígenes
de Alejandría. El calendario fue establecido en todo el Imperio Romano y
realmente logró resolver los problemas que se tenían; sin embargo Julio César
pudo disfrutarlo muy poco pues un año después de que se adoptara este nuevo
calendario, él fue asesinado.
Para que el nuevo calendario realmente
coincidiera con la entrada de las estaciones se ampliaron a 15 los meses del
año 45 A .C. Esto fue necesario para corregir el retraso de tres meses que se
había acumulado con el calendario anterior. El año 45 A .C. fue llamado el
"año de la gran confusión" por lo largo que fue y porque nadie sabía
exactamente en qué día vivía; sin embargo, gracias a este año tan largo se
logró resolver el desorden que se tenía. A partir del año siguiente se
instauraron años de 12 meses con el nuevo Calendario Juliano.
El Calendario Juliano se basaba en el
año egipcio que tenía 365 días más 1/4. Cada cuatro años se intercalaba un día
(éste es el origen de los años bisiestos) y el año se dividió en 12 meses de
distinta duración, puesto que 365 no es divisible por 12. En honor de César se
dio el nombre de Julius al mes Quintilis.
Después del asesinato de Julio César,
su sucesor Augustus mandó perfeccionar aún más el nuevo calendario y fue
entonces cuando se estableció que el primer mes del año sería enero y el
segundo febrero. El Senado romano cambió el nombre del mes Sextilis por el de
Augustus.
Julio César deseaba que el año nuevo
comenzara con el equinoccio de primavera, o con el solsticio de invierno, pero
el Senado Romano, que tradicionalmente utilizaba el 1 de Enero como comienzo de
su año oficial, se opuso a César e impuso esa fecha como la del comienzo del
año. Esta es la razón por la que aún hoy en día nuestro año nuevo comienza en
un punto arbitrario de la órbita de la Tierra.
Además, originalmente el mes de Febrero
tenía 29 días los años normales y 30 los bisiestos. Pero al haber sido los
meses del antiguo calendario Quíntilis y Séxtilis renombrados como Julio y
Agosto, en honor de Julio César y César Augusto respectivamente, se decidió que
el mes de Agosto tuviera 31 días en vez de los 30 que originalmente tenía
Séxtilis. Para ello se le quitó un día a Febrero. Para el Senado era muy
importante que César Augusto no se considerara inferior a Julio César por lo
que "su mes", debía de tener la misma cantidad de días que "el
mes de Julio César".
El sistema de numerar los años a partir
del nacimiento de Jesucristo, de la indicación A. D. (Anno Domini, año del
Señor), se debe a Concretamente fue en el año 525 de nuestra era, cuando el monje
Dionisio el Exiguo introdujo el calendario cristiano, al afirmar que Jesús
había nacido el Sábado 25 de Diciembre del año 753 a .u.c. El clero cristiano
se apresuró a difundirlo entre la población y situaron el principio de la nueva
era, el A.D. 1 (Anno Domini 1, año del señor) comenzando el Sábado 1 de Enero
del año 754 A .U.C. ("ab urbe
condita", desde la fundación de Roma), que era el comienzo del
primer año tras el nacimiento de Jesús.
Sin embargo,
Dionisio cometió varios errores. El primero de ellos fue no incluir el año cero
que debería situarse entre el año 1 A .C. y el año 1 d.C. Realmente no es muy
justo atribuir este error a Dionisio, pues el cero era un concepto matemático
desconocido en aquella época en su entorno. Pero también cometió el error de
olvidar los cuatro años en los que el Emperador Augusto gobernó bajo su propio
nombre: Octavio. De este modo el error sería de 5 años en total.
La fecha del
25 de diciembre fue adoptada como la fecha de la Navidad, aunque no se sabe
cómo Dionisio la calculó.
Al durar el año juliano aproximadamente
11 m y 14 s más que el año trópico (tiempo que tarda la Tierra en dar una
vuelta completa al Sol), acumula un error de un día cada 128 años. En 1477 el
equinoccio de primavera se había adelantado al 11 de marzo. A la Iglesia
preocupó este error que afectaba a la celebración de la Pascua de Resurrección
y otras fiestas movibles que dependen de ella.
Para corregir el error, el papa
Gregorio XIII, nombró una comisión de astrónomos y matemáticos para que
revisaran el calendario juliano. Así las dos personas que terminaron de diseñar
el calendario que usamos actualmente fueron: Luigi Lilio Ghiraldi (o Aloysius
Lilius), médico de Verona, quien ideó el nuevo sistema y Cristóbal Clavius,
astrónomo, matemático y físico de Nápoles, quien hizo todos los cálculos
necesarios. En marzo de 1582 fue abolido el calendario juliano por decreto del
Papa Gregorio XIII y se estableció el calendario gregoriano.
El calendario juliano había acumulado
un error de diez días con respecto al año trópico por lo que estos días
tuvieron que restarse de forma arbitraria; así en el año 1582, el día siguiente
del jueves 4 de octubre fue el viernes 15 de octubre. Este ajuste logró que en
el año 1583 el equinoccio de primavera sucediera el 21 de marzo.
En nuestro calendario actual, el
Calendario Gregoriano los años bisiestos se calculan de distinta manera a como
se calculaban en el Calendario Juliano.
Un año es bisiesto si las dos últimas
cifras son divisibles entre 4, excepto cuando ambas son cero. Sin embargo
cuando las cuatro cifras, es decir, el número completo del año, es divisible
entre 400 entonces el año sí es bisiesto aunque sus dos últimas cifras sean
ceros.
El Calendario Gregoriano, que acumula
un error de un día en 3226 años, fue adoptado por todos los países católicos y
la mayoría de los protestantes, aunque algunos de éstos no lo adoptaron
inmediatamente. Inglaterra, por ejemplo, no remplazó el Calendario Juliano por
el Gregoriano sino hasta el año 1752, para hacerlo tuvo que hacer un ajuste: el
día siguiente al miércoles 2 de Septiembre de 1752 según el calendario Juliano,
fue el jueves 14 de Septiembre de ese mismo año 1752, según el Calendario
Gregoriano. La confusión fue total y aún hoy en día hay fechas que los
historiadores no pueden determinar con certeza. Como consecuencia del cambio de
calendarios, resulta que aunque tanto Cervantes como Shakespeare murieron el
martes 23 de Abril de 1616 en España e Inglaterra respectivamente, en el caso
de Cervantes se aplicaba ya el Calendario Gregoriano, mientras que en el de
Shakespeare la fecha corresponde al Calendario Juliano. Así pues, Shakespeare
murió el martes 3 de Mayo de 1616 según el calendario Gregoriano, por lo que no
murió el mismo día que Cervantes.
Cuento de Navidad
Guy de Maupassant
El doctor Bonenfantes forzaba su
memoria, murmurando:
-¿Un recuerdo de Navidad?... ¿Un
recuerdo de Navidad?...
Y, de pronto, exclamó:
"-Sí, tengo uno, y por cierto muy
extraño. Es una historia fantástica, ¡un milagro! Sí, señoras, un milagro de
Nochebuena.
"Comprendo que admire oír hablar
así a un incrédulo como yo. ¡Y es indudable que presencié un milagro! Lo he
visto, lo que se llama verlo, con mis propios ojos.
"¿Que si me sorprendió mucho? No;
porque sin profesar creencias religiosas, creo que la fe lo puede todo, que la
fe levanta las montañas. Pudiera citar muchos ejemplos, y no lo hago para no
indignar a la concurrencia, por no disminuir el efecto de mi extraña historia.
"Confesaré, por lo pronto, que si
lo que voy a contarles no fue bastante para convertirme, fue suficiente para
emocionarme; procuraré narrar el suceso con la mayor sencillez posible,
aparentando la credulidad propia de un campesino.
"Entonces era yo médico rural y
habitaba en plena Normandía, en un pueblecillo que se llama Rolleville.
"Aquel invierno fue terrible.
Después de continuas heladas comenzó a nevar a fines de noviembre.
Amontonábanse al norte densas nubes, y caían blandamente los copos de nieve
tenue y blanca.
"En una sola noche se cubrió toda
la llanura.
"Las masías, aisladas, parecían
dormir en sus corralones cuadrados como en un lecho, entre sábanas de ligera y
tenaz espuma, y los árboles gigantescos del fondo, también revestidos, parecían
cortinajes blancos.
"Ningún ruido turbaba la campiña
inmóvil. Solamente los cuervos, a bandadas, describían largos festones en el
cielo, buscando la subsistencia, sin encontrarla, lanzándose todos a la vez
sobre los campos lívidos y picoteando la nieve.
"Sólo se oía el roce tenue y vago
al caer los copos de nieve.
"Nevó continuamente durante ocho
días; luego, de pronto, aclaró. La tierra se cubría con una capa blanca de
cinco pies de grueso.
"Y, durante cerca de un mes, el
cielo estuvo, de día, claro como un cristal azul y, por la noche, tan
estrellado como si lo cubriera una escarcha luminosa. Helaba de tal modo que la
sábana de nieve, compacta y fría, parecía un espejo.
"La llanura, los cercados, las
hileras de olmos, todo parecía muerto de frío. Ni hombres ni animales asomaban;
solamente las chimeneas de las chozas en camisa daban indicios de la vida
interior, oculta, con las delgadas columnas de humo que se remontaban en el
aire glacial.
"De cuando en cuando se oían
crujir los árboles, como si el hielo hiciera más quebradizas las ramas, y a
veces desgajábase una, cayendo como un brazo cortado a cercén.
"Las viviendas campesinas parecían
mucho más alejadas unas de otras. Vivíase malamente; cada uno en su encierro.
Sólo yo salía para visitar a mis pacientes más próximos, y expuesto a morir
enterrado en la nieve de una hondonada.
"Comprendí al punto que un pánico
terrible se cernía sobre la comarca. Semejante azote parecía sobrenatural.
Algunos creyeron oír de noche silbidos agudos, voces pasajeras. Aquellas voces
y aquellos silbidos los daban, sin duda, las aves migratorias que viajaban al anochecer
y que huían sin cesar hacia el sur. Pero es imposible que razonen gentes
desesperadas. El espanto invadía las conciencias y se aguardaban sucesos
extraordinarios.
"La fragua de Vatinel hallábase a
un extremo del caserío de Epívent, junto a la carretera intransitada y
desaparecida. Como carecían de pan, el herrero decidió ir a buscarlo.
Entretúvose algunas horas hablando con los vecinos de las seis casas que
formaban el núcleo principal del caserío; recogió el pan, varias noticias, algo
del temor esparcido por la comarca, y se puso en camino antes de que
anocheciera.
"De pronto, bordeando un seto,
creyó ver un huevo sobre la nieve, un huevo muy blanco; inclinose para
cerciorarse; no cabía duda; era un huevo. ¿Cómo sé hallaba en tan apartado
lugar? ¿Qué gallina salió de su corral para ponerlo allí? El herrero, absorto,
no se lo explicaba, pero cogió el huevo para llevárselo a su mujer.
"-Toma este huevo que encontré en
el camino.
"La mujer bajó la cabeza,
recelosa:
"-¿Un huevo en el camino con el
tiempo que hace? ¿No te has emborrachado?
"-No, mujer, no; te aseguro que no
he bebido. Y el huevo estaba junto a un seto, caliente aún. Ahí lo tienes; me
lo metí en el pecho para que no se enfriase. Cómetelo esta noche.
"Lo echaron en la cazuela donde se
hacía la sopa, y el herrero comenzó a referir lo que se decía en la comarca.
"La mujer escuchaba, palideciendo.
"-Es cierto; yo también oí
silbidos la pasada noche, y entraban por la chimenea.
"Sentáronse y tomaron la sopa;
luego, mientras el marido untaba un pedazo de pan con manteca, la mujer cogió
el huevo, examinándolo con desconfianza.
"-¿Y si tuviese algún maleficio?
"-¿Qué maleficio puede tener?
"-¡Toma! ¡Si yo supiera!
"-¡Vaya! Cómetelo y no digas
bestialidades.
"La mujer abrió el huevo; era como
todos, y se dispuso a tomárselo con prevención, cogiéndolo, dejándolo,
volviendo a cogerlo. El hombre decía:
"-¿Qué haces? ¿No te gusta? ¿No es
bueno?
"Ella, sin responder, acabó de
tragárselo. Y de pronto fijó en su marido los ojos, feroces, inquietos, levantó
los brazos y, convulsa de pies a cabeza, cayó al suelo, retorciéndose, dando
gritos horribles.
"Toda la noche tuvo convulsiones
violentas y un temblor espantoso la sacudía, la transformaba. El herrero, falto
de fuerza para contenerla, tuvo que atarla.
"Y la mujer, sin reposo,
vociferaba:
"-¡Se me ha metido en el cuerpo!
¡Se me ha metido en el cuerpo!
"Por la mañana me avisaron.
Apliqué todos los calmantes conocidos; ninguno me dio resultado. Estaba loca.
"Y, con una increíble rapidez, a
pesar del obstáculo que ofrecían a las comunicaciones las altas nieves heladas,
la noticia corrió de finca en finca: 'La mujer de la fragua tiene los diablos
en el cuerpo.'
"Acudían los curiosos de todas
partes; pero sin atreverse a entrar en la casa, oían desde fuera los horribles
gritos, lanzados por una voz tan potente que no parecían propios de un ser
humano.
"Advirtieron al cura. Era un viejo
incauto. Acudió con sobrepelliz, como si se tratara de auxiliar a un moribundo,
y pronunció las fórmulas del exorcismo, extendiendo las manos, rociando con el
hisopo a la mujer, que se retorcía soltando espumarajos, mal sujeta por cuatro
mocetones.
"Los diablos no quisieron salir.
"Y llegaba la Nochebuena , sin
mejorar el tiempo.
"La víspera, por la mañana, el
cura fue a visitarme:
"-Deseo -me dijo- que asista la
infeliz a la misa de gallo. Tal vez Nuestro Señor Jesucristo la salve, a la
hora en que nació de una mujer.
"Yo respondí:
"-Me parece bien, señor cura. Es
posible que se impresione con la ceremonia, muy a propósito para conmover, y
que sin otra medicina pueda salvarse.
"El viejo cura insinuó:
"-Usted es un incrédulo, doctor,
y, sin embargo, confío mucho en su ayuda. ¿Quiere usted encargarse de que la
lleven a la iglesia?
"Prometí hacer para servirle
cuanto estuviese a mi alcance.
"De noche comenzó a repicar la
campana, lanzando sus quejumbrosas vibraciones a través de la sombría llanura,
sobre la superficie tersa y blanca de la nieve.
"Bultos negros llegaban agrupados
lentamente, sumisos a la voz de bronce del campanario. La luna llena iluminaba
con su tibia claridad todo el horizonte, haciendo más notoria la pálida
desolación de los campos.
"Fui a la fragua con cuatro
mocetones robustos.
"La endemoniada seguía rugiendo y
aullando, sujeta con sogas a la cama. La vistieron, venciendo con dificultad su
resistencia, y la llevaron.
"A pesar de hallarse ya la iglesia
llena de gente y encendidas todas las luces, hacía frío; los cantores aturdían
con sus voces monótonas; roncaba el serpentón; la campanilla del monaguillo
advertía con su agudo tintineo a los devotos los cambios de postura.
"Detuve a la mujer y a sus cuatro
portadores en la cocina de la casa parroquial, aguardando el instante oportuno.
Juzgué que éste sería el que sigue a la comunión.
"Todos los campesinos, hombres y
mujeres, habían comulgado pidiendo a Dios que los perdonase. Un silencio
profundo invadía la iglesia, mientras el cura terminaba el misterio divino.
"Obedeciéndome, los cuatro mozos
abrieron la puerta y acercáronse a la endemoniada.
"Cuando ella vio a los fieles de
rodillas, las luces y el tabernáculo resplandeciente, hizo esfuerzos tan
vigorosos para soltarse que a duras penas conseguimos retenerla; sus agudos
clamores trocaron de pronto en dolorosa inquietud la tranquilidad y el
recogimiento de la muchedumbre; algunos huyeron.
"Crispada, retorcida, con las
facciones descompuestas y los ojos encendidos, apenas parecía una mujer.
"La llevaron a las gradas del
presbiterio, sosteniéndola fuertemente, agazapada.
"Cuando el cura la vio allí,
sujeta, se acercó cogiendo la custodia, entre cuyas irradiaciones de oro
aparecía una hostia blanca, y alzando por encima de su cabeza la sagrada forma,
la presentó con toda solemnidad a la vista de la endemoniada.
"La mujer seguía vociferando y
aullando, con los ojos fijos en aquel objeto brillante; y el cura estaba
inquieto, inmóvil, hasta el punto de parecer una estatua.
"La mujer mostrábase temerosa,
fascinada, contemplando fijamente la custodia; presa de terribles angustias,
vociferaba todavía; pero sus voces eran menos desgarradoras.
"Aquello duró bastante.
"Hubiérase dicho que su voluntad
era impotente para separar la vista de la hostia; gemía, sollozaba; su cuerpo,
abatido, perdía la rigidez, recobraba su blandura.
"La muchedumbre se había
prosternado con la frente en el suelo; y la endemoniada, parpadeando, como si
no pudiera resistir la presencia de Dios ni sustraerse a contemplarlo, callaba.
Luego advertí que se habían cerrado sus ojos definitivamente.
"Dormía el sueño del sonámbulo,
hipnotizada..., ¡no, no!, vencida por la contemplación de las fulgurantes
irradiaciones de la custodia de oro; humillada por Cristo Nuestro Señor
triunfante.
"Se la llevaron, inerte, y el cura
volvió al altar.
"La muchedumbre, desconcertada,
entonó un tedeum.
"Y la mujer del herrero durmió
cuarenta y ocho horas seguidas. Al despertar, no conservaba ni la más
insignificante memoria de la posesión ni del exorcismo.
"Ahí tienen, señoras, el milagro
que yo presencié.
Hubo un corto silencio y, luego,
añadió:
-No pude negarme a dar mi testimonio
por escrito.
CUENTO DE NAVIDAD
Ray Bradbury
El día siguiente sería Navidad y,
mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la
madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el
espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable
posible. Cuando en la aduana les obligaron a dejar el regalo porque pasaba unos
pocos kilos del peso máximo permitido y el arbolito con sus hermosas velas
blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa
fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando estos llegaron,
murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.
-- ¿Qué haremos?
-- Nada, ¿qué podemos hacer?
-- ¡Al niño le hacía tanta ilusión el
árbol!
La sirena aulló, y los pasajeros fueron
hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El
niño iba entre ellos, pálido y silencioso.
-- Ya se me ocurrirá algo --dijo el
padre.
-- ¿Qué...? --preguntó el niño.
El cohete despegó y se lanzó hacia
arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un
24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde
no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del
primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes
neyorquinos, el niño despertó y dijo:
-- Quiero mirar por el ojo de buey.
-- Todavía no --dijo el padre--. Más
tarde.
-- Quiero ver dónde estamos y a dónde
vamos.
-- Espera un poco --dijo el padre.
El padre había estado despierto,
volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los
regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la
aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría
que el viaje fuera feliz y maravilloso.
-- Hijo mío --dijo--, dentro de media
hora será Navidad.
La madre lo miró consternada; había
esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se
iluminó; le temblaron los labios.
-- Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo?
¿Tendré un árbol? Me lo prometisteis.
-- Sí, sí. Todo eso y mucho más --dijo
el padre.
-- Pero... --empezó a decir la madre.
-- Sí --dijo el padre--. Sí, de veras.
Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.
Los dejó solos unos veinte minutos.
Cuando regresó, sonreía.
-- Ya es casi la hora.
-- ¿Puedo tener un reloj? --preguntó el
niño.
Le dieron el reloj, y el niño lo
sostuvo entre los dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego, el
silencio y el momento insensible.
-- ¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde
está mi regalo?
-- Ven, vamos a verlo --dijo el padre,
y tomó al niño de la mano.
Salieron de la cabina, cruzaron el
pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.
-- No entiendo.
-- Ya lo entenderás --dijo el padre--.
Hemos llegado.
Se detuvieron frente a una puerta
cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando
un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo
de voces.
-- Entra, hijo.
-- Está oscuro.
-- No tengas miedo, te llevaré de la
mano. Entra, mamá.
Entraron en el cuarto y la puerta se
cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso
ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de
ancho, por la cual podían ver el espacio. el niño se quedó sin aliento,
maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y
entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.
-- Feliz Navidad, hijo --dijo el padre.
Resonaron los viejos y familiares
villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio
del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la
noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de
maravillosas velas blancas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario