Siempre he pensado que los columpios tienen algo de mágico. El frenesí de tu cuerpo luchando contra la gravedad, en sintonía con el vaivén de la brisa. Y en el punto más alto tus pies logran tocar el cielo, por un segundo logras olvidar todo y te ves flotando en el aire, por un segundo te convences de que has vencido la caída.
Hoy me desperté dándome cuenta que no estás conmigo, cuanto tiempo hace, no lo recuerdo, fue cuando… ese día había sido como cualquier otro de mi vida, y de pronto todo cambio, sin embargo la vida siguió, fluye de un extremo a otro, como una hoja movida por el viento, y tú, tú ya no estabas aquí, hoy, cuando te busco al lado mío, cuando deseo sentirte solo no hay nada, ya no estás aquí.
Cuando fue, no, no logro recordar, solamente siento muy hondo tu ausencia, hoy que no estás tu ausencia llena todo, no cuando te fuiste, sino cuando mi cama esta vacía.
Yo quisiera saber cuándo te fuiste, no lo recuerdo, no sé si fue de día o de noche, no se llovía o la luna nos acompañaba.
¿Hace cuánto tiempo que no veo una mujer desnuda?, no recuerdo, me viene a la mente lo que lo que en La modelo y el artista le dice Marc Cros a Mercè “Hay dos pruebas de la existencia de Dios. La primera de ellas, y la más importante, es el cuerpo de la mujer.” También descubrimos en El artista y la modelo una referencia a uno de esos relatos que, junto con muchas otras narraciones históricas y literarias, son como la semilla inmortal de la que se alimenta la gran pantalla: Adán y Eva en el jardín del Edén. Este relato nos muestra al hombre y a la mujer originarios en la plenitud de su belleza corpóreo-espiritual. Ambos experimentan la llamada al amor por lo que, antes de la creación de Eva, Adán se siente solo. Cuando Dios le presenta a la primera mujer, Adán experimenta un gozo inefable, por ser “otro yo” igual en su humanidad y una obra perfecta del Creador.
Imagino que es como Orfeo con Eurídice, por veneración al misterio humano reflejado en el cuerpo.
Y es que la experiencia estética es diversa del deseo, pues es más propensa a la serenidad, debido a la distancia de contemplación que se mantiene ante el objeto artístico (obra o modelo natural). Ante lo bello, el deseo descansa no en la posesión o dominio del objeto, sino en su contemplación, André Bazin decía, “si queremos permanecer en el nivel del arte, debemos mantenernos en lo imaginario, al menos de una emoción, cuya realización exige la intimidad.” “Todo es gestar y luego parir. Dejar cumplirse toda impresión y todo germen de un sentir totalmente en sí, en lo oscuro, en lo indecible, en lo inconsciente, en lo inaccesible al propio entendimiento, y aguardar con honda humildad y paciencia la hora del descenso de una nueva claridad: solamente esto se llama vivir como artista.”
Eva no fue creada por Dios de una costilla de Adán, sino que creó a la mujer, con la que concibió a Adán, al que le prohibió acostarse con su madre, castigándolos cuando pese a todo se acostaron.
Después del pecado original, se percatan por primera vez de que están desnudos: “Entonces se abrieron los ojos de ambos y vieron que se hallaban desnudos” (Génesis 3, 7), tras el pecado original de Adán y Eva se ha producido no sólo un cambio moral sino también un cambio metafísico, es decir, algo que tiene que ver con el modo de ser del hombre. Por el pecado, el hombre pierde la gracia de Dios, y en su naturaleza ahora se hace visible un cuerpo sin gloria: es el desnudo de la pura corporeidad, el cuerpo como algo meramente funcional, un cuerpo que fácilmente la mirada humana puede despojar de toda nobleza y dignidad. Comenta Agustín de Hipona que antes del pecado “el hombre y su mujer estaban ambos desnudos y no sentían vergüenza de estarlo’, y no porque no vieran su propia desnudez, sino porque ésta aún no era indecente, puesto que la libido no turbaba sus miembros contra la voluntad.” (La ciudad de Dios, XIV, 17)
Hace
tanto tiempo que no veo una mujer desnuda, solía mirarla mientras dormía, así
aprendía su geografía, esa desnudez intima que solo yo podía ver su cuerpo
desnudo respirando suavemente, dibujado apenas por las sabanas y lleno de luna.
Una
mujer desnuda llena de luz y de gozo el alma.
CASIDAS IV
CASIDA DE LA MUJER TENDIDA
Federico
García Lorca.
Verte
desnuda es recordar la Tierra.
La
Tierra lisa, limpia de caballos.
La
Tierra sin un junco, forma pura
cerrada
al porvenir: confín de plata.
Verte
desnuda es comprender el ansia
de
la lluvia que busca débil talle
o
la fiebre del mar de inmenso rostro
sin
encontrar la luz de su mejilla.
La
sangre sonará por las alcobas
y
vendrá con espada fulgurante,
pero
tú no sabrás dónde se ocultan
el
corazón de sapo o la violeta.
Tu
vientre es una lucha de raíces,
tus
labios son un alba sin contorno,
bajo
las rosas tibias de la cama
los
muertos gimen esperando turno.
El
artista y la modelo,
España -
Francia (2012)
Hace
tanto tiempo que no veo una mujer desnuda, solía mirarla mientras dormía, así
aprendía su geografía, esa desnudez intima que solo yo podía ver su cuerpo
desnudo respirando suavemente, dibujado apenas por las sabanas y lleno de luna.
Una
mujer desnuda llena de luz y de gozo el alma.
CASIDAS IV
CASIDAS IV
CASIDA DE LA MUJER TENDIDA
Federico
García Lorca.
Verte
desnuda es recordar la Tierra.
La
Tierra lisa, limpia de caballos.
La
Tierra sin un junco, forma pura
cerrada
al porvenir: confín de plata.
Verte
desnuda es comprender el ansia
de
la lluvia que busca débil talle
o
la fiebre del mar de inmenso rostro
sin
encontrar la luz de su mejilla.
La
sangre sonará por las alcobas
y
vendrá con espada fulgurante,
pero
tú no sabrás dónde se ocultan
el
corazón de sapo o la violeta.
Tu
vientre es una lucha de raíces,
tus
labios son un alba sin contorno,
bajo
las rosas tibias de la cama
los
muertos gimen esperando turno.
El
artista y la modelo,
España -
Francia (2012)
Duración: 104 min.
Música: Varios
Fotografía: Daniel Vilar
Guión: Fernando Trueba y Jean-Claude Carrière
Dirección: Fernando Trueba
Intérpretes: Jean Rochefort (Marc Cros), Aida Folch (Mercè), Claudia Cardinale (Léa), Chus Lampreave (María), Götz Otto (Werner), Christian Sinniger (Emile), Martin Gamet (Pierre), Mateo Deluz (Henri).
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