En
un inicio, pocas personas buscaban la independencia, básicamente era el
cumplimiento de la Constitución de Cadiz (en su honor, la plaza central de la
Ciudad de México, se llama Plaza de la Constitución y claro, el Zócalo, por una
estatua que nunca supero su zócalo), pero el necio de Fernando VII,
absolutista, eso hizo que los muchas personas y juntas en este continente buscaran
ahora la independencia, la lucha fue larga, brutal, sangrienta y creo, que
perdieron los que habían empezado a perder el 12 de octubre de 1492, los
indios, ellos, sólo fueron buenos para abonar con sus vidas, sus sueños y sus
esperanzas esta América Latina.
En fin, después de todo, les dejo con cinco momentos importantes en
nuestra independencia, el primero es (como debe de ser) la proclamación por
Ignacio López Rayón de los Sentimientos de la Nación, escritos por Dn. José
María Morelos y Pavón (de quien se dice que el propio Napoleón le escribe a
Morelos, en donde además de glorificarle al triunfo mencionaba lo siguiente:
"Si en mi ejército hubiera 10 hombres como usted, yo podría ser el emperador
de toda Europa"), documento fundamental, piedra de toque de la vida de una nación.
El segundo fue
cuando el Emperador Maximiliano I dio el grito en Dolores, el tercero es cuando
el General Porfirio Díaz festeja el centenario de la independencia y termino
con un discurso de un verdadero revolucionario, anarquista, combativo, sensato,
honesto, Ricardo Flores Magón, este discurso él lo da el 16 de septiembre de
1910.
Alejandro, septiembre, 16 del 2013
1º. Que la América es libre e
independiente de España y de toda otra Nación, Gobierno o Monarquía, y que así
se sancione dando al mundo las razones.
2º. Que la religión católica sea
la única sin tolerancia de otra.
3º. Que todos sus ministros se
sustenten de todos y solos los diezmos y primicias, y el pueblo no tenga que
pagar más obvenciones que las de su devoción y ofrenda.
4º. Que el dogma sea sostenido
por la jerarquía de la Iglesia, que son el Papa, los obispos y los curas,
porque se debe arrancar toda planta que Dios no plantó: omnis plantatis quam
non plantabit Pater meus Celestis cradicabitur. Mat. Cap. XV.
5º. Que la Soberanía dimana
inmediatamente del pueblo, el que sólo quiere depositarla en el Supremo
Congreso Nacional Americano, compuesto de representantes de las provincias en
igualdad de números.
6º. Que los Poderes Legislativo,
Ejecutivo y Judicial estén divididos en los cuerpos compatibles para
ejercerlos.
7º. Que funcionarán cuatro años
los vocales, turnándose, saliendo los más antiguos para que ocupen el lugar los
nuevos electos.
8º. La dotación de los vocales
será una congrua suficiente y no superflua, y no pasará por ahora de 8000
pesos.
9º. Que los empleos sólo los
americanos los obtengan.
10º. Que no se admitan
extranjeros, si no son artesanos capaces de instruir y libres de toda sospecha.
11º. Que los Estados mudan
costumbres y, por consiguiente, la Patria no será del todo libre y nuestra
mientras no se reforme el Gobierno, abatiendo el tiránico, substituyendo el
liberal, e igualmente echando fuera de nuestro suelo al enemigo español, que
tanto se ha declarado contra nuestra Patria.
12º. Que como la buena ley es
superior a todo hombre las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que
obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de
tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando
la ignorancia, la rapiña y el hurto.
13º. Que las leyes generales
comprendan a todos, sin excepción de cuerpos privilegiados; y que éstos sólo lo
sean en cuanto al uso de su ministerio.
14º. Que para dictar una ley se
haga junta de sabios en el número posible, para que proceda con más acierto y
exonere de algunos cargos que pudieran resultarles.
15º. Que la esclavitud se
proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas, quedando todos
iguales, y solo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud.
16º. Que nuestros puertos se
franqueen a las naciones extranjeras amigas, pero que éstas no se internen al
reino por más amigas que sean, y sólo habrá puertos señalados para el efecto,
prohibiendo el desembarque en todos los demás, señalando el diez por ciento u
otra gabela a sus mercancías.
17º. Que a cada uno se le guarden
sus propiedades y respete en su casa como en un asilo sagrado, señalando penas
a los infractores.
18º. Que en la nueva legislación
no se admita la tortura.
19º. Que en la misma se
establezca por Ley Constitucional la celebración del día 12 de diciembre en
todos los pueblos, dedicado a la Patrona de nuestra Libertad, María Santísima
de Guadalupe, encargando a todos los pueblos la devoción mensual.
20º. Que las tropas extranjeras o
de otro reino no pisen nuestro suelo, y si fuere en ayuda, no estarán donde la
Suprema Junta.
21º. Que no se hagan expediciones
fuera de los límites del Reino, especialmente ultramarinas; pero [se autorizan
las] que no son de esta clase [para] propagar la fe a nuestros hermanos de
Tierra adentro.
22º. Que se quite la infinidad de
tributos, pechos e imposiciones que nos agobian y se señale a cada individuo un
cinco por ciento de semillas y demás efectos o otra carga igual, ligera, que no
oprima tanto, como la Alcabala, el Estanco, el Tributo y otros; pues con esta
ligera contribución y la buena administración de los bienes confiscados al
enemigo, podrá llevarse el peso de la guerra y honorarios de empleados.
23º. Que igualmente se solemnice
el día 16 de septiembre todos los años, como el día aniversario en que se
levantó la voz de la Independencia y nuestra santa Libertad comenzó, pues en
ese día fue en el que se desplegaron los labios de la Nación para reclamar sus
derechos con espada en mano para ser oída; recordando siempre el mérito del
grande héroe, el señor Dn. Miguel Hidalgo y su compañero Don Ignacio Allende.
Chilpancingo,
14 de septiembre de 1813 José María Morelos.
El
16 de marzo de 1811, es nombrado jefe supremo del ejército insurgente por la
Junta de Saltillo, a Ignacio López Rayón, quien junto con Andrés Quintana Roo, organiza
la Junta de Zitacuaro.
El
15 de septiembre de 1812, Rayón y Quintana Roo, llegan a la población de
Huichapan, Hidalgo, y son recibidos entusiastamente por la población, celebrando
esa noche una misa en la parroquia para recordar al cura Hidalgo. Después de la
misa cambian impresiones y consideran que sería bueno estimular a todos
aquellos que siguen de pie de lucha por la Independencia. En compañía de
algunos vecinos se dirigen a un pequeño edificio que era parte del atrio de la
parroquia, llamado chapitel y donde se encuentran sus tropas y gran parte de la
población.
Ambos
suben al balcón e Ignacio López Rayón se dirige a la multitud a la que invita a
seguir apoyándolos como hasta el momento. Para finalizar su arenga, recuerda
las palabras de don Miguel Hidalgo pronunciadas en esa fecha, pero dos años
antes, en el atrio del curato de Dolores; como respuesta la multitud lanza
vivas a la arenga de sus jefes.
Mientras, el tiempo hizo lo suyo, así
en 1821 al fin se firma el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, años
aciagos, un imperio, una presidencia botín, unos legisladores débiles,
corruptos y egoístas, un pueblo a veces indiferente, a veces héroe, una nación
que tuvo 11 veces a Antonio López de Santana, por eso, aquí les dejo lo que fue
llevado al teatro hace poco tiempo, una anécdota de nuestro México, tan igual y
tan diferente: “1822, el año en que fuimos imperio” de autoría de Flavio González Mello, dirigida
por Luis Franco Zertuche.
ooOOoo
En 1864 el emperador Maximiliano de Habsburgo fue el primer gobernante en regresar a Dolores Hidalgo para celebrar el
inicio de la independencia.
El quería ganar la simpatía de los mexicanos, en
especial de los liberales que lo consideraban un usurpador.
Por ello pasó todo el día 15 en Dolores y a las 11 de la noche vitoreó
a los héroes nacionales; esa noche vistió de charro y Carlota de china poblana.
Además, el extranjero mandó pintar una de las
representaciones más conocidas de Miguel
Hidalgo... en suma, fue uno de los formadores de la identidad nacional,
afirman historiadores.
Sería hasta
que Maximiano I, Emperador de México, mostrando interés por rescatar del olvido
la fecha del inicio de la Guerra de Independencia, llega a Dolores Hidalgo,
luego de padecer una enfermedad en su viaje por el Bajío y que lo hace caer en
cama en Irapuato, atravesando por el Camino Real más corto, sale de Irapuato,
duerme en la Hacienda de Cerro Gordo en Salamanca, y al día siguiente continua
rumbo a Dolores, lugar al que llega puntual para la Ceremonia del LIV (54º)
Aniversario, este fue su discurso.
Mexicanos:
"Más de medio siglo tempestuoso ha transcurrido desde que en esta
humilde casa, del pecho de un humilde anciano, resonó la gran palabra de
Independencia, que retumbó como un trueno del uno al otro océano por toda la
extensión del Anáhuac, y ante la cual quedaron aniquilados la esclavitud y el
despotismo de centenares de años. Esta palabra, que brilló en medio de la noche
como un relámpago, despertó a toda una Nación de un sueño ilimitado, á la
libertad y á la emancipación; pero todo lo grande y todo lo que está destinado
a ser duradero, se hace con dificultad, á costa de tiempo. Años y años de
pasiones, combates y luchas se sucedían: la idea de la Independencia había
nacido ya, pero desgraciadamente aun no la ve la Nación. Peleaban hermanos
contra hermanos; los odios de partido amenazaban minar lo que los héroes de
nuestra hermosa Patria habían creado.
"La bandera tricolor, ese magnífico símbolo de nuestras victorias,
se habían dejado invadir por un solo color, el de la sangre. Entonces llegó al
país del apartado Oriente, y también bajo el símbolo de una grandiosa bandera
tricolor, el magnánimo auxilio: un águila de la moderación y de la ley. El
germen que Hidalgo sembró en este ligar, debe ahora desarrollarse
victoriosamente, y asociando la Independencia con la unió, el porvenir es
nuestro.
"Un pueblo que, bajo la protección y con la bendición de Dios,
funda su Independencia sobre la libertad y la ley, y tiene una sola voluntad,
es invencible y puede elevar su frente con orgullo. Nuestra águila, al
desplegar sus alas, caminó vacilante; pero ahora que ha tomado el buen camino y
ahoga entre sus garras al levantarse nuestra Patria de entre los escombros,
poderosa y fuerte, y cuando ocupe en el mundo el lugar que le corresponde, no
debemos olvidar los días de nuestra Independencia ni los hombres que nos la conquistaron.
¡Mexicanos: que viva la Independencia y la memoria de sus héroes!
Maximiliano.
Fuente: Alocuciones y Cartas Oficiales del
Emperador Maximiliano. Imprenta Imperial. México, 1867.
En 1896 Porfirio
Díaz se llevó de la campana de a Palacio Nacional para tocarla la noche del 15 (justo en su
cumpleaños); ese año hubo juegos pirotécnicos y fiesta popular en la Plaza de
la Constitución de la Ciudad de México.
El 15 de septiembre de 1910, México se
preparaba para celebrar el centenario del inicio del movimiento de
Independencia.
Por decreto presidencial, cada estado,
municipio y localidad debían participar de este gran concierto con la
conclusión y entrega de una extensa red de obra pública.
El general no quiso dejar nada a la
improvisación. Su intención era mostrar al mundo un México moderno y
cosmopolita
Desde 1903
arquitectos, ingenieros, constructores y escultores, en su mayoría extranjeros,
se encargaron de visualizar la
República porfirista para la celebración. Y en 1907 fue conformada la
Comisión Nacional del Centenario.
La Ciudad
de México fue el corazón de la
fiesta y la vorágine constructiva de la época le dio el cariz y traza
que hasta el día de hoy conservan la mayoría de sus edificios, avenidas,
monumentos y espacios públicos.
La Comisión ofreció un programa diario de los eventos que se realizarían, además,
los actos cívicos, desfiles y eventos públicos fueron anunciados en periódicos
y en carteles en las calles.
Se invitó a adornar las fachadas de las
casas, edificios gubernamentales y establecimientos mercantiles con motivos patriotas, como listones, medallones, banderas, pendones con las efigies de
los héroes de la patria, etc.
El presidente
Díaz ajustó la fecha independista para que el núcleo de la fiesta fuera el 15
de septiembre de 1910, que
coincidía con su cumpleaños 80. Sucede que don Porfirio festejaba su cumpleaños
el día 15 de septiembre (efectivamente día de los Porfirios). Sin embargo, y
para empatar su onomástico con los festejos del Grito (en ocasión del
centenario de la Independencia), decidió adelantar éste por unas horas. Así
pues, desde 1910, el Grito de
Independencia como festejo popular, tiene lugar los días 15 de
septiembre, cerca de las 11 de la noche y no los 16 por la madrugada como
realmente sucedió en 1810.
Según las crónicas de la época, ese día los
eventos empezaron temprano: espectáculos
públicos, funciones populares de teatro, corridas de toros, entrega de
juguetes y despensas en el primer cuadro de la Ciudad de México.
A las 9 de la mañana se continuó con el Gran Desfile Histórico que
representaba, a decir de los organizadores, las tres épocas de la historia de
México: la Conquista, la
dominación española y la guerra y consumación
de la Independencia.
Por la tarde, espectáculos de juegos pirotécnicos iluminaron las
principales plazas del país. A las 23:00 horas se inició la ceremonia oficial
en la Plaza de la Constitución,
se entonó el Himno Nacional, el
presidente dio el Grito e
hizo repicar la campana de Dolores.
La prensa dio cuenta de un gran éxito en la
ceremonia oficial, aunque Porfirio Díaz y los miembros del gabinete vivieron actos de repudio de grupos
antirreleccionistas que portaban retratos de Francisco I. Madero.
El 16 de septiembre, la Ciudad se engalanó
con la inauguración de su monumento oficial, el Ángel de la Independencia, obra del arquitecto mexicano Antonio Rivas Mercado y el ángel fue su hija,
Antonieta, mujer interesante de la historia cultural, política y femenina de
este país.
Durante
la cena que ofrece el General Díaz y su esposa Carmelita, para lo cual el chef particular de Díaz, Sylvain Daumonty preparó
"foie gras de strasbourg en croutes, noisettes de chevreuil y puree de
champignons". Los platillos exigían un
viaje épico: se sirvieron con vinos de Bordeaux, jerez gaditano o champaña.
Aquí, "escaloppes de dorades à la parisienne"
Este es
el discurso que da Ricardo Flores Mago, seguidor de Bakunin, el 16 de
septiembre de 1910.
Compañeros:
Un
recuerdo glorioso y una aspiración santa nos congrega esta noche.
Cada
vez más claro, según el tiempo avanza; cada vez más definido, según pasan los
años, vemos aquel acto grandioso, aquel acto inmortal llevado a cabo por un
hombre que en los umbrales de la muerte, cuando su religión le mostraba el
cielo, bajó la vista hacia la Tierra, donde gemían los hombres bajo el peso de
las cadenas, y no quiso irse de esta vida, no quiso decir su eterno adiós a la
humanidad sin antes haber roto las cadenas y transformado al esclavo en hombre
libre.
Yo
gusto de representarme el acto glorioso. Veo con los ojos de mi imaginación la
simpática figura de Miguel Hidalgo. Veo sus cabellos, blanqueados por los años
y por el estudio, flotar al aire: veo el noble gesto del héroe iluminar el
rostro apacible de aquel anciano. Lo veo, en la tranquilidad de su aposento,
ponerse repentinamente en pie y llevar la mano nerviosa a la frente.
Todos
duermen, menos él. La vida parece suspendida en aquel pueblo de hombres cansados
por el trabajo y la tiranía; pero Hidalgo vela por todos, Hidalgo piensa por
todos. Veo a Hidalgo lanzarse a la cabeza de media docena de hombres para
someter un despotismo sostenido por muchos miles de hombres. Con un puñado de
valientes llega a la cárcel y pone en libertad a los presos; va a la iglesia
después y congrega al pueblo, y, al frente de menos de cincuenta hombres,
arroja el guante al despotismo.
Ese fue
el principio de la formidable rebelión cuyo centenario celebramos esta noche;
este fue el comienzo de la insurrección que, si algo puede enseñarnos, es a no
desconfiar de la fuerza del pueblo, porque precisamente fueron sus autores los
que aparentemente son los más débiles.
No
fueron los ricos los que rodearon a Hidalgo en su empresa de gigante: fueron los
pobres, fueron los desheredados, fueron los parias, los que amasaron con su
sangre y con sus vidas la gloria de Granaditas,
la tragedia de Calderón y la
epopeya de Las Cruces.
Los
pobres son la fuerza, no porque son pobres, sino porque son el mayor número.
Cuando los pueblos tengan la conciencia de que son más fuertes que sus
dominadores, no habrá más tiranos.
Proletarios:
la obra de la Independencia fue
vuestra obra; el triunfo contra el poderío de España fue vuestro triunfo; pero
que no sirva este triunfo para que os echéis a dormir en brazos de la gloria.
Con toda la sinceridad de mi conciencia honrada os invito a despertar.
El
triunfo de la revolución que iniciasteis el 16 de septiembre de 1810 os dio la Independencia nacional; el triunfo de
la revolución que iniciasteis en Ayutla os dio la libertad política; pero seguís siendo esclavos, esclavos de ese
moderno señor que no usa espada, no ciñe casco guerrero, ni habita almenados
castillos, ni es héroe de alguna epopeya: sois esclavos de ese nuevo señor
cuyos castillos son los bancos y se llama el Capital.
Todo
está subordinado a las exigencias y a la conservación del Capital. El soldado
reparte la muerte en beneficio del Capital; el juez sentencia a presidio en
beneficio del Capital; la máquina gubernamental funciona por entero,
exclusivamente, en beneficio del Capital; el Estado mismo, republicano o
monárquico, es una institución que tiene por objeto exclusivo la protección y salvaguarda
del Capital.
El
Capital es el Dios moderno, a cuyos pies se arrodillan y muerden el polvo los
pueblos todos de la Tierra. Ningún Dios ha tenido mayor número de creyentes ni
ha sido tan universalmente adorado y temido como el Capital, y ningún Dios,
como el Capital, ha tenido en sus altares mayor número de sacrificios.
El Dios
Capital no tiene corazón ni sabe oír. Tiene garras y tiene colmillos.
Proletarios, todos vosotros estáis entre las garras y colmillos del Capital; el
Capital os bebe la sangre y trunca el porvenir de vuestros hijos.
Si
bajáis a la mina, no es para haceros ricos vosotros, sino para hacer ricos a
vuestros amos; si vais a encerraros por largas horas en esos presidios modernos
que se llaman fábricas y talleres, no es para labrar vuestro bienestar ni el de
vuestras familias: es para procurar el bienestar de vuestros patrones; si vais
a la línea del ferrocarril a clavar rieles, no es para que viajéis vosotros,
sino vuestros señores; si levantáis con vuestras manos un palacio, no es para
que lo habiten vuestra mujer y vuestros hijos, sino para que vivan en él los
señores del Capital.
En
cambio de todo lo que hacéis, en cambio de vuestro trabajo, se os da un salario
perfectamente calculado para que apenas podáis cubrir las más urgentes de
vuestras necesidades, y nada más.
El
sistema de salario os hace depender, por completo, de la voluntad y del
capricho del Capital. No hay más que una sola diferencia entre vosotros y los
esclavos de la antigüedad, y esa diferencia consiste en que vosotros tenéis la
libertad de elegir vuestros amos.
Compañeros:
habéis conquistado la Independencia
nacional y por eso os llamáis mexicanos: conquistasteis así mismo,
vuestra libertad política, y
por eso os llamáis ciudadanos; falta por conquistar la más preciosa de las
libertades; aquélla que hará de la especie humana el orgullo y la gloria de
esta mustia Tierra, hasta hoy deshonrada por el orgullo de los de arriba y la
humildad de los de abajo.
La
libertad económica es la base de todas las libertades. Ante el fracaso
innegable de la libertad política en todos los pueblos cultos de la Tierra,
como panacea para curar todos los dolores de la especie humana, el proletariado
ha llegado a la conclusión de que la
emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos,
y este sencillo axioma es el cimiento de granito de toda obra verdaderamente
revolucionaria.
Compañeros,
conozco al mexicano. La historia me dice todo lo que puede hacer el mexicano.
Abrid la página de ese gran libro que se llama historia de México, y en ella encontraréis los grandes hechos de
los hombres de nuestra raza.
Es
grande el mexicano cuando rechaza, con su pecho desnudo y sus armas de piedra,
al bandidaje español caído en nuestra tierra, en son de conquista; es grande el
mexicano cuando vencido y torturado, cuando sus carnes arden en el suplicio del
fuego, lanza una mirada despreciativa a sus verdugos y formula, con la sonrisa
en los labios, aquella pregunta digna de un dios en desgracia y que es algo así
como la nota más alta de la ironía, arrancada a los horrores de la tragedia: ¿Estoy acaso en un lecho de rosas?
Es
grande el mexicano cuando sepulta, bajo una tormenta de guijarros, la altura
altanera de la alhóndiga de Granaditas;
es grande el mexicano en Cuautla, grande en el cerro de El Sombrero, grande en Padierna y Chapultepec, grande en
Calpulalpan, grande en Puebla, grande en Santa Isabel y en Querétaro.
Grandes
sabéis ser en el infortunio y grandes en el triunfo: ahí está la historia que
lo dice.
Cada
vez que el humano progreso da un paso, dais vosotros un paso también. No
queréis ir atrás, os avergüenza quedaros a la zaga de vuestros hermanos de las
otras razas, y aun bajo el peso de la tiranía, cuando la conciencia humana
parece dormir, y cuerpo y espíritu son esclavos, viven en vosotros, con la vida
intensa de las cualidades de la raza, el estoicismo de Cuauhtémoc, la serena
audacia de Hidalgo, el arrojo indomable de Morelos, la virtud de Guerrero y la
constancia inquebrantable de Juárez, el indio sublime, el indio inmenso, el
piloto gigante que llevó a la raza a seguro puerto en medio de los escollos y
de las tempestades de un mar traidor.
Mexicanos:
vuestro pasado merece un aplauso. Ahora es preciso que conquistéis el aplauso
del porvenir por vuestra conducta en el presente. Habéis cumplido con vuestro
deber en las grandes luchas del pasado; pero falta que toméis la parte que os
corresponde en las grandes luchas del presente.
La
libertad que conquistasteis no puede ser efectiva, no podrá beneficiaros
mientras no conquistéis la base primordial de todas las libertades: la libertad económica, sin la cual el
hombre es miserable juguete de los ladrones del gobierno y de la banca, que
tienen sometida a la humanidad con algo más pesado que las cadenas, con algo
más inicuo que el presidio y que se llama la miseria, ¡el infierno trasplantado
a la Tierra por la codicia del rico!
Os
independizasteis de España; independizaos, ahora, de la miseria. Fuisteis
audaces entonces; sed audaces ahora uniendo todas vuestras fuerzas a las del Partido Liberal Mexicano en su
lucha a muerte contra el despotismo de Porfirio Díaz.
Ricardo Flores Magón
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