“¿Qué
les pasa a los hombres? ¿Son incapaces de sentir amistad hacia una mujer, sólo
saben ser amantes o esposos?”
Lou Andreas Salome
Hace algún tiempo, he vuelto a leer a Lou Andreas
Salome, una mujer que tiene muchas maneras de leerse, de hecho uno de los
lugares preferidos es desde ella como mujer, hoy deseo compartirles algo de su
correspondencia con Nietzche y con Rielke, su vida y su trabajo siempre han
sido controversiales, puntos de encuentro, de discusión, de reflexión.
Alejandro.
“Era de una modestia y una discreción poco comunes. Nunca hablaba de sus
propias producciones poéticas y literarias. Era evidente que sabía dónde es
preciso buscar los reales valores de la vida. Quien se le acercaba recibía la
más intensa impresión de la autenticidad y la armonía de su ser, y también
podía comprobar, para su asombro, que todas las debilidades femeninas y quizá
la mayoría de las debilidades humanas le eran ajenas, o las había vencido en el
curso de su vida”.
Sigmund
Freud, Lou Andreas-Salomé (1937). Febrero de 1937.
Lou Andreas-Salomé, vive de 1867 a 1931, fue amiga
e interlocutora de Nietzsche, Freud y el poeta Rainer María Rilke, los cuales
la trataban como su igual debido a sus probadas capacidades intelectuales como
filósofa, psicoanalista y literata. Escribe al menos 200 obras entre novelas,
ensayos de filosofía y artículos psicoanáliticos.
A partir del método filosófico-psicoanalítico que
ella adereza con su propia creatividad, elabora un examen del ser humano a lo
largo de su obra, le otorga por derecho propio su lugar en la historia. El
pensamiento de Lou Andreas-Salomé es tan potente filosóficamente hablando que
no necesita de padrinos, es tan importante que merece un rescate histórico
serio, el cual efectuaremos en éste sitio.
En 1911, cuando
contaba 50 años, conoció a Sigmund Freud. Visitó al psiquiatra vienés con la
esperanza de que éste pudiera revelarle algo sobre los misterios de su
personalidad. Participa del congreso de la Sociedad Psicoanalítica de
Viena.
Después, en 1912
volvió a Viena para iniciarse en el psicoanálisis. Freud dice: ?Mi hija, que
era íntima amiga suya, le oyó una vez lamentarse de no haber conocido el
psicoanálisis en su juventud. Pero, después de todo, en aquellos días no
existía tal cosa? Empieza sus estudios incluida su formación bajo la dirección
de Freud, así él se volverá colega como amigo y confidente en los difíciles
años de la guerra.
Fue la primera
"grouppie", la primera mujer que tuvo acceso a tertulias hasta
entonces vedadas al género femenino. Conoció bien la bohemia de París, Berlín y
Viena. Tuvo como pretendientes a las más grandes inteligencias de su tiempo.
Pero, sobre todo, fue una mujer de sexualidad anómala. No se sintió jamás madre
ni amante, probablemente tampoco mujer sino hasta muy avanzada su madurez...
Por entonces Lou ya
había adquirido fama mundial. No en vano había sido la primera psicoanalista
distinguida y la única mujer que Freud aceptó en él "círculo interno"
de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Lo cual no era poco.
Los 25 años siguientes
Lou se dedicará completamente al psicoanálisis, como psicoanalista y como
investigadora
Carta
de Nietzche a Lou Andreas Salome.
Lou:
Que yo sufra
mucho carece de importancia comparado con el problema de que no seas capaz, mi
querida Lou, de reencontrarte a ti misma.
Nunca he
conocido a una persona más pobre que tú.
Ignorante
pero con mucho ingenio.
Capaz de
aprovechar al máximo lo que conoce.
Sin gusto
pero ingenua respecto de esta carencia.
Sincera y
justa en minucias, por tozuda en general, en una escala mayor, en la actitud
total hacia la vida:
Insincera.
Sin la menor
sensibilidad para dar o recibir.
Carente de
espíritu e incapaz de amar.
En afectos,
siempre enferma y al borde de la locura.
Sin
agradecimiento, sin vergüenza hacia sus benefactores…
En
particular:
Nada fiable.
De mal
comportamiento.
Grosera en
cuestiones de honor…
Un cerebro
con incipientes indicios de alma.
El carácter
de un gato: el depredador disfrazado de animal doméstico.
Nobleza como
reminiscencia del trato con personas más nobles.
Fuerte
voluntad pero no un gran objeto.
Sin
diligencia ni pureza.
Sensualidad
cruelmente desplazada.
Egoísmo
infantil como resultado de atrofia y retraso sexual.
Sin amor por
las personas pero enamorada de Dios.
Con necesidad
de expansión.
Astuta,
llena de autodominio ante la sexualidad masculina.
Tuyo
Friedrich N
ORACIÓN
A LA VIDA
Igual que
cada amigo ama a su amigo,
así te amo
yo a ti, vida enigmática.
Tanto si me
haces gritar de gozo que llorar,
tanto si me
das penas o placeres.
Yo te amo en
la aflicción y en la alegría.
Y si alguna
vez quieres acabar conmigo,
me arrancaré
de tus brazos con dolor
como se
arranca el amigo del pecho de su amigo
Con todas
mis fuerzas yo te abrazo.
Deja que en
tu llama arda mi espíritu.
Y que en el
fragor de la lucha
encuentre yo
la clave al enigma de tu ser.
Quién
tuviera siglos para existir, para pensarte.
Abrázame con
fuerza entre tus brazos.
Si no te
queda ya felicidad que darme,
de acuerdo, dame ese sufrimiento que aún te queda.
Lou Andreas-Salomé
"La vida humana –qué digo, la vida en general–
es poesía. Sin darnos cuenta la
vivimos, día a día, trozo a trozo. Pero, en su inviolable totalidad, es ella la
que nos vive, la que nos inventa. Lejos, muy lejos de la vieja
frase ‘hacer de la vida una obra de arte’; no somos nuestra obra de arte".
"(…) recuerdo la impresión que me hizo el
encontrar, al revolver entre papeles, una hoja vieja y rasgada en la que yo
misma había garrapateado unos versos hacía mucho tiempo, en Finlandia, durante
las blancas noches de verano, sumergidas en su mágica claridad:
Tú, claro cielo sobre mi cabeza,
A ti quiero confiarme:
¡No permitas que el placer y el padecer
Me obstruyan aquí la visión!
Tú que te extiendes por encima de todo,
Por las llanuras y los vientos,
Muestrame el camino que tanto anhelo
Para volver a encontrarte.
Del placer no quiero su final
Ni el padecer rehúyo;
Sólo una cosa quiero: espacio y sólo espacio
Para arrodillarme debajo Tuyo."
LOU ANDREAS-SALOMÉ (Del libro Mirada
retrospectiva. Traducción: Alejandro Venegas)
Solo
una personalidad como Lou podría ser apoyo, consuelo y ayuda para su
atormentado amigo, sobre estas cartas
Rilke dice: “lo que radicalmente iba a cambiar mi angustia comenzó con
muchas, muchas cartas, hermosas y ligeras, brotadas del corazón…si jamás hombre
alguno interiormente pudo sosegarse, yo mismo lo fui con esas cartas. Esta
ocupación diaria y mi relación con ella se me hicieron sagradas de una manera
indescriptible y desde entonces se apoderó de mí una confianza enorme, como si
hubiera al fin encontrado una salida a ese penoso estancarme en circunstancias
continuamente nefastas”.
RILKE
A LOU ANDRÉAS-SALOMÉ EN GÖTTINGEN París,
17 rue Campagne-Première 8 de junio de 1914
Querida Lou,
heme aquí al término de un largo, ancho y duro período, con el que caduca
cierto futuro que no había sido fuerte y religiosamente alimentado, sino
torturado hasta el aniquilamiento (algo en lo que, poco más o menos, soy
inimitable). Si a veces, durante estos últimos años, había podido disculparme
so pretexto de que algunos intentos por asentarme más humana y naturalmente en
la vida fracasaron porque las personas concernidas no me habían comprendido, y
me hacían sufrir ininterrumpidamente violencias, injusticias y prejuicios,
precipitándome así en tan gran desasosiego, resulta ahora que después de meses
de sufrimiento me encuentro orientado de muy diferente manera: teniendo que
reconocer que, esta vez, nadie puede ayudarme. Y aunque alguien viniera con su
alma más inocente, más inmediata, y encontrara su referencia en los mismos
astros, aunque me soportara a pesar de mi torpeza y rigidez y conservara su
pura e infalible disposición para conmigo; aun cuando el rayo de su amor
viniera a estrellarse diez veces en la turbia y densa superficie de mi universo
submarino, todavía sería yo capaz (lo sé ahora) de empobrecerlo en el seno de
la abundancia de su ayuda renovada sin cesar, de encerrarlo en el irrespirable
dominio de una ausencia total de ternura, hasta el punto en que, vuelto
inaplicable su auxilio, pasara él mismo de la plenitud a la marchitez, hasta
dar en una siniestra decadencia. Querida Lou, desde hace un mes estoy solo otra
vez, y es éste mi primer intento de volver a tomar conciencia —ya ves, así
están las cosas. En resumidas cuentas, he experimentado muchas cosas durante
estos acontecimientos; por el momento sigo constatando esto: que una vez más
apenas si estaba a la altura de una tarea pura y alegre, en la que la vida,
como si nunca hubiera tenido conmigo malas experiencias, volvía a venir hacia
mí, misericordiosa. Desde ahora está claro que también ahí he vuelto a fracasar
y que, lejos de avanzar, repetiré un año más este curso de dolor; y que cada
día encontraré inscritas en la negra pizarra las mismas palabras, cuya triste
flexión creí haber aprendido hasta el agotamiento. Lo que tan radicalmente iba
a cambiar mi angustia comenzó con muchas, muchas cartas, hermosas y ligeras
como brotadas del corazón: que yo sepa nunca he escrito otras parecidas. (Era
la época, te acuerdas, de la omisión de la «s»). En dichas cartas (cada vez lo
comprendía mejor) ascendía una petulancia irresistible, como si me encontrara
ante un nuevo y pleno brote de mi más peculiar esencia, que, liberada desde
entonces en una comunicación inagotable, se esparcía por la vertiente más
alegre al tiempo que yo, escribiendo día tras día, sentía su feliz corriente y
el incomprensible reposo que le parecía [19] preparado del modo más natural en
un alma capaz de recogerlo. Mantener pura y transparente esta comunicación y,
al mismo tiempo, ni sentir ni pensar nada que se encontrara excluido por ella:
eso fue lo que de una sola vez, sin que yo supiera cómo, llegó a ser la medida
y la ley de mi actuar, y si jamás hombre alguno interiormente agitado pudo
sosegarse, yo mismo lo fui con esas cartas. Esta ocupación diaria y mi relación
con ella se me hicieron sagradas de una manera indescriptible, y desde entonces
se apoderó de mí una confianza enorme, como si hubiera al fin encontrado una
salida a ese penoso estancarme en circunstancias continuamente nefastas. Hasta
qué punto estaba entonces comprometido en cambiar, podía notarlo igualmente en
el hecho de que incluso las cosas pasadas, cuando se me ocurría contar algo de
ellas, me sorprendían por el modo en que reaparecían; si, por ejemplo, se
trataba de épocas de las que a menudo había hablado anteriormente, hacía
hincapié en aspectos inadvertidos o apenas conscientes, y cada cual adquiría,
por decirlo con la inocencia de un paisaje, una visibilidad pura, una
presencia, y me enriquecía, formaba parte de mí mismo, tanto y de tal modo que
por primera vez me parecía ser dueño de mi vida, no por una adquisición, por
una explotación, por una comprensión interpretativa de cosas caducas, sino por
esta misma nueva veracidad que se esparcía también a través demis recuerdos.
Lou Andréas-Salomé & Rainer María Rilke
Correspondencia 9 de junio de 1914, martes
Te envío,
querida Lou, la hoja de ayer: comprenderás que lo que en ella describo ya no
tiene vigencia y se ha perdido para mí; tres meses de realidad (frustrada) han
dejado sobre todo ello como una dura y fría lámina de cristal, bajo la cual esa
experiencia ya no me pertenece, como si estuviera colocada en la vitrina de un
museo. El cristal refleja y en él sólo percibo mi viejo rostro, anterior, el
que tú tan bien conoces. ¿Y ahora? Después de un inútil intento de vivir en
Italia, he vuelto aquí (hace ya quince días), deseoso de arrojarme a ciegas en
cualquier ocupación; pero aún tan embotado y paralizado que apenas si puedo
hacer otra cosa que dormir. Si tuviera un amigo le rogaría que viniera a
trabajar conmigo cada día, en lo que fuera. Y cuando en el intervalo, de
taciturno humor, pienso en el porvenir, imagino en primer lugar un tipo de
trabajo que estuviera sometido a las condiciones exteriores, y alejado tanto
como fuera posible de toda productividad personal. Pues desde ahora ya no dudo
ni por un instante de que estoy enfermo, de una enfermedad que me ha gravemente
corroído y cuyo foco se encuentra en lo que hasta entonces llamaba mi trabajo,
de tal modo que por el momento no hay ningún refugio por ese lado.Tu viejo
Rainer.
Lou Andréas-Salomé & Rainer María Rilke
Correspondencia LOU ANDRÉAS SALOMÉ A RILKE, EN PARÍS Göttingen, 11 de junio de
1914
Mi querido
viejo Rainer. Sabes, he llorado terriblemente al leer tu carta..., era
estúpido, pero cómo puede una impedirlo cuando ve de qué manera trata a veces
la vida a los más preciados de sus hijos. Te he acompañado con todos mis
pensamientos en la medida en que pueda llamarse a esto «acompañar», cuando una
se pregunta cada día dónde puede encontrarse alguien: si elevado hasta los
confines de la atmósfera humana, o si hundido en el fondo de un cráter,
debatiéndose entre los más violentos fuegos que jamás hayan ardido en el seno
de la tierra. Cuando me escribiste a propósito de mis «Cartas», que resultaron
tan alegremente locas, me parecía posible que se hubiera abierto, para ti, un
período productivo, provocado por alguna experiencia afectiva; y es siempre en
ese momento cuando parece cercano un terrible peligro, tanto como una gran
victoria. Es entonces fácil para algunas almas sacrificar un nada de
productividad que se desprendía de una experiencia intensamente vivida; y, de
vez en cuando, creadoras por naturaleza, consiguen hacer lo contrario; pero
probablemente, con mucha más frecuencia, ocurre que ambas tendencias se
encuentran a mitad de camino y perecen por haberse obstruido mutuamente el
paso. Aunque esta vez seas tú, tan absolutamente, el único responsable de esta
muerte, que no tengas excusa, ni coartada. Una cosa sin embargo queda fuera de
duda: la manera en que resucitas todo esto con tus palabras es exactamente,
¡exactamente!, la antigua, la íntegra potencia que da vida a lo que está
muerto, y además: el duelo causado por este hecho es el de un alma cuyo
sentimiento más sutil, más interior, en nada podría ser más inocente que en
aquello de lo que te acusas a ti mismo. Y no obstante eres tú mismo, como
también eres tú quien, en un momento dado, eres incapaz de trabajar, o echas a
perder el trabajo. Y, ciertamente, ni sacas ni puedes sacar nada del hecho de
que a pesar de todo no eres tú, ya que nadie puede comer hasta hartarse del pan
encerrado en un armario, como tampoco alimentarse con la espera de las espigas
de trigo de los campos sin segar. Por eso, si me quejo a este respecto, me
quejo de muy distinto modo, en cuanto espectadora que al mismo tiempo está muy
emocionada con la idea de que el pan y los frutos de los campos existen. Eso es
lo que ocurre ahora con lo que yace bajo «el cristal duro y frío de la
vitrina»: tú ya no lo posees y el cristal te refleja a ti mismo; sin embargo
ahí estaba una prueba de la magnitud de tus cualidades y, al igual que apenas
las habías conocido bajo este aspecto —su profundidad, su rica pertenencia a
ti—, del mismo modo todavía tienen otras que ofrecerte, que hoy no puedes ni
siquiera sospechar, y a las que te impide verlas todavía algo mucho más
resistente que el cristal. Pero, para qué tantas palabras: por el momento no
sentirás nada más, como no sea que algo ligero o macizo te separa de la vida, y
cualquier palabra en contra es estúpida, necia, impotente1.
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