Anastasis
Del griego Anastasis – subida, resurrección
Así se designa un tema iconográfico tomado en Oriente como
imagen simbólica de la Resurreción. Se asocia con el descenso de Cristo a los
infiernos (Descensus
ad inferos), insistiendo en la victoria redentora
sobre la muerte y la salvación de la humanidad afectada por el pecado original,
si bien el significado primordial del término es el de alzamiento o
resurrección. Cristo, después de haber muerto y ser sepultado, descendió al
Hades o infierno de los justos, donde aguardaban la resurrección los no
bautizados, para vencer a la muerte y llevarlos consigo. El acontecimiento tuvo
lugar antes de la Resurrección corporal del sepulcro acontecida al tercer día
de la crucifixión.
Dos escenas principales concurren en la imagen de la Anástasis.
De un lado, el triunfo de Cristo sobre la muerte, quebrando las puertas del
infierno y marchando victorioso sobre Hades. Por otra parte, la acción
salvífica de Cristo, de la que se benefician Adán y Eva, además de toda una
serie de destacados patriarcas y personajes de la Antigua Ley presentes en el
limbo (Abel, Abraham, David, Salomón y San Juan Bautista principalmente).
El origen del tema se encuentra en textos apócrifos
neotestamentarios, concretamente en los once capítulos del Descensus
Christi ad inferos, compuesto originariamente en griego en
torno al siglo III. Entre los siglos V-IX fue traducido al latín y refundido
con el núcleo de las Acta
Pilati dando lugar al Evangelium
Nichodemi. El relato del descenso de Cristo a los infiernos
es realizado por dos de los resucitados, Karino y Leucio, hijos de Simeón.
Personajes del Antiguo Testamento como Adán, David, o Isaías,
además de San Juan Bautista, se hacen eco de profecías y acontecimientos que
anuncian la llegada salvífica de Cristo. Un diálogo mantenido entre Satán,
deseoso de retenerlo en el Hades, y el Infierno, cauto ante el supuesto poder
liberador de Cristo, precede la llegada de este “en figura humana” y entre
aclamaciones angélicas. Las puertas del infierno quedan rotas, los difuntos liberados
de sus ataduras, y las mansiones infernales se ven iluminadas. Cristo ordena a
sus ángeles el aprisionamiento de Satán y confía al Infierno su custodia hasta
la segunda parusía.
Tomando de la mano a Adán, Cristo lo resucita junto al resto de
difuntos en virtud del sacrifico redentor de la Pasión. Enoch y Elías los
reciben en el Paraíso, y el buen ladrón se les une relatando su camino hacia la
salvación. La redacción griega y la latina difieren en el castigo de Satán,
ejecutado por ángeles en la versión oriental y por el propio Cristo en la versión
latina.
El Descensus
ad inferos fue un tema de reflexión habitual en la
liturgia medieval14. Se incluye en el credo y en el himno pascual del Exultet, donde se hace referencia al ascenso victorioso de Cristo desde
los infiernos. La iglesia oriental le concede un gran protagonismo en el oficio
del sábado santo y en la liturgia dominical, cuyos himnos y oraciones contienen
menciones singularmente prolijas parangonables a las representaciones
artísticas. En el ámbito occidental, las liturgias galicana e hispánica son
especialmente ricas en referencias al misterio. El viejo rito hispano
multiplica las menciones en las oraciones eucarísticas del tiempo pascual y en
los ordines
de la liturgia funeraria.
La popularidad del tema desde los siglos centrales de la Edad
Media queda atestiguada por las numerosas leyendas y composiciones que
proliferaron en torno al descenso a los infiernos y por ser asunto recurrente
en comentarios y sermones. Este acervo cristalizó en dramas litúrgicos, ricos
en elementos descriptivos, que siguen de cerca el relato del Evangelium
Nichodemi.
Los comentaristas y Padres de la Iglesia reflexionaron sobre la
bajada al limbo, especialmente en Oriente. Uno de los asuntos que más
interesaron a los exegetas y teólogos medievales fue la participación corpórea
o meramente anímica de Cristo en la liberación de los justos, por el problema
teológico que entrañaba respecto a la Resurrección y la doble naturaleza de
Cristo.
Si bien el relato de la Anástasis bebe de fuentes apócrifas,
determinados pasajes bíblicos han sido interpretados como una prefigura o
alusión implícita al descenso de Cristo a los infiernos:
Sal.
9, 14: “Tenme piedad, Yahveh, ve mi aflicción, / tú que me recobras de las
puertas de la muerte”.
Sal.
24, 7: “¡Puertas, levantad vuestros
dinteles, / alzaos, portones antiguos, / para que entre el rey de la gloria!”
(citado en el Evangelium
Nichodemi).
Sal.
30, 4: “Tú has sacado, Yahveh, mi alma
del šeol, / me has recobrado de entre los que bajan a la fosa”.
Sal.
107, 10-16: “Habitantes de tiniebla y
sombra, / cautivos de la miseria y de los hierros, / por haber sido rebeldes a
las órdenes de Dios / y haber despreciado el consejo del Altísimo, / él sometió
su corazón a la fatiga, / sucumbían, y no había quien socorriera. / Y hacia
Yahveh gritaron en su apuro, / y él los salvó de sus angustias, / los sacó de
la tiniebla y de la sombra, / y rompió sus cadenas. / ¡Den gracias a Yahveh por
su amor, / por sus prodigios con los hijos de Adán! / Pues las puertas de
bronce quebrantó, / y los barrotes de hierro hizo pedazos”.
Mt.
12, 40: “Porque de la misma manera que
Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el
Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches”.
Mt.
27, 52: “Se abrieron los sepulcros, y
muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron”.
Rm.
10, 7: “(…) ¿quién bajará al abismo?, es
decir: para hacer subir a Cristo de entre los muertos”.
1 P.
3, 19-20: “(Cristo) En el espíritu fue
también a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo incrédulos,
cuando les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el Arca,
en la que unos pocos, es decir ocho personas, fueron salvados a través del
agua”.
Ef.
4, 8-9: “Por eso dice: Subiendo a la
altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres. ¿Qué quiere decir: ‘subió’
sino que también bajó a las regiones inferiores de la tierra?”.
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