En
México no miramos muy atrás, solemos apenas rozar el pasado, lo aceptamos en la
versión popular y oficial, pero no hurgamos, así las historias de vida se
pierden, así las vidas son lagrimas que se funden con la lluvia.
Miramos
a las mujeres indígenas como las vencidas, las doblegadas, no las miramos con
su dignidad de mujeres, de indígenas, de aquellas que llevan en su seno el
futuro, que parirán el canto y la flor.
Esta
es la vida de dos de esas mujeres, indias, ambas hermosas, pero sobre todo
poderosas, inteligentes y que desde su perspectiva cosmológica no solo
sobrevivieron, sino que fueron ellas quienes tonaron los pinceles para dibujar
con trazos suaves pero firmes el México que habría de nacer.
Alejandro.
Tecuichpo-Isabel Moctezuma. El caso de una mujer
indígena que sobrevivió a la conquista de México
María Eugenia
Herrera, de Palabra de Clío
Isabel
Moctezuma representada ( arriba a la derecha ) en el Códice Techialoyan
de García Granados, que representa la genealogía de la casa de
Moctezuma
Este trabajo pretende establecer una
aproximación al fenómeno histórico de la conquista de México, desde la
perspectiva individual de una de sus protagonistas: Tecuichpo Isabel Moctezuma,
con el fin de abordar la dimensión particular del ser humano como protagonista
de los grandes eventos de la humanidad, y específicamente, el papel que las
mujeres tuvieron en ellos y en los procesos desencadenados. Para este efecto,
Tecuichpo-Isabel, es un personaje idóneo por su presencia antes, durante y
después de la conquista, lo que posibilita obtener la concreción de los que
transitaron de un lado al otro y, a través de su biografía, integrar sucesos
que generalmente se estudian por separado: los mexicas (su última etapa), la
conquista, la colonia (su primera etapa).
Tecuichpo
La historia que aquí se cuenta es la
de una mujer, primero llamada Tecuichpo y después Isabel, quien fuera hija de
Moctezuma, el gran tlatoani de México-Tenochtitlan, de la cual nos llega
noticia por su condición noble y su protagonismo indiscutible en la trama de
las relaciones de empoderamiento, que tanto aztecas como españoles, manejaban
bajo principios compartidos en sociedades gobernadas por hombres.
Sobre la fecha de su nacimiento, hasta
ahora, no se han encontrado testimonios fidedignos que la confirmen. Sin
embargo, en un estudio reciente, basado en fuentes primarias, se fija antes de
la muerte (1502) de su abuelo, Ahuizotl, en tanto se dice que él, quiso mucho a
Tecuichpo y a su hermano, y después del matrimonio de sus padres, ocurrido entre
1500 y 1503. Por lo que cabe suponer, que Isabel nació entre los dos primeros
años del siglo XVI. (Kalyuta, 2009: 14).
Tecuichpo, en náhuatl quiere decir
“hija del señor”, en concordancia con su origen, en tanto, además de ser hija
de Moctezuma, su madre Tezalco, era hija de Ahuizotl, el tlatoani de México,
antecesor de Moctezuma, por lo cual en Tecuichpo su nobleza se confirmaba en
ambas ascendencias (Ibid.11). Cabe recordar que antes de
Moctezuma, ocuparon el trono sucesivamente tres hermanos: Axayacatl, Tizoc y
Ahuizotl, Moctezuma era hijo de Axayacatl, Tezalco de Ahuizotl ,por lo que
ambos eran primos hermanos (Ibid), una costumbre de entonces, mediante la cual
se confirmaban linajes para posesionarse en la jerarquía social y política.
En 1502 Moctezuma
Xocoyoztin, ascendió al trono a la edad de 35 años. A principios del siglo XIV,
conformada ya la Triple Alianza con los reinos de México-Tenochtitlán, Tlacopan
y Texcoco, la confederación extendía sus dominios en la región centro-oriental
del territorio mesoamericano, con apoyo en los dos océanos y comprendía 38
señoríos, aproximadamente una cuarta parte del México actual. Sin embargo,
dentro del ámbito de este gran dominio subsistían reductos independientes. Las
profundas enemistades de algunos de estos señoríos contra sus dominadores,
fueron decisivas en la conquista española.
A principios del siglo
XVI y a la llegada de los españoles a las costas mexicanas, México-Tenochtitlan
dominaba la Triple Alianza. Moctezuma mantenía una regia corte en medio de un
complicado ceremonial y la nación mexica había consolidado un conjunto de
relaciones socio-económicas y culturales, sólidamente sustentadas en una
tradición reconstruida, que incorporaba su propia historia y rasgos de pueblos
del más rancio y rico abolengo de la región.
La niñez de Tecuichpo
trascurrió dentro de la corte de su padre, situación que le permitió compartir
la gloria del poderío alcanzado por él y sus predecesores. Siendo hija del gran
tlatoani, gozaba del especial cariño que su padre le reservó y del cual dejó
testimonio (Cortés en Prescott, 1985: 639), sin embargo, también fue sometida a
los serios rigores que la tradición y Moctezuma dictaban para la juventud en
general. Así mismo, participó de la rígida y creciente protocolización de las
costumbres cortesanas impuesta por su padre.
Según testimonios
dados por personas que la conocieron, en 1519, Tecuichpo tendría cerca de 18
años y era viuda. Afirman que se casó con Atliscaci, hijo de Ahuítzotl y, por
tanto, su tío materno. (Pérez-Rocha, 1998: 23). Este matrimonio es referido por
varios testigos cuyos testimonios son parte integrante del documento titulado
“Información de doña Isabel Moctezuma”, (Expedientes del Archivo General de
Indias), publicado recientemente por Emma Pérez-Rocha, el cual, proporciona
información de primera mano sobre nuestro personaje que antes no se conocía. Es
el caso de este primer esposo, que no es citado por los biógrafos de Tecuichpo
Isabel, porque Atliscaci, según alguno de estos testigos, pudo haber muerto
antes de la conquista: “Quien (Atlascaci) en los tiempos del reinado de
Moctezuma Xocoyotzin también ostentaba un rango militar de Tlacatecatl y quien
murió probablemente en víspera de la conquista”. (Kalyuta, op. cit: 16).
Cuando Cortés tocó
tierra y se aposentó en el reino totonaco de Cempoala, subsidiario de la Triple
Alianza, las noticias llegaron rápidamente a la capital. El servicio de postas
permitía una comunicación continua permitiendo que el mundillo de la corte se
beneficiara con las primicias de tan extraordinarios y alarmantes sucesos.
Regalos y recados fueron y vinieron, el soberano pretendió inútilmente detener
la marcha, pero Cortés, sus hombres y sus aliados totonacas, emprendieron el
camino hacía Tenochtitlan. En el trayecto, hicieron la guerra a los
tlaxcaltecas y la ganaron, pasaron por Cholula, donde llevaron a cabo una
matanza para finalmente entrar a México-Tenochtitlan.
Sobre el límite sur
de la ciudad se llevó a cabo el primer encuentro entre el señor azteca y el
capitán español. En el palacio sólo quedaron las mujeres, los niños y los
sirvientes, quienes tuvieron que esperar un poco más para conocer aquellos
hombres, de vestimenta, armamento, lengua y costumbres tan ajenos a todo lo
antes conocido. Misterios que se fueron develando durante la estancia permitida
por Moctezuma, quien los alojó en el antiguo palacio de Axayácatl dentro del
recinto de la Plaza Mayor y frente a su propia residencia, en donde
permanecieron por siete meses, de noviembre de 1519 a junio de 1520, en
ocupación relativamente pacífica, sólo alterada por la aprehensión de
Moctezuma, sin que éste presentara resistencia alguna.
En la corte, la
novedad inicial bajó su nivel, regresó la rutina y lo que pareció inesperado se
hizo cotidiano. Un día, Moctezuma regaló a una de sus hijas Cortés; otro, se
inició el desmedido saqueo al que fue sometido el palacio real, las joyas
personales del tlatoani y las de su familia fueron requeridas. Poco a poco, la
rigurosa etiqueta se hizo trizas. Los que estuvieron cerca tuvieron que sorprenderse
y sufrir por las vejaciones infringidas a Moctezuma. Esta convivencia forzada
de aparentemente calma se vio abruptamente fracturada, primero por la salida de
Cortés de Tenochtitlán para combatir a Pánfilo de Narváez que había
desembarcado en Veracruz para someterlo, y segundo, por la matanza que ordenó
Pedro de Alvarado en mayo de 1520 durante la gran fiesta que los indígenas
celebraban en el recinto ceremonial del Templo Mayor.
La reacción de los
mexicas fue inmediata, aliados con los de Tlatelolco, decidieron combatir a los
españoles, los cuales se hicieron fuerte en el palacio de Axayácatl. La
situación se tornó difícil para los sitiados, entre los que se encontraba
Moctezuma y parte de su familia. Cortés avisado de la sublevación, regresó a la
ciudad de México y decidió servirse del tlatoani para apaciguar al pueblo
amenazante, quien lo abucheó y lanzó proyectiles. Esta fue la última de sus
acciones, Moctezuma murió sin que haya certeza de la causa de su muerte.
De acuerdo a
documentos dejados por Cortés, posteriores a este hecho, refieren que
encontrándose Moctezuma herido le pidió tomara a cargo a tres hijas suyas, que
las hiciera bautizar, enseñara la doctrina cristiana y otras recomendaciones
para el bien de ellas, con mención especial a la mayor en los siguientes
términos: “… me tornó a llamar (a Cortés) y roga mui ahincadamente, que si él
muriese, que mirase por aquellas hijas que eran las mejores joyas que el me
daba, y que partiese con ellas de lo que tenía porque no quedasen perdidas, especialmente
a la mayor, que ésta quería él mucho” (Cortés, op cit: 639). Cabe suponer, que
Moctezuma se refería de Tecuichpo, o al menos, Cortés, así lo dio por hecho.
La noche siguiente,
(30 de junio de 1520), Cortés y sus ejércitos español y aliados, trataron de
salir de la ciudad sin ser descubiertos, pero fueron sorprendidos y fuertemente
combatidos en lo que ellos mismos llamaron “La Noche Triste” por las cuantiosas
pérdidas, tanto de españoles como de aliados, caballos y parte de las riquezas
recaudadas. En la confusión de la huída, Tecuichpo y Doña Marina, su media
hermana, lograron regresar con los suyos. En la ciudad se llevaron a cabo dos
días de rituales de duelo por Moctezuma, y el Consejo eligió como nuevo
tlatoani a Cuitláhuac y decidió, de manera simultánea su matrimonio con
Tecuichpo para legitimar su derecho al trono. La princesa tenía entonces
alrededor de 19 años.
Cuitláhuac, señor de
Ixtapalapa y hermano de Moctezuma, había estado preso, junto con Moctezuma, en
el palacio de Axayácatl, sin embargo, había sido liberado durante el sitio con
la misión apaciguar la rebelión y aplacar al pueblo, pero en franco desacato
encabezó la resistencia y la victoria sobre los españoles y sus aliados. Ya
como tlatoani preparó la defensa de la ciudad, pero lo sorprendió la muerte por
viruela, enfermedad traída de España qué arrasó con gran parte de la población
originaria.
Tecuichpo, quedó
viuda nuevamente, sin embargo, su protagonismo no terminó ahí. Cuando
Cuauhtémoc fue elegido nuevo emperador, también legitimó su nombramiento,
casándose con ella: “Para reforzar la defensa de la Confederación de Anáhuatl,
es unida en dualidad con los dos primeros Ue-tlacatecutli o grandes señores del
mando por el Tlahtocan o Consejo de Ancianos-Tenochtitlan”. (Rojas Rosales,
1995:27). Cita que hace alusión a los matrimonios de Tecuichpo con Cutlahuac y
Cuauhtémoc.
El papel de Tecuichpo
es importante en la sucesión al trono, sobretodo en la compleja situación que
vivía Tenochtitlan en ese momento. Incluso se ha manejado que Cuauhtémoc para
acceder al trono mandó matar a Asupacací, el último hijo legítimo de Moctezuma
y hermano de Tecuichpo. Muchos años después, Juan Cano diría que la misma
Tecuichpo se lo relató, es difícil saberlo, como difícil imaginar los
sentimientos de ella para con su nuevo esposo si esto fuera verdad. Sin
embargo, el cronista de Indias Gonzalo Fernández de Oviedo deja consignado tal
testimonio, de la manera siguiente:
“… a causa de lo qual
(la muerte de Cuitlahuác) vn sobrino de Moctezuma que era Papa o sacerdote
maior entre los indios, que se llamaba Guatimuci, mató al primo hijo legítimo
de Montezuma, que se decía Asupacaci, hermano de padre é madre de Doña Isabel
(Tecuichpo), é hizose de señor mui valeroso.” (Oviedo en Prescott, 1985: 634)
Cuauhtémoc era hijo
de Ahuízotl, sobrino de Moctezuma y primo hermano de su esposa. A los 18 años,
era señor de Tlatelolco, sacerdote del culto a Huitzilopochtli y caballero
águila. Sobre él y su matrimonio, Bernal Díaz del Castillo nos dejó auna
referencia:
“… más como Guatemuz
era mancebo y muy gentil hombre para ser indio, y de buena disposición y rostro
alegre, y aun la color la tenía algo más que tiraba a blanco que a matiz de
indios, que era de obra de veinticinco o veintiséis años, y era casado con una
hermosa mujer, hija del gran Montezuma, su tío”. (Díaz del Castillo, 1961:419).
Cuauhtémoc mantuvo
siempre con los españoles una actitud de reserva, que se convirtió en franca
resistencia después de la matanza del Templo Mayor, participando en los
combates de la “Noche Triste”. Al ascender Cuitláhuac al trono, asumió el mando
de los ejércitos, y nombrado tlatoani continuó con los preparativos para la
defensa de la ciudad. El 30 de mayo de 1521, Cortés le puso sitio, los mexicas
y tlatelolcas, abandonados por sus antiguos aliados y súbditos, resistieron los
embates armados y la falta de víveres y agua. El 13 de agosto, cuando, perdida
toda esperanza, Cuauhtémoc trató de romper el cerco, pero fue sorprendido y
aprehendido junto a un grupo de leales y familiares, entre ellos Tecuichpo;
para ella pidió se le respetara la vida, Chavero lo relata así: “No tiréis, soy
el rey de México; tomadme y llevadme a Malintzin, pero que nadie toque a la
reina” (Chavero, 1962: 911). Acontecimiento, que ha producido una rica
iconografía en la que se incluye a Tecuichpo.
Cuauhtémoc y sus
acompañantes, fueron llevados ante Cortés a su cuartel general en Coyoacán. Al
concluir el día terminaba también la guerra. Era el día ce cóatl,
segundo de la veintena xocolhuetzi, del año yei calli. Para
Tecuichpo también terminó la primera parte de su vida, cerca de 20 años para
ella y 196 para la ciudad fundada por los aztecas.
Isabel
Con la aprehensión de
Cuauhtémoc, la resistencia de los mexicas cesó inmediatamente. En el acto,
Cortés comenzó a dictar órdenes con el fin de ensanchar los límites de la
tierra conquistada, asegurar el dominio sobre ella y proporcionar a los que lo
acompañaban y a los que vendrían en lo sucesivo de España, un tranquilo
establecimiento y una productiva explotación de las riquezas.
En los inicios, Cortés
se estableció en Coyoacán y mantuvo con él a los principales cautivos, desde
luego, a Cuauhtémoc y a Tecuichpo. Ampliamente conocida es la tortura a la que
fue sometidoell tlatoani mexica, buscando tesoros con que cubrir las demandas
de retribuciones de sus hombres, acción que se sumó al clima de derrota,
humillación y temor de los vencidos, elementos constitutivos de un nuevo orden
cuya premisa es la conquista.
En este clima,
Techuichpo y Cuauhtémoc fueron bautizados, él como Don Hernando Alvarado
Cuauhtémoc y ella como Isabel, en honor de la emperatriz de España, esposa de
Carlos I, soberanos a los que les juraron vasallaje y lealtad. Isabel conservó
el apellido Moctezuma en reconocimiento de su legitimidad como hija del
tlatoani azteca. En un documento posterior dictado por Cortés en 1526, se hace
referencia a la cristianización que se constituiría a partir de entonces en la
estrategia de la conquista espiritual de los pueblos indígenas, he aquí la
cita:
“Y que las dichas
hijas de Moctezuma y de los demás señores y principales y otras personas de los
naturales desta Nueva España se les de y muestre toda la más y mejor doctrina
que fuera posible para quitarlo de las idolatrías que hasta aquí han estado, y
traerlos al verdadero conocimiento de nuestra fee cathólica, especialmente a
los hijos de los más principales, como lo era este Señor Motezuma, y que en
esto se descargava la conciencia de S. M. y la mia”. (Cortés en Prescott, 1985:
638).
De entonces es un
poema que habla de Isabel y Cortés, atribuido a Cuauhtémoc que refleja malos
presagios para su esposa: Isabel:
¡Quién eres tú que te
sientas junto al Capitán General?
!Ah, es doña Isabel,
mi sobrinita¡ !Ah, es verdad, prisioneros son los reyes ¡Por cierto serás
esclava, serás persona de otros:
Será forjado el
collar, el quetzal será tejido en Coyohuacan.
Canto Tlaxcalteca de
la conquista. (Martínez R., 1991: 40)
A partir de 1523 se
comenzó a habitar la nueva ciudad, de Isabel no hay registros que nos hablen
directamente de ella, pero sí sobre Cuauhtémoc su esposo, a quien Cortés
mantuvo cerca y bajo estrecha vigilancia para prevenir cualquier liderazgo en
alguna sublevación. Utilizando la autoridad del tlatoani vencido, le encargó
organizar la limpieza de la ciudad, la apertura del mercado y la construcción
de la nueva ciudad ahora española, posteriormente, lo dejó como señor de
Tlatelolco para auxiliar a los españoles en funciones administrativas,
especialmente en la recaudación de impuestos.
Se sabe que en junio
de 1524, Cuauhtémoc e Isabel formaron parte de la comitiva que recibió al grupo
de doce franciscanos, los primeros llegados a estas tierras para encargarse de
la cristianización de sus pobladores. Es innegable que Isabel fue actor
principal en la tarea, su conversión al cristianismo y su proceso de
aculturación, sirvieron como ejemplo de los españoles para el sometimiento de
antiguos súbditos de su padre, Cortés lo tiene claro y lo estipula de la
siguiente manera en documento datado en 1526:
“…haciéndoles
administrar y enseñar los mandamientos de nuestra sacta fee cathólica y otras
buenas costumbres de christianos, para que con mejor voluntad y amor sirvan á
Dios Nuestro Señor y conozcan los Artículos della, y que los demás naturales
tomen exemplo” (Cortés, op cit: 639).
El gobierno de Cortés
no fue fácil ni tranquilo, algunos de sus propios capitanes se rebelaron contra
de él, entre ellos el capitán Cristóbal de Olid quien le usurpó el mando en las
Hibueras. Como consecuencia, Cortés encabezó una gran expedición para
reprimirlo, saliendo de la ciudad de México el 12 de octubre de 1524 llevando
con él a Cuauhtémoc, a quien ejecutó en febrero de 1525, tras de acusarlo de
conspirar contra él. De esta manera, Isabel pierde a su tercer esposo a la edad
de 24 años, nuevamente Oviedo lo hace notar: “… e llevandose (Cortés) consigo
aquellos tres principales ya dichos y después los ahorcó en el camino; e ansí
enviudó Doña Isabel.” (Oviedo, en Prescott, 1985: 634)
Cortés regresó a
México el 19 de junio de 1526 y retomó sus puestos solamente por unos días
debido a que fue retirado de ellos y sometido a un juicio de residencia acusado
de varios cargos. Como último acto de gobierno, Cortés hizo donación de tierras
a las hijas de Moctezuma (Cortés, op.cit.: 638), otorgando a Isabel y sus
descendientes los beneficios e ingresos del pueblo de Tacuba, así como de
varias poblaciones más pequeñas. Era una rica herencia aunque modesta en
comparación con el patrimonio de su padre. Cortés así lo deja consignado: “…
como su Governador y Capitán General destas partes, y porque de derecho le
pertenece de su patrimonio y legítima, el Señorío y naturales del Pueblo de
Tacuba, que tiene ciento é veinte casas.” (Ibid: 639).
Esta donación sirvió,
al mismo tiempo como dote y arras de Isabel en el matrimonio que Cortés
determinó con Alonso de Grado, mismo que se llevó a cabo el 27 de junio del
mismo año. Disposiciones que quedan consignados en documento dictado por
Cortés, de la siguiente manera: “me pareció que según la calidad de la dicha
Doña Isabel, que es la mayor é legítima heredera del dicho Señor Moctezuma y
que más encargada me dejó, y que su edad requería tener compañía, le he dado
por marido y esposo á una persona de honra” (Ibid: 639).
Cortés dice de Alonso
de Grado que es “Hijo Dalgo” y que acompañó “dende el principio que á estas
partes pasó, teniendo por mi en nombre de S. M. cargos y oficios, así de
Contador y mi lugarteniente de Capitán Governador como de otras muchas” (Ibid.).
A partir de su matrimonio con Isabel, lo nombró visitador general de la Nueva
España, con la tarea de garantizar la cristianización de los indios y su buen
trato, ordenada por el rey español. Tarea que le ganó la animadversión de
aquellos españoles que no cumplieron con el precepto y dio lugar a sospechar un
acto criminal en su muerte, ocurrida a pocos meses de su nombramiento en
circunstancias poco claras, incluso, algunos autores recientes afirman que
Cortés conspiró para matarle. Blanca Barragán Moctezuma, descendiente de
Isabel, así lo afirma: “Posteriormente dio en matrimonio a Don Alonso de Grado,
quien al cabo de seis meses fue mandado matar por el propio Cortés” (Barragán
Moctezuma, en Litigio…, 1995: 28).
Isabel nuevamente
quedó viuda, pero no libre, su alta condición la convirtió en pieza clave en la
configuración de las fuerzas del poder del país en ciernes y fue considerada
heredera de Moctezuma, tanto por los indígenas que se refugiaban en este
menguado residuo de autoridad tradicional, como por Cortés, quien la utilizó
para el control de los vencidos.
Convenía a Cortés
tenerla cerca y por ello la llevó a vivir a su casa y la agregó al número de
mujeres de las que dispuso sexualmente, de las cuales, las más conocidas son:
Marina “su lengua”; Catalina, sobrina de Tlacochcálcalt, señor de Cempoala,
conocido como “El Cacique Gordo”; doña Francisca, hermana del rey Cacama de
Texcoco; doña Ana de Moctezuma, que murió embarazada en la Noche Triste y de la
familia Moctezuma también, doña Inés y doña Elvira ( López Meneses, 1948: 475 y
476). Cortés, en esta época, también estaba viudo, su mujer Catalina Suárez
Marcayda, había fallecido en 1522, dejando tras su muerte, fuerte sospecha de
asesinato a manos de su esposo.
De esta relación,
Isabel quedó embarazada, pero Cortés no estuvo dispuesto a reparar la honra
tomada, por lo que la casó con Pedro Gallego de Andrada, quien aceptó a cargar
con el paquete y con la herencia. El matrimonio se llevó a cabo en discreta
ceremonia de la cual no quedó constancia ni siquiera de la fecha, aunque se
sabe que Isabel parió seis meses después de realizado: “…e casose con un hombre
de bien de los conquistadores primeros, que se llamaba Pedro Gallego”. (Oviedo
op cit, 1985: 634)
De la relación con
Cortés nació una niña, Leonor de Cortés Moctezuma, quien fue entregada por su
padre, Hernán Cortés, a su primo Juan Altamirano (Rojas Rosales, 1995: 206),
que cuidó de ella hasta su matrimonio. Cortés manifestó cariño y atención por
su hija, al grado que años más tarde tramitó su legitimación y le asignó en su
testamento una dote de diez mil escudos (López de Meneses, 1948: 485).
Asimismo, se disgustó por su matrimonio, efectuado en su ausencia, con un
hombre, que si bien era rico, le llevaba muchos años de diferencia. Isabel, en
cambio, permitió su alejamiento y no la nombró en su testamento.
Gallego de Andrada,
un extremeño de Burguillos de la provincia de Badajoz, llegó a Indias con el
comendador Santiago Leonel de Cervantes y a Veracruz con Pánfilo de Narváez.
Participó luego en la conquista del Pánuco, Michoacán y Colima y recibió en
compensación por sus esfuerzos la encomienda de Izquiyuquitlapilco. De sus
hechos, el más sobresaliente fue el haberse casado con Isabel por ser ella una
de las mujeres más ricas y distinguidas.
Hacia 1529, nació en
Tacuba un hijo varón de Isabel y Pedro, Juan Gallego Moctezuma, quien fue
bautizado por el primer obispo de la Nueva España Fray Juan de Zumárraga. Sus padrinos
fueron el licenciado Altamirano y Catalina Cortés Pizarro, hija del
Conquistador y de Inés Pizarro. En casa de Isabel se congregaron para el
acontecimiento los personajes indígenas y españoles más encumbrados como la
menoscabada nobleza original del país, la emergente surgida de la reciente
victoria y la recién llegada de la Madre Patria. Posiblemente, fue esta la
única ocasión en que convergieron en términos de igualdad; el declive de la
primera era irremediable, como imparable el ascenso de la recién parida
aristocracia novohispana.
Isabel, no fue la
primera ni la única mujer indígena, madre de hijos habidos con españoles, ella
se suma a las miles de entonces y posteriores, lo distintivo, en todo caso, fue
el estatus de su condición, que le proporcionó a ella y a su descendencia una
mejor suerte pero no la eximió de la saga de experiencias extraordinarias y
difíciles que vivieron los vencidos.
¿Podría Isabel no
querer a este hijo por ser de padre español?, o ya, a nueve años del desastre y
los mismos para ella de ser cristiana, se atenía a los hechos consumados y
fabricaba nuevos sentimientos que amparaban tanto a lo de antes como a los de
ahora. Su hijo Juan va acompañarla siempre y ella demostrará el afecto que le
tuvo, en contraste al trato que le dispensó a su hija Leonor. Un año después,
en 1530, Pedro Gallego murió de “muerte natural”, como se decía entonces, para
descartar cualquier muerte violenta. Cortés no estaba en México, Carlos V le
había ordenado ir a España, regresó en 1531 para vivir en Cuernavaca. Quizá por
esto, en esta ocasión, no intervino en la selección del nuevo marido de Isabel,
Juan Cano de Saavedra. En la Nueva España gobernaba la Primera Audiencia, con
Nuño de Guzmán como presidente, y no hay datos que permitan suponer se haya
impuesto a Isabel su sexto esposo.
Juan Cano era natural
de Cáceres, su familia se había distinguido por sus servicios a los reyes de
España durante las últimas fases de su reconquista. Nació en 1502 y llegó a la
Nueva España con Pánfilo de Narváez, tomó el partido de Cortés y participó en
la toma de Tenochtitlan y de otras provincias. Por sus servicios recibió una
pequeña encomienda. El casamiento se realizó en la primavera de 1532, Isabel
tenía alrededor de 30 años, era cinco veces viuda, tenía dos hijos, era rica e
influyente y muy posiblemente, con plena conciencia de ello.
Juan Cano en la entrevista
dada a Oviedo, declaró de Isabel:
Señor, que yo me casé
con una señora hija legítima de Montezuma, llamada doña Isabel, tal persona,
que aunque se hobiera criado en nuestra España, no estobiera más enseñada é
bien dotrinada é Católica, é de tal conversación é arte, que os satisfaría su
manera é buena gracia; y no es poco útil y provechosa al sosiego é
contentamiento de los naturales de la tierra; porque, como es señora en todas
sus cosas é amiga de los chistianos, por su respeto é exemplo mas quietud é
reposo se imprime en los ánimos de los Mexicanos. (Oviedo, op. cit.: 633).
En esta misma
entrevista, Juan Cano, hace varias revelaciones sobre su mujer, constituyéndose
en un importante documento para su biografía, en tanto, son escasas las
noticias directas sobre ella. Las mujeres de entonces y de otras épocas, no
eran sujetos de la Historia. En el caso de Isabel Moctezuma, su historia se
puede reconstruir a partir de los registros hechos sobre los hombres a la que
estuvo ligada. Cano participó en la conquista de México y su vínculo con
Isabel, lo hizo poseedor de noticias de primera mano. Oviedo, consciente de
este protagonismo, le pidió hablar sobre personajes y hechos, siendo sus
respuestas fuentes importantes salvando su particular punto de vista, que mucho
tiene que ver, con la necesidad de demostrar los derechos de su mujer para
reconocimientos y reivindicaciones. En este tenor, desconoció a otros
descendientes del gran tlatoani: “…; pues como Cortés é los chistianos fueron
enseñoreados de México, ningún hijo quedó legítimo sino bastardos de Montezuma,
ecepto mi mujer”. (Prescott, 1985 : 634).
No hay registro sobre
la vida de Isabel después de este matrimonio, solo sabemos del nacimiento de
cinco hijos con Juan Cano: Juan, Pedro, Gonzalo, Isabel y Catalina, de los
cuales hay documentación que de ellos nos dan noticia, relacionada con juicios
hereditarios que se llevaron posteriormente.
En julio de 1550,
Isabel murió de “muerte natural”, así lo confirma ella en su testamento: “…yo,
Doña Isabel de Montezuma, mujer legítima que soy de Joan Cano, mi señor e
marido, vezino desta gran ciudad de Temixtitlan, México, desta Nueva España,
enferma del cuerpo del mal y enfermedad que Dios nuestro señor ha sido servido
de me dar”. (López Meneses, op cit.: 489).
Por el testamento de
Isabel quedó constancia de su conversión al cristianismo, al menos de manera
oficial, al declarar: “En nombre de la Santissima Trinidad, Padre e Hijo y
Espíritu Santo, tres personas e vn solo Dios verdadero que vive e reyna por
siempre sin fin, amen. Y a honor y gloria y alabaca de Nuestra Señora la Virgen
Maria a quien tengo por mi señora y abogada” (Ibid: 489). Asimismo, de la
liberación de los esclavos de su propiedad: “… es mi voluntad que todos los
esclavos yndios e yndias naturales desta tierra que el dicho Joan Cano, mi
marido, e yo tenemos por nuestros propios, por parte que a mi me toca sean
libres de todos servicios e servidumbres e cautiverios como personas libres”
(Ibid: 490).
Esta determinación es
quizá producto tardío de las disposiciones dictadas tiempo atrás por los reyes
españoles reprobando las encomiendas, prohibiendo los repartimientos y
proclamando la libertad de los vencidos. Exigencias que no convinieron a los
españoles radicados en América, entablándose una verdadera lucha entre el
gobierno de España y los gobernantes de las posesiones americanas, hasta que
Antonio de Mendoza siendo virrey, promovió tales acciones con lo que empezó a
desaparecer la esclavitud. Isabel se esperó hasta su muerte para otorgar la
libertad de los suyos 16 años después del inicio de la gestión Mendoza y 28 de
la expedición de la cédula real de Carlos I enviada a Hernán Cortés.
En estos veinte años,
correspondientes a las décadas tercera y cuarta del siglo XVI, Isabel fue
testigo de la acelerada construcción del nuevo estado que se extendió ya desde
entonces, sobre la mayor parte del continente. Isabel, mujer de dos mundos, el
indígena en su esplendor y agonía y el español en su nacimiento y desarrollo,
tuvo que abrir su mente y su espíritu para asimilar lengua, cultura,
costumbres, religión… y tuvo que tener la capacidad suficiente para conciliar
su pasado con un presente fincado sobre las ruinas de su mundo anterior.
Muchos acontecimientos
se sucedieron en este periodo: en 1535 Antonio de Mendoza se constituyó como
primer virrey de la Nueva España, cargo que desempeñó hasta 1550 con una
política conciliadora que logró controlar las ambiciones de los encomenderos y
sentar las bases de la organización virreinal, fortaleciendo el poder real.
Luis de Velasco lo sucedió como segundo virrey. En 1532, asoló una gravísima
epidemia de sarampión llamada por los indios Tepitonzáhuatl. En 1534, se fundó
la primera escuela para niñas; dos años después, el colegio de Santa Cruz
Tlatelolco; en 1540, el convento de la Concepción, el primero para mujeres, y
en ese mismo año, el pueblo de Santa Fe fundado por Vasco de Quiroga. En 1536,
se creó de la casa de Moneda. En 1531 se apareció la Virgen de Guadalupe. En
1542 se dio noticia de las Leyes Nuevas, que prohibían la esclavitud de los
indios y terminaban con el régimen de las encomiendas. En 1527 murió Doña
Marina, Cortés en 1547 y Zumárraga un año después. La ciudad se fue
construyendo hasta hacerla una de las más importantes del continente y no
solamente ésta, también se fundaron y erigieron muchas otras: en 1528 Antequera
en Oaxaca, Ciudad Real y Chiapa de Indios en Chiapas; en 1531, Puebla de los
Ángeles, Tepic, San Miguel de Culiacán, Salamanca de Campeche; en 1532
Guadalajara; Valles en el 33 y Valladolid en el 41. En 1536 llegó a la ciudad Alvar
Núñez Cabeza de Vaca, para dar noticia de su naufragio en Florida y de su largo
recorrido por el norte de las tierras chichimecas. Se llevaron a cabo las
expediciones al Mar del Sur en 1532, 33, 35 y 39… al país llegaron miles de
españoles procedentes de toda España y surgió la primera generación de
mestizos, un grupo marginal pero creciente, con una cultura igualmente
mezclada, en fin, un gran número de sorprendentes eventos característicos de
una nación en construcción.
De acuerdo a los
deseos de Isabel, sus restos fueron sepultados en la iglesia de San Agustín, en
un altar lateral dedicado a Santa Mónica. En 1678 la iglesia sufrió un incendio
por lo que fueron puestos en una caja fuerte con su nombre, pero nadie supo
cuando ni porqué, desaparecieron o se destruyeron.
De su vida y su
persona, hay pocos datos, en su testamento declara no firmarlo por no saber
escribir, condición generalizada en esa época, tanto en el México prehispánico
como en la Europa renacentista, acentuada en las mujeres, cuyos roles sociales
se restringían al ámbito familiar y su educación era de tipo informal hacia
esta meta. Esta marginalidad femenina de tareas “productivas” se acentuaba en
las clases hegemónicas en ambos continentes, en los que las mujeres se
preparaban y ejercían funciones sociales y familiares. Isabel no supo leer y
escribir y seguramente no se preocupa por ello.
Por su mismo
testamento se pueden inferir varias cosas más sobre las costumbres y formas de
pensar imperantes de la época en esa Nueva España recién estrenada y de las
cuales Isabel es partícipe: el papel de la mujer en el matrimonio es de
sujeción al esposo, y así, ella, princesa de abolengo, hija del gobernante de
la nación más importante conocida en estas tierras, reconoce a Juan Cano como
“su señor” (Testamento, op cit:489) y requiere de su anuencia expresa para
poder legar sus bienes: “… y en muy buen seso e juicio y entendimiento natural
(Isabel), con licencia e facultad e expreso consentimiento que pido e demando
al dicho Juan Cano, mi señor y marido…” (Ibid:489). A lo que, según las normas
legales, Juan contesta y se consigna en el mismo testamento de Isabel: “E yo el
dicho Joan Cano, que soy presente, otorgo e confieso que doy y concedo la dicha
licencia y facultad a vos la dicha Doña Isabel, mi muger” (Ibid:489).
Sin embargo, y a
pesar de las formalidades legales, cabe suponer que la voluntad de Isabel de
otorgar su herencia principal a su primer hijo Juan de Andrade, no es la de su
último marido, Juan Cano, en tanto, a la muerte de Isabel éste promueve el
litigio para revocar sus instrucciones, a pesar de expresar en el mismo
testamento: “E yo el dicho Joan Cano…. E prometo e me obligo de lo aver por
firme e no revocar, reclamar ni contradecir en juicio ni fuera de él, espresa
obligación que para ello haga de mis bienes.” Peso importante tuvo que tener
Isabel en su matrimonio, al grado de no tomar en cuenta a su marido para el
legado de sus bienes y peso de ella ante las normas imperantes que obligan a su
esposo a firmar un documento contrario a sus intereses y esperar a la muerte de
su esposa para promover su revocación.
Isabel al morir tenía
alrededor de 50 años, de los cuales, cerca de 20 correspondieron a su primera
vida y 30 a la segunda, tal circunstancia la obligó a someterse a un proceso de
aculturación, que al igual que millones de indígenas a lo largo del siglo XVI y
aún después, lo vivieron y lo sufrieron. Los más sucumbieron en el camino,
algunos de ellos arrastrados involuntariamente a su muerte, otros optando por
ella, despreciando la derrota y la subsecuente integración como única
alternativa de vida; y otros, los menos, lo que sobrevivieron a la conquista,
por su fuerza o por su suerte, sobrevivieron, así mismo, al tránsito histórico.
Tecuichpo-Isabel se inscribe en esta última categoría, y como muchos más, requirió
de un riguroso y doloroso proceso de adaptación para lograrlo. Un pasado
detenido, y una nueva esperanza para el futuro… otra historia.
FUENTES
Documentos y obras
del siglo XVI:
Fernández de Oviedo,
Gonzalo, Historia de Indias, v. XXXIII, capítulo XLVI, “Dialogo del
alcayde de la fortaleza de la cibdad e puerto de Santo Domingo se la isla
Española, autor y chonista destas tierras, de vna parte, e de otra, vn
caballero vecino de la grand cibdad de México, llamado Thoan Cano”. En
Prescott, William, 1985: 632-637.
“Privilegio de doña
Isabel Moctezuma, hija del gran Moctezuma, último rey indio del gran reyno de
México, que bautizada y siendo chistiana casó con Alonso Grado, natural de la
villa Alcántara, hidalgo y criado de su magestad, que había servido y servia en
muchos officios en aquel reyno. Otorgado por don Hernán Cortés, conquistador
del dicho reyno, en nombre de su Magestad, como su capitán general y gobernador
de la Nueva España”. En Prescott, William, 1985: 638-640.
“Testamento de Isabel
Moctezuma del 11 de julio de 1551”. López de Meneses, Amanda, Revista de
Indias, Madrid, España, Editado por el Instituto Gonzalo Fernando de Oviedo”,
año IX, No. 31-31, enero-junio 1948, pp.: 471-495.
Díaz del Castillo,
Bernal, Verdadera Historia de la conquista de la Nueva España, México,
Fernández Editores, 1961, 730 pp.
Pérez-Rocha, Emma, Privilegios
en lucha: la información de doña Isabel Moctezuma, México, Instituto de
Antropología e Historia, 1998, 289 pp. gráfica, (Serie Etnohistoria. Col.
Científica, 380).
Malinche
1505?- 29 de enero
de 1529?
Al nacer recibió el nombre de Malinali (uno de los
20 días del mes mexicatl y de un tipo de hierba usado para hacer cuerdas), que
con el tratamiento reverencial que merecía como hija de un cacique, se
convirtió en Malintzin, y que con la deformación castellana devino en Malinche,
palabra que para algunos también significa “el dueño de Malinalli”. Después
también se le nombraría Malinalli Tenépal (persona que tiene facilidad de
palabra, que habla mucho y con animación), y al recibir el bautizo católico,
Doña Marina. De su vida antes de la llegada de Cortés, sólo se sabe por el
testimonio de Bernal Díaz del Castillo (Historia Verdadera de la conquista de
la Nueva España):
“Antes que más meta la mano en lo del gran
Montezuma y su gran Méjico y mejicanos, quiero decir lo de doña Marina, cómo
desde su niñez fue gran señora y cacica de pueblos y vasallos. Es de esta
manera: que su padre y madre eran señores y caciques de un pueblo que se dice
Painla. Murió el padre quedando muy niña, y la madre se casó con otro cacique
mancebo, y hubieron un hijo y según pareció, queríanlo bien al hijo que habían
habido. Acordaron entre el padre y la madre darle el cacicazgo después de sus
días, y porque en ello no hubiese estorbo, dieron de noche a la niña doña
Marina a unos indios Xicalango, porque no fuese vista, y echaron fama que se
había muerto. En aquella sazón murió una hija de una india esclava suya, y
publicaron que era la heredera; por manera que los de Xicalango la dieron a los
de Tabasco, y los de Tabasco a Cortés.“
Painala era un poblado azteca, de habla náhuatl,
situado en la zona de Coatzacoalcos, colindante con región de habla maya. Se
estima que Malinche nació a principios del siglo XVI, entre 1501 y 1505,
y que cuando fue regalada a Cortés tendría unos quince años. Por el testimonio
citado, se sabe que fue vendida en la pubertad a unos comerciantes mayas y
éstos, a su vez, la volvieron a vender al cacique maya de Tabasco. Durante su
cautiverio viajó a las regiones de habla maya en Yucatán, donde aprendió
dicha lengua. Por eso, a la llegada de los españoles, Malinche hablaba tanto su
lengua materna, el náhuatl, como la de sus señores, el maya.
En ese tiempo, en los primeros contactos entre
españoles e indígenas, la comunicación no era verbal sino “diciéndoles por
sus meneos y señas”. Después los españoles se apoderaban de indios para que
aprendieran su lengua y les sirvieran de intérpretes. Juliancillo y Melchorejo,
indígenas mayas tomados durante el primer viaje de Hernández de Córdova, y que
regresaron con Cortés, muestran el esfuerzo de los españoles por comunicarse
con los nativos, pero siempre eran vistos con desconfianza porque podían actuar
de mala fe e incluso traicionar a sus amos. Por eso Cortés buscó a los
náufragos españoles que hubieran aprendido la lengua indígena y tuvo la fortuna
de hallar en Cozumel a Jerónimo de Aguilar.
Cortés llegó a la costa de Tabasco, acompañado de
su intérprete, Gerónimo de Aguilar, quien habiendo naufragado en esas tierras y
esclavizado por los mayas, aprendió su lengua, la que ya dominaba cuando fue
rescatado por los españoles. Al siguiente día de haber derrotado en Centla a
los indígenas, el 12 de marzo de 1519, en Potonchan le fue entregada a Cortés,
como regalo de paz y bienvenida, Malinche, junto con otras 19 jóvenes, pero el conquistador
la regaló, a su vez, a Alonso Hernández Portocarrero. Todas ellas fueron
bautizadas a los pocos días, pues era excomulgado quien se acostara con una
hereje. El padre Olmedo las bautizó, después de haberlas predicado con ayuda de
un intérprete “muchas buenas cosas de nuestra santa fe”.
Una vez establecido el ayuntamiento de la
Villarrica de la Vera Cruz, Hernández Portocarrero fue enviado a España por
Cortés como uno de sus procuradores ante el rey Carlos I de España (V de
Alemania). Como Malinche no podía acompañarlo, fue devuelta a Cortés.
Portocarrero moriría preso en el cumplimiento de la misión encomendada.
Al regresar Malinche al lado de Cortés, unos
soldados se percataron de que conversaba en náhuatl animadamente con mujeres
enviadas por los mexicas para el servicio de los españoles, y se lo comunicaron
a Cortés, quien la mandó llamar para comprobar que era bilingüe. Así resolvió
el problema de entenderse con los embajadores de Moctezuma: Malinche
traducía el náhuatl de los embajadores al maya y Aguilar, el maya al
castellano. Cuando hablaba Cortés, la comunicación era a la inversa, algo que
para algunos autores recuerda la piedra Roseta de Champolión. En poco tiempo,
Malinche aprendió suficiente español para traducir el náhuatl directamente al
español sin la intervención de Aguilar, por lo que en adelante, todas las
comunicaciones importantes entre los castellanos y los mexicas pasaron sólo por
Malinche. Tal como se ve dibujado en un códice inserto en la Descripción de la
ciudad y provincia de Tlaxcala, de Muñoz Camargo: “El indio informa, Marina
traduce, Cortés dicta y el escribiente escribe”. De este modo, Malinche
dejó de ser una mujer más al servicio sexual de los españoles y se convirtió en
la inseparable compañera de Cortés, quien la llegó a llamar cariñosamente
"mi lengua".
Durante la guerra de conquista, debido a su
cercanía a Cortés y su papel protagónico, Malinche fue tratada con admiración y
respeto por los españoles, y con temor y odio entre los indígenas que la
asociaban con el conquistador. “La pareja formó un dueto que combinaba a
menudo la elocuencia y la sutileza, la piedad y la amenaza, el refinamiento y
la brutalidad”. En el "Lienzo de Tlaxcala" y en el "Códice
de entrada de los españoles en Tlaxcala" los representan juntos, Malinche
siempre vestida de huipil y con el pelo suelto. Según Bernal Díaz "era
de buen parecer y entremetida y desenvuelta... digamos cómo doña Marina, con
ser mujer de la tierra, qué esfuerzo tan varonil tenía... jamás vimos flaqueza
en ella, sino muy mayor esfuerzo que de mujer...”
La compenetración de Cortés y Malinche llegó a tal
grado a los ojos de los indígenas, el conquistador era llamado por el nombre de
ella. Bernal Díaz lo explicó así. “Antes que más pase adelante quiero decir
cómo en todos los pueblos por donde pasamos, o en otros donde tenían noticia de
nosotros, llamaban a Cortés Malinche; y así le nombraré de aquí adelante,
Malinche en todas las pláticas que tuviéramos con cualesquier indios, así desta
provincia como de la ciudad de México, y no le nombraré Cortés sino en parte
que convenga; y la causa de haberle puesto aqueste nombre es que, como doña
Marina, nuestra lengua, estaba siempre en su compañía, especialmente cuando
venían embajadores o pláticas de caciques, y ella lo declaraba en lengua
mexicana, por esta causa le llamaban a Cortés el capitán de Marina, y para ser
más breve, le llamaron Malinche”. Aun ya muerta, la Malinche siguió siendo
representando al lado de Cortés en un documento de 1537 llamado Castigo de
aperreamiento, en el que Cortés, después de consumada la conquista, convoca con
el falso pretexto de bautizar a siete principales de Coyoacán sólo para
liquidarlos, lanzándolos a los mastines.
La habilidad de Malinche para ayudar a Cortés a comunicarse
con los indígenas conformó toda la campaña de conquista, desde el esfuerzo
inicial por establecer relaciones amistosas con los representantes de Moctezuma
y la negociación adecuada para forjar alianzas con los caciques descontentos
con el dominio azteca, hasta la intimidación de Moctezuma y la rendición de
Cuauhtémoc. Malinche persuadía a los indígenas de aceptar la alianza y de
convertirse al catolicismo. Se dice que ella favorecía activamente las
negociaciones en lugar del derramamiento de sangre. Sin Malinche, la conquista
hubiera sido imposible o por lo menos, mucho más difícil, sangrienta,
destructiva y lenta. Normalmente Cortés en sus Cartas de Relación evita
mencionar a Malinche, probablemente como una forma de minimizar el destacado
papel que cumplió en la conquista y ensalzar el propio. Sin embargo, reconoció
su relevancia cuando escribió en una carta: "Después de Dios, le
debemos la conquista de la Nueva España a Doña Marina".
Además, Malinche hacía de faraute (mensajera
confiable para ambas partes en comunicación) y secretaria, que aconsejaba a
Cortés y espiaba a los indígenas; por ejemplo, se piensa que sugirió cortar las
manos de los espías indígenas para atemorizar a los pueblos mesoamericanos. En
Cholula, el propio Cortés relató que Malinche le avisó del complot que se
preparaba contra los españoles, que le reveló una anciana indígena que la
invitó a huir con los cholultecas; por eso se le consideró haber sido la
instigadora de la matanza de Cholula. De este hecho sangriento proviene la leyenda
negra de Malinche, como traidora a los pueblos mesoamericanos, a pesar de que
su intervención parece ser un invento de Cortés para justificar su
artera y terrible actuación, perpetrada en contra de miles de personas
inocentes. También se le involucró en el asesinato de Cuauhtémoc porque se
supone que informó a Cortés que intentaba sublevarse junto con otros caciques.
Malinche no sólo traducía las palabras, explicaba a
Cortés la manera de pensar, las costumbres sociales y militares, así como las
creencias de los pueblos indígenas, el fatalismo y las dudas de Moctezuma, y en
especial, la creencia en el regreso de Quetzalcóatl, que Moctezuma relató a
Cortés en su primer encuentro cara a cara y que éste transcribiría en su
segunda Carta de Relación:
“Muchos días ha que por nuestras escrituras tenemos
de nuestros antepasados noticia que yo ni todos los que en esta tierra
habitamos no somos naturales de ella sino extranjeros y venidos a ella de
partes muy extrañas y tenemos asimismo que a estas partes trajo nuestra
generación un señor cuyos vasallos todos eran, el cual se volvió a su
naturaleza y después tornó a venir dende en mucho tiempo y tanto, que ya
estaban casados los que habían quedado con las mujeres naturales de la tierra y
tenían mucha generación y hechos pueblos donde vivían y queriéndolos llevar
consigo, no quisieron ir ni menos recibirle por señor y así se volvió y siempre
hemos tenido que los que de él descendiesen habían de venir a sojuzgar esta
tierra y a nosotros como a sus vasallos y según de la parte que vos decís que
venís, que es a donde sale el sol y las cosas que decís de ese gran señor o rey
que acá os envió, creemos y tenemos por cierto, él sea nuestro señor natural...
Yo le respondí a todo lo que me dijo, satisfaciendo
a aquello que me pareció que convenía, en especial en hacerle creer que vuestra
majestad era a quien ellos esperaban”…
Obviamente, Malinche corrió los mismos riesgos que
los conquistadores españoles. Peleó a su lado durante la “Noche Triste”, en la
que los guerreros aztecas, encabezados por Cuitláhuac, expulsaron de su ciudad
a los conquistadores europeos. Después estuvo en el sitio de la capital azteca
y presente en la rendición de Cuauhtémoc, su último emperador.
Tras la caída de Tenochtitlan, Malinche tuvo un hijo
de Cortés, llamado Martín, como el padre del conquistador, lo que coincidió con
la llegada a Nueva España de la esposa de Cortés, Catalina Xuárez Marcayda,
quien moriría un mes después, en Coyoacan, tal vez asesinada por el mismo
conquistador.
En la desafortunada expedición de Cortés a las
Hibueras, Malinche lo acompañó como uno de los miembros más importantes de su
séquito, aunque en ese viaje Cortés se desembarazó de ella y la entregó en
matrimonio a uno de sus lugartenientes de nombre Juan Jaramillo, de quien se
sabe que ella tuvo otra hija, llamada María Jaramillo.
Relata Bernal Díaz que Malinche volvió a su pueblo
con Cortés y estando ahí “vino la madre, y su hija, y el hermano, y
conocieron que claramente era su hija porque se le parecía mucho. Tuvieron
miedo d'ella, que creyeron que los enviaba a llamar para matarlos, y lloraban,
y así que los vido llorar la doña Marina, los consoló y dijo que no hubiesen
miedo, que cuando la traspusieron con los de Xicalango que no supieron lo que
hacían y se lo perdonaba... y que Dios le había hecho mucha merced en quitarla
de adorar ídolos agora y ser cristiana, y tener un hijo de su amo y señor
Cortés, y ser casada con un caballero como era su marido, Juan Jaramillo”.
Pero Cortés no se desentendió de Malinche y le
concedió las tierras y los impuestos de dos ciudades indias en la región de
Jilotepec. Sin embargo, envió a Martín a España. Desde ahí, Cortés logró que el
Papa declarara legítimo al hijo de Malinche. Después, el conquistador tendría
otro hijo, también llamado Martín, de su matrimonio con Juana de Zúñiga.
A partir de su separación de Cortés, Malinche
desapareció de la historia y entró a la leyenda. Se desconoce la fecha y el
lugar de su muerte. Algunos estiman que murió entre 1526 y 1529. Si se considera
la Probanza de los buenos servicios y fidelidad con que sirvió en la
conquista de la Nueva España la famosa Doña Marina, fechada en 1542,
Malinche murió entre 1526 cuando regresó de las Hibueras y 1527 cuando Juan
Jaramillo, su último esposo, volvió a casarse. Otros señalan que hay constancia
de que Malinche murió en 1529, conforme a los documentos de las gestiones que
hizo su viudo, Juan Jaramillo, para volverse a casar. Fuera de esos datos todo
es especulación, como el relato de que fue apuñalada en su casa de la calle de
Moneda una madrugada del 29 de enero de 1529, para que no declarara en contra
de Cortes durante su juicio de residencia.
José Antonio Crespo (Contra la historia oficial)
relata que la Malinche contrajo la viruela y que al morir, en su lecho “fue
asistida espiritualmente por Fray Toribio de Benavente, Motolinía, encargó a
éste que después de haber celebrado la santa comunión, dijera a Cortés que yo
le agradezco lo que conmigo hizo... y que si en algo pudo agraviarme, le perdono
por lo mucho de lo que soy su deudora.”
Para muchos mexicanos la palabra Malinche es
sinónimo de "traidor", por su colaboración en la lucha de los
españoles contra su propia etnia azteca, pero ¿no su propia madre la había
traicionado primero al venderla a los mayas? Como esclava, Malinche no decidió
estar al lado de Cortés, ella fue repudiada por su gente y no tenía por qué
tener lealtad a las otras etnias mesoamericanas que guerreaban entre sí.
Además, como señala Nahum Megged: “a qué indios fue que traicionó: ¿a los
totonacas que fueron los primeros que se sumaron a Hernán Cortés, a los de
Huejotzingo y los de Tlaxcala que lucharon con él, a los xochimilcas que
estaban primero con Cuauhtémoc y al último momento se pasaron con Cortés?
Cuando los mexicanos hacen referencia a la traición de Malinche, primero
deberían pensar ¿Quién era el traidor aquí?”
Para Octavio Paz: "El símbolo de la entrega
es doña Malinche, la amante de Cortés. Es verdad que ella se da voluntariamente
al Conquistador, pero éste, apenas deja de serle útil, la olvida. Doña Marina
se ha convertido en una figura que representa a las indias, fascinadas,
violadas o seducidas por los españoles". Por eso de su nombre se
derivó la palabra "malinchista" para referirse a alguien que prefiere
las cosas extranjeras, entregado a lo que viene de fuera, sin capacidad para
valorar lo propio.
En El eterno femenino de Rosario Castellanos
(1998), Malinali es valiente y perspicaz, Cortés sólo se queja y culpa a todo
mundo.
Este Cortés que se contempla en el espejo, que
fácilmente se deja engañar por unas palabras bonitas, se parece más a la idea
tradicional de la mujer que al astuto conquistador genial pintado por López de
Gómara, su secretario, entre otros, por su parte Malinali no parece ser
traidora al pueblo indígena porque no existe tal unidad sino un país con muchas
tribus en conflicto (Messinger, 1994: 191).
Y en Águila o sol, la obra teatral de Sabina
Berman:
Notamos que a Cortés le hacen falta los servicios
de su esclava india para ser entendido por los nativos, como se supone que pasó
históricamente. Pero, el hecho de que, a la vez el lenguaje que Cortés utiliza
tampoco puede ser entendido por el público, profundiza la parodia, mientras que
Malinali parece ser una de las pocas que lo comprende todo y puede funcionar en
dos mundos —el de los indígenas y el de los españoles. No es la mujer enamorada
ni sumisa, ni es culpable de una traición, pues los jefes indígenas tampoco
parecen dignos de lealtad... Berman ataca la percepción mitificada del poder
patriarcal, mostrándolo en su faz absurda... Así Berman, como Castellanos, se
inserta dentro de la empresa cultural mexicana del revisionismo que cuestiona
la validez de los mitos sagrados. Ambas dramaturgas se aprovechan del tono
irónico, burlón, para tratar a los personajes identificados con el poder. Las
dos muestran que el poder patriarcal es un juego, no una realidad dada, y de
este modo, parecen desmitificar los mitos sagrados... La mujer no es una figura
sumisa, pasiva, un objeto manipulado por el hombre, sino un ser con una
voluntad independiente (Messinger, 1994: 193–194)
Yo, por mi parte, la veo con una luz totalmente
diferente: es ante todo el primer ejemplo, y por eso mismo, el símbolo, del
mestizaje de las culturas; por ello anuncia el Estado mexicano moderno y, más
allá de él, el estado actual de todos nosotros, puesto que, a falta de ser
siempre bilingües, somos inevitablemente bi o triculturales. La Malinche
glorifica la mezcla en detrimento de la pureza (azteca o española), y el papel
del intermediario. No se somete simplemente al otro (caso desgraciadamente
mucho más común: pensemos en todas las jóvenes indias, "regaladas" o
no, de las que se apoderan los españoles), sino que adopta su ideología y la
utiliza para entender mejor su propia cultura, como lo muestra la eficacia de
su comportamiento (aun si el "entender" sirve aquí para
"destruir") (Todorov, 1987: 109).
Su imagen forma parte del escudo de armas del
estado de Tabasco.
La Malinche o Malintzin es también el nombre de un
volcán ubicado en el estado de Tlaxcala.
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