24
de diciembre, 2012.
Querido
Santa Clos,
Disculpa
que te llame así, pero entre Papá Noël,
Niño Jesús y Santa Clos, creo que este último término es el más conocido. Eso
de niño suena algo raro y pervertido.
Hace
tantos años que no te escribía, más de 50 creo yo... Ahora ya estoy viejo y por
eso te escribo. Si haces cuentas, notarás que me debes los regalos de al menos cuarenta
navidades, así que ésta es tu gran oportunidad para ponerte a mano conmigo y
quedar bien. Y esta es la lista de regalos que te pido.
Quiero
pedirte que hagas que los políticos sean honestos, morales, inteligentes,
cultos y buenos seres humanos, es decir, sensibles, solidarios, compasivos,
valientes, tolerantes, responsables. Sé que esto no es posible porque para ser
político se necesita no tener escrúpulos, honestidad, inteligencia, cultura,
compasión, tolerancia, decencia y responsabilidad; lo que en suma, esa cumbia
resume diciendo: “no tiene cuerpo, ni tiene corazón”. En fin, no puedo pedir lo
que el creador no dio ni el diablo otorgó. No obstante, sólo te pido que ya no
haya y que sean las naciones y los pueblos los que hablen y decidan por ellos mismos.
Tampoco te pido que los mandes al infierno porque después de todo, el diablo no
merece esto.
Quiero
pedirte que ya no exista la discriminación, porque esa mata, asesina, destruye,
humilla; que ya no exista el racismo, la homofobia y la misoginia, predominando
la tolerancia, la inteligencia, la cultura, el valor, la sensatez y la humildad,
pero sé que eso debe ser muy difícil. Por eso te pido que, por una sola vez,
los intolerantes, los miedosos, los que discriminan sepan en ellos mismos lo
que se siente cuando se es discriminado y que ese sentimiento los haga vivir
ocultos por el miedo que resienten a mostrarse como son: timoratos amedrentados
ante la verdad.
Quiero
pedirte que ya no haya guerras. Sabemos que los poderosos y los militares
piensen lo contrario, como la especie de la extinción, si, la de la extinción
de la humanidad y del planeta. Para ellos, las guerras en las que están
empeñados son un gran negocio. Por eso te pido que al menos, en las próximas
guerras hagas que los ejércitos peleen mudos y desnudos, ya que así podrán
distinguirse unos de otros y todos se pondrían en paz.
Quiero
pedirte que le digas a Dios que sus ángeles no hacen bien su trabajo o bien ya cambiaron
de bando, pues siguen los secuestros, los homicidios, la tortura, las
violaciones, la contaminación, la deforestación. Tal vez no se ha dado cuenta y
tu intervención ayude, a ver si te hace caso.
Quiero
pedirte que se termine la corrupción y la incompetencia; que los funcionarios y
servidores públicos hagan bien su trabajo; que los empresarios dejen de
corromper, que sean honestos y se interesen en los demás. Sé que esto es como pedirle peras al olmo, pero soñando,
pienso que sería bonito.
Quiero
pedirte que los niños vuelvan a salir a los parques y a los juegos, que corran,
griten, juegan, con menos televisión e internet y con padres más amorosos. Eso
te conviene, creo yo.
Quiero
pedirte que los jóvenes vuelvan a soñar, que caminen y conozcan, que amen, que
aprendan a vivir, que la alegría y la esperanza estén con ellos.
Quiero
pedirte que, ahora que producimos tantos alimentos, todos tengan la oportunidad
de comer. Sí, sí alcanza. Sólo necesitamos que dejen de ser negocio.
Quiero
pedirte que el sexo, que es tan agradable, deje de mirarse con prejuicio, que
sea un acto de libertad, de respeto y de plena conciencia, sin abusos ni
temores, sin persecuciones, para que la especie sobreviva.
Quiero
pedirte que la gente vuelva a leer los libros, tantos, que casi no se usan. Así
sería más fácil poder charlar.
Ya
sé que esto es solo un sueño. Aun así, te propongo un trato: concédeme la mitad
de todo ello y la otra se la pido a los Reyes Magos. ¿Aceptas?
Me
despido para poder seguir soñando. Sólo te digo tres cosas más. Ya no hagas “jo,
jo, jo”, pues espantas a los niños. Recuerda que donde no hay chimenea se puede
usar la puerta; la obesidad no es símbolo de bienestar: es una enfermedad.
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