El
10 de diciembre se celebro el “Día de los derechos humanos” esa celebración no
considero que deba ser un festejo, sino más que todo un día de la memoria, un
día para recordar, no olvidar lo sucedido, no olvidar lo que falta, la discriminación,
la homofobia, el racismo, la misoginia son crímenes de odio, la negación de los
derechos del otro, la no aceptación de la otredad, forman parte de esa deuda
que se tiene para con los derechos humanos.
Hoy
les dejo un documental y un reportaje.
Alejandro
Rwanda - Un retrato de la paz: Jean Paul
Samputu
By
Monica Lafon
Saturday, June 21,
2008
Jean
Paul Samputu es uno de los dos únicos miembros de su familia que sobrevivieron
las atrocidades ocurridas en su tierra natal de Rwanda, África. Samputu perdió
a sus padres, tres hermanos y una hermana. En octubre de 1990 lo habían
encarcelado junto con otros Tutsis durante seis meses. Cuando volvió a su
pueblo, su padre le advirtió que se fuera de allí porque, siendo un músico
conocido, su vida estaría en peligro en el brote de violencia que era sólo una
cuestión de tiempo.
Le
tomó casi dos días, pero logró cruzar la frontera a Burundi. Le pagó a gente
durante el camino para que lo ayudara, viajando por la noche y escondiéndose en
el bosque de día. Para confrontar su miedo, empezó a beber alcohol, una
costumbre que le perseguiría durante muchos años.
Después
de mudarse a Uganda, escuchaba los mensajes de odio que se propagaban en la
radio. Quedó horrorizado por los reportajes en abril de 1994 informando que 1
millón de personas fueron asesinadas en un período de 90 días. Cuando volvió a
su casa en julio, un mes después de acabado el genocidio, descubrió que sólo
una hermana había sobrevivido.
Era
difícil obtener alguna información sobre quién fue responsable y cómo se
pudieron cometer semejantes atrocidades. Samputu se enteró que su madre no
estaba en casa cuando mataron a su padre, pero cuando ella se enteró, fue
corriendo a casa gritando, “¡Mátenme!, ¡Mátenme!”… y lo hicieron.
Las
noticias sobre la muerte de su hermana fueron las más inquietantes; como le
contaron a Sumputu, le habían matado durante un período de tres días.
“Imagínense alguien que te mata lentamente,” dice él. “Empiezan cortando tu
brazo, luego tu nariz... Así mataron a mi hermana. ¿Cómo es posible que un ser
humano pueda hacer semejantes cosas?” Sus preguntas incluían “¿Cómo es posible
que gente con quien uno ha crecido, tus propios vecinos, puedan matar a tu
familia?” Y, “¿por qué?”
Pasó
un año, y en 1995 Samputu se casó con Henriette, y empezaron una vida juntos,
pero su ira continuaba destruyéndole. No podía encontrar respuestas que le
ayudaran a superar el pasado, y se encontró en un estado de autodestrucción –
tomando drogas, alcohol y hasta intentando suicidarse.
El
camino de la sanación
Eventualmente
le preguntó a alguien, “¿Dónde puedo ir para recibir la palabra de Dios cada
día, cada noche, y no regresar a casa y olvidármela? Le dijeron que fuera a la
Montaña de Oración en Uganda. Allí se sentó ante la presencia de Dios durante
doce horas cada día y hasta aprendió a ayunar. Se volvió consiente del poder de
Dios y se dio cuenta de que “Yo puedo cambiar las cosas. Puedo vivir sin ira.
Puedo olvidarme de que sufrí. Puedo perdonar a quienes mataron a mis padres…
¡Puedo enseñarles a otros sobre la paz!
Después
de tres meses reconoció que se había sido liberado. “Me curé completamente el
mismo día que Dios me ayudó a perdonar,” él recuerda. Dios le dijo, “Ahora
estás curado, ahora estás libre. Anda y enseña a los niños. La gente de Rwanda
necesita curarse.”
Para
perdonar a la gente que mató a su familia y para extender su mensaje, fundó los
Niños Mizero de Rwanda, un grupo de 100 jóvenes huérfanos diseminando esperanza
mediante la música y danza tradicional de Rwanda.
Samputu
dice que muchas personas se engañan a sí mismas cuando dicen que se perdonan
unas a otras. Él explica que “El perdón no es algo que pasa entre tú y otra persona.
Es algo entre tú y Dios.
Para
ilustrar su afirmación, él abre la Biblia, y de páginas marcadas y subrayadas,
lee Mateo 5:44: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que
os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan
y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos,
que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e
injustos.” A continuación lee Mateo 6:14: “Porque si perdonáis a los hombres
sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no
perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.
Encontrándose
con los asesinos
Eso
fue lo que le empujó a ir a los tribunales de Gacaca en Rwanda en agosto de
2007. Cuando llegó allí, todavía no se había encontrado con sus “enemigos,” y aun
así, en su corazón, estaba preparado para perdonarles.
Se
dirigió al tribunal afirmando que Dios le había hablado y le había dicho que
perdonara, pero él no sabía si la gente que había matado a su familia estaba
allí. Se encontró con dos de ellos, Eugene Nyirimana y Vincent Ntakirutimana,
que habían crecido juntos con él como amigos y vecinos. Ellos salieron a comer
juntos y hablar.
Nyirimana
le contó dónde habían enterrado a su padre, dónde le habían matado junto con
los otros, y hasta quien tomó su ropa y se la puso. También dijo que cuando su
padre le preguntó al que le iba a matar: “Mira, yo tengo 86 años, ¿por qué me
quieres matar?” la respuesta fue: “Porque eres un Tutsi.
Ntakirutimana
dudaba al principio si verdaderamente había sido perdonado. Eventualmente, eso
condujo a la reconciliación con su esposa. Después de oír que Samputu le había
perdonado, ella también decidió perdonarle. Ella se había separado de él
después de saber que él había participado en secreto de los asesinatos durante
el genocidio. El perdón permitió que su familia se vuelva a unir, lo cual ha
ayudado a que él también se pueda curar.
Samputu
dice que él también perdona a la gente belga, los colonizadores que causaron
las divisiones entre los Hutus, los Tutsis, y hasta los Twa. Él acepta las
disculpas que Bélgica ha dado a la gente de Rwanda. Él concluye diciendo, “El
perdón es el arma más poderosa e impopular contra el terrorismo y las
atrocidades.
Mirando
hacia arriba desde donde está sentado en la sala de su casa en Montreal,
Canadá, señala hacia la parte más alta de la pared, donde está colgado su
premio más reciente: “Embajador para la Paz,” un reconocimiento de la UPF,
recibido en 2007. Cuando le preguntamos por qué lo ha colocado tan alto,
responde que es una ofrenda a Dios, para recordarle que cualquier cosa que él
logre conseguir sólo fue posible porque Dios le ha guiado. “Uno hace ciertas
cosas porque es lo que es correcto hacer,” él dice. “Uno no puede recibir
premios por eso.
Para
recibir más información vea las páginas web: www.samputu.com y
www.mizerochildren.org. Monica Lafon es una estudiante de periodismo y ciencia
política en la Universidad Concordia en Montreal, Canadá, y miembro de In Their
Shoes (“En Sus Zapatos”), una organización sin fines de lucro con base en
Montreal,
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