“El ser humano
es el abismo donde los contrarios se funden”
Ceorge Bataille.
En
estas fechas (fin de año, navidad y el fin del mundo), se esperan siempre
comentarios y lecturas reconfortantes (así me decían cuando era niño), más también
es tiempo de mirar a un pasado no tan lejano, es también el momento de reflexionar
y de pensar que la redención del espíritu humano no es acto de gracia ni un
acto fortuito, es y debe ser un compromiso con la paz, con la no violencia, con
la educación, con la tolerancia, con el respeto, es la aceptación de la otredad,
por eso escribo esto y lo hago con todo el respeto al pueblo belga, por lo
general, los pueblos son los objetos de las falacias y la barbarie de sus
estados y gobiernos.
La
historia es per se la madre de las paradojas, aquí, en México a miles de kilómetros
de lo que era el Congo Belga, se instala un imperio con monarcas europeos,
Maximiliano de la casa de los Habsburgo y su esposa, Carlota Amalia de Bélgica,
hija del rey Leopoldo II de Bélgica (primero de la Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha).
Así
como vasos comunicantes una parte de la inmensa fortuna de Rey de Bélgica vino
a parar a México, más esta paradoja conlleva una historia que se teje con hilos
teñidos de sangre y dolor, la de los habitantes del Congo y la de los
habitantes de México.
Ya
he escrito sobre Carlota -quien por cierto era la segunda mujer más rica del
mundo, después de la Reina Victoria de Inglaterra-, hoy deseo escribir sobre el
dolor de los pueblos, esos formados por mujeres, niños, hombres, ancianos, del
Congo Belga, esos que cimentaron el derecho del Congo a ser libre y que el
mismo dinero que salió de África, regresara desde su casa en Bruselas para que
a mediados de los años 60´s pagara a los asesinos de Lumumba y comprara las
armas que dejaron nuevos muertos, como si los 20 millones de la era de Leopoldo
no fuesen suficientes.
Cuando
en 1876, Leopoldo II de Bélgica creó la Asociación Internacional Africana y
financió luego la expedición de Stanley al río Congo (1879-1884), se estaban
poniendo las bases para una de las mayores tragedias de la humanidad. Al
principio, tanto Europa como los Estados Unidos apoyaron lo que creyeron que
era una misión humanitaria y civilizadora. Pero en realidad se estaba
permitiendo que uno de los peores monstruos de la historia diese rienda suelta
a sus ansias de riqueza sin que nadie supiera lo que estaba de verdad
ocurriendo en “el corazón de las tinieblas”: el exterminio cruel de los
habitantes de la región. Sólo cuando comenzaron a surgir textos de denuncia, la
opinión pública empezó a ser consciente de la realidad.
Se calcula que durante los años de dominio de
Leopoldo sobre el Congo fueron exterminados unos diez millones de nativos, la
mayoría de ellos esclavizados, mutilados, asesinados o amenazados con la muerte
para que trabajaran en la obtención de caucho.
En 1895, el
misionero Henry Grattan Guinness fue avisado de los abusos sufridos por la
población del Estado Libre del Congo e instaló allí una misión. Obtuvo promesas
de mejora de Leopoldo, pero nada cambió. El periodista británico Edmund Dene
Morel, ex agente de una compañía de navegación encargada del transporte del
caucho hacia Europa, y conocedor de las estructuras comerciales establecidas en
África del oeste, fue también uno de los primeros en avisar a la opinión
internacional sobre los crímenes cometidos, recogiendo por primera vez pruebas
testimoniales y documentales. Pero no fue hasta 1903, dos años después del
fallecimiento de la reina Victoria, prima de Leopoldo, que la Cámara de los
Comunesadoptó una resolución crítica sobre la gestión del Congo y encargó al
diplomático Roger Casement que investigara los hechos. Su informe, conocido
como el Informe Casement, se hizo público al año siguiente y tuvo un impacto
considerable en la opinión pública. El gobierno británico envió copias a los 14
países firmantes de la Conferencia de Berlín de 1884/1885, pidiendo que se
revisara la concesión privada del Congo al rey de Bélgica.
El diputado
socialista belga Émile Vandervelde y parte de la oposición parlamentaria
consiguieron, en contra de la opinión del rey, que se creara una comisión
independiente de investigación, cuyo informe confirmó las observaciones de
Casement y Morel. Por su parte el Rey envió su propia comisión de investigación,
constituida de funcionarios públicos belgas, que negó toda clase de abusos y
apoyó su labor "civilizadora."
Las consecuencias inmediatas de esos informes se
limitaron al arresto de algunos soldados del Estado Libre acusados
del asesinato de centenares de congoleños en 1903. El rey Leopoldo, pese al
escándalo, mantuvo su control sobre el Congo hasta 1908, fecha en la que el
Parlamento belga, bajo la presión internacional, decidió anexionarlo y asumir
su administración. Leopoldo II aceptó firmar el Tratado de cesión del Estado Independiente
del Congo el 28 de noviembre de 1907.
Esta cesión fue
incluida en 1908 en el acta conocido como «Donación real», por la que Bélgica
"heredaba" el Congo, así como de la gestión de las inmensas
propiedades personales del Rey en Bélgica, preservando su disfrute por sus
sucesores en el trono y prohibiendo su venta o alteración. Leopoldo justificó
el tratado afirmando que como sólo tenía hijas, todas casadas con príncipes
extranjeros, no quería que su herencia fuera desmembrada después de su muerte.
Leopoldo II utilizó la fortuna amasada con la
explotación del Congo para financiar un programa de obras públicas, ejemplos
del cual son el Palacio de Justicia de Bruselas, la Avenida de Tervueren,
también en Bruselas, y el complejo palaciego de Laeken, actual residencia de la
familia real belga. Para celebrar el 50 aniversario de la independencia de
Bélgica, mandó construir el Parque del Cincuentenario, dominado por el Arco
del Cincuentenario. Embelleció también la ciudad de Ostende, donde creó el
hipódromo y el parque María Enriqueta.
Constituyó un
patrimonio personal en las Ardenas, que cuenta con 6.700 ha de bosques y fincas
agrícolas, un campo de golf, y los castillos de Ciergnon, Fenffe, Villers-sur-Lesse
y Ferage.
En el aspecto
militar, mandó fortificar las ciudades de Amberes, Namur y Lieja, e instituyó
el servicio militar obligatorio para un hijo por familia.
Se
puede consultar:
“El corazón de las tinieblas” de Joseph
Conrad, Primera edición: Universidad Veracruzana, 1996
“La tragedia del
Congo”
de G. W. Williams, Roger Casement, Arthur Conan Doyle, Mark Twain, Ediciones
del Viento, 2010
Le roi blanc, le caoutchouc rouge, la mort noire (El rey blanco, el caucho rojo, la muerte
negra), documental de
Peter Bate, Reino Unido, 2003
"King
Leopold's Soliloquy: A Defense of His Congo Rule", Mark Twain.
El trabajo fotográfico
de Alice Harris.
ooOOoo
Boston
Daily Globe, 6 de noviembre de 1905, p. 9
REPORTAJE
ESPECIAL
EN
EL ESTADO DE ÁNIMO GENIAL.
Mark
Twain Charlas a los periodistas.
Tiene
mucho de interés para decir sobre diversos temas.
Humorista
Lee algunas de sus últimas Aforismos.
"Un
hombre que es un pesimista antes de cumplir los 48 es un tonto - él sabe
demasiado Un hombre que no es un pesimista después de que la 49 es un tonto -.
Él no sabe lo suficiente.
Esta fue una
de las reflexiones de Mark Twain ayer por la tarde durante la conversación con
un grupo de hombres de prensa en la residencia del Pearmain GB, 388 st Beacon.
El famoso
humorista estaba hablando de la vejez y que se aproxima su cumpleaños 71, que
viene el día 30 de este mes, cuando hizo el comentario anterior.
El coronel
Thomas Wentworth Higginson estuvo presente durante la entrevista combinación,
que duró más de dos horas, un tiempo durante el cual se discutieron una amplia
gama de temas y comentarios sobre mi señor Clemens. Se encontraba en un marco
genial de la mente y con poco esfuerzo de parte de los periodistas que hablaron
sobre la vejez y sus manifestaciones, en las leyes de derechos de autor, por el
rey Leopoldo y los horrores Estado Libre del Congo, en Rusia y en el actual
levantamiento y en injerto Latina y injertadores. También leyó algunos de sus
últimos aforismos y un par de cartas de personas que tenían puntos de vista
claramente opuestos a sí mismo y sus escritos.
Cada tema se
refirió a Mark Twain estaba iluminada por alguna anécdota o experiencia o por
alguna observación cáustica que suele golpear "el dedo en la llaga".
(…)
Sobre el Congo
y los Horrores del Estado señalo que:
Los horrores
del Estado Libre del Congo, según lo dicho por los misioneros, han derribado
sobre la cabeza del rey Leopoldo de Bélgica todas las copas de la ira de Mark
Twain y el sarcasmo. Él no tiene ningún uso para el rey Leopoldo, y que acaba
de publicar un poco de trabajo titulado "Soliloquio del rey
Leopoldo," lo que demuestra el monarca de Bélgica, que también monarca del
Estado Libre del Congo, en cualquier cosa menos una luz agradable.
Él cree que el
informe que acaba de ser hecha por el comité que el rey nombró para investigar
la situación en el Congo es una farsa y una mentira. Los misioneros y las
fotografías que los misioneros han tenido desmienten informe de la comisión del
rey Leopoldo, dijo.
"Leopoldo
es demasiado conocido como una persona doméstica, como una persona de la
familia", dijo Mark Twain, en broma, "como un rey y un pirata, a
creer lo que dice. Él se sienta como en casa y bebe sangre. Su testimonio no es
bueno. Los misioneros están para ser creídos He visto fotografías de los
nativos con las manos cortadas porque no llevan la cantidad de goma correspondiente
Si Leopoldo hubiese tan sólo matado abiertamente no sería tan malo,…sino que
corta las manos, dejándolos indefensos para morir en la miseria - esto no es
perdonable.
"Estamos
interesados en todo esto porque fuimos el primer país en reconocer al villano
Estado Libre del Congo de Leopoldo en 1885."
Sr. Clemens
comentado en algunas de las brutalidades cometidas por otras naciones en los
nativos de África y citó la guerra Matabele, en la que el Inglés masacro a
tantos miles de los matabeles.
El Sr. Clemens
al parecer nunca había mucho uso de Cecil Rhodes o los métodos que se utilizan
en la introducción de la civilización a Sudáfrica. En 50 años que cree que las
minas en el Rand se elaborarán y el país volverá una vez más a los Boers.
Nsala of Wala frente al horror (República
Democrática del Congo, 1904) Esta fotografía tomada por Alice Harris muestra a
Nsala Wala, un miembro de la tribu Nsongo, frente al pie y la mano mutilados de
su hija.
El
pie de foto original, que aparecía en un libro de Mark Twain, "King
Leopold's Soliloquy: A Defense of His Congo Rule", decía: "Con la
mano y el pie de su pequeña hija de cinco años, todo lo que quedó de una fiesta
caníbal de los centinelas del caucho. Los centinelas mataron a su mujer, a su
hija y a su hijo, cortando los cuerpos y cocinándolos para comerlos."
Si
bien es posible que el canibalismo fuera una exageración, lo que sí que es
seguro es que esta foto fue tomada durante las represalias que llevó a cabo la
milicia de ABIR (Anglo-Belgian India Rubber Company) ante las rebeliones de
distintas tribus (en este caso los Nsongo) por la esclavización para la
recolecta de caucho en tiempos del Congo Libre.
ooOOoo
CARTA ABIERTA A SU SERENA MAJESTAD LEOPOLDO II,
REY DE LOS BELGAS Y SOBERANO DEL ESTADO INDEPENDIENTE DEL CONGO, ENVIADA POR EL
CORONEL GEO. W. WILLIAMS, DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA EN 1890.
Apreciado
y buen amigo:
Tengo el honor
de someter a la consideración de Vuestra Majestad algunas reflexiones
relacionadas con el Estado Independiente del Congo, basadas en el estudio y la
investigación detallados del país y del carácter del Gobierno personal que
habéis establecido en el continente africano.
Para mí ha
sido un placer aprovechar la oportunidad que se me concedió el año pasado de
visitar vuestro Estado en África; y ahora tengo el desgarrador deber de hacer
saber a Vuestra Majestad, de forma clara aunque respetuosa, lo desilusionado,
decepcionado y desalentado que me he sentido. Todas las acusaciones que estoy a
punto de presentar contra el Gobierno personal de Vuestra Majestad en el Congo
han sido cuidadosamente investigadas; se ha elaborado una lista exacta de
testigos capacitados y veraces, documentos, cartas, informes oficiales y
fechas, que será depositada al cuidado del Ministro de Asuntos Exteriores de Su
Británica Majestad, hasta que se pueda crear una Comisión Internacional con
poder suficiente para convocar personas y documentos, para tomar juramentos, y
para dar fe de la verdad o falsedad de dichas acusaciones.
Hubo ocasiones
en las que D. HENRY M. STANLEY envió a un hombre blanco, acompañado de cuatro o
cinco soldados zanzibaritas, a negociar tratados con los jefes nativos. El
argumento principal era que el corazón del hombre blanco se había cansado de
las guerras y de los rumores de guerra entre los distintos jefes, entre las
distintas aldeas; que el hombre blanco estaba en paz con su hermano negro y
deseaba “confederar todas las tribus africanas” para su defensa general y el
bienestar público. Todos los juegos de manos habían sido cuidadosamente
ensayados, y Stanley estaba preparado para lo que tenía que hacer. En Londres
había comprado cierto número de baterías eléctricas que, al fijarlas en el
brazo por debajo de la casaca, se comunicaban con una cinta que pasaba por la
palma de la mano del hermano blanco, y cuando éste daba al hermano negro un
cordial apretón de manos, el hermano negro se quedaba muy sorprendido ante la
gran fuerza del hermano blanco, porque lo dejaba tambaleándose con sólo darle
la mano de la fraternidad. Cuando el nativo preguntaba acerca de la disparidad
de fuerza entre su hermano blanco y él, se le decía que el hombre blanco era
capaz de arrancar árboles y realizar las más asombrosas demostraciones de
fuerza. Después venía el número de la lupa. El hermano blanco sacaba un cigarro
del bolsillo, de un mordisco le arrancaba la cabeza con aire despreocupado,
interponía la lupa entre el puro y el sol, y se lo fumaba complacido, para gran
sorpresa y terror de su hermano negro. El hombre blanco explicaba entonces su
íntima relación con el sol y afirmaba que, si le resultara necesario pedirle
que quemara la aldea de su hermano negro, éste la quemaría. El tercer número
era el truco de la bala. El hombre blanco cogía un arma de percusión, rasgaba
el extremo del papel que unía la pólvora a la bala, y metía la pólvora y el
papel en el arma, mientras deslizaba la bala en su manga izquierda. Sobre la
boca del arma ponía un fulminante, y le pedía al hermano negro que se alejara
unos diez metros y disparara contra su hermano blanco para demostrar que éste
era un espíritu y, por lo tanto, resultaba imposible matarlo. Después de mucho
rogárselo, el hermano negro apuntaba al hermano blanco con el arma, apretaba el
gatillo, el arma se disparaba, el hombre blanco se encorvaba
¡y se sacaba la
bala del zapato!
Con métodos
como estos, demasiado estúpidos y repugnantes como para hablar de ellos, y unas
cuantas cajas de ginebra, vuestra Majestad se ha convertido en el dueño de
aldeas enteras. Cuando llegué al Congo, lo primero que hice fue buscar los
resultados de tan brillante programa: “amparo y acogida”, “iniciativa
benéfica”, “esfuerzo práctico y sincero” para incrementar los conocimientos de
los nativos “y asegurar su bienestar”. Jamás había imaginado que los europeos
fuesen capaces de establecer un gobierno en un país tropical sin construir un
hospital; sin embargo, desde la desembocadura del Congo hasta su cabecera,
aquí, en la séptima catarata, a una distancia de 1.448 millas, no hay ni un
solo hospital para europeos, y únicamente tres cobertizos para los africanos
enfermos al servicio del Estado, que no son aptos ni para albergar a un
caballo. Los marinos que enferman suelen morir a bordo de sus buques en Banana;
y de no ser por la humanidad de la Dutch Trading Company en dicho lugar -que a
menudo abre su hospital privado a los enfermos de otros países- muchos más
morirían. El gobierno de Vuestra Majestad no tiene a su servicio ni un solo capellán
para consolar a los enfermos o enterrar a los muertos. Vuestros hombres blancos
enferman y mueren en sus alojamientos o en la ruta de las caravanas, y pocas
veces reciben un entierro cristiano. Con pocas excepciones, los cirujanos del
Gobierno de Vuestra Majestad han sido hombres de gran habilidad profesional,
entregados a su deber, pero que se encontraban casi sin material médico y sin
espacios en los que tratar a sus pacientes. Los soldados y trabajadores
africanos del Gobierno de Vuestra majestad aún viven peor que los blancos,
porque sus alojamientos son más pobres, casi tan malos como los de los nativos;
y en los cobertizos que reciben el nombre de hospitales languidecen sobre un
lecho de cañas de bambú sin mantas, almohadas o alimentos que no sean los
mismos que se les sirven cuando están bien: arroz y pescado.
Estaba
deseando ver hasta qué punto los nativos habían “adoptado el amparo y la
acogida de la iniciativa benéfica” (?) de Vuestra Majestad, y me llevé una
amarga desilusión. Los nativos del Congo, en lugar de “adoptar el amparo y la
acogida” del Gobierno de Vuestra Majestad, se quejan de que les han arrebatado
sus tierras por la fuerza, de que el Gobierno es cruel y arbitrario, y afirman
que ni aman ni respetan al Gobierno y a su bandera. El Gobierno de Vuestra
Majestad les ha embargado la tierra, quemado los poblados, robado sus
propiedades, esclavizado a sus mujeres y niños, y cometido otros crímenes,
demasiado numerosos para mencionarlos en detalle. Es natural que en todas
partes retrocedan horrorizados ante el “amparo y la acogida” que el Gobierno de
Vuestra Majestad les brinda con tanta avidez.
Sé, con total
seguridad, que no “se ha realizado ningún esfuerzo práctico y sincero para
incrementar sus conocimientos y asegurar su bienestar”. El Gobierno de Vuestra
Majestad jamás se ha gastado ni un solo franco con fines educativos, ni
instituido sistema práctico de industrialización alguno. En realidad, se han
adoptado las medidas menos prácticas contra los nativos, en casi todos los
aspectos; y en Boma, la capital del Gobierno de Vuestra Majestad, no hay ni un
solo nativo empleado. El sistema laboral es todo lo contrario a práctico; los
soldados y trabajadores del Gobierno de Vuestra Majestad llegan, en gran
cantidad, importados de Zanzíbar, a un coste de 10 libras por cabeza, y de
Sierra Leona, Liberia, Accra y Lagos por entre 1 y 10 libras. A estos reclutas
se los transporta en circunstancias aún más crueles que las empleadas en Europa
para transportar el ganado. Comen arroz dos veces al día, usando sólo la mano;
suelen pasar mucha sed en la estación seca; se ven expuestos al calor y a la
lluvia, y duermen sobre las cubiertas sucias y mojadas de los navíos, tan
apiñados, que yacen entre excrementos humanos.
Cuando los que
sobreviven llegan al Congo, se les pone a trabajar como obreros por un chelín
al día; como soldados se les prometen dieciséis chelines al mes en dinero
inglés, pero se les suele pagar en pañuelos baratos o nociva ginebra. El trato
cruel e injusto al que se ven sometidas estas gentes les mina la moral a
muchos, y los lleva a despreciar y desconfiar del Gobierno de Vuestra Majestad.
Son enemigos, no patriotas.
Al servicio
del Gobierno de Vuestra Majestad en el Congo hay entre sesenta y setenta
oficiales del ejército belga, de los que sólo unos treinta están en sus
puestos; la otra mitad se halla en Bélgica de permiso. Estos oficiales perciben
una paga doble: como soldados y como civiles. No es mi deber criticar el uso
ilegal y anticonstitucional de dichos oficiales cuando entran al servicio de
este Estado africano. Semejante crítica llegará, con más elegancia, de algún
estadista belga que recuerde que no subsiste relación constitucional u orgánica
entre este Gobierno y la monarquía absoluta y completamente personal que
Vuestra Majestad ha establecido en África. Pero me tomo la libertad de decir
que muchos de esos repesentantes son demasiado jóvenes e inexperimentados como
para que se les confíe la complicada tarea de tratar con las razas nativas. No
conocen el carácter nativo y carecen de sensatez, sentido de la justicia,
entereza y paciencia. Ellos han alejado a los nativos del Gobierno de Vuestra
Majestad, han sembrado la semilla de la discordia entre tribus y aldeas, y
algunos han manchado el uniforme del oficial belga con el asesinato, el
incendio intencionado y el robo. Otros representantes han servido fielmente al
Estado y merecen un buen trato por parte de su Real Señor.
De estas
observaciones generales deseo pasar, ahora, a las acusaciones concretas contra
el Gobierno de Vuestra Majestad.
PRIMERA.-
El Gobierno de Vuestra Majestad carece de moral militar y solidez financiera,
necesarias para gobernar un territorio de 1.508.000 millas cuadradas (3.905.720
Km²), 7.251 millas de navegación (11.674 Km), y 31.694 millas cuadradas (82.087
Km²) de superficie lacustre. En el Bajo Congo sólo hay un puesto, en la región
de las cataratas. Desde Leopoldville a Ngombe, una distancia de más de 300
millas, no hay ni un solo soldado o civil. Ni uno de cada veinte representantes
del Estado conoce la lengua de los nativos, a pesar de estar continuamente
dictando leyes difíciles incluso para los europeos, y de esperar que los
nativos las comprendan y las respeten. Los nativos ponen en práctica las
crueldades más asombrosas, como enterrar esclavos vivos en la tumba de un jefe
muerto, o cortar las cabezas de los guerreros capturados en los combates que
tienen lugar entre ellos, pero el Gobierno de Vuestra Majestad no realiza
esfuerzo alguno por impedirlas. Al año, se venden entre 800 y 1.000 soldados
para que los nativos del Estado del Congo se los coman; y dentro de los límites
territoriales del Gobierno de Vuestra Majestad se realizan incursiones en busca
de esclavos, de las que se encargan las gentes más crueles y de instintos más
asesinos, ante las que el Gobierno resulta impotente. En el Congo sólo hay
2.300 soldados.
SEGUNDA.-
El Gobierno de Vuestra Majestad ha fundado casi cincuenta puestos, que cuentan
con entre dos y ocho soldados-esclavos mercenarios de la Costa Este. En esos
puestos no hay un oficial blanco al mando; ellos se encargan de los soldados
negros de Zanzíbar, y el Estado espera de ellos no sólo que se mantengan por sí
mismos, sino que realicen incursiones suficientes como para alimentar las
guarniciones en las que se acantonan los hombres blancos. Estos puestos piratas
y desaprensivos obligan a los nativos, a punta de pistola, a proporcionarles
pescado, cabras, aves de corral y hortalizas; y cuando los nativos se niegan a
alimentar a estos vampiros, informan a la estación principal y aparecen los
oficiales blancos, acompañados por una fuerza expedicionaria que prende fuego a
las casas de los nativos. Estos soldados negros, muchos de ellos esclavos,
ejercen el poder de la vida y de la muerte. Son ignorantes y crueles, porque no
comprenden a los nativos; el Estado se los impone. No informan del número de
robos que cometen, ni del número de vidas a las que ponen fin; sólo se les pide
que subsistan aprovechándose de los nativos y, así, liberen al Gobierno de
Vuestra Majestad del coste que supondría alimentarlos. Son la mayor lacra que
sufre el país en estos momentos.
TERCERA.-
El Gobierno de Vuestra Majestad es culpable de violar los contratos firmados
con sus soldados, mecánicos y trabajadores, muchos de los cuales son súbditos
de otros Gobiernos. Sus cartas nunca llegan a destino.
CUARTA.-
Los Tribunales del Gobierno de Vuestra Majestad son fracasados, injustos,
parciales y delincuentes. He presenciado y examinado en persona su torpe
funcionamiento. Las leyes publicadas y puestas en funcionamiento en Europa
“para la protección de los negros” en el Congo, son letra muerta y un fraude.
He oído a un oficial del Ejército belga defender la causa de un hombre blanco
de baja graduación que era culpable de golpear y apuñalar a un negro, para lo
que presentó la distinción de razas y los prejuicios como motivos suficientes
por los que su cliente debía ser absuelto. Sé que algunos prisioneros llevan
dieciséis meses bajo custodia porque no han sido juzgados. Vi cómo sorprendían
al sirviente blanco del gobernador general CAMILLE JANSSEN robando una botella
de vino en la mesa de un hotel. Unas horas después, el procurador general
registró su habitación y encontró muchas más botellas de vino robadas y otras
cosas que no eran propiedad de los criados. En el Estado del Congo no se puede
procesar a nadie sin una orden del gobernador general, y como éste se negó a
que permitir que arrestaran a su sirviente, no se pudo hacer nada. Los criados
negros del hotel en el que se robó el vino habían sido acusados de los robos y
apaleados a menudo, y ahora se alegraban de que se supiera la verdad. Pero,
para sorpresa de todo hombre honrado, el ladrón se hallaba bajo la protección
del gobernador general del Gobierno de Vuestra Majestad.
QUINTA.-
El Gobierno de Vuestra Majestad es excesivamente cruel con sus prisioneros, y
los condena, por las infracciones más leves, a la cadena de presos, algo que no
ocurre con ningún otro Gobierno del mundo civilizado o sin civilizar. Estas
cadenas para bueyes se clavan en los cuellos de los prisioneros y les producen
úlceras, alrededor de las cuales se posan las moscas, agravando la llaga
supurante; de manera que el prisionero siempre está molesto. A estas pobres
criaturas se las suele azotar con un pedazo seco de piel de hipopótamo que se
llama chicote, y la sangre suele fluir con cada golpe, cuando se sabe emplear.
Las crueldades infligidas a soldados y trabajadores no pueden ni compararse con
los sufrimientos de los pobres nativos a los que, bajo el más mínimo pretexto,
arrojan a las miserables prisiones del Alto Congo. No puedo detenerme a hablar
de las dimensiones de dichas cárceles en esta carta, pero lo haré en el informe
que presentaré ante mi Gobierno.
SEXTA.-
Se importan mujeres al Gobierno de Vuestra Majestad con fines inmorales. Se
introducen de dos maneras: se envían hombres negros a la costa portuguesa,
donde contratan a las mujeres como amantes de los hombres blancos, quienes
abonan al proxeneta una suma mensual. El otro método consiste en capturar
mujeres nativas y condenarlas a siete años de servicio por algún delito
imaginario cometido contra el Estado, del que se acusa a las aldeas de las
mujeres. Después el estado alquila esas mujeres al mayor postor, siendo los
primeros en elegir los oficiales, y luego el resto de los hombres. Cuando nacen
niños de estas relaciones, el Estado mantiene que como la mujer es de su
propiedad, el niño también lo es. No hace mucho, un comerciante belga tuvo un
hijo con una esclava del Estado, e intentó quedarse con él para educarlo, pero
el jefe de la estación en la que residía se negó a dejarse convencer por sus
súplicas. Al final, apeló al gobernador general, y éste le dio a la mujer; así
el comerciante pudo quedarse también con el niño. Sin embargo, éste fue un caso
extraordinario de generosidad y clemencia, y sólo hay un puesto -que yo
conozca- donde no se encuentran hijos de los funcionarios civiles y militares
del Gobierno de Vuestra Majestad abandonados a la degradación; los hombres
blancos ponen a los de su misma sangre bajo el látigo del más cruel de los
amos, el Estado del Congo.
SÉPTIMA.-
El Gobierno de Vuestra Majestad se dedica al intercambio y al comercio,
compitiendo con las compañías comerciales organizadas de Bélgica, Inglaterra,
Francia, Portugal y Holanda. Impone cargas fiscales a todas las compañías,
mientras exime a sus propios productos de pagar derechos de exportación, y
convierte a muchos de sus funcionarios en comerciantes de marfil, con la
promesa de una generosa comisión sobre todo lo que consigan comprar o reunir para
el Estado. Los soldados estatales patrullan muchas aldeas prohibiendo a los
nativos comerciar con nadie que no sea un representante del Estado; y cuando
los nativos se niegan a aceptar el precio impuesto por el Estado, el mismo
Gobierno que les había prometido “protección” se apodera de sus bienes. En las
ocasiones en las que los nativos han insistido en comerciar con las compañías
comerciales, el Estado ha castigado su independencia quemando las aldeas
próximas a los establecimientos comerciales y expulsado de ellas a los nativos.
OCTAVA.-
El Gobierno de Vuestra Majestad ha violado el Acta General de la Conferencia de
Berlín al disparar sobre las canoas de los nativos; al confiscar las
propiedades de los nativos; al intimidar a los comerciantes nativos e
impedirles comerciar con las compañías blancas; al acantonar tropas en las
aldeas nativas cuando no hay guerra; al provocar que los buques que van de
Stanley Pool a las cataratas Stanley, interrumpan su viaje y abandonen el río
Congo, asciendan por el río Aruhwimi hasta Basoko, y sean visitados para
pedirles los papeles; al prohibir que el vapor de una misión despliegue su
bandera nacional sin el permiso de un Gobierno local; al permitir que los
nativos continúen con el tráfico de esclavos y al hacer uso, al por mayor y al
por menor, del propio tráfico de esclavos.
NOVENA.-
El Gobierno de Vuestra Majestad ha sido, y sigue siendo, culpable de librar
guerras injustas y crueles contra los nativos, con la esperanza de conseguir
esclavos y mujeres que estén a las órdenes de los representantes de vuestro
Gobierno. Durante esas incursiones para conseguir esclavos, el Estado arma a
una aldea para que se enfrente a otra, y la fuerza así conseguida se incorpora
a las tropas regulares. No encuentro los términos adecuados para describirle a
Vuestra Majestad las brutalidades cometidas por vuestros soldados durante
dichas incursiones. Los soldados que abren el combate suelen ser los bangala,
sanguinarios caníbales que no respetan ni a la anciana abuela, ni al niño de pecho.
Se han dado casos en los que han llevado las cabezas de sus víctimas a los
oficiales blancos de los vapores expedicionarios y después se han comido los
cuerpos de los niños muertos. En una de estas guerras, dos oficiales del
Ejército belga vieron, desde la cubierta de su vapor, a un nativo en su canoa
que iba a cierta distancia. No era un combatiente e ignoraba el conflicto que
se desarrollaba en la orilla, lejos de allí. Los oficiales se apostaron cinco
libras a que eran capaces de acertarle al nativo con sus rifles. Efectuaron
tres disparos y el nativo cayó muerto, con la cabeza agujereada, y la canoa
comercial se convirtió en una falúa funeraria que se deslizó en silencio río
abajo.
DÉCIMA.-
El Gobierno de Vuestra Majestad se dedica al tráfico de esclavos, al por mayor
y al por menor. Compra, vende y roba esclavos. El Gobierno de Vuestra Majestad
paga a tres libras por cabeza los esclavos capacitados para el servicio
militar. Los oficiales de las principales estaciones consiguen a los hombres y
reciben el dinero cuando estos son transferidos al Estado; pero hay
intermediarios que sólo ganan entre veinte y veinticinco francos por cabeza.
Hace poco se enviaron 316 esclavos río abajo, y aún se enviarán más. A esos
pobres nativos los mandan a cientos de millas de distancia de sus hogares, para
servir entre otros nativos cuyas lenguas desconocen. Cuando huyen, se ofrece
una recompensa de 1.000 n´taka. No hace mucho que al salvaje recapturado se le
daban cien azotes con el chicote al día hasta su muerte. El precio que el
Estado paga por un esclavo, cuando se lo compra a un nativo, es de 300 n´taka
(barras de latón). La mano de obra de las estaciones que el Gobierno de Vuestra
Majestad posee en el Alto Congo se compone de esclavos de todas las edades y de
ambos sexos.
UNDÉCIMA.-
El Gobierno de Vuestra Majestad acaba de firmar un contrato con el gobernador
árabe de este lugar para la creación de una serie de puestos militares desde la
séptima catarata hasta el lago Tanganika, territorio sobre el que Vuestra Majestad
no tiene más derechos de los que yo tengo a ser comandante en jefe del Ejército
belga. A cambio de dicho trabajo, el gobernador árabe recibirá quinientos lotes
de armas, cinco mil barriles de pólvora y veinte mil libras esterlinas,
pagaderas en varios plazos. Mientras esto escribo, recibo la noticia de que
estos productos para la guerra, tan valiosos y perseguidos, serán desembarcados
en Basoko y su residente será quien decida cómo distribuirlos. Entre los árabes
de la zona se extiende un profundo descontento, y parecen pensar que están
jugando con ellos. En cuanto al significado de este paso, Europa y América
están en condiciones de juzgarlo sin que yo lo comente, sobre todo Inglaterra.
DUODÉCIMA.-
Los agentes del Gobierno de Vuestra Majestad han distorsionado el Congo como
país y su red de ferrocarriles. Don H. M. STANLEY, el hombre que fue vuestro
principal agente al establecer vuestra autoridad en este país, ha tergiversado
enormemente el carácter del mismo. En lugar de ser fértil y productivo, es estéril
e improductivo. Esta situación no cambiará hasta que los europeos enseñen a los
nativos la dignidad, utilidad y beneficio del trabajo. No se producen mejoras
entre los nativos porque existe un abismo insalvable entre ellos y el Gobierno
de Vuestra Majestad, un abismo que jamás podrá ser cruzado. Sólo pronunciar el
nombre de HENRY M. STANLEY provoca escalofríos entre estas gentes sencillas;
recuerdan sus promesas rotas, sus abundantes groserías, su mal carácter, sus
fuertes golpes, sus duras y rigurosas medidas, con las que les estafó sus
tierras. Su última aparición en el Congo causó una profunda sensación, cuando
lideró a 500 soldados zanzibaritas y 300 hombres de los campamentos en su
misión para liberar a EMÍN PACHÁ. Creyeron que aquello significaba el
sometimiento total y huyeron en medio del caos. Pero lo único que éste fue
dejando tras de sí fue miseria. Ningún hombre blanco mandaba su retaguardia,
por lo que sus tropas se rezagaban, enfermaban y morían; y sus huesos quedaron
desperdigados a los largo de más de doscientas millas de territorio.
CONCLUSIONES
Contra el
engaño, el fraude, los robos, los incendios intencionados, los asesinatos, las
incursiones para hacer esclavos, y la política general de crueldad seguida por
el Gobierno de Vuestra Majestad con los nativos, destaca la paciencia sin igual
de estos, y su alma indulgente y sufrida, que saca los colores a la
civilización de la que tanto alardea el Gobierno de Vuestra Majestad y a la
religión que éste profesa. Durante trece años, un único hombre blanco ha
perdido la vida a manos de los nativos, y en todo el Congo sólo han matado a
dos blancos. El comandante Barttelot recibió el disparo de un soldado
zanzibarita, y el capitán de un barco comercial belga fue víctima de su propia
precipitación y de su injusta manera de tratar a un jefe nativo.
Todos los
crímenes perpetrados en el Congo lo han sido en vuestro nombre, y vos debéis
responder ante el tribunal del Sentir Popular por la mala gestión de un pueblo,
cuyas vidas y fortunas os fueron confiadas por la augusta Conferencia de Berlín
de 1884-1885. Yo ahora apelo a las autoridades que os encomendaron este
naciente Estado, y a los grandes Estados que le dieron vida internacional,
cuyas majestuosas leyes habéis desdeñado e ignorado, para que convoquen y creen
una Comisión Internacional que investigue las acusaciones presentadas en este
documento en nombre de la Humanidad, del Comercio, del Gobierno Constitucional
y de la Civilización Cristiana.
Esta petición
se basa en los términos establecidos por el Artículo 36 del Capítulo VII del
Acta General de la Conferencia de Berlín, según los cuales esa augusta asamblea
de Estados Soberanos se reservó el derecho “a introducir, más adelante y de
común acuerdo, las modificaciones o mejoras cuya utilidad quede demostrada”.
Apelo al
pueblo belga y a su Gobierno Constitucional, tan orgulloso de sus tradiciones,
repleto de los cantares y las historias de sus defensores de la libertad
humana, y tan celoso de su actual posición en la hermandad de los Estados Europeos,
para que se purifique de la imputación de los crímenes con los que se ha
contaminado el Estado del Congo de Vuestra Majestad. Apelo a las Asociaciones
Antiesclavistas de todos los rincones de la Cristiandad, a los filántropos, los
cristianos, los estadistas y a la gran masa de las gentes de todas partes para
que aceleren el fin de la tragedia que la monarquía sin límites de Vuestra
Majestad está representando en el Congo. Apelo a nuestro Padre Celestial, cuyo
oficio es el amor perfecto, para que dé fe de la pureza de mis motivos y la
integridad de mis propósitos; y apelo a la historia y a la humanidad para que
manifiesten y defiendan la verdad de las acusaciones que brevemente he esbozado.
Y bajo la
palabra de honor de un caballero, me declaro el humilde y obediente servidor de
Vuestra Majestad,
GEO. W.
WILLIAMS Cataratas
Stanley, África Central, 18 de julio de 1890
Gran aportación. Gracias.
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