lunes, 5 de enero de 2009

Los Reyes Magos


Esta es una historia que sucedió hace muchos años, tantos que ni los más viejos saben cuando nació, pues de cuando tres hombres venidos de oriente fueron a ver a un niño recién nacido.

Una estrella iluminaba desde hace tiempo el cielo y con ella venían tres hombres sabio de oriente (los especialistas no logran ponerse de acuerdo si de Iztapalapa o de la Neza), en fin, esos tres sabios venían montados en tres preciosos animales (no eran diputados ni senadores, pues eran preciosos animales y estos no lo son), un caballo, un camello y un elefante, Malechor montaba el caballo, Ba-a-asaltar iba en el camello y Va a Gastar en el elefante.

Estos hombres sabios eran conocidos como los “Tres Reyes Magos”, hombres de gran conocimiento y poder, se habían conocido hace muchos años en un congreso de magos celebrado en Babilonia (una cantina de segunda de allá por la Peralvillo), estos hombres que se dedicaban a la salud (por cada vez que levantaban el vaso o la botella) y que eran reyes (Malechor Reyes, Ba-a-asaltar Reyes, Va a Gastar Reyes) y poderosísimos magos (no había cartera que no consiguieran sin que el cliente o clienta se percataran del acto de prestidigitación), hombres de profunda sabiduría (también iban a la cantina “las quince letras” y leían cotidianamente la prensa más crítica de color amarillo y rojo y amantes de la vida ( a todas las mujeres les decían “mi vida”).

Así, un día, mientras charlaban calmadamente (ellos inventaron entre otras frases y locuciones celebres aquella que dice: “Estamos chupando tranquilos”) les vino a decir un viejo amigo que en el cielo había aparecido una estrella que era inmensa, estos hombres, sabios y ávidos de conocimiento consultaron todos los tomos de la cantina “La Biblioteca”, buscando la respuesta a tamaño portento, de pronto Gastar que ese día era el más lucido de los tres (le toco ser el conductor designado) se dio cuenta de que era una señal que debían seguirla para llegar a adorar a el rey que había nacido.

Sin más ni más decidieron salir (después de la cruda, claro está) y seguir la estrella, tomaron sus cosas y las acomodaron en una caja de cartón, la cual sujetaron muy fuerte a cada animal (no, no eran policías, solo eran animalitos del señor –del señor del zoológico, que los rentaba muy barato-), se colocaron sus coronas (es que las caguamas son muy molestas) y montando sus preciosas y agiles bestias (estos si eran diputados) echaron a andar.

Así llegaron a Coyoacán, donde no pudieron pasar por que apenas estaban por entrar al centro de ese hermoso barrio, cuando escucharon una voz poderosa, la del señor, que les decía “esos del caballo, del camello y del elefante, todos sin placas, oríllense a la orilla”, si era la voz del señor policía.

Ellos cumpliendo fielmente el mandato se orillaron a la orilla y descendieron de sus monturas, se acerco el señor y les dijo con gran seriedad y solemnidad.

Venían a exceso de velocidad por zona de baja, no train placas, ni calcomanías, sus cuartos no están prendidos (aunque hemos de reconocer que los tres Reyes si venían ya bien prendidos), así que muéstrenme su licencias y su tarjeta de circulación. Ellos obedecieron y le enseñaron sus licencias, aunque eso si, ya habían vencido hace más de 10 años, le dijeron al oficial.

Oiga oficial, mire, llevamos un poco de prisa, es que sabe, vamos siguiendo una estrella y pos no se nos vaya a desaparecer y nos perdamos y ya sabe como son por aca, por eso pos que no habría manera de arreglarnos, que tal con una foto de Sor Juana, ya ve que salió re bien la condenada.

El oficial, gran conocedor de estos menesteres les respondió: _ No joven, mire que su elefante acaba de marcar su territorio sobre la patrulla y el caballo se está comiendo las flores de noche buena que estaban de adorno y el camello ya se echo en medio de la calle, no joven, con tres de esas y a la mejor, pero apúrense, ya saben ustedes que eso de la inflación y el mercado de valores, no sea que de pronto todo suba y pos les vaya a salir más caro.


Los tres reyes discutieron entre ellos y llegaron al acuerdo de que “pos ni modo” y se cayeron con lo del chivo.

Así siguieron su camino, desviándose para no pasar por el centro de Coyoacán, que para variar estaba lleno de gente rara, y siguiendo a la estrella llegaron al Monumento a la Revolución, claro que para ello ya no traían dinero, todo se lo habían gastado entre patrulleros y unos judiciales que le dieron su calentadita al elefante, hasta que este confeso que si, el era el conejo que había hecho tratos con el “chinito” y este le había entregado un montón de dólares ¡ah!, claro que también los reyes continuaron su cabalgata deteniéndose en varios postes y árboles para marcar su territorio, en cuatro cantinas para rellenar el tanque y con la sana adquisición de un seis de chelas.

En el Monumento a la Revolución les fue imposible pasar, había muchos reyes y niños queriendo tomarse una foto con ellos, así que ante tal situación y con toda la resignación del alma se dejaron tomar varias fotografías con niños sentados en su regazo (al estilo Maicol Yacson), y claro, cobrando un poco, por los gastos de recuperación y para las aguas


Más de pronto escucharon la voz de un Ángel que les dijo: Órale babosos, que creen que sale muy barato andar poniendo estrellitas pa´que las siga, vamos, súbanse a sus animales (ora si eran senadores) y camínenle que se esta haciendo tarde, pero primero pasen por el Zócalo.


Los Reyes se sintieron brumados (la neta, estaban apantallados) y continuaron su andar, se fueron por Madero hasta el Zócalo, ahí los detuvo un judas (el abuelito del otro, el del ósculo o beso) y les dijo:

Alto ahí, sus credenciales, el Rey Herodes (o te %&$#/& o te #$%&/, mejor conocido como The Boss o sea el Jefe de Gobierno) quiere hablar con ustedes y sin dar tiempo a replicas, mientras estaban distraídos, llegaron tres grúas y engancharon a los animales (ora si eran los Reyes, los otros –el caballo, el camello y el elefante, mejor se habían dado a la fuga desde Insurgentes).


Ante lo cual y estando sujetos a las grúas, se dirigieron al palacio (Virreinal, aunque el Rey los hubiera querido recibir en el salón de embajadores del otro palacio).

Cuando estaban frente al Rey este les pregunto en el más puro mexicano:

¿Qué %$#(&)= hacen aquí?

A lo cual Malechor – que era el más hablador de los tres- respondió solícitamente ante tal argumento:

No pos mire mi jefe, perdón mi Rey (se oyó medio raro, pero todos le decían así, mi rey) es que pos una tarde, mientras meditábamos allá en el poniente, pos vimos una lucesota en el cielo, al principio pensamos que era San Juanico, pero después pensamos que a lo mejor eran los fuegos artificiales del 15 de Septiembre, aunque nos pareció raro, porque eso fue hace cuatro meses, y de pronto, fuimos iluminados por el señor –uno que pasaba por ahí con una linterna- y nos dimos cuenta que era un cometa o una estrella y que debíamos seguirla a menos claro, que nos fuéramos pa´nuestras casas y así ya no íbamos a seguirla y sabe mi rey, ya teníamos dos semanas siguiéndola sin para y sin llegar a nuestras casas, entonces decidimos seguirlas y montamos en nuestros poderos animales y fuimos por la ruta que la estrella nos marcaba, y la verdad que como están las calles, en serio, es un problema ir tras ella, todo porque dicen que ha nacido un nuevo rey.

El Rey estaba atónito (perplejo y todo lo demás) ante tal anuncio, otro rey había nacido, pero como si todavía faltaba mucho pa´ las elecciones, así que pensó pa´sus adentros “ah! $%&#()”=?/ (no se puede publicar el pensamiento del ilustre monarca) ora si, tengo que hacer algo y rapidito antes de que me $#&/()”!?= (nuevamente no es posible publicar lo que este magnánimo señor pensó)” y les dijo a los Reyes Magos:

Pos órale, vayan pa´donde van y saluden a ese rey y de regreso pasen por acá pa echarnos una pancita y unas chelas y me platiquen un poco de cómo les fue.


Los Reyes Magos, agradecieron las atenciones y la finísima forma de usar el gallardo lenguaje y aprovechando la oportunidad se fueron luego, luego.

Ya caminado, ya corriendo, sin sus coronas y con una ruda terrible notaron que la estrella se había posado sobre un hotel de quinta allá por el rumbo de la Merced, y se encaminaron hacia este hotel, en la puerta una hermosa doncella le dijo a Ba-a-asaltar:

Que paso mi rey, ¿no vas?

A lo cual sorprendido este contesto:

¿Cuánto?

Y lograron llegar a un arreglo pecuniario y Ba-a-asaltar les dijo a Malechor y a Gastar, órale, vamos, a lo mejor a los tres nos hace un descuento.

Y aquí termina esta historia tan vieja y antigua, la voz popular dice que entraron al hotel y llegaron a la habitación donde estaba el rey recién nacido, rodeado de animales (una vaca y un burro, aunque nadie ha logrado explicar que hacían ahí una vaca y un burro) y le dieron al niño, unos chicles de esos que están envueltos en papel dorado y que parecen monedas de oro, mirra (mirra que tacaños) y una varita de incienso que se habían encontrado tirada por ahí.

Otros dicen que en lugar de eso, se fueron con la hermosa doncella y después de eso se dedicaron el resto de su vida a padrotear y otros más cuentan que como no tenían dinero, se regresaron a sus casa, donde todavía siguen sus descendientes cobrando por contar esta historia y mostrando sus huesos (y que conste que no eran políticos).

En fin, el final es lo de menos, lo importante es que esta es una de las muchas historias de la Ciudad de México y como dijo Cachirulo, ADIOS AMIGOOOS!!!

1 comentario:

  1. es muy ingenioso, y escrito con una gracia!! Y cómo me gusta ese gracejo mexicano!! He pasado muy buen rato!! Muy divertido.

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