domingo, 28 de julio de 2013

El espíritu de las llaves


“…El cuerpo es una gran puerta, es una gran llave. Hay que saber lo que traes, ¿no? La verdad. Yo soy así con mis atributos [ríe] porque abren muchas puertas y abrí la de una persona que vivía frente a la casa de Balderas”.
Zulema y “el Chapo”: amor, sms y tragedia Por: Humberto Padgett - julio 23 de 2013, periódico digital Sin Embargo.

Hace algún tiempo viendo la televisión encontré un documental sobre los campos nazis de exterminio, la parte en que llegue hablaba el Director del Museo del Holocausto en Washington, este comentaba de un objeto que se encontró entre las cosas de los muertos, unas llaves, objeto sencillo, nimio, sin embargo, en ese contexto significaban que alguno de los muchos sacrificados procuro conservarlas hasta el último momento, antes de entrar desnudo a la cámara de gas y respirar el olor que sería el último de su vida, él director decía que seguramente el guardaba esas llaves esperando poder regresar a su casa, abrir con ellas la aldaba, empujar la puerta, entrar a su casa y recuperar su vida.

Hoy al leer la cita del epígrafe las llaves adquieren otro matiz, el del cuerpo como instrumento que nuevamente abre aldabas y da acceso a situaciones de mejoría, porque es en este caso un acto voluntario (¿realmente lo es?).

También recuerdo que hace unos años se colectaron llaves entre todos aquellos que desearan aportarlas para construir con ellas una escultura a Juan Pablo II, monumento que se ubica en la lateral de la catedral metropolitana de la Ciudad de México, este se llamó “las llaves de la fe”.

Las llaves, ese adminiculo que la tecnología ha modificado tienen básicamente el mismo principio abrir y con ello dar acceso, brindar paso hacia algo, pero también sirven para cerrar, para guardar, en el primer caso es para evitar que lo de adentro salga y por ende lo de afuera entre, en el segundo, para que aquello que está guardado no sea ultrajado, robado, extraído.

Así existen las llaves del corazón o las del alma, las del cielo y supongo que las del infierno (recordemos que Cristo desciende a los infiernos y en adelante el posee las llaves “de la vida y de la muerte”).

Las llaves que tratamos de no extraviarlas por que abren la puerta de nuestra casa, las miramos como un artículo estrictamente utilitario, pero ellas son la prolongación de nuestras manos y de nuestros deseos, a veces nos llenan de gozo, algunas otras de temor, pero siempre están ahí, aguardando ser nuevamente el apéndice de nuestra alma.

Y Pedro, el Gran Conserje Pedro,
él dijo a un soldado:
«Tomad esto...»
Y le dio las llaves del templo.

Pedro, Pedro...
El Gran Conserje Pedro
que ha vendido las llaves del templo.
Yo soy el gran blasfemo, León Felipe

Yo pregunto ahora ¿quién tiene las llaves?, ¿Quién se las ha llevado? ¡Adonde están las llaves!, ¡¿Quién tiene las llaves?!

Hay espíritus, espíritus de las cosas, el espíritu de las llaves se ha ido, no está, como entro al edén, como salgo del infierno si no tengo las llaves, si el espíritu de las llaves ya no está.

Llaves que son cuerpos, que son esperanza e ilusión, llaves que abren y cierran, llaves que dan libertad, llaves que sujetan cadenas, llaves que dan amor, llaves que cierran el dolor, hoy debemos de busca las llaves y abrir la puerta, dejar que entre el viento fresco y nos acaricie, que de día el sol se siente a nuestra mesa y por la noche la luna nos acompañe en el lecho, por eso las llaves tienen espíritu.


Alejandro.

jueves, 18 de julio de 2013

Mi adicción por las palabras




Y el que Había estado muerto Salió, atados los pies y las manos con vendas y su cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: --Desatadle y dejadle ir.”
Juan: 11, 44-45

Hoy he regresado, tengo una fuerte adicción a la escritura, intente dejar de hacerlo, pero no hay cura posible, acaso la muerte o una lobotomía, en fin, un buen día, por la tarde, cuando el viento sopla suave y te acaricia eche a andar, caminos nuevos unos, otros ya andados tantas veces, así recorrí varios libros. Ese andar me llevo a las imágenes, vi muchas películas, recorrí celuloides por camino, en blanco y negro, estmancolor, imágenes de otros ahora viven en mí, también recorrí mis imágenes impresas, esas viejas fotografías en blanco y negro, en colores ya desteñidos, vi esas caras, muchas de las cuales no vistas desde hace tantos años, otras que ya no existen y algunas más que su ausencia es un gran vacío y soledad en mi camino, hoy me doy cuenta que realmente no tengo tantas fotografías y las de Karina y Federico no quedaron conmigo en fin, eso de digitalizar es un trabajo difícil, no sólo el aspecto técnico, sino también por lo que implica, la memoria, ese recuerdo que brota y se hace presente hoy a la distancia del tiempo, acompañado de tantas emociones y te hace mirar y caminar hacia adelante, por eso la memoria existe para recordarnos que el pasado no es el olvido, sino el porvenir, epifanías de un nuevo mundo.

Más en este andar sin darme cuenta lo que realmente fue mi báculo y sextante fue la letra, escribí, escribí mucho, lo hice para mí y para algunas personas que acaso nunca vean lo que les he escrito, pero el escribir era algo necesario.

Al inicio la angustia, esa hoja de papel, blanca, un océano infinito, inmaculado aguardando a ser surcado por la tinta, de mi pluma fuente, ahí está, aguardando y yo sólo la miro, las ideas llenan una tras otra, pero no alcanzan mi mano, hasta que de pronto, como si fuese un verdadero milagro, mi mano sujeta la estilográfica y la desliza sobe el papel, la tinta broto, al principio lentamente, pero conforme avanza va llenando ese blanco océano y dibuja con letras y palabras, mares, continentes, ciudades, aldeas, rostros, ríos, montañas y valles, estepas, desiertos, glaciares, estrellas y lunas, días y noches, amaneceres llenos del aroma de placer, caminos y andares, naos, sextantes y astrolabios.

Y avanzas, una, do tres hojas y sigues sin poder detenerte, tejes palabras, haces dibujos tomados de la mano de Dios y del Diablo.

Así mientras escribes caminas, andas en varias direcciones y tejes, con hilos maravillosos vas dibujando con palabras, la trama es clara, el urdimbre construye y anuda, eso es el escribir, sentir el gozo de decir y de que la alegría, el llanto o el temor estén presentes, es invitar a los ángeles y a los demonios a un festín, bacanal de letras, de tinta, de papel.

Así, con el alma tranquila he decidido volver a escribir en el Blog, deseando compartir un poco y agradeciendo su solidaridad y generosidad.

Mi escritorio, un día de julio del año 2013, en la Ciudad de México.