martes, 12 de octubre de 2010

518 años de ese 12 de octubre de 1492


A veces, cuando camino por las calles de mi ciudad me siento más lejano de mis abuelos indios y negros que de mis abuelos europeos, este sentimiento no creo que sea solo mío, pienso que muchos sin darse cuenta suponen que la civilizada Europa y los gloriosos Estados Unidos son los paradigmas de lo moderno.

Los Estados Unidos se llaman a sí mismos América y lo interesante es que nosotros, hijos de la tierra, hechos de maíz lo decimos, desconociendo nuestro origen, sin darnos cuenta donde estamos, que este continente es y ha sido nuestra casa, casa humillada, destruida, violada.

No puedo modificar la historia, los hechos son, pero tampoco puedo obviarla, no puedo dejar de saber y sentir el quetzal y el amanecer, el saber que la sangre derramada en los altares de los pueblos originarios era para alimentar el sueño y la esperanza, era para asegurarnos que el sol saldría, que la vida habría de continuar, era entonces por propia definición un acto de solidaridad y de amor, un acto colectivo del pueblo.

Claro, los miles de muertos en la hoguera, en el garrote vil, herbidos en aceite o desencajados de sus miembros, esos no significan nada, eran actos que se hacen en el nombre del señor, así los luteranos quemaron a más de 30 mil brujas en una semana en el siglo XVI, y los católicos romanos, hicieron arder a miles en España, Francia e Italia y es curioso, como el dios de los cristianos europeos se peleaba con el de los Bizantinos cristianos y así se dio el saco de Constantinopla, la Republica de Venecia pudo adornar San Marcos con la cuadriga que estaba en la puerta principal del estadio en Constantinopla y el magnífico tríptico de oro que se encuentra adentro de esta Basílica no fue también producto del saqueo, Ah!!! Civilización.

Que heredamos de los europeos, el desprecio a las mujeres (San Pablo es explicito al respecto), el amor al oro (ahora es papel moneda), el idioma que dentro de todo es de lo más útil, sirvió para que los pueblos originarios y los esclavos africanos pudieran hablar y entenderse y después con ese acto tan cristiano, humano, civilizatorio, la esclavitud, claro, también el alcoholismo, acaso no obligaban a beber a los vencidos y lo siguieron haciendo pero con el opio en China en el siglo XIX esos europeos, tan solidarios.

También aprendimos que podemos dividirnos en castas, que el amor es una entelequia que los cristianos solo aceptan cuando son blancos, vencedores y poderosos.
Pero bueno, eso no importa, nuestra tierra era rica en cosas que nosotros no sabíamos y si lo sabíamos su valor no significaba por lo general la opresión y el exterminio, pero ellos nos educaron, que buenos son.

Así el Potosí dejo de ser esa montaña que lloraba plata cuando llovía a ser la que arrojaba cuerpos y sangre de las minas, nunca sangre y cuerpos europeos.

Creo que solo nos queda agradecer al Señor, ya que gracias a él sus sacerdotes y creyentes nos dijeron que nuestros dioses no servían, como tampoco servian nuestros idiomas o vestidos, que nuestras mujeres eran botin y nuestros hombres bestias (así lo establece una Bula Papal), que los negros son menos que bestias, gracias Señor de los blancos de los europeos por haber hecho del 12 de octubre un hito en la historia de la humanidad, gracias a eso hoy hablamos ingles, usamos corbata, gracias a eso hoy pensamos que los pueblos originarios, los indios eran buenos, lástima que ya se murieron y los que han llegado a través de generaciones de ignominia, omisión, explotación, humillación son flojos, borrachos, tontos, es más son prietos y feos, sucios, pobres e ignorantes.

Sigamos pensando que la vida está en ser como lo es New York o Sanhai y olvidemos lo que fuimos, olvidemos los negros y los indios, pero a pesar de todo ellos también son nuestros abuelos, junto con los españoles, los judíos de Sefarad o los musulmanes de Al Andalus, de tantos y tantos, el futuro solo existe para aquellos que miran y aprenden de su historia y que en nuestro caso después de 518 años de ese 12 de octubre de 1492 miremos y recuperemos lo nuestro para construir nuestro futuro, el de todos, el de esta América nuestra.

Alejandro

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