viernes, 27 de septiembre de 2013

Excomunión del cura Hidalgo por el Obispo Abad y Queipo o de como la libertad de un pueblo es mayor bien que la amistad de dos personas...



Edicto del obispo de Michoacán Manuel Abad y Queipo proclamando la excomunión de Miguel Hidalgo y Costilla ( 24 de septiembre de 1810)

Al desencadenarse el movimiento insurgente, la cercana amistad que Abad y Queipo había llevado por años con Miguel Hidalgo no lo detuvo para promulgar un edicto, el 24 de septiembre de 1810, en el que calificaba al cura de Dolores y a sus seguidores como perturbadores de la paz pública, seductores del pueblo, y tacharlos de sacrílegos y perjuros, que habían incurrido en la excomunión mayor del canon. Prohibió, bajo la misma pena, que se les diera ayuda en forma alguna, y exhortaba a cuantos seguían al caudillo a desistir de acompañarlo y volver a sus hogares dentro del tercer día de haber tenido noticia del mandato. Al parecer, Abad y Queipo podía compartir ideales con Hidalgo, pero no era partidario de la violencia y prefirió apoyar sin condiciones al gobierno metropolitano en su lucha contra la insurgencia. El 30 de septiembre y el 8 de octubre confirmó y amplió el edicto, subrayando, con el propósito de desacreditarlo, el ofrecimiento del líder insurgente de restituir las tierras que habían perdido los indígenas en manos de los españoles.

La validez de la excomunión fue puesta en entredicho no sólo por sus destinatarios, debido a que Abad y Queipo era obispo electo pero no consagrado, nombrado por la Regencia que gobernaba interinamente España. Para salir de dudas, el arzobispo de México, Francisco Javier Lizana y Beaumont, expidió un nuevo edicto, el 11 de octubre, declarando que la censura del obispo de Michoacán era válida e impuesta conforme a los cánones, por lo que “los fieles cristianos están obligados… bajo pena de pecado mortal y de quedar excomulgados, a la observancia de lo que la misma declaración previene”, haciendo extensivo el mandato a su territorio jurisdiccional.

El 13 de octubre, el tribunal del Santo Oficio ordenó que se publicara el edicto inquisitorial contra Hidalgo, cuyo expediente había reabierto el 28 de septiembre. El cura de Dolores no era un desconocido para la Inquisición. El 16 de julio de 1800 se presentó una denuncia en su contra, pues en Tajimaroa (actual Ciudad Hidalgo), sostuvo una conversación en la que defendió posturas que cuestionaban el papel de la Iglesia, la cual sonó a herejía a sus interlocutores. En octubre de 1801, el tribunal archivó la causa por falta de pruebas. El 2 de mayo de 1808, una mujer lo acusó ante el comisario inquisitorial de Querétaro por haber vivido en amasiato con ella por varios años y comportarse como un “fornicario consuetudinario”. El 4 de junio se guardó el expediente por el mismo motivo que el anterior. En 1807 y 1809, se hicieron en su contra nuevas denuncias ante el Santo Oficio por supuestas proposiciones heréticas, que tampoco procedieron. De cualquier modo, se publicaron 200 ejemplares del documento, llamando al líder insurgente a comparecer ante el tribunal para refutar los cargos de los que se le acusaba. Lo más grave no era que semejantes denuncias se utilizaban como instrumento de represión, pues resultaban más que oportunas para imponer la sospecha de herejía sobre la insurgencia y su caudillo, sino que el tribunal inquisitorial había sido suspendido por Napoleón desde el 4 de diciembre de 1808. No en vano Lizana y Beaumont lo llamó “el mejor ejército de la monarquía española”.

Pero el clero que simpatizaba con la causa, apercibido del mal uso político de la religión, utilizó armas muy similares para respaldar a Hidalgo y los suyos. El 17 de octubre de 1810, luego de la entrada triunfal de las tropas insurgentes en Valladolid (hoy Morelia), los edictos que ordenaban la excomunión del cura de Dolores, fijados a las puertas de los templos, habían sido arrancados y sustituidos desde la jornada anterior por un decreto del gobernador de la mitra, Mariano Escandón y Llera, conde de Sierra Gorda, que anulaba la pena canónica para Hidalgo. Escandón era un viejo conocido y admirador del líder de la insurgencia. La misma orden se hizo circular a todos los curas de la provincia, pidiendo que la leyeran en sus parroquias el siguiente día festivo.

Desde luego, los religiosos que apoyaron la causa de este modo tuvieron que responder por su conducta ante los superiores. El 29 de diciembre, se conminó al conde de Sierra Gorda a exponer las razones por las cuales había levantado la excomunión a Hidalgo. Al año siguiente, el 17 de febrero de 1811, en Celaya, fueron denunciados varios sacerdotes por haber cuestionado la legalidad del edicto de Abad y Queipo. Sin embargo, ninguno sufrió penas trascendentes.

Luego de la desbandada insurgente en Aculco, Hidalgo regresó a Valladolid, al anochecer del 11 de noviembre de 1810. Una vez atendidos los asuntos más apremiantes, se sentó a redactar un manifiesto en respuesta al edicto inquisitorial, que terminó el 15 de noviembre y en seguida ordenó se leyera en todas las iglesias:

Me veo en la necesidad de satisfacer a las gentes, sobre un punto que nunca creí se me pudiera tildar, ni menos declarárseme sospechoso para mis compatriotas. Hablo de la cosa más interesante, más sagrada, y para mí más amable: la religión santa, de la fe sobrenatural que recibí en el bautismo. Os juro, desde luego, amados conciudadanos míos, que jamás me he apartado ni un ápice de la creencia de la santa Iglesia Católica; jamás he dudado de ninguna de sus verdades; siempre he estado convencido íntimamente de la infalibilidad de sus dogmas, y estoy pronto a derramar mi sangre en defensa de todos y cada uno de ellos.

Así comenzaba el documento, en el que ofrecía la más completa y extensa justificación del movimiento insurgente. Señaló como testigos de sus convicciones y prácticas religiosas a sus feligreses de Dolores y San Felipe, a sus conocidos, a los pueblos en los que había fijado su residencia, y al ejército que ahora comandaba.

En seguida señaló las contradicciones contenidas en el edicto, como acusarlo primero de negar la existencia del infierno y, más adelante, afirmar que había dicho que un pontífice estaba penando en el fuego eterno.

Hidalgo destacó el malsano interés del Santo Oficio por recordar en ese preciso momento acusaciones absurdas conservadas en un archivo muerto:

Estad ciertos, amados conciudadanos míos, que si no hubiese emprendido libertar nuestro reino de los grandes males que le oprimen y de los muchos mayores que le amenazaban, y que por instantes iban a caer sobre él, jamás hubiera sido yo acusado de hereje. Todos mis delitos traen su origen del deseo de nuestra felicidad. Si éste no me hubiese hecho tomar las armas, yo disfrutaría una vida dulce, suave y tranquila; yo pasaría por verdadero católico, como lo soy y me lisonjeo de serlo, jamás habría habido quien se atreviese a denigrarme con la infame nota de la herejía.

Las autoridades españolas se valieron de estos medios porque se les habían terminado los recursos para mantener a la nación sometida a su servicio:

Abandonan hasta la última reliquia de honradez y hombría de bien; se prostituyen las autoridades más recomendables; fulminan excomuniones, que nadie mejor que ellas saben no tienen fuerza alguna; procuran amedrentar a los incautos y aterrorizar a los ignorantes, para que espantados con el nombre de anatema, teman donde no hay motivo de temer.

Asimismo, Hidalgo aseguró que los gachupines se habían atrevido a profanar las cosas sagradas para conservar sus dominios: “Abrid los ojos, americanos, no os dejéis seducir de nuestros enemigos: ellos no son católicos sino por política; su Dios es el dinero, y las conminaciones sólo tienen por objeto la opresión.” No había que dejar pasar la oportunidad de romper las cadenas de tan infame servidumbre. Para lograrlo sólo era necesaria la unidad, no pelear entre nosotros.

Por último, señaló sus planes para crear un gobierno representativo y dispuesto a servir los legítimos intereses de la nación:

Establezcamos un congreso que se componga de representantes de todas las ciudades, villas y lugares de este reino, que teniendo por objeto principal mantener nuestra santa religión, dicte leyes suaves, benéficas y acomodadas a las circunstancias de cada pueblo: ellos entonces gobernarán con la dulzura de padres, nos tratarán como a sus hermanos, desterrarán la pobreza, moderando la devastación del reino y la extracción de su dinero, fomentarán las artes, se avivará la industria, haremos uso libre de las riquísimas producciones de nuestros feraces países, y a la vuelta de pocos años disfrutarán sus habitantes de todas las delicias que el Soberano Autor de la naturaleza ha derramado sobre este vasto continente.
Eran las razones y los proyectos del libertador, que no vivió para ver cumplidos, aunque el mérito de haber sembrado las inquietudes y de vislumbrar los medios para alcanzarlos nunca han sido puestos en duda.

Miguel Ángel Fernández Delgado, Investigador del INEHRM
 
Edicto de excomunión de Miguel Hidalgo y Costilla

Omne regnum in se divisum desolabitur.

Todo reino dividido en facciones será destruido y arruinado, dice Jesucristo nuestro bien." Cap. XI de San Lucas, v. XVII.

Sí, mis amados fieles: la historia de todos los siglos, de todos los pueblos y naciones, la que ha pasado por nuestros ojos de la Revolución francesa, la que pasa actualmente en la Península, en nuestra amada y desgraciada patria, confirman la verdad infalible de este divino oráculo. Pero el ejemplo mas análogo a nuestra situación, lo tenemos inmediato en la parte francesa de la isla de Santo Domingo, cuyos propietarios eran los hombres más ricos, acomodados y felices que se conocían bajo la tierra.

La población era compuesta casi como la nuestra de franceses europeos y franceses criollos, de indios naturales del país, de negros y de mulatos, y de castas resultantes de las primeras clases.  Entró la división y la anarquía por efecto de la citada Revolución francesa, y todo se arruinó y se destruyó en lo absoluto.  La anarquía en la Francia causó la muerte de dos millones de franceses, esto es, cerca de dos vigésimos, la porción más florida de ambos sexos que existía; arruinó su comercio y su marina, y atrasó la industria y la agricultura.

Pero la anarquía en Santo Domingo degolló todos los blancos franceses y criollos, sin haber quedado uno siquiera; y degolló los cuatro quintos de todos los demás habitantes, dejando la quinta parte restante de negros y mulatos en odio eterno y guerra mortal en que deben destruirse enteramente. Devastó todo el país quemando y destruyendo todas las posesiones, todas las ciudades, villas y lugares, de suerte que el país mejor poblado y cultivado que había en todas las Américas, es hoy un desierto, albergue de tigres y leones. He aquí el cuadro horrendo, pero fiel, de los estragos de la anarquía en Santo Domingo.

La Nueva España, que había admirado la Europa por los más brillantes testimonios de lealtad y patriotismo en favor de la madre patria, apoyándola y sosteniéndola con sus tesoros, con su opinión y sus escritos, manteniendo la paz y la concordia a pesar de las insidias y tramas del tirano del mando, se ve hoy amenazada con la discordia y anarquía y con todas las desgracias que la siguen, y ha sufrido la citada isla de Santo Domingo.

Un ministerio del Dios de la paz, un sacerdote de Jesucristo, un pastor de las almas (no quisiera decirlo), el cura de Dolores don Miguel Hidalgo (que había merecido hasta aquí mi confianza y mi amistad), asociado de los capitanes del regimiento de la Reina, D. Ignacio Allende, D. Juan de Aldama y D. José Mariano Abasolo, levantó el estandarte de la rebelión y encendió la tea de la discordia y anarquía, y seduciendo una porción de labradores inocentes, les hizo tomar las armas, y cayendo con ellos sobre el pueblo de Dolores el 16 del corriente al amanecer, sorprendió y arrestó los vecinos europeos, saqueó y robó sus bienes; y pasando después a las siete de la noche a la villa de San Miguel el Grande, ejecutó lo mismo, apoderándose en una y otra parte de la autoridad y del gobierno.

El viernes 21 ocupó del mismo modo a Celaya, y, según noticias, parece que se ha extendido ya a Salamanca e Irapuato.  Lleva consigo los europeos arrestados, y, entre ellos, al sacristán de Dolores, al cura de Chamacuero, y a varios religiosos carmelitas de Celaya, amenazando a los pueblos que los ha de degollar si le oponen alguna resistencia.

E insultando a la religión y a nuestro soberano Don Fernando VII, pintó en su estandarte la imagen de nuestra augusta patrona, Nuestra Señora de Guadalupe, y le puso la inscripción siguiente: iViva la Religión! iViva nuestra Madre Santísima de Guadalupe! iViva Fernando VII! iViva la América! y ¡Muera el mal gobierno! . Como la religión condena a la rebelión, el asesinato, la opresión de los inocentes, y la Madre de Dios no puede proteger los crímenes, es evidente que el cura de Dolores, pintando en su estandarte de sedición la imagen de Nuestra Señora, y poniendo en él la referida inscripción, cometió dos sacrilegios gravísimos insultando a la religión, y a Nuestra Señora.

Insulta igualmente a nuestro soberano, despreciando y atacando el gobierno que le representa, oprimiendo sus vasallos inocentes, perturbando el orden público, y violando el juramento de fidelidad al soberano y al gobierno, resultando perjuro igualmente que los referidos capitanes.  Sin embargo, confundiendo la religión con el crimen, y la obediencia con la rebelión, ha logrado seducir el candor de los pueblos, y ha dado bastante cuerpo a la anarquía que quiere establecer.

El mal haría rápidos progresos si la vigilancia y energía del gobierno y la lealtad ilustrada de los pueblos no los detuviesen. Yo, que a solicitud vuestra, y sin cooperación alguna de mi parte, me veo elevado a la alta dignidad de vuestro obispo, de vuestro pastor y padre, debo salir al encuentro a este enemigo, en defensa del rebaño que me es confiado, usando de la razón y la verdad contra el engaño; y del rayo terrible de la excomunión contra la pertinacia y protervia.

Si, mis caros y muy amados fieles; yo tengo derechos incontestables a vuestro respeto, a vuestra sumisión y obediencia en la materia. Soy europeo de origen; pero soy americano de adopción por voluntad, y por domicilio de más de treinta y un años.

No hay entre vosotros uno solo que tome más interés en vuestra verdadera felicidad. Quizá no habrá otro que se afecte tan dolorosa y profundamente como yo en vuestras desgracias, porque acaso no ha habido otro que se haya ocupado y ocupe tanto de ellas. Ninguno ha trabajado tanto como yo en promover el bien público, en mantener la paz y concordia entre todos los habitantes de la América y en prevenir la anarquía que tanto he temido desde mi regreso de la Europa. Es notorio mi carácter y mi celo. Así, pues, me debéis creer.

En este concepto, y usando de la autoridad que ejerzo como obispo electo y gobernador de esta mitra, declaro: que el referido D. Miguel Hidalgo, cura de Dolores, y sus secuaces los tres citados capitanes, son perturbadores del orden público, seductores del pueblo, sacrílegos, perjuros, y que han incurrido en la excomunión mayor del Canon Siquis Suadente Diabolo, por haber atentado a la persona y libertad del sacristán de Dolores, del cura de Chamacuero, y de varios religiosos del convento del Carmen de Celaya, aprisionándolos y manteniéndolos arrestados.

Los declaro excomulgados vitandos y prohibiendo, como prohíbo, el que ninguno les dé socorro, auxilio y favor, bajo la pena de excomunión mayor, ipso facto insurrenda, sirviendo de monición este edicto, en que desde ahora para entonces declaro incursos a los contraventores.

Asimismo, exhorto y requiero a la porción del pueblo que trae seducido, con título de soldados y compañeros de armas, que se restituyan a sus hogares y lo desamparen dentro del tercero día siguiente inmediato al que tuvieren noticia de este edicto, bajo la misma pena de excomunión mayor, en que desde ahora para entonces los declaro incursos y a todos lo que voluntariamente se alistaren en sus banderas, o que de cualquiera modo les dieren favor y auxilio. Ítem: declaro que el dicho cura Hidalgo y sus secuaces son unos seductores del pueblo, y calumniadores de los europeos. Sí, mis amados fieles, es una calumnia notoria.

Los europeos no tienen ni pueden tener otros intereses que los mismos que tenéis vosotros los naturales del país; es a saber, auxiliar la madre patria en cuanto se pueda, defender estos dominios de toda invasión extranjera para el soberano que hemos jurado, o cualquiera otro de su dinastía, bajo el gobierno que le representa, según y en la forma que resuelva la nación representada en las Cortes que, como se sabe, se están celebrando en Cádiz o isla de León, con los representados interinos de las Américas mientras llegan los propietarios.  Esta es la égida bajo la cual nos debemos acoger; este es el centro de unidad de todos los habitantes de este reino, colocado en manos de nuestro digno jefe el Exmo. Sr. Virrey actual que, lleno de conocimientos militares y políticos, de energía y justificación, hará de nuestros recursos y voluntades el uso más conveniente para la conservación de la tranquilidad, del orden público, y para la defensa exterior de todo el reino.

Unidas todas las clases del Estado de buena fe, en Paz y concordia bajo un jefe semejante, son grandes los recursos de una nación como la Nueva España, y todo lo podremos conseguir.  Pero desunidos, roto el freno de las leyes, perturbado el orden público, introducida la anarquía como pretende el cura de Dolores, se destruiría este hermoso país. El robo, el pillaje, el incendio, el asesinato, las venganzas incendiarán las haciendas, las ciudades, villas y lugares, exterminarán los habitantes, y quedará un desierto para el primer invasor que se presente en nuestras costas.

Sí, mis caros y amados fieles; tales son los efectos inevitables y necesarios de la anarquía. Detestadla con todo vuestro corazón; armaos con la fe católica contra las sediciones diabólicas que os conturban: fortificad vuestro corazón con la caridad evangélica que todo lo soporta y todo lo vence. Nuestro Señor Jesucristo, que nos redimió con su sangre, se apiade de nosotros, y nos proteja en tanta tribulación, como humilde se lo suplico.

Y para que llegue a noticia de todos y ninguno alegue ignorancia, he mandado que este edicto se publique en esta Santa Iglesia catedral, y se fije en sus puertas, según estilo, y que lo mismo se ejecute en todas las parroquias del obispado, dirigiéndose al efecto los ejemplares correspondientes. Dado en Valladolid a veinticuatro días del mes de Septiembre de mil ochocientos diez.

Sellado con el sello de mis armas, y refrendado por el infrascrito secretario- Manuel Abad y Queipo, Obispo electo de Michoacán.- Por mandado de S.S.I., el Obispo mi Sr. Santiago Camina, secretario.

Fuente: "México y sus revoluciones" - Don José María Luis Mora

Al alba del día 30 de Julio de 1811 recibió el cura Hidalgo los servicios espirituales impartidos por el padre Juan José Baca. Un día antes en los muros de su celda había escrito con carbón las siguientes décimas dedicadas al Alcalde Melchor Guaspe y a su Guardián Miguel Ortega:

A Guaspe.

Melchor, tu buen corazón ha adunado con pericia
lo que pide la justicia,
aconseja la razón
y exige la compasión.

Das consuelo al desválido
en cuanto te es permitido
partes el postre con él
y agradecido Miguel
te dá las gracias rendido.
Ortega tu crianza fina,
Tu dulce y estilo amable
siempre te harán apreciable
aun con gente peregrina.

Tiene protección divina
la piedad que has ejercido
con un pobre desválido
que mañana va a morir,
y no puede retribuír
ningún favor recibido.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Testamento




Vulnerant omnes, última necat,
“Todas hieren, la última mata”,
Se refiere a las horas.

El testamento es quizá el último acto que hacemos, no por que necesariamente se haga al filo de la muerte, sino por que asumimos nuestra mortalidad como lo que es, un hecho consumado.

Hoy he decidido hacer público mi testamento, acto que se supone se debe realizar posterior a mi muerte, por tanto y para tal fin, me declaro completamente muerto, Acta est fabula “Se acabó el espectáculo” dicen que fue lo último que dijo Octavio Cesar Augusto.

César Vallejo decía "Yo nací un día que Dios estuvo enfermo", ahora que hago mi testamento, estoy convencido que muchos hemos nacido en días similares, en días en los cuales Dios no cuida su creación, así que nacemos así, sin más gracia.

Sin embargo, a cambio de lo que no me fue dado en todos estos años, lo que he caminado creo que lo supera en mucho, un buen día decidí que tomar mis cosas y echar a andar, así aprendí a tejer, a caminar, a navegar y hasta a volar, tejí mi vida con hilos propios y ajenos, de aquellos que de alguna forma me fueron heredados, hilos de varios colores y tamaños, los otros en ocasiones me fueron generosamente dados, los demás, sencillamente los tome y los hice míos. Así con esos hilos empecé a tejer, hoy he enseñado a algunos, compartido los hilos y los nudos, las oraciones y plegarias cuando anudas los hilos para seguir tejiendo y no se rompa, para que el hilo sea resistente, con el color y grueso preciso, no uso materiales sintéticos, esos dan un mal tono y textura, se desgarran y duelen demasiado por que no fueron verdaderos.
 
Así que decidí usar materiales naturales, amor, ternura, enojo, ira, perdón, alegría, dolor y le doy colores de nubes, de peces. De cielos y mares, de montañas y valles, los ato con ilusiones, esperanzas, sueños, deseos, ya no uso tampoco agujas hechas de falacias y traición, ni de miedos y malos sueños, así mi tejido me permite dar forma y color, aunque a veces quisiera que el color fuese aquel que surgió en el primer instante, ese que lleno la nada de luz y se hizo acompañar de mil formas y sonidos, la música de las esferas.

A todos les dejo el mar, lugar de vida y muerte, de origen y destino, agua que esculpe continentes, tormentas y huracanes.

Les dejo también el cielo, casa de las nubes y las aves, camino del sol y la luna.

Les dejo la tierra, solida, fuerte, hogar de simiente y frutos, de arenas y desiertos.

A los pobres les dejo el hambre, la injusticia y el olvido.

A los ricos les dejo el poder, la violencia, el miedo, la cobardía.

A los políticos  les dejo la avaricia, la traición y la mediocridad.

A los ejercitos les dejo la compasión, el perdón y la desnudez.

A los sabios les dejo los libros, las ideas, la soledad y el egoismo.

A los mediocres les dejo la televisión y Hollywood.

A ti, mi deseo, mi fantasía, mi amor y mi corazón.

A los amantes les dejo la noche y la luna, las palabras secretas murmuradas suavemente al oido, los cuerpos sudorosos y tremulos, el gozo, el placer, les dejo el viento.

A los gobiernos les dejo el que busquen la felicidad y el bienestar de sus pueblos.

A los pueblos la fuerza, la prudencia, el valor, la voluntad, la justicia y si no pueden les dejo el gobierno que se merecen.

A los asesinos, los traficantes de personas, los violadores, los ladrones, les dejo la soedad, el olvido, el dolor y la justicia.

A los olvidados les dejo la memoria, el recuerdo, la presencia.


A los muertos les dejo el catafalco, la tierra, el sudario y sus recuerdos.

A los viejos sus recuerdos, sus actos fallidos, sus soledades y agonías.

A los niños la alegría, la sonrisa, el correr y el jugar, los sueños, las esperanzas y el amor y respeto.

A todos los demás, hombres y mujeres les dejo un pequeño, insignificante planeta, el único que tenemos, les dejo la búsqueda de la paz y de la razón, los sueños extraviados y las palabras de amor olvidadas, les dejo a los niños y a los viejos para que los amen y les dejo un fusil para que recuerden que la guerra, la violencia rompe la vida, hace fantasmas y pesadillas y por último, les dejo la voz, el canto y la palabra, las flores, los árboles, la vida, la vida…!

Mis sueños, mis esperanzas, las dejo huérfanas por si alguien quiere ser generoso y darles un corazón para que habiten en él.

Mientras viví aprendí que la vida no está hecha, que se construye día a día, que su arquitectura es única y lo gloriosa, solemne o fatuo es nuestro producto, que cada acto implica una responsabilidad y aunque yo no la acepte ella está ahí siempre conmigo.

Aprendí que si no eres capaz de dar entonces tu vida es oscura, si no eres capaz de compartir tu corazón es duro y duele demasiado.

Aprendí que del amor puedo decir muy poco, tuve la posibilidad de amar y ser amado, pero fue hace ya tanto tiempo que apenas y si lo recuerdo y que estoy seco y sólo.

Aprendí que la alegría hace ligero el andar.

Aprendí que el perdón y la tolerancia son duros, que existen límites, pero también que es posible ser tolerante y perdonar, no olvidar, solo perdonar.

Aprendí que los amigos, los buenos, siempre están, que sin ellos estas invalido y vacío.

Aprendí que hay que detener el andar de vez en vez y buscar un árbol cerca de un arroyo, descalzar los pies, desnudar todo y mojarse en el agua fría para sentir el viento suave en la piel, aprendí que recostado bajo el árbol puedo mirar lo andado y saber que he vivido y así ya descansado, volver a echar a andar con la esperanza bajo el brazo, el sextante y el astrolabio en el morral y la canción en el corazón.

Este es mi testamento, esto es lo que dejo y si por alguna casualidad alguna vez nos encontramos, no se sorprendan, realmente no soy yo, por que con este sencillo acto, me redimo e invento, así que sigo aquí esperando mientras continuo caminando.
  
AS TIME GOES BY
Es aún la misma vieja historia,
Una lucha por el amor y la gloria,
Un caso de hacer o morir.
El mundo siempre dará la
Bienvenida a los amantes
A medida que pasa el tiempo.
La interpreta
La interpreta Dooley Wilson en Casablanca mientras toca el piano para Ilsa Lund (Ingrid Bergman)



Hashkava

¿Dónde se encuentra la sabiduría y dónde está la morada del entendimiento? Feliz el hombre que halló la sabiduría, que obtuvo entendimiento. Cuán grande es Tu bien, que has reservado para los que Te reverencian; que has vertido en los que esperan de Ti ante los ojos de los hombres. ¡Cuán preciosa es Tu merced, oh Dios! Tú cubres con tu protección a los hijos del hombre; Tú los sacias de lo mejor de Tu casa, y los abrevas en el río de Tus delicias. Para un hombre común: Bienaventurado el hombre temeroso del Eterno, que ama mucho sus preceptos. Preferible es un buen nombre a los ungüentos perfumados, y el día de su muerte a su nacimiento En la habitación del reposo verdadero y supremo, bajo la protección de la Divina Presencia, en las alturas santas y puras en que resplandece como el firmamento luminoso; donde los pecados son ignorados y el mal desconocido, donde las almas gozan de las piedades y gracia del Eterno morador de las alturas y de una beatitud perfecta y eterna; que éste sea el destino reservado al buen nombre del alma del finado (nombre del fallecido) hijo de (nombre su madre). Que el eterno le dé descanso en la bienaventuranza del más allá y que sea incluido en la misericordia y perdón divinos. Así sea la voluntad de Dios, y digamos Amén

Oración hebrea para los muertos


 

lunes, 16 de septiembre de 2013

Anecdotario de la independencia - 2013




 Hoy se festeja en México y en muchos países latinoamericanos se puede decir que es el inicio de la guerra de Independencia, esta coincidencia no es fortuita, se la debemos a Napoleón Bonaparte, a su hermano Pepe Botella y claro a el rey de España Fernando VII, y sobre todo a la Junta de Cadiz y a el levantamiento del pueblo español el dos de mayo de 1808.

En un inicio, pocas personas buscaban la independencia, básicamente era el cumplimiento de la Constitución de Cadiz (en su honor, la plaza central de la Ciudad de México, se llama Plaza de la Constitución y claro, el Zócalo, por una estatua que nunca supero su zócalo), pero el necio de Fernando VII, absolutista, eso hizo que los muchas personas y juntas en este continente buscaran ahora la independencia, la lucha fue larga, brutal, sangrienta y creo, que perdieron los que habían empezado a perder el 12 de octubre de 1492, los indios, ellos, sólo fueron buenos para abonar con sus vidas, sus sueños y sus esperanzas esta América Latina.

En fin, después de todo, les dejo con cinco momentos importantes en nuestra independencia, el primero es (como debe de ser) la proclamación por Ignacio López Rayón de los Sentimientos de la Nación, escritos por Dn. José María Morelos y Pavón (de quien se dice que el propio Napoleón le escribe a Morelos, en donde además de glorificarle al triunfo mencionaba lo siguiente: "Si en mi ejército hubiera 10 hombres como usted, yo podría ser el emperador de toda Europa"),  documento fundamental, piedra de toque de la vida de una nación.

El segundo fue cuando el Emperador Maximiliano I dio el grito en Dolores, el tercero es cuando el General Porfirio Díaz festeja el centenario de la independencia y termino con un discurso de un verdadero revolucionario, anarquista, combativo, sensato, honesto, Ricardo Flores Magón, este discurso él lo da el 16 de septiembre de 1910.

Alejandro, septiembre, 16 del 2013



1º. Que la América es libre e independiente de España y de toda otra Nación, Gobierno o Monarquía, y que así se sancione dando al mundo las razones.

2º. Que la religión católica sea la única sin tolerancia de otra.

3º. Que todos sus ministros se sustenten de todos y solos los diezmos y primicias, y el pueblo no tenga que pagar más obvenciones que las de su devoción y ofrenda.

4º. Que el dogma sea sostenido por la jerarquía de la Iglesia, que son el Papa, los obispos y los curas, porque se debe arrancar toda planta que Dios no plantó: omnis plantatis quam non plantabit Pater meus Celestis cradicabitur. Mat. Cap. XV.

5º. Que la Soberanía dimana inmediatamente del pueblo, el que sólo quiere depositarla en el Supremo Congreso Nacional Americano, compuesto de representantes de las provincias en igualdad de números.

6º. Que los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial estén divididos en los cuerpos compatibles para ejercerlos.

7º. Que funcionarán cuatro años los vocales, turnándose, saliendo los más antiguos para que ocupen el lugar los nuevos electos.

8º. La dotación de los vocales será una congrua suficiente y no superflua, y no pasará por ahora de 8000 pesos.

9º. Que los empleos sólo los americanos los obtengan.

10º. Que no se admitan extranjeros, si no son artesanos capaces de instruir y libres de toda sospecha.

11º. Que los Estados mudan costumbres y, por consiguiente, la Patria no será del todo libre y nuestra mientras no se reforme el Gobierno, abatiendo el tiránico, substituyendo el liberal, e igualmente echando fuera de nuestro suelo al enemigo español, que tanto se ha declarado contra nuestra Patria.

12º. Que como la buena ley es superior a todo hombre las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto.

13º. Que las leyes generales comprendan a todos, sin excepción de cuerpos privilegiados; y que éstos sólo lo sean en cuanto al uso de su ministerio.

14º. Que para dictar una ley se haga junta de sabios en el número posible, para que proceda con más acierto y exonere de algunos cargos que pudieran resultarles.

15º. Que la esclavitud se proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y solo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud.

16º. Que nuestros puertos se franqueen a las naciones extranjeras amigas, pero que éstas no se internen al reino por más amigas que sean, y sólo habrá puertos señalados para el efecto, prohibiendo el desembarque en todos los demás, señalando el diez por ciento u otra gabela a sus mercancías.

17º. Que a cada uno se le guarden sus propiedades y respete en su casa como en un asilo sagrado, señalando penas a los infractores.

18º. Que en la nueva legislación no se admita la tortura.

19º. Que en la misma se establezca por Ley Constitucional la celebración del día 12 de diciembre en todos los pueblos, dedicado a la Patrona de nuestra Libertad, María Santísima de Guadalupe, encargando a todos los pueblos la devoción mensual.

20º. Que las tropas extranjeras o de otro reino no pisen nuestro suelo, y si fuere en ayuda, no estarán donde la Suprema Junta.

21º. Que no se hagan expediciones fuera de los límites del Reino, especialmente ultramarinas; pero [se autorizan las] que no son de esta clase [para] propagar la fe a nuestros hermanos de Tierra adentro.

22º. Que se quite la infinidad de tributos, pechos e imposiciones que nos agobian y se señale a cada individuo un cinco por ciento de semillas y demás efectos o otra carga igual, ligera, que no oprima tanto, como la Alcabala, el Estanco, el Tributo y otros; pues con esta ligera contribución y la buena administración de los bienes confiscados al enemigo, podrá llevarse el peso de la guerra y honorarios de empleados.

23º. Que igualmente se solemnice el día 16 de septiembre todos los años, como el día aniversario en que se levantó la voz de la Independencia y nuestra santa Libertad comenzó, pues en ese día fue en el que se desplegaron los labios de la Nación para reclamar sus derechos con espada en mano para ser oída; recordando siempre el mérito del grande héroe, el señor Dn. Miguel Hidalgo y su compañero Don Ignacio Allende.
 
Chilpancingo, 14 de septiembre de 1813 José María Morelos.


 
El 16 de marzo de 1811, es nombrado jefe supremo del ejército insurgente por la Junta de Saltillo, a Ignacio López Rayón, quien junto con Andrés Quintana Roo, organiza la Junta de Zitacuaro.

El 15 de septiembre de 1812, Rayón y Quintana Roo, llegan a la población de Huichapan, Hidalgo, y son recibidos entusiastamente por la población, celebrando esa noche una misa en la parroquia para recordar al cura Hidalgo. Después de la misa cambian impresiones y consideran que sería bueno estimular a todos aquellos que siguen de pie de lucha por la Independencia. En compañía de algunos vecinos se dirigen a un pequeño edificio que era parte del atrio de la parroquia, llamado chapitel y donde se encuentran sus tropas y gran parte de la población.

Ambos suben al balcón e Ignacio López Rayón se dirige a la multitud a la que invita a seguir apoyándolos como hasta el momento. Para finalizar su arenga, recuerda las palabras de don Miguel Hidalgo pronunciadas en esa fecha, pero dos años antes, en el atrio del curato de Dolores; como respuesta la multitud lanza vivas a la arenga de sus jefes.

Mientras, el tiempo hizo lo suyo, así en 1821 al fin se firma el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, años aciagos, un imperio, una presidencia botín, unos legisladores débiles, corruptos y egoístas, un pueblo a veces indiferente, a veces héroe, una nación que tuvo 11 veces a Antonio López de Santana, por eso, aquí les dejo lo que fue llevado al teatro hace poco tiempo, una anécdota de nuestro México, tan igual y tan diferente: “1822, el año en que fuimos imperio” de autoría de Flavio González Mello, dirigida por Luis Franco Zertuche.


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En 1864 el emperador Maximiliano de Habsburgo fue el primer gobernante en regresar a Dolores Hidalgo para celebrar el inicio de la independencia.

El quería ganar la simpatía de los mexicanos, en especial de los liberales que lo consideraban un usurpador.

Por ello pasó todo el día 15 en Dolores y a las 11 de la noche vitoreó a los héroes nacionales; esa noche vistió de charro y Carlota de china poblana.
Además, el extranjero mandó pintar una de las representaciones más conocidas de Miguel Hidalgo... en suma, fue uno de los formadores de la identidad nacional, afirman historiadores.

Sería hasta que Maximiano I, Emperador de México, mostrando interés por rescatar del olvido la fecha del inicio de la Guerra de Independencia, llega a Dolores Hidalgo, luego de padecer una enfermedad en su viaje por el Bajío y que lo hace caer en cama en Irapuato, atravesando por el Camino Real más corto, sale de Irapuato, duerme en la Hacienda de Cerro Gordo en Salamanca, y al día siguiente continua rumbo a Dolores, lugar al que llega puntual para la Ceremonia del LIV (54º) Aniversario, este fue su discurso.

Mexicanos:

"Más de medio siglo tempestuoso ha transcurrido desde que en esta humilde casa, del pecho de un humilde anciano, resonó la gran palabra de Independencia, que retumbó como un trueno del uno al otro océano por toda la extensión del Anáhuac, y ante la cual quedaron aniquilados la esclavitud y el despotismo de centenares de años. Esta palabra, que brilló en medio de la noche como un relámpago, despertó a toda una Nación de un sueño ilimitado, á la libertad y á la emancipación; pero todo lo grande y todo lo que está destinado a ser duradero, se hace con dificultad, á costa de tiempo. Años y años de pasiones, combates y luchas se sucedían: la idea de la Independencia había nacido ya, pero desgraciadamente aun no la ve la Nación. Peleaban hermanos contra hermanos; los odios de partido amenazaban minar lo que los héroes de nuestra hermosa Patria habían creado.

"La bandera tricolor, ese magnífico símbolo de nuestras victorias, se habían dejado invadir por un solo color, el de la sangre. Entonces llegó al país del apartado Oriente, y también bajo el símbolo de una grandiosa bandera tricolor, el magnánimo auxilio: un águila de la moderación y de la ley. El germen que Hidalgo sembró en este ligar, debe ahora desarrollarse victoriosamente, y asociando la Independencia con la unió, el porvenir es nuestro.

"Un pueblo que, bajo la protección y con la bendición de Dios, funda su Independencia sobre la libertad y la ley, y tiene una sola voluntad, es invencible y puede elevar su frente con orgullo. Nuestra águila, al desplegar sus alas, caminó vacilante; pero ahora que ha tomado el buen camino y ahoga entre sus garras al levantarse nuestra Patria de entre los escombros, poderosa y fuerte, y cuando ocupe en el mundo el lugar que le corresponde, no debemos olvidar los días de nuestra Independencia ni los hombres que nos la conquistaron. ¡Mexicanos: que viva la Independencia y la memoria de sus héroes!

Maximiliano.

Fuente: Alocuciones y Cartas Oficiales del Emperador Maximiliano. Imprenta Imperial. México, 1867.
 
  
En 1896 Porfirio Díaz se llevó de la campana de a Palacio Nacional para tocarla la noche del 15 (justo en su cumpleaños); ese año hubo juegos pirotécnicos y fiesta popular en la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México.


El 15 de septiembre de 1910, México se preparaba para celebrar el centenario del inicio del movimiento de Independencia.

Por decreto presidencial, cada estado, municipio y localidad debían participar de este gran concierto con la conclusión y entrega de una extensa red de obra pública.

El general no quiso dejar nada a la improvisación. Su intención era mostrar al mundo un México moderno y cosmopolita

Desde 1903 arquitectos, ingenieros, constructores y escultores, en su mayoría extranjeros, se encargaron de visualizar la República porfirista para la celebración. Y en 1907 fue conformada la Comisión Nacional del Centenario.

La Ciudad de México fue el corazón de la fiesta y la vorágine constructiva de la época le dio el cariz y traza que hasta el día de hoy conservan la mayoría de sus edificios, avenidas, monumentos y espacios públicos.

La Comisión ofreció un programa diario de los eventos que se realizarían, además, los actos cívicos, desfiles y eventos públicos fueron anunciados en periódicos y en carteles en las calles.

Se invitó a adornar las fachadas de las casas, edificios gubernamentales y establecimientos mercantiles con motivos patriotas, como listones, medallones, banderas, pendones con las efigies de los héroes de la patria, etc.

El presidente Díaz ajustó la fecha independista para que el núcleo de la fiesta fuera el 15 de septiembre de 1910, que coincidía con su cumpleaños 80. Sucede que don Porfirio festejaba su cumpleaños el día 15 de septiembre (efectivamente día de los Porfirios). Sin embargo, y para empatar su onomástico con los festejos del Grito (en ocasión del centenario de la Independencia), decidió adelantar éste por unas horas. Así pues, desde 1910, el Grito de Independencia como festejo popular, tiene lugar los días 15 de septiembre, cerca de las 11 de la noche y no los 16 por la madrugada como realmente sucedió en 1810.

Según las crónicas de la época, ese día los eventos empezaron temprano: espectáculos públicos, funciones populares de teatro, corridas de toros, entrega de juguetes y despensas en el primer cuadro de la Ciudad de México.

A las 9 de la mañana se continuó con el Gran Desfile Histórico que representaba, a decir de los organizadores, las tres épocas de la historia de México: la Conquista, la dominación española y la guerra y consumación de la Independencia.

Por la tarde, espectáculos de juegos pirotécnicos iluminaron las principales plazas del país. A las 23:00 horas se inició la ceremonia oficial en la Plaza de la Constitución, se entonó el Himno Nacional, el presidente dio el Grito e hizo repicar la campana de Dolores.

La prensa dio cuenta de un gran éxito en la ceremonia oficial, aunque Porfirio Díaz y los miembros del gabinete vivieron actos de repudio de grupos antirreleccionistas que portaban retratos de Francisco I. Madero.

El 16 de septiembre, la Ciudad se engalanó con la inauguración de su monumento oficial, el Ángel de la Independencia, obra del arquitecto mexicano Antonio Rivas Mercado y el ángel fue su hija, Antonieta, mujer interesante de la historia cultural, política y femenina de este país.

Durante la cena que ofrece el General Díaz y su esposa Carmelita, para lo cual el chef particular de Díaz, Sylvain Daumonty preparó "foie gras de strasbourg en croutes, noisettes de chevreuil y puree de champignons". Los platillos exigían un viaje épico: se sirvieron con vinos de Bordeaux, jerez gaditano o champaña. Aquí, "escaloppes de dorades à la parisienne"




Este es el discurso que da Ricardo Flores Mago, seguidor de Bakunin, el 16 de septiembre de 1910.

Compañeros:

Un recuerdo glorioso y una aspiración santa nos congrega esta noche.

Cada vez más claro, según el tiempo avanza; cada vez más definido, según pasan los años, vemos aquel acto grandioso, aquel acto inmortal llevado a cabo por un hombre que en los umbrales de la muerte, cuando su religión le mostraba el cielo, bajó la vista hacia la Tierra, donde gemían los hombres bajo el peso de las cadenas, y no quiso irse de esta vida, no quiso decir su eterno adiós a la humanidad sin antes haber roto las cadenas y transformado al esclavo en hombre libre.

Yo gusto de representarme el acto glorioso. Veo con los ojos de mi imaginación la simpática figura de Miguel Hidalgo. Veo sus cabellos, blanqueados por los años y por el estudio, flotar al aire: veo el noble gesto del héroe iluminar el rostro apacible de aquel anciano. Lo veo, en la tranquilidad de su aposento, ponerse repentinamente en pie y llevar la mano nerviosa a la frente.

Todos duermen, menos él. La vida parece suspendida en aquel pueblo de hombres cansados por el trabajo y la tiranía; pero Hidalgo vela por todos, Hidalgo piensa por todos. Veo a Hidalgo lanzarse a la cabeza de media docena de hombres para someter un despotismo sostenido por muchos miles de hombres. Con un puñado de valientes llega a la cárcel y pone en libertad a los presos; va a la iglesia después y congrega al pueblo, y, al frente de menos de cincuenta hombres, arroja el guante al despotismo.

Ese fue el principio de la formidable rebelión cuyo centenario celebramos esta noche; este fue el comienzo de la insurrección que, si algo puede enseñarnos, es a no desconfiar de la fuerza del pueblo, porque precisamente fueron sus autores los que aparentemente son los más débiles.

No fueron los ricos los que rodearon a Hidalgo en su empresa de gigante: fueron los pobres, fueron los desheredados, fueron los parias, los que amasaron con su sangre y con sus vidas la gloria de Granaditas, la tragedia de Calderón y la epopeya de Las Cruces.

Los pobres son la fuerza, no porque son pobres, sino porque son el mayor número. Cuando los pueblos tengan la conciencia de que son más fuertes que sus dominadores, no habrá más tiranos.

Proletarios: la obra de la Independencia fue vuestra obra; el triunfo contra el poderío de España fue vuestro triunfo; pero que no sirva este triunfo para que os echéis a dormir en brazos de la gloria. Con toda la sinceridad de mi conciencia honrada os invito a despertar.

El triunfo de la revolución que iniciasteis el 16 de septiembre de 1810 os dio la Independencia nacional; el triunfo de la revolución que iniciasteis en Ayutla os dio la libertad política; pero seguís siendo esclavos, esclavos de ese moderno señor que no usa espada, no ciñe casco guerrero, ni habita almenados castillos, ni es héroe de alguna epopeya: sois esclavos de ese nuevo señor cuyos castillos son los bancos y se llama el Capital.

Todo está subordinado a las exigencias y a la conservación del Capital. El soldado reparte la muerte en beneficio del Capital; el juez sentencia a presidio en beneficio del Capital; la máquina gubernamental funciona por entero, exclusivamente, en beneficio del Capital; el Estado mismo, republicano o monárquico, es una institución que tiene por objeto exclusivo la protección y salvaguarda del Capital.

El Capital es el Dios moderno, a cuyos pies se arrodillan y muerden el polvo los pueblos todos de la Tierra. Ningún Dios ha tenido mayor número de creyentes ni ha sido tan universalmente adorado y temido como el Capital, y ningún Dios, como el Capital, ha tenido en sus altares mayor número de sacrificios.

El Dios Capital no tiene corazón ni sabe oír. Tiene garras y tiene colmillos. Proletarios, todos vosotros estáis entre las garras y colmillos del Capital; el Capital os bebe la sangre y trunca el porvenir de vuestros hijos.

Si bajáis a la mina, no es para haceros ricos vosotros, sino para hacer ricos a vuestros amos; si vais a encerraros por largas horas en esos presidios modernos que se llaman fábricas y talleres, no es para labrar vuestro bienestar ni el de vuestras familias: es para procurar el bienestar de vuestros patrones; si vais a la línea del ferrocarril a clavar rieles, no es para que viajéis vosotros, sino vuestros señores; si levantáis con vuestras manos un palacio, no es para que lo habiten vuestra mujer y vuestros hijos, sino para que vivan en él los señores del Capital.

En cambio de todo lo que hacéis, en cambio de vuestro trabajo, se os da un salario perfectamente calculado para que apenas podáis cubrir las más urgentes de vuestras necesidades, y nada más.

El sistema de salario os hace depender, por completo, de la voluntad y del capricho del Capital. No hay más que una sola diferencia entre vosotros y los esclavos de la antigüedad, y esa diferencia consiste en que vosotros tenéis la libertad de elegir vuestros amos.

Compañeros: habéis conquistado la Independencia nacional y por eso os llamáis mexicanos: conquistasteis así mismo, vuestra libertad política, y por eso os llamáis ciudadanos; falta por conquistar la más preciosa de las libertades; aquélla que hará de la especie humana el orgullo y la gloria de esta mustia Tierra, hasta hoy deshonrada por el orgullo de los de arriba y la humildad de los de abajo.

La libertad económica es la base de todas las libertades. Ante el fracaso innegable de la libertad política en todos los pueblos cultos de la Tierra, como panacea para curar todos los dolores de la especie humana, el proletariado ha llegado a la conclusión de que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos, y este sencillo axioma es el cimiento de granito de toda obra verdaderamente revolucionaria.

Compañeros, conozco al mexicano. La historia me dice todo lo que puede hacer el mexicano. Abrid la página de ese gran libro que se llama historia de México, y en ella encontraréis los grandes hechos de los hombres de nuestra raza.

Es grande el mexicano cuando rechaza, con su pecho desnudo y sus armas de piedra, al bandidaje español caído en nuestra tierra, en son de conquista; es grande el mexicano cuando vencido y torturado, cuando sus carnes arden en el suplicio del fuego, lanza una mirada despreciativa a sus verdugos y formula, con la sonrisa en los labios, aquella pregunta digna de un dios en desgracia y que es algo así como la nota más alta de la ironía, arrancada a los horrores de la tragedia: ¿Estoy acaso en un lecho de rosas?

Es grande el mexicano cuando sepulta, bajo una tormenta de guijarros, la altura altanera de la alhóndiga de Granaditas; es grande el mexicano en Cuautla, grande en el cerro de El Sombrero, grande en Padierna y Chapultepec, grande en Calpulalpan, grande en Puebla, grande en Santa Isabel y en Querétaro.

Grandes sabéis ser en el infortunio y grandes en el triunfo: ahí está la historia que lo dice.

Cada vez que el humano progreso da un paso, dais vosotros un paso también. No queréis ir atrás, os avergüenza quedaros a la zaga de vuestros hermanos de las otras razas, y aun bajo el peso de la tiranía, cuando la conciencia humana parece dormir, y cuerpo y espíritu son esclavos, viven en vosotros, con la vida intensa de las cualidades de la raza, el estoicismo de Cuauhtémoc, la serena audacia de Hidalgo, el arrojo indomable de Morelos, la virtud de Guerrero y la constancia inquebrantable de Juárez, el indio sublime, el indio inmenso, el piloto gigante que llevó a la raza a seguro puerto en medio de los escollos y de las tempestades de un mar traidor.

Mexicanos: vuestro pasado merece un aplauso. Ahora es preciso que conquistéis el aplauso del porvenir por vuestra conducta en el presente. Habéis cumplido con vuestro deber en las grandes luchas del pasado; pero falta que toméis la parte que os corresponde en las grandes luchas del presente.

La libertad que conquistasteis no puede ser efectiva, no podrá beneficiaros mientras no conquistéis la base primordial de todas las libertades: la libertad económica, sin la cual el hombre es miserable juguete de los ladrones del gobierno y de la banca, que tienen sometida a la humanidad con algo más pesado que las cadenas, con algo más inicuo que el presidio y que se llama la miseria, ¡el infierno trasplantado a la Tierra por la codicia del rico!

Os independizasteis de España; independizaos, ahora, de la miseria. Fuisteis audaces entonces; sed audaces ahora uniendo todas vuestras fuerzas a las del Partido Liberal Mexicano en su lucha a muerte contra el despotismo de Porfirio Díaz.
Ricardo Flores Magón