miércoles, 4 de septiembre de 2013

Lou Andreas Salome



“¿Qué les pasa a los hombres? ¿Son incapaces de sentir amistad hacia una mujer, sólo saben ser amantes o esposos?”
Lou Andreas Salome

Hace algún tiempo, he vuelto a leer a Lou Andreas Salome, una mujer que tiene muchas maneras de leerse, de hecho uno de los lugares preferidos es desde ella como mujer, hoy deseo compartirles algo de su correspondencia con Nietzche y con Rielke, su vida y su trabajo siempre han sido controversiales, puntos de encuentro, de discusión, de reflexión.

Alejandro.

“Era de una modestia y una discreción poco comunes. Nunca hablaba de sus propias producciones poéticas y literarias. Era evidente que sabía dónde es preciso buscar los reales valores de la vida. Quien se le acercaba recibía la más intensa impresión de la autenticidad y la armonía de su ser, y también podía comprobar, para su asombro, que todas las debilidades femeninas y quizá la mayoría de las debilidades humanas le eran ajenas, o las había vencido en el curso de su vida”.
Sigmund Freud, Lou Andreas-Salomé (1937). Febrero de 1937.


Lou Andreas-Salomé, vive de 1867 a 1931, fue amiga e interlocutora de Nietzsche, Freud y el poeta Rainer María Rilke, los cuales la trataban como su igual debido a sus probadas capacidades intelectuales como filósofa, psicoanalista y literata. Escribe al menos 200 obras entre novelas, ensayos de filosofía y artículos psicoanáliticos.

A partir del método filosófico-psicoanalítico que ella adereza con su propia creatividad, elabora un examen del ser humano a lo largo de su obra, le otorga por derecho propio su lugar en la historia. El pensamiento de Lou Andreas-Salomé es tan potente filosóficamente hablando que no necesita de padrinos, es tan importante que merece un rescate histórico serio, el cual efectuaremos en éste sitio.

En 1911, cuando contaba 50 años, conoció a Sigmund Freud. Visitó al psiquiatra vienés con la esperanza de que éste pudiera revelarle algo sobre los misterios de su personalidad. Participa del congreso de la Sociedad Psicoanalítica de Viena.

Después, en 1912 volvió a Viena para iniciarse en el psicoanálisis. Freud dice: ?Mi hija, que era íntima amiga suya, le oyó una vez lamentarse de no haber conocido el psicoanálisis en su juventud. Pero, después de todo, en aquellos días no existía tal cosa? Empieza sus estudios incluida su formación bajo la dirección de Freud, así él se volverá colega como amigo y confidente en los difíciles años de la guerra.

Fue la primera "grouppie", la primera mujer que tuvo acceso a tertulias hasta entonces vedadas al género femenino. Conoció bien la bohemia de París, Berlín y Viena. Tuvo como pretendientes a las más grandes inteligencias de su tiempo. Pero, sobre todo, fue una mujer de sexualidad anómala. No se sintió jamás madre ni amante, probablemente tampoco mujer sino hasta muy avanzada su madurez...

Por entonces Lou ya había adquirido fama mundial. No en vano había sido la primera psicoanalista distinguida y la única mujer que Freud aceptó en él "círculo interno" de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Lo cual no era poco.

Los 25 años siguientes Lou se dedicará completamente al psicoanálisis, como psicoanalista y como investigadora

Carta de Nietzche a Lou Andreas Salome.


Lou:

Que yo sufra mucho carece de importancia comparado con el problema de que no seas capaz, mi querida Lou, de reencontrarte a ti misma.
Nunca he conocido a una persona más pobre que tú.
Ignorante pero con mucho ingenio.
Capaz de aprovechar al máximo lo que conoce.
Sin gusto pero ingenua respecto de esta carencia.
Sincera y justa en minucias, por tozuda en general, en una escala mayor, en la actitud total hacia la vida:
Insincera.
Sin la menor sensibilidad para dar o recibir. 
Carente de espíritu e incapaz de amar.
En afectos, siempre enferma y al borde de la locura.
Sin agradecimiento, sin vergüenza hacia sus benefactores…
En particular:
Nada fiable.
De mal comportamiento.
Grosera en cuestiones de honor…
Un cerebro con incipientes indicios de alma.
El carácter de un gato: el depredador disfrazado de animal doméstico.
Nobleza como reminiscencia del trato con personas más nobles.
Fuerte voluntad pero no un gran objeto.
Sin diligencia ni pureza.
Sensualidad cruelmente desplazada.
Egoísmo infantil como resultado de atrofia y retraso sexual.
Sin amor por las personas pero enamorada de Dios.
Con necesidad de expansión.
Astuta, llena de autodominio ante la sexualidad masculina.

Tuyo
Friedrich N


ORACIÓN A LA VIDA

Igual que cada amigo ama a su amigo,
así te amo yo a ti, vida enigmática.
Tanto si me haces gritar de gozo que llorar,
tanto si me das penas o placeres.
Yo te amo en la aflicción y en la alegría.
Y si alguna vez quieres acabar conmigo,
me arrancaré de tus brazos con dolor
como se arranca el amigo del pecho de su amigo

Con todas mis fuerzas yo te abrazo.
Deja que en tu llama arda mi espíritu.
Y que en el fragor de la lucha
encuentre yo la clave al enigma de tu ser.
Quién tuviera siglos para existir, para pensarte.
Abrázame con fuerza entre tus brazos.
Si no te queda ya felicidad que darme,
de acuerdo, dame ese sufrimiento que aún te queda.
Lou Andreas-Salomé



"La vida humana –qué digo, la vida en general– es poesía. Sin darnos cuenta la vivimos, día a día, trozo a trozo. Pero, en su inviolable totalidad, es ella la que nos vive, la que nos inventa. Lejos, muy lejos de la vieja frase ‘hacer de la vida una obra de arte’; no somos nuestra obra de arte".

"(…) recuerdo la impresión que me hizo el encontrar, al revolver entre papeles, una hoja vieja y rasgada en la que yo misma había garrapateado unos versos hacía mucho tiempo, en Finlandia, durante las blancas noches de verano, sumergidas en su mágica claridad:

Tú, claro cielo sobre mi cabeza,
A ti quiero confiarme:
¡No permitas que el placer y el padecer
Me obstruyan aquí la visión!

Tú que te extiendes por encima de todo,
Por las llanuras y los vientos,
Muestrame el camino que tanto anhelo
Para volver a encontrarte.

Del placer no quiero su final
Ni el padecer rehúyo;
Sólo una cosa quiero: espacio y sólo espacio
Para arrodillarme debajo Tuyo."

LOU ANDREAS-SALOMÉ (Del libro Mirada retrospectiva. Traducción: Alejandro Venegas)

Solo una personalidad como Lou podría ser apoyo, consuelo y ayuda para su atormentado amigo, sobre estas cartas Rilke dice: “lo que radicalmente iba a cambiar mi angustia comenzó con muchas, muchas cartas, hermosas y ligeras, brotadas del corazón…si jamás hombre alguno interiormente pudo sosegarse, yo mismo lo fui con esas cartas. Esta ocupación diaria y mi relación con ella se me hicieron sagradas de una manera indescriptible y desde entonces se apoderó de mí una confianza enorme, como si hubiera al fin encontrado una salida a ese penoso estancarme en circunstancias continuamente nefastas.
  
RILKE A LOU ANDRÉAS-SALOMÉ EN GÖTTINGEN París, 17 rue Campagne-Première 8 de junio de 1914

Querida Lou, heme aquí al término de un largo, ancho y duro período, con el que caduca cierto futuro que no había sido fuerte y religiosamente alimentado, sino torturado hasta el aniquilamiento (algo en lo que, poco más o menos, soy inimitable). Si a veces, durante estos últimos años, había podido disculparme so pretexto de que algunos intentos por asentarme más humana y naturalmente en la vida fracasaron porque las personas concernidas no me habían comprendido, y me hacían sufrir ininterrumpidamente violencias, injusticias y prejuicios, precipitándome así en tan gran desasosiego, resulta ahora que después de meses de sufrimiento me encuentro orientado de muy diferente manera: teniendo que reconocer que, esta vez, nadie puede ayudarme. Y aunque alguien viniera con su alma más inocente, más inmediata, y encontrara su referencia en los mismos astros, aunque me soportara a pesar de mi torpeza y rigidez y conservara su pura e infalible disposición para conmigo; aun cuando el rayo de su amor viniera a estrellarse diez veces en la turbia y densa superficie de mi universo submarino, todavía sería yo capaz (lo sé ahora) de empobrecerlo en el seno de la abundancia de su ayuda renovada sin cesar, de encerrarlo en el irrespirable dominio de una ausencia total de ternura, hasta el punto en que, vuelto inaplicable su auxilio, pasara él mismo de la plenitud a la marchitez, hasta dar en una siniestra decadencia. Querida Lou, desde hace un mes estoy solo otra vez, y es éste mi primer intento de volver a tomar conciencia —ya ves, así están las cosas. En resumidas cuentas, he experimentado muchas cosas durante estos acontecimientos; por el momento sigo constatando esto: que una vez más apenas si estaba a la altura de una tarea pura y alegre, en la que la vida, como si nunca hubiera tenido conmigo malas experiencias, volvía a venir hacia mí, misericordiosa. Desde ahora está claro que también ahí he vuelto a fracasar y que, lejos de avanzar, repetiré un año más este curso de dolor; y que cada día encontraré inscritas en la negra pizarra las mismas palabras, cuya triste flexión creí haber aprendido hasta el agotamiento. Lo que tan radicalmente iba a cambiar mi angustia comenzó con muchas, muchas cartas, hermosas y ligeras como brotadas del corazón: que yo sepa nunca he escrito otras parecidas. (Era la época, te acuerdas, de la omisión de la «s»). En dichas cartas (cada vez lo comprendía mejor) ascendía una petulancia irresistible, como si me encontrara ante un nuevo y pleno brote de mi más peculiar esencia, que, liberada desde entonces en una comunicación inagotable, se esparcía por la vertiente más alegre al tiempo que yo, escribiendo día tras día, sentía su feliz corriente y el incomprensible reposo que le parecía [19] preparado del modo más natural en un alma capaz de recogerlo. Mantener pura y transparente esta comunicación y, al mismo tiempo, ni sentir ni pensar nada que se encontrara excluido por ella: eso fue lo que de una sola vez, sin que yo supiera cómo, llegó a ser la medida y la ley de mi actuar, y si jamás hombre alguno interiormente agitado pudo sosegarse, yo mismo lo fui con esas cartas. Esta ocupación diaria y mi relación con ella se me hicieron sagradas de una manera indescriptible, y desde entonces se apoderó de mí una confianza enorme, como si hubiera al fin encontrado una salida a ese penoso estancarme en circunstancias continuamente nefastas. Hasta qué punto estaba entonces comprometido en cambiar, podía notarlo igualmente en el hecho de que incluso las cosas pasadas, cuando se me ocurría contar algo de ellas, me sorprendían por el modo en que reaparecían; si, por ejemplo, se trataba de épocas de las que a menudo había hablado anteriormente, hacía hincapié en aspectos inadvertidos o apenas conscientes, y cada cual adquiría, por decirlo con la inocencia de un paisaje, una visibilidad pura, una presencia, y me enriquecía, formaba parte de mí mismo, tanto y de tal modo que por primera vez me parecía ser dueño de mi vida, no por una adquisición, por una explotación, por una comprensión interpretativa de cosas caducas, sino por esta misma nueva veracidad que se esparcía también a través demis recuerdos.

Lou Andréas-Salomé & Rainer María Rilke Correspondencia 9 de junio de 1914, martes

Te envío, querida Lou, la hoja de ayer: comprenderás que lo que en ella describo ya no tiene vigencia y se ha perdido para mí; tres meses de realidad (frustrada) han dejado sobre todo ello como una dura y fría lámina de cristal, bajo la cual esa experiencia ya no me pertenece, como si estuviera colocada en la vitrina de un museo. El cristal refleja y en él sólo percibo mi viejo rostro, anterior, el que tú tan bien conoces. ¿Y ahora? Después de un inútil intento de vivir en Italia, he vuelto aquí (hace ya quince días), deseoso de arrojarme a ciegas en cualquier ocupación; pero aún tan embotado y paralizado que apenas si puedo hacer otra cosa que dormir. Si tuviera un amigo le rogaría que viniera a trabajar conmigo cada día, en lo que fuera. Y cuando en el intervalo, de taciturno humor, pienso en el porvenir, imagino en primer lugar un tipo de trabajo que estuviera sometido a las condiciones exteriores, y alejado tanto como fuera posible de toda productividad personal. Pues desde ahora ya no dudo ni por un instante de que estoy enfermo, de una enfermedad que me ha gravemente corroído y cuyo foco se encuentra en lo que hasta entonces llamaba mi trabajo, de tal modo que por el momento no hay ningún refugio por ese lado.Tu viejo Rainer.

Lou Andréas-Salomé & Rainer María Rilke Correspondencia LOU ANDRÉAS SALOMÉ A RILKE, EN PARÍS Göttingen, 11 de junio de 1914

Mi querido viejo Rainer. Sabes, he llorado terriblemente al leer tu carta..., era estúpido, pero cómo puede una impedirlo cuando ve de qué manera trata a veces la vida a los más preciados de sus hijos. Te he acompañado con todos mis pensamientos en la medida en que pueda llamarse a esto «acompañar», cuando una se pregunta cada día dónde puede encontrarse alguien: si elevado hasta los confines de la atmósfera humana, o si hundido en el fondo de un cráter, debatiéndose entre los más violentos fuegos que jamás hayan ardido en el seno de la tierra. Cuando me escribiste a propósito de mis «Cartas», que resultaron tan alegremente locas, me parecía posible que se hubiera abierto, para ti, un período productivo, provocado por alguna experiencia afectiva; y es siempre en ese momento cuando parece cercano un terrible peligro, tanto como una gran victoria. Es entonces fácil para algunas almas sacrificar un nada de productividad que se desprendía de una experiencia intensamente vivida; y, de vez en cuando, creadoras por naturaleza, consiguen hacer lo contrario; pero probablemente, con mucha más frecuencia, ocurre que ambas tendencias se encuentran a mitad de camino y perecen por haberse obstruido mutuamente el paso. Aunque esta vez seas tú, tan absolutamente, el único responsable de esta muerte, que no tengas excusa, ni coartada. Una cosa sin embargo queda fuera de duda: la manera en que resucitas todo esto con tus palabras es exactamente, ¡exactamente!, la antigua, la íntegra potencia que da vida a lo que está muerto, y además: el duelo causado por este hecho es el de un alma cuyo sentimiento más sutil, más interior, en nada podría ser más inocente que en aquello de lo que te acusas a ti mismo. Y no obstante eres tú mismo, como también eres tú quien, en un momento dado, eres incapaz de trabajar, o echas a perder el trabajo. Y, ciertamente, ni sacas ni puedes sacar nada del hecho de que a pesar de todo no eres tú, ya que nadie puede comer hasta hartarse del pan encerrado en un armario, como tampoco alimentarse con la espera de las espigas de trigo de los campos sin segar. Por eso, si me quejo a este respecto, me quejo de muy distinto modo, en cuanto espectadora que al mismo tiempo está muy emocionada con la idea de que el pan y los frutos de los campos existen. Eso es lo que ocurre ahora con lo que yace bajo «el cristal duro y frío de la vitrina»: tú ya no lo posees y el cristal te refleja a ti mismo; sin embargo ahí estaba una prueba de la magnitud de tus cualidades y, al igual que apenas las habías conocido bajo este aspecto —su profundidad, su rica pertenencia a ti—, del mismo modo todavía tienen otras que ofrecerte, que hoy no puedes ni siquiera sospechar, y a las que te impide verlas todavía algo mucho más resistente que el cristal. Pero, para qué tantas palabras: por el momento no sentirás nada más, como no sea que algo ligero o macizo te separa de la vida, y cualquier palabra en contra es estúpida, necia, impotente1.




No hay comentarios:

Publicar un comentario