domingo, 6 de septiembre de 2009

Encuéntrame en el silencio (dos)




He entendido que hay secretos sublimes, inexplicables, vivos, eternos. Comprendí que es mejor no tocarlos, no mancillarlos, dejarlos ser como son, como fueron, como pueden ser. Misterios que merecen una sola cosa: ser sentidos, perderse, deleitarse en ellos para luego dejarlos permanecer.



He entendido que el caminante aprende por que anda y charla, por que escucha, por eso hay caminos que deben andarse y otros deben de dejarse.

He entendido que la palabra es ensueño, evocación, nostalgia, por eso hay que decirla con cuidado, hay palabras que enloquecen, esas hay que guardarlas, hay palabras que florecen esas hay que sembrarlas.

Por eso escribo, por el camino, por lo andado, por la palabra y la evocación, porque sin los caminos ni las palabras solo nos queda el silencio y la certeza y la vida no es certeza, la vida es la evocación de la posibilidad, el dharma, la ley universal de la naturaleza, ley que se encuentra en cada individuo, en cada uno de nosotros y a su vez existe en todo el universo.

Ya no me preocupo por el mañana, vivo tranquilo porque sé que llegara, y que algún día, algún día ya no estaré y las palabras con alas volaran, algunas saldrán a través de las ventanas, otras sencillamente se irán, buscaran donde anidar y ahí, donde ellas queden estaré yo, diciendo lo hablado, como el viento, suave y sereno.

Así mis palabras, las que he dicho se fundirán en el viento y cuando llueva, refrescaran el rostro de alguien, escurrirán suavemente por el cristal, chocaran contra un techo o el pavimento, pero otras, las más afortunadas serán el rocío reposando en una hoja de un abeto o al caer sobre la tierra se hundirán y serán parte de grandes mantos, de grandes ríos que darán de beber, así mis palabras, aunque yo ya no esté refrescaran el ánimo de alguien, le quitaran la sed o crecerán en flores y plantas, serán parte del campo florido, lejos ya de mi boca serán libres, volverán a ser usadas una y otra vez sin saber que fueron pronunciadas por mí, por eso estoy tranquilo, por eso el mañana no me preocupa, porque yo seré agua, rio, viento, árbol, flor, seré tierra y nube, viento y sueños, sueños que vuelan solos, esperando que alguien los sueñe, por eso me puedo ir.

Y no importara cuanto haya hecho o dejado de hacer, no importara porque caminos anduve y por cuales deje de hacerlo, no importara, porque la palabra solo se lleva lo andado y lo hecho.

Cuando me vaya todo seguirá, pero yo no estaré aquí pronunciar palabra alguna.

Por eso no me preocupo, porque todas las palabras perdidas volverán a ser encontradas y cuando alguien las pronuncie volverán a existir, ese es mi legado, la palabra, la dicha y la escrita.

Ahora sé que la palabra no tiene dueño, que es ella la que se arropa de nosotros, las que nos hace comprender y nos ayuda a caminar, la que crece en los sueños y florece al amanecer.

Ahora sé que me puedo ir, en silencio, despacio, suavemente, sin sentir nada, solamente dejarme ir.


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