miércoles, 28 de enero de 2015

Sinfonía de las Lamentaciones




 70 años, ya no hay humo en las altas chimeneas, los hornos han desaparecidos, ocultados en su destrucción, las cámaras ya no se llenan de gritos y desesperanza, hoy pareciera que lo sucedido fue un interludio brutal.

En México, no existe una política estatal de exterminio, sin embargo, diferentes actores, escenarios no cambian la trama, el fuego consume, las cenizas quedan.
 
Una de las inscripciones lapidarias de T. W. Adorno que más han circulado dice que, después de Auschwitz, no se puede escribir poemas. Cabría preguntarse por qué después de Auschwitz y no después de cualquier atrocidad anterior más o menos voluminosa. La historia humana puede proveernos de unos cuantos ejemplos.

¿Podemos pensar después de Auschwitz? Sí, podemos y no sólo podemos, sino que debemos. Nuestras locuras son la trágica medida de nuestra racionalidad. Y Auschwitz es Hiroshima, Vietnam, el Gúlag, Afganistán. Se trata de que el terror no nos paralice el pensamiento ni nos haga simpático al verdugo. La tiniebla subsiste, pero es la razón y quizá la excusa para la tarea de la luz.
 
Henyrck Górecki, autor de la "Sinfonía de las Lamentaciones", menciona que las cenizas servían para abonar las coles que crecían entre los barrancones, hoy existen árboles que crecen sobre las tierras abonadas por los miles de cuerpos de las víctimas, así, en cada lugar del mundo, crecen flores, árboles, huertos sobre las victimas para recordarnos que a pesar de nuestra crueldad, de nuestra brutalidad existe la posibilidad de que la vida vuelva a surgir, con más fuerza y belleza que antes.

Esto lo dedico a todos aquellos que fueron impunemente sacrificados, hecatombe y holocausto, en cada campo de exterminio, en Camboya, en Argentina y Chile, en España, en la URSS, en los Balcanes, en las calles, las plazas, los campos de mi pueblo, de mi país.
 
AUSCHWITZ
(A todos los judíos del mundo, mis amigos, mis hermanos)
León Felipe

Esos poetas infernales,
Dante, Blake, Rimbaud...
Que hablen más bajo...
¡Que se callen!

Hoy
cualquier habitante de la tierra
sabe mucho más del infierno
que esos tres poetas juntos.
Ya sé que Dante toca muy bien el violín...
¡Oh, el gran virtuoso!...
Pero que no pretenda ahora
con sus tercetos maravillosos
y sus endecasílabos perfectos
asustar a ese niño judío
que está ahí, desgajado de sus padres...

Y solo.
¡Solo!
Aguardando su turno
en los hornos crematorios de Auschwitz.

Dante... tú bajaste a los infiernos
con Virgilio de la mano
(Virgilio, "gran cicerone")
y aquello vuestro de la Divina Comedia
fue un aventura divertida
de música y turismo.

Esto es otra cosa... otra cosa...
¿Cómo te explicaré?
¡Si no tienes imaginación!
Tú... no tienes imaginación,
acuérdate que en tu "Infierno"
no hay un niño siquiera...

Y ese que ves ahí...
Está solo
¡Solo! Sin cicerone...
Esperando que se abran las puertas del infierno
que tú ¡pobre florentino!
No pudiste siquiera imaginar.
Esto es otra cosa... ¿cómo te diré?

¡Mira! Este lugar donde no se puede tocar el violín.
Aquí se rompen las cuerdas de todos
los violines del mundo.
¿Me habéis entendido, poetas infernales?
Virgilio, Dante, Blake, Rimbaud...
¡Hablad más bajo!

¡Tocad más bajo!...¡Chist!...
¡¡Callaos!!
Yo también soy un gran violinista...
Y he tocado en el infierno muchas veces...
Pero ahora aquí...
Rompo mi violín... y me callo.
 

“Henyrck Górecki - Sinfonía nº 3 Op. 36 "Sinfonía de las Lamentaciones"



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