viernes, 5 de junio de 2015

  

ARIEL
No hubo quien no
sintiera la fiebre de los locos, ni obrara
enajenado. Todos, menos los marineros,
se echaron al mar espumoso saltando del barco,
que ardía con mi fuego. Fernando, el hijo del rey,
con los pelos de punta (más juncos que pelos),
fue el primero en lanzarse, gritando: «¡El infierno
está vacío! ¡Aquí están los demonios!» 

La Tempestad, William Shakespeare.

 
Cada día te alejas más, creo que nunca entendiste que para mí lo importante son los sueños, son el alma del viento, los pies descalzos del camino.

Me has pedido que no me vaya y nunca me he ido, desde hace tanto tiempo que estoy aquí, lo que sucede es que tú nunca has estado.

Cuando te veía irte miraba tus caderas y tu espalda, su forma perfecta, cello de formas suaves y firmes, de música que susurra delicadamente, armonía del gozo, eras como un canto clandestino. Así te veía, siempre de espaldas, yéndote, sin sentir tus cuerdas ni tu cuerpo, solo como un fantasma que se va diluyendo entre la gente, un recuerdo.

Yo nunca te lo dije, supuse que lo entenderías, para mí el estar contigo, el abrazarte y acariciarte, el sentir tu cuerpo junto al mío me imaginaba el momento de la creación, porque tú lo llenabas todo de color y sonido, colores únicos, sonidos armoniosos nunca escuchados, tú eras eso, mi universo.

Creo que el error fue de ambos, yo al pedirte que fueses mi amiga, mi hermana, mi compañera, mi mujer, pedirte que te convirtieras en carne y dejaras de ser sueño, tú al aceptarlo.

Me has dolido, me dueles en los huesos, en la carne, en todo mi cuerpo, recuerdo que hace muchos años, demasiados quiza, alguien decia sin conocerte pero refiriendose a ti que tienes “un rostro ajeno al que yo amaba”, hoy he aprendido a no sentir nada, ya no siento nada. Y sabes ese no sentir es terrible, es saber que algo que era un hálito de Dios se ha ido para siempre, que junto con el Salmo tú te lo has llevado.

No me arrepiento de haberte amado, no me arrepiento de nada, solo me duele que ya no está la ilusión, la esperanza.

Quisiera seguir escribiendo y hacer de cada letra, de cada palabra un beso y un roce, quisiera que la ilusión siguiera aqui, sentada a mi lado mirando las estrellas, preguntandonos ¿si ellas nos miraran a nosotros? y si lo hacen, ¿que pensaran?, acaso solo me queda buscar el salmo, la palabra y la hoz, segar .las mieses y aplastar las uvas, así la vid y el trigo,sean el pan y el vino, sean la consagración de tu ausencia y de mi andar.

Me iré lejos, a un lugar donde los recuerdos no me encuentren, donde sea más cerebro que corazón, donde escriba para volver a tener alas, me iré lejos...


"Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
matando en mí la burla y la sugestión del vocablo"

Federico García Lorca,
Poema doble del lago edén, Poeta en Nueva York, 1928-1929


 

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