Ocho mil sesenta horas, quinientos veinticinco mil
minutos, un latido en el corazón del universo, eso hace que mi madre se fue.
Vendrá
la muerte
Vendrá
la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, amada esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, amada esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.
Cesare Pavese
En un lugar de
la Ciudad de México escrito para el 14 de abril 2018
Mi madre el 31 de diciembre al 1 de este año.
ResponderEliminarCuanto vacio, cuando se va una guerrera
guerras de amor pero no de olvido, pues como decia aquel:
"Un hombre es revivido, cuando su nombre es recordado"
Saludos!
Muchas gracias, el Tao dice:
EliminarLa Contraproducencia de la Superfluidad
Quien se sostiene de puntillas no permanece mucho tiempo en pie.
Quien da largos pasos no puede ir muy lejos.
Quien quiere brillar
no alcanza la iluminación.
Quien pretende ser alguien
no lo será naturalmente.
Quien se ensalza no merece honores.
Quien se vanagloria
no realiza ninguna obra.
Para los seguidores del Tao, estos excesos son como excrecencias
y restos de basura que a todos repugnan.
Por eso, quien posee el Tao
no se detiene en ellos, sino que los rechaza.