domingo, 11 de marzo de 2012

Algo tarde, pero no me olvido, Ocho de Marzo, 2012



Para las mujeres que han llenado mi vida, mi abuela, mi madre, mi esposa (que ya no lo es), Karina, Constanza, Jessi y mis amigas, ah! y por todas las mujeres a las que teóricamente he enamorado y que claro, que en la realidad, solo son eso, teoría amorosa, pero que acaso y en la otra vida se me haga.

No había escrito nada para este ocho de marzo, porque la prensa y los organismos gubernamentales y civiles se dedican a mencionar lo que sigue siendo un estigma y una vergüenza para la humanidad, la discriminación, la violencia, la misoginia y la brutalidad con que todavía son tratadas muchas mujeres al derredor del mundo.

Historias que van desde la madre que sin un marido ni apoyo alguno logra una educación y la sobrevivencia de sus hijos, hasta aquellas mujeres que son objeto del escarnio, la tortura, la trata hasta la muerte, de mujeres valientes y honestas, pero también de aquellas mujeres que reproducen y fomentan esta condición o bien de las que asumen posiciones de poder y en lugar de feminizar el poder, ellas se masculinizan.

Yo por muchas razones soy feminista, primero porque soy hijo “natural” (así decía mi acta de nacimiento, lo que a mí me alegra, primero porque no soy artificial y segundo porque mi padre un día decidió –antes de que yo naciera- ir a comprar cigarros, los cuales deben de ser difíciles de encontrar, supongo, porque nunca regreso, cosa que agradezco con toda mi alma, en serio) de una mujer que no solo me educo y alimento, sino que me ha enseñado, porque resulta que mi madre es una mujer sabia.

Otra razón es porque desde muy joven no creo en la violencia y por mi formación comunista - liberal, lo cual significa entre otras cosas que creo en que todos los seres humanos somos iguales (bueno, gracias a Dios, no tan iguales) y ello implica aceptación y respeto, tolerancia y construcción de caminos anchoa para que los seres humanos podamos transitar sin discriminación alguna.

Y por último, porque si todos estamos hechos de polvo de estrellas y el gen primígio que dio origen a la vida es el mismo para todos los seres vivos que existimos, existieron y existirán en este planeta (o lo que dejemos de él).

Así pues, mi tardanza en escribir, porque ahora lo hago para que este ocho de marzo sea piedra de toque para la esperanza, de ahí que hoy haya decidido escribir sobre una mujer y sus ancestras, su madre y su abuela, quienes por su condición de mujer son objeto de vicisitudes, pero también por esa condición aprenden y luchan por ser libres, así, de una generación a otra van trasmitiendo el aprendizaje y la fortaleza y los ánimos para transformarse ellas en seres libres y fuertes, sin embargo, sin perder su escancia femenina, sino haciéndola más abierta al entendimiento y a la transformación.

Jung Chang es la autora de “Cisnes salvajes” (libro que no se por que no se ha vuelto a editar en México, espero que en el resto del mundo sean más sensatos que aquí y lo continúen editando) cuenta sobre lo que es ser mujer a través de las vidas de su abuela, de su madre, y sus años de estudiante hasta su traslado a Gran Bretaña.

Su abuela, Yu fang, fue concubina de uno de los generales de los señores de la guerra, durante el periodo de decadencia del imperio manchú. La descripción de su agitada vida coincide con los años en los que todavía perviven algunas ceremonias tradicionales. Algunas de estas costumbres eran claramente denigratorias para la mujer. Por ejemplo, el analfabetismo se consideraba una muestra de virtud en las mujeres de la clase inferior y la mujer se valoraba como una mercancía en el matrimonio. La caída del Imperio de Manchuria, la invasión de los japoneses en 1931, el establecimiento del emperador Pu Yin -un títere de los japoneses-, la alianza entre el Kuomintang y los comunistas para derrotar a los japoneses, son los dramáticos hechos que padecen Yu fang y su anciano segundo marido, el amigable doctor Xia. Son años en los que soportan todo tipo de regímenes arbitrarios y dictatoriales, que se mantienen en el poder gracias al abuso irracional de la violencia, ingrediente habitual en la historia de China.

La victoria de los comunistas en la guerra civil con el Kuomintang y la proclamación de la República Popular inician una etapa de esperanza y nuevas ilusiones. Los comunistas realizaron una drástica reforma agraria y una declaración de buenas intenciones que les facilitaron el apoyo entusiasta de la población. Bao Qin/De-Hong, la madre de la narradora, confió en esta política y cooperó en el asentamiento de una revolución que parecía que, por fin, traería la paz y el bienestar a China. De-Hong (cisne salvaje en chino) se casó con un destacado revolucionario comunista, uno de los personajes más llamativos y entrañables de todo el libro por su integridad y su fidelidad a unos ideales hasta el fin, a pesar de las agónicas dificultades por las que tendrá que pasar.

Sin embargo, las meticulosas cazas de brujas que comienza muy pronto Mao sumergen al país en el miedo y el terror. Esta situación se agudizó durante los años de la Revolución Cultural, en los que se extiende de una manera pasmosa la mentira, la corrupción y un miserable deseo de venganza. Los padres de Jung son denunciados y sufren todo tipo de presiones, castigos y persecuciones. Estos años coinciden con el aumento hasta el paroxismo de un ridículo y vacío adoctrinamiento político y del divino culto a un sinuoso y metódico Mao, quien utilizó para su propio beneficio la situación caótica en la que quedó el país después de la Revolución Cultural.

El ejemplo moral de la familia de Jung Chang Además, ella ha querido dejar constancia de la fortaleza e integridad de gran parte del pueblo chino: "Rodeada de sufrimiento, muerte y desolación, había contemplado la indestructible capacidad humana para sobrevivir y buscar la felicidad".

Este libro, puede tener varias lecturas, pero la que me interesa resaltar, como lo comente líneas arriba es la de la esperanza, la de la vida, la de la solidaridad, la equidad y la justicia.

Por cierto, este día (8 de marzo) por alguna razón incomprensible, es común felicitar a las mujeres por ser mujeres, aparte de ser una perogullada, es una insensatez, porque entonces el día del árbol hemos de felicitar a los árboles por ser árboles ah! y claro, por no ser lápices, duela, papel o algún otro producto.

Se fijan cuantas veces uso el “porque”, hasta yo estoy sorprendido.

Con todo cariño y respeto para las mujeres y el resto del genero humano que cree y construye un mundo de equidad, libertad, tolerancia, respeto y fraternidad.

Alejandro.

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