lunes, 19 de noviembre de 2012

El espíritu de la asuencia

Las ausencias se habitan, son periferias de ciudades vacías, sordas y mudas, ajenas y en silencio.


 
Realmente no recuerdo cuando te fuiste, solo al voltear ya no estabas ahí, son imágenes que te hacen entrar en trance, pedazos que se despegan de las paredes de mi subconsciente lleno de angustia, que se debate entre la felicidad sin límites y los tormentos en carne viva.

Para hablar de las ausencias es indispensable que haya existido la presencia, no hay ausencia si nunca has estado, por eso las ausencias son duras, por que implican recuerdos y también demasiados “quizás”, “tal vez”, “y si hubiera…”, son hechos contundentes de presentes que como el fantasma de Patroclo se van diluyendo, como los sueños que al despertar solo queda el aroma del recuerdo.

 


Así el fantasma de Patroclo entra como un ataphoi, (sin tumba) cargado de reproche le dice a Aquiles; "¿Duermes, Aquiles, y me tienes olvidado? Te cuidabas de mí mientras vivía, y ahora que he muerto me abandonas".

Mientras que Aquiles le tiende los brazos “pero no consiguió asirlo: disipóse el alma cual si fuese humo y penetró en la tierra dando chillidos. Aquiles se levantó atónito, dio una palmada y exclamó con voz lúgubre ¡Oh dioses! (…). Toda la noche ha estado cerca de mí el alma del mísero Patroclo, derramando lágrimas y despidiendo suspiros, para encargarme lo que debo hacer; y era muy semejante a él cuando vivía”

Es hasta este momento en que Aquiles se da cuenta de la ausencia de Patroclo, por que las ausencias se notan sólo cuando los fantasmas surgen, cuando los espíritus nos hablan, cuando requerimos de su presencia y los invocamos, porque solo las ausencias existen por que las presencias se fueron.

 


“¿Qué hechicería te lo dio?

-En el alba -dijo el poeta- me recordé diciendo unas palabras que al principio no comprendí. Esas palabras son un poema. Sentí que había cometido un pecado, quizá el que no perdona el Espíritu.

-El que ahora compartimos los dos -el Rey musitó-. El de haber conocido la Belleza, que es un don vedado a los hombres. Ahora nos toca expiarlo. Te di un espejo y una máscara de oro; he aquí el tercer regalo que será el último.

Le puso en la diestra una daga. Del poeta sabemos que se dio muerte al salir del palacio; del Rey, que es un mendigo que recorre los caminos de Irlanda, que fue su reino, y que no ha repetido nunca el poema”.

“El espejo y la máscara” – Jorge Luis Borges

Ahora ya no estás, tu ausencia llena todo, dejando siempre u gran vacío, un hueco que solo queda, así, sin dolor, sin nada…

 
 
“En mi mano derecha, respondió Alicia. —Mira ahora la niña del espejo y dime ¿en qué mano tiene su naranja? —En su mano izquierda. — ¿Y cómo explicas esto? Ella reflexionó un instante y respondió: —Si yo pudiese pasar del otro lado del espejo, ¿no tendría acaso siempre la naranja en mi mano derecha?

“Alicia a través del espejo” - Charles Lutwidge Dodgson, mejor conocido como Lewis Carroll

Solo puedo recordarte, saber que tejimos y caminamos, ahora no queda nada de ti, ese día sencillamente te cubriste con tu abrigo, guardaste la esperanza en un bolso y te echaste a andar, solo te fuiste.

“- (…) ese tipo de silencio en donde no se ha dicho todo, y simplemente está ahí, como colgando en la habitación. No era ese silencio acompañado, en el que te sientas junto a alguien, en silencio, ambos leyendo, por ejemplo, y es maravilloso. Éste era de aquellos en donde no todo se ha dicho, se eleva por encima de la habitación, como si fuera una horrible criatura que se asomara por encima de todos los que estábamos ahí, y nadie decía nada.

(…) Siempre hay secretos que no puedes decir: (…) y nadie puede decir nada… Siempre hay secretos, hay silencios, y cualquiera que rompa esos silencios no es perdonado, porque se supone que debió haberse quedado callado”.

Entrevista a Jannette Winterson autora de “Whitbread por Oranges are not the only fruit” (Fruta prohibida)

Y yo, en secreto, silenciosamente nunca dije nada y tú con tu cuerpo, con tus roces me decías todo, era mi secreto y no, nunca te dije nada, ambos suponíamos que no era necesario, que todo estaba dicho ya, pero tú si decías, yo callaba, era el silencio que abruma, presagio del camino, realmente ahí comenzó la ausencia, en el silencio, hoy ya no te puedo sentir, ya no camino a tu lado, ahora lo hago en silencio, extraño tus palabras, tus risas, hoy sigo solo, en silencio.

Alejandro.
 
 

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