jueves, 3 de octubre de 2013

El canto del cisne o de cómo se llegó a ser 2 de octubre.



“Huya ahora el lobo de la oveja, produzcan doradas pomas las duras encinas, florezca en los olmos el narciso, destile la corteza de los tamariscos espeso ámbar, desafíen a cantar las lechuzas a los cisnes, sea Títiro un Orfeo en las selvas, un Arión entre los delfines.
“Las Églogas” Virgilio.

“Posiblemente la expresión de esa mirada anticipó, amenguándola, la impresión de las palabras. El cisne cerró los ojos”
“El canto del cisne” Horacio Quiroga

“Entonces cuando lo tenía a la altura de mi pecho, sentí que se desenrrollaba una cinta, algo como un brazo negro me rozaba la cara. Era su largo y ondulante cuello que caía. Así aprendí que los cisnes no cantan cuando mueren"
Confieso que he vivido, Pablo Neruda.

 
Cuentan que cuando los cisnes un poco antes de morir cantan, con ello anuncian el próximo final. En 1968 se quiebra el cielo, el cisne canta y muere, pero no es inmediata, es una larga agonía que comienza con sus lamentaciones. Mayo en Paris, Berlín RFA (actual Alemania), Primavera de Praga, el Che, Jean Paul Sarte, The Beatles, The Rolling Stones, Hippies, jóvenes, siempre jóvenes.

Y así, el poder retado, obtuso, temeroso reprime y recuerdo a Grinsberg en su poema Aullido, “Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas…”

En México el cisne también canto, lo hizo en la plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, entre restos pre españoles, arquitectura colonial y edificios multifamiliares, el dos de octubre de 1968, el México viejo, artrítico, con altos índices de colesterol y deficiente alimentación, ese México analfabeta en el cual el poder era quien daba y quitaba libertad (¿acaso a eso se puede llamar libertad?), ese México católico, prejuiciado, sin memoria, ese México ese México empezó ese día a morir.

Hoy es nuevamente dos de octubre, hace 45 años, en 1968 la intolerancia y el miedo salieron con sus feroces dientes y cual mastines llenaron la historia de sangre, en ese tiempo yo tenía 12 años, sin embargo recuerdo vivamente cuando los estudiantes se subían a los camiones e intentaban dar a conocer sus peticiones (Libertad a los presos políticos, Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal. (Instituían el delito de disolución social y sirvieron de instrumento jurídico para la agresión sufrida por los estudiantes), Desaparición del Cuerpo de Granaderos, Destitución de los jefes policíacos, Indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto, Deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos) y de cómo tenían que descender para no ser detenidos y a pesar de ello, las amas de casa, los obreros, las madres y los padres, los campesinos, los pobres y los ricos por vez primera en un poco más de 50 años unieron su voz y fue tan fuerte que se escuchó en la marcha del silencio, porque no hay grito más poderoso que aquel que proviene de mil bocas cerradas.
 
Yo no fui parte de esto como estudiante, pero la vivencia la traigo en piel, el recuerdo en la memoria y el ánimo de seguir, ese amigo desde entonces esta en mi hígado, en mi estómago y en mi corazón.

El perdón han gritado y exigido los asesinos, es asunto viejo, dijeron, el perdón solo lo otorga la víctima, este es un acto de misericordia hacia ambos (victima-victimario), los actos humanos no se reducen (por desgracia) a esta violencia, sino que la trascienden y son de lo cotidiano, el perdón entonces adquiere un tamaño casi divino, por ello el perdón lo deben otorgar solo quienes sufren y lo deben de recibir aquellos que han recuperado su alma, que están arrepentidos.

Sé que este es un tema que se tamiza en la criba de los sentimientos, pero también sé que no es posible perdonar sino se habla y se acepta, no es sólo un acto moral, ético, ni religioso, tampoco es exclusivamente jurídico o político, es ante todo un acto y un sentimiento humano y el perdón no es olvido ni impunidad, el perdón es memoria y justicia.

Así, quienes piden ser perdonados las victimas serán quienes decidan, más ello no los vuelve invisibles, no son fantasmas, ellos deben ser juzgados sin odio, sin venganza, solo con justicia para la víctima y el victimario, sin olvido, por que quien olvida no perdona, admite y reconoce el pecado y es indiferente por eso termina siendo culpable.

Hoy no basta con recordar a los muertos, a los desaparecidos, a los torturados, es necesario recuperar la voz, la violencia es el argumento de los cobardes, de los timoratos y pusilánimes, la voz hecha silencio y canto es nuestra, es nuestro salmo, nuestra esperanza.

Falta mucho por caminar, no caigamos en la violencia y la estupidez, cuando yo estudiaba antropología en la ENAH (por cierto, todavía la escuela estaba en el Museo Nacional de Antropología e Historia) conocí a un par de estudiantes becados, ellos eran vietnamitas, en una ocasión les invitamos a una fiesta y ambos nos dijeron que no podían asistir, que ellos tenían una responsabilidad con el pueblo de Vietnam y con los combatientes muertos, heridos, desaparecidos  torturados, con todos, traigo esto a colación por que creo que todos los que hoy estamos aquí tenemos una responsabilidad similar pero también la tenemos con el futuro, con dejarle a los niños de hoy un lugar hermoso donde vivir, donde dejarles la alegría, el canto, la esperanza.
 
Termino dejándolos con dos films propios a la época.

“El grito”, de hecho es el único testimonio fílmico y lo hicieron jóvenes para que la memoria perdure.

El otro es el “Memorial del 68”, un recuento de los hechos a la distancia del tiempo, de la vida y la experiencia.

Un solidario abrazo camaradas.
Alejandro. 

El grito


Memorial del 68





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