domingo, 2 de diciembre de 2012

Adèle Hugo o la no violencia contra las mujeres




«Millones de mujeres y niñas de todo el mundo son agredidas, golpeadas, violadas, mutiladas o incluso asesinadas en lo que constituyen atroces violaciones de sus derechos humanos. [...] debemos cuestionar en lo fundamental la cultura de discriminación que permite que la violencia continúe. En este Día Internacional, exhorto a todos los gobiernos a que cumplan su promesa de poner fin a todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas en todas las partes del mundo, e insto a toda la población a que apoye este importante objetivo”
Mensaje del Secretario General en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Nueva York, 25 de noviembre de 2012

El 17 de diciembre de 1999, a través de la resolución 54/134, la Asamblea General ha declarado el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y ha invitado a los gobiernos, las organizaciones internacionales y las organizaciones no gubernamentales a que organicen en ese día actividades dirigidas a sensibilizar a la opinión pública respecto al problema de la violencia contra la mujer.

Yo no creo, ni admito la violencia, soy un firmemente convencido de “La no violencia” como forma y principio de vida, para mi, la violencia es un ser aterrador que se alimenta de los sueños, de las esperanzas, de los anhelos, que habla siempre gritando y gesticulando, es aquello que discrimina, que prejuzga, que invalida, es aquello que hace de la mediocridad, de lo pusilánime del alma humana lo cotidiano, su voz y su expresión.

La violencia adquiere muchas caras, se cubre con antifaces y a veces aparece sonriente, amable, habla de ternura y amor, sin embargo súbitamente, descubre su faz, ese rostro horrible de la violencia y se muestra como es, sin escrúpulos, sin alma, sórdida.

Más no solo tiene diversos rostros, también tiene diferentes expresiones, las que van desde el golpe en el rostro o en otra parte del cuerpo, la violación infame, hasta el engaño que roba el corazón y congela los sueños.

Hoy deseo hablar sobre esta última forma, la que vacía, deja huecos, rompe por dentro, esa que llena toda el alma de soledad, no porque las otras formas no sean brutales, sino porque esta no solo permite el engaño y el abuso, desconoce por completo la existencia y el derecho del otro, le roba el alma y el espíritu, la razón y creo que a pesar de su gran violencia es la menos visible, la que es, con tristeza socialmente aceptada.

Esta es la historia de la hija de Víctor Hugo, el autor de los miserables, aquel que se opuso a Napoleón III y que le escribió al presidente Juárez, donde dice: “Hoy pido la vida de Maximiliano a Benito Juárez”. (…) “El usurpador,  será salvado y liberado por el Libertador. Hace ocho años, el 2 de diciembre de 1859, tomé la palabra, en nombre de la democracia y solicité de EU la vida de John Brown. No la obtuve. Hoy demando a México la vida de Maximiliano. ¿La obtendré? Sí. Y puede ser que, para estas horas, sea ya un hecho. Maximiliano deberá la vida a Juárez. ¿Y el castigo se me dirá? El castigo hele aquí: Maximiliano vivirá por la gracia de la República”.

Ese poeta, vivió la violencia no únicamente por su posición política, sino al ver lo que le sucedía a su hija menor, Adèle Hugo, hoy transcribo un texto que encontré en: Carné de Lecturas” y les dejo algunos trushes del film de François Truffaut, “Adele H”

Alejandro.
 

(…) La realmente romántica y trágica era su hermana Adèle. Adèle se enamoró -ella sí que locamente – perdió la razón – completamente – y vagó por el mundo persiguiendo al hombre del que estaba enamorada sin ser correspondida. François Truffaut le dedicó una película en los 70 y la historia de la hija loca de amor del escritor empezó a ser conocida.

Adèle era la quinta hija de Victor Hugo, llamada como su madre Adèle.

Adèle conoció durante el exilio en Guernesey (su padre, que estaba en contra del régimen de Napoleón III, se exilió primero en Bruselas y luego en la isla del canal de la Mancha) a un oficial británico, Albert Pinson. Se enamoró de él, aunque no llegó a casarse con su enamorado. A su familia les hizo creer que se había llegado a realizar un enlace, pero en verdad nunca sucedió nada así.

Sin embargo sí desarrolló una pasión enfermiza por él, que le llevó a perseguirlo por medio mundo. Primero lo siguió a Halifax, luego a las Barbados. Persiguiendo a Pinson perdió la salud mental por completo y diez años de su vida. Al final, fue una mujer del lugar, Mine Celine Alvarez Baa, quien se puso en contacto con su familia y quien la llevó de vuelta a Francia.

Era mediados de la década de 1870. Adèle Hugo vivió hasta 1915 en un hospital mental, donde murió en plena I Guerra Mundial. The New York Times publicó entonces una curiosa necrológica: “la triste y trágica historia de Adèle Hugo hace años que le ganó la simpatía de todo el mundo”. Según la versión del periódico estadounidense, un oficial británico la había secuestrado en Guernesey y ella acabó apareciendo, con la razón perdida, en Nueva York, donde únicamente dijo que era la hija de Victor Hugo lo que permitió identificarla y salvarla.

Lo más interesante es que, como su padre, Adèle escribía: dejó un vasto diario (lo he estado buscando y es difícil de encontrar) en el que fue contando su triste y apasionada historia de amor”

















Artículo publicado en el New York Times, sobre la muerte de  Adèle  Hugo.

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