domingo, 17 de marzo de 2013

Angelina Beloff - Quiela dice...




“…que el amor no es esencialmente una relación con una persona específica sino una actitud del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad, no con un objeto amoroso
Eric Fromm “El arte de amar”

El temor que nos sobrecoge es un temblor sagrado. Un hombre ama a una mujer y la besa: de ese beso nace el mundo...Creces, surges, fuera, dentro, impalpable, en el aire y el alma -un alma como aire mecido en música con un tacto de luz…Doy gracias a Dios porque existes.
Octavio Paz, Fragmento de carta a Elena Garro.

Amor eterno amor Atl, la palpitación de mi corazón es el sonido de tu nombre, que amo con toda la frescura de mi juventud, único ser que adoro, moja los ojos de tu amada con el semen de tu vida, para que se sequen de pasión, quien no ha…y será, más que tuya.
Fragmento de carta de Nahui Ollin a el Dr. Atl:

Creo que el único tema sobre el cual el alma humano se ha volcado desde la creación es el amor, pues es punto de partida o llegada, es el camino, llena toda la vida humana, desde lo trascendente, heroico y sustantivo, hasta lo ominoso, aberrante y promiscuo, pasando por lo cursi, lo redundante, lo intrascendente.

Hoy más que hablar y disertar sobre el amor, deseo compartir lo que Angelina Bloff, mujer, artista, madre, esposa, revolucionaria escribió al respecto, en las primeras décadas del siglo XX, por alguna razón, los artistas, aquellos que fueron dotados del don de la expresión, ya sea como una bendición o un anatema, exponen desde donde el resto de los mortales queremos decir, así, a diferencia de Miller y Anais Nin, Bloff habla desde lo tortuoso, de ese amor que sin ser cadena no deja vivir, que asfixia pero no mata, de ese amor de dolor y esperanza y que al final es sólo resignación.

Con todo el respeto para Angelina Bloff y para quienes como ella hemos sido parte de esos caminantes en ese vericueto, les dejo con una semblanza de ella y algunas de sus cartas.

Alejandro.
 
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Angelina Beloff nace en Rusia en San Petersburgoen 1879, llega a México en 1932. La relación de 12 años con Rivera (de 1909 a 1921) la había vinculado al país, y fue así como conoció y compartió también con David Alfaro Siqueiros, Adolfo Best Maugard, Ángel Zárraga, Roberto Montenegro; construyó grandes amistades con creadores como Lola y Germán Cueto, Alfonso Reyes y su esposa Manuela. Apoyada por estos amigos vino a México. Nunca se volvió a casar y acerca de sus encuentros con Rivera, se sabe que fueron mínimos aquí.

Es que en México fue donde Angelina produce la mayoría de su obra y explora otros caminos: desde la docencia, como maestra de dibujo, hasta nuevas técnicas de grabado -fue integrante de la LEAR, Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, fundada en 1933 por Leopoldo Méndez- y la creación de títeres de guiñol.

No hay muchos detalles en las memorias de Beloff acerca del trabajo como maestra. Para dar cuenta de ello en la exposición fueron más reveladores ciertos expedientes burocráticos de la SEP en torno a cómo enseñaba. Mientras trabajó en esa Secretaría, escribió un libro en torno de la confección de títeres. Esta publicación, ejemplares de la revista Chapulín, que ella ilustraba, al igual que cuatro títeres de guiñol que creó -por ejemplo “Pastilla”, diseñado a partir del personaje de Miguel N. Lira-.

Es también una pintora preocupada por algo que incidiera en la realidad social; el ir a las escuelas nocturnas a enseñar dibujo, a enseñar a confeccionar a los niños y adultos para que también tuvieran un medio de vida, habla de otra preocupación de este grupo de los Cueto, de Leopoldo Méndez, ella misma; todos estuvieron comprometidos, ponían de su dinero incluso.

En las cartas no hay rencor, ni ruegos desesperados o chantajistas de que vuelva a su lado, ni despecho. Sólo le duele el silencio y la falta de noticias. Necesita saber como forma de comprender. A la angustia inicial le siguen los recuerdos. Las cartas van reflejando el devenir de una persona que poco a poco va recuperando la confianza en sí mismo y, sabiamente, se queda con los recuerdos hermosos de la relación. Hay referencias amorosas a la gran barriga y mirada inocente de Diego y a la locura de la proposición de tirar al hijo por la ventana si le molestaba cuando pintaba. Angelina le necesita a su lado para seguir pintando, necesita su opinión. Pero el tiempo la conduce hacia el olvido, o quizás hacia la aceptación de que el amor es irrecuperable. Debe comenzar a caminar sola y Angelina lo hace. Acepta una oferta y vuelve a pintar. En esos diez meses la resignación toma el trono y parece que Angelina deja de mirar hacia atrás, sin dejar de ser consciente de lo mucho y bueno que tuvo y ha perdido. No sabemos si acepta totalmente la pérdida, pero recupera el sosiego.

Años después, Angelina viaja a Méjico y coincide con Diego en un concierto. Cuando Diego pasa a su lado ni siquiera la reconoce. Son las realidades propias de la fuerza de un genio y de un gran hijo de puta.


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 ¡Cómo recuerdo los ojos de nuestros amigos fijos en ti! Los de Merievna también, prodigiosamente atentos y por el solo hecho de admirarte la hice amiga mía, sí, era mi amiga y la embarazaste y sin embargo tú y yo seguimos. Sentí que las simpatías de los amigos eran para mí, no para Marievna.

La distancia de Diego es suficiente para hacer un inventario de ausencias, lo que ha dejado de ser a pesar y con el favor de Quiela, toda la alegoría de que es capaz el desengaño:

La vida se cobra muy duramente Diego, nos merma en lo que creemos es nuestra única fuente de vitalidad; nuestro oficio. No sólo he perdido a mi hijo, he perdido también mi posibilidad creadora; ya no sé pintar, ya no quiero pintar. Ahora que podría hacerlo en casa, no aprovecho mi tiempo. Como este invierno ha sido largo, oscurece a las cuatro de la tarde y entonces tengo que dejar de trabajar durante una hora y hasta dos, mientras mis ojos se acostumbran a la luz eléctrica (...) Ahora que quisiera tener una tía Natasha a quien visitar, ha muerto y no sé a dónde volver la cabeza.

Cualquiera en cualquier parte. París es gentil con sus amantes, dijo Brassaî una vez. Nadie, sin embargo, se detiene a observar el filo de ironía que lleva esta frase, y resbala como una conversación íntima que repiten los espejos de un privado en restorán inquieto. Los amantes entre sí son otra cosa. Quiela recuerda demasiadas palabras de Diego, y es lo único que le impide ver la historia de diez años como un sueño, o como si la vida de Quiela durante todo este tiempo se hubiera detenido, apartándose del mundo. Porque en efecto esta vida a deux debió tener un principio, como todos, tal vez memorable; poco a poco debió gastarse el hábito de las sorpresas, y la comodidad de una rutina o una costumbre o lo que fuera debió terminar de tajo con la partida de Diego. "¿Tiene objeto mi amor, ahora Diego?", "Pero ahora Diego, al ver mi desvarío te lo pregunto y es posiblemente la pregunta más grave que he hecho en mi vida. ¿Ya no me quieres, Diego?" Las palabras de Diego habitan sus nostalgias, le dan cuerpo a una suerte adversa (la de Quiela), hablan una lengua distinta, clara, del pasado, y su evocación insistente se estrella contra las pocas evidencias suficientes del presente:

Un día comentaste: "De tan pálida, eres casi translúcida, puedo verte el corazón". Otro, al sentarme frente a ti, levantaste los ojos y escuché: "Qué prodigiosamente blanco es tu rostro. Parece siempre emerger de la oscuridad". Pensé que te fascinaba lo blanco hasta que una mañana alegaste para mi sorpresa: "Aquí sólo Juan Gris es mulato y lo esconde afirmando que es español. Lo que tiene de bueno es lo que tiene de negro, lo malo es lo que tiene de blanco. Se hace pasar por español porque los metropolitanos franceses malmiran a los hispanoamericanos, pero ya quisieran los pálidos, los arrugados europeos, caminar con la gracia felina del trópico; que un rayo de sol incendiara y coloreara su piel desabrida y lacia. ¡Qué vieja, qué polvosa, qué herrumbre la de Europa, Angelina!" Me sentí herida. No quise atribuirlo a mi persona y, sin embargo, no pude evitarlo.
 
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"Ahora que no estás tú -dice Quiela en una de las primeras cartas-, pienso que nuestros amigos se han quedado a la expectativa. Me tratan entre temps, mientras regresas y entre tanto, no me buscan sino para que les dé noticias". "…después de todo, sin ti, soy bien poca cosa, mi valor lo determina el amor que me tengas y existo para los demás en la medida en que tú me quieras". "Faltándome tú, me siento frágil hasta en mi trabajo"."No me has mandado decir nada de los bocetos, así es que me lanzo sola porque Floreal no puede esperar".
  
“Yo nunca me detuve a ver a un niño en la calle (por ejemplo) por el niño en sí. Lo veía ya como el trazo sobre el papel; debía yo captar exactamente la pureza de su barbilla, la redondez de la cabecita, la nariz casi siempre chata (...) Ahora todo ha cambiado y veo con tristeza a los niños que cruzan la calle para ir a la escuela. No son dibujos, son niños de carne y hueso. Me pregunto si irán suficientemente bien cubiertos, si dentro de la mochila su madre puso un gouter alimenticio, quizás un petit pain au chocolat”.

 

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