domingo, 7 de abril de 2013

El Principito - Antoine de Saint-Exupéry



Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos.
El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe adónde va.
Lo que embellece al desierto es que en alguna parte esconde un pozo de agua.
No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Si al franquear una montaña en la dirección de una estrella, el viajero se deja absorber demasiado por los problemas de la escalada, se arriesga a olvidar cual es la estrella que lo guía.
Antoine de Saint-Exupéry


Uno de los libros que deben ser compañeros de vida es el “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry, no vale la pena en este momento hacer los cultos comentarios que en todos esto años se han hecho, sino mi intención es compartir lo que este pequeño libro representa para mi e invitarlos a disfrutar de su lectura.

Es un libro que siempre que se abre y se lee es una lectura nueva, diferente a todas las anteriores, para mi “El Principito” no es un personaje, es un amigo que ha caminado conmigo, que, curiosamente siempre es él quien me toma de la mano y me guía, en todos estos años él se ha encargado (vaya tarea) de recordarme los sueños, esos donde yo caminaba y corría sobre las nubes o era un general de un gran ejercito que sólo desfila, sin guerras, solo vistosos uniformes y bandas marciales, ahora que la vida me ha hecho ir por diferentes vericuetos es un viejo y joven amigo.

Hoy evidentemente formo ya parte del mundo de los “mayores”, ese mundo de formas y pensamientos lucidos, de charlas cultas y por supuesto sensatas, hoy ya no puedo caminar sobre las nubes ni ser un general, hoy por supuesto, los sueños son escasos y demasiado “adultos”.

Alguna vez, platicando en “El Principito” mientras caminaba por la sierra, el me decía: “Alejandro, los sueños ahí están, solo necesitan que tu los dejes salir”, a lo cual yo le respondí: “realmente no se donde están, solo se que se fueron o acaso los fui tirando y no cayeron en tierra fértil, no lograron florecer” y el solo me decía: “tu solo vuelve a caminar, y mira con atención, ahí estarán, acaso un poco empolvados, algo oxidados, pero ahí siguen, esperando que los tomes , los limpies y te los vuelvas a poner”….

Hoy he decidido cubrirme nuevamente con ellos, mirar todo como es, no buscar monstruos ocultos en cada uno de ellos, volver a sentir y con esto, como decía Constantino P. Cavafis al final de Ítaca:

“Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.”

Porque así hoy puedo afirmar que Antoine de Saint-Exupéry me ha hecho más rico, hoy que estoy regresando a mi Ítaca lo hago con los sueños cubriéndome y cobijándome, recordándome qu “El Principito” siempre ha caminado conmigo.

Les dejo una breve biografía del autor de “El Principito, el film y la dirección donde es posible descargar el pequeño libro.


Con todo mi afecto.

Alejandro.

Antoine de Saint-Exupéry nace en Lyon, 1900, son sus experiencias como piloto su fuente de inspiración.

1926 marcó es un hito en su vida, publica El aviador, en Le Navire dargent de J. Prévost, y obtiene un contrato como piloto de línea para una sociedad de aviación. A partir de entonces, a cada escala del piloto correspondió una etapa de su producción literaria, alimentada con la experiencia. Mientras se desempeñaba como jefe de estación aérea en el Sahara español, escribió su primera novela, Correo del Sur (1928).

La escala siguiente fue Buenos Aires, al ser nombrado director de la Aeroposta Argentina, filial de la Aéropostale, donde tuvo la misión de organizar la red de América Latina. Tal es el marco de su segunda novela, Vuelo nocturno. En 1931, la bancarrota de la Aéropostale puso término a la era de los pioneros, pero Saint-Exupéry no dejó de volar como piloto de prueba y efectuó varios intentos de récords, muchos de los cuales se saldaron con graves accidentes: en el desierto egipcio en 1935, y en Guatemala en 1938.

En los años treinta multiplicó sus actividades: cuadernos de invención, adaptaciones cinematográficas de Correo del Sur en 1937 y de Vuelo nocturno en 1939, numerosos viajes (a Moscú, a la España en guerra), reportajes y artículos para diversas revistas. Durante su convalecencia en Nueva York, después del accidente de Guatemala, reunió por consejo de A. Gide los textos en su mayor parte artículos ya publicados que se convirtieron en Tierra de hombres (1939).

Durante la Segunda Guerra Mundial luchó con la aviación francesa en misiones peligrosas, en especial sobre Arras, en mayo de 1940. Con la caída de Francia marchó a Nueva York, donde contó esta experiencia en Piloto de guerra (1942). En Estados Unidos se mantuvo al margen de los compromisos partidistas, lo que le atrajo la hostilidad de los gaullistas. Su meditación se elevaba por encima de la historia inmediata: sin desconocer las amenazas que la época hacía pesar sobre el "respeto del hombre", como lo relata en Carta a un rehén (1943), optó por la parábola con El principito (1943), una fábula infantil de contenido lirismo e ilustrada por él mismo, que le dio fama mundial.

A partir de 1943, pidió incorporarse a las fuerzas francesas en África del Norte y retomó las misiones desde Cerdeña y Córcega. En el transcurso de una de ellas, el 31 de julio de 1944, su avión desapareció en el Mediterráneo. Los cientos de páginas de La ciudadela, suma alegórica que permaneció inacabada, fueron publicadas póstumamente en 1948.


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