Sólo se ve bien con el corazón; lo
esencial es invisible para los ojos.
El mundo entero se aparta cuando ve
pasar a un hombre que sabe adónde va.
Lo que embellece al desierto es que
en alguna parte esconde un pozo de agua.
No era más que un zorro semejante a
cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Si al franquear una montaña en la
dirección de una estrella, el viajero se deja absorber demasiado por los
problemas de la escalada, se arriesga a olvidar cual es la estrella que lo guía.
Antoine de Saint-Exupéry
Uno
de los libros que deben ser compañeros de vida es el “El Principito” de Antoine
de Saint-Exupéry, no vale la pena en este momento hacer los cultos comentarios
que en todos esto años se han hecho, sino mi intención es compartir lo que este
pequeño libro representa para mi e invitarlos a disfrutar de su lectura.
Es
un libro que siempre que se abre y se lee es una lectura nueva, diferente a
todas las anteriores, para mi “El Principito” no es un personaje, es un amigo
que ha caminado conmigo, que, curiosamente siempre es él quien me toma de la
mano y me guía, en todos estos años él se ha encargado (vaya tarea) de
recordarme los sueños, esos donde yo caminaba y corría sobre las nubes o era un
general de un gran ejercito que sólo desfila, sin guerras, solo vistosos
uniformes y bandas marciales, ahora que la vida me ha hecho ir por diferentes
vericuetos es un viejo y joven amigo.
Hoy
evidentemente formo ya parte del mundo de los “mayores”, ese mundo de formas y
pensamientos lucidos, de charlas cultas y por supuesto sensatas, hoy ya no
puedo caminar sobre las nubes ni ser un general, hoy por supuesto, los sueños
son escasos y demasiado “adultos”.
Alguna
vez, platicando en “El Principito” mientras caminaba por la sierra, el me decía:
“Alejandro, los sueños ahí están, solo necesitan que tu los dejes salir”, a lo
cual yo le respondí: “realmente no se donde están, solo se que se fueron o
acaso los fui tirando y no cayeron en tierra fértil, no lograron florecer” y el
solo me decía: “tu solo vuelve a caminar, y mira con atención, ahí estarán,
acaso un poco empolvados, algo oxidados, pero ahí siguen, esperando que los
tomes , los limpies y te los vuelvas a poner”….
Hoy
he decidido cubrirme nuevamente con ellos, mirar todo como es, no buscar monstruos ocultos en cada uno de ellos, volver a sentir y con esto, como decía Constantino
P. Cavafis al final de Ítaca:
“Ten siempre a Itaca en tu
mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el
viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la
isla,
enriquecido de cuanto
ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te
enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías
emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que
darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has
vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan
las Itacas.”
Porque
así hoy puedo afirmar que Antoine de Saint-Exupéry me ha hecho más rico, hoy
que estoy regresando a mi Ítaca lo hago con los sueños cubriéndome y cobijándome,
recordándome qu “El Principito” siempre ha caminado conmigo.
Les
dejo una breve biografía del autor de “El Principito, el film y la dirección
donde es posible descargar el pequeño libro.
Con
todo mi afecto.
Alejandro.
Antoine
de Saint-Exupéry nace en Lyon, 1900, son sus
experiencias como piloto su fuente de inspiración.
1926 marcó es un hito en su vida, publica El aviador, en Le Navire dargent de J. Prévost, y obtiene un contrato como
piloto de línea para una sociedad de aviación. A partir de entonces, a cada
escala del piloto correspondió una etapa de su producción literaria, alimentada
con la experiencia. Mientras se desempeñaba como jefe de estación aérea en el
Sahara español, escribió su primera novela, Correo
del Sur (1928).
La escala siguiente fue Buenos Aires, al ser nombrado director de
la Aeroposta Argentina, filial de la Aéropostale, donde tuvo la misión de
organizar la red de América Latina. Tal es el marco de su segunda novela, Vuelo nocturno. En 1931, la
bancarrota de la Aéropostale puso término a la era de los pioneros, pero
Saint-Exupéry no dejó de volar como piloto de prueba y efectuó varios intentos
de récords, muchos de los cuales se saldaron con graves accidentes: en el
desierto egipcio en 1935, y en Guatemala en 1938.
En los años
treinta multiplicó sus actividades: cuadernos de invención, adaptaciones
cinematográficas de Correo del Sur en
1937 y de Vuelo nocturno en 1939, numerosos viajes (a Moscú, a la
España en guerra), reportajes y artículos para diversas revistas. Durante su convalecencia
en Nueva York, después del accidente de Guatemala, reunió por consejo de A.
Gide los textos en su mayor parte artículos ya publicados que se convirtieron
en Tierra de hombres (1939).
Durante la
Segunda Guerra Mundial luchó con la aviación francesa en misiones peligrosas,
en especial sobre Arras, en mayo de 1940. Con la caída de Francia marchó a
Nueva York, donde contó esta experiencia en Piloto
de guerra (1942). En Estados
Unidos se mantuvo al margen de los compromisos partidistas, lo que le atrajo la
hostilidad de los gaullistas. Su meditación se elevaba por encima de la
historia inmediata: sin desconocer las amenazas que la época hacía pesar sobre
el "respeto del hombre", como lo relata en Carta a un rehén (1943), optó por la parábola con El principito (1943), una fábula
infantil de contenido lirismo e ilustrada por él mismo, que le dio fama
mundial.
A partir de
1943, pidió incorporarse a las fuerzas francesas en África del Norte y retomó
las misiones desde Cerdeña y Córcega. En el transcurso de una de ellas, el 31
de julio de 1944, su avión desapareció en el Mediterráneo. Los cientos de
páginas de La ciudadela, suma
alegórica que permaneció inacabada, fueron publicadas póstumamente en 1948.
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