sábado, 2 de noviembre de 2013

Dia de muertos Ofrenda


¡caer, volver, soñarme y que me sueñen
otros ojos futuros, otra vida,
otras nubes, morirme de otra muerte!
—esta noche me basta, y este instante
que no acaba de abrirse y revelarme
dónde estuve, quién fui, cómo te llamas,
cómo me llamo yo:

—no pasa nada, sólo un parpadeo
del sol, un movimiento apenas, nada,
no hay redención, no vuelve atrás el tiempo,
los muerto están fijos en su muerte
y no pueden morirse de otra muerte,
intocables, clavados en su gesto,
desde su soledad, desde su muerte
sin remedio nos miran sin mirarnos,
su muerte ya es la estatua de su vida,
un siempre estar ya nada para siempre,
cada minuto es nada para siempre,
un rey fantasma rige sus latidos
y tu gesto final, tu dura máscara
labra sobre tu rostro cambiante:
el monumento somos de una vida
ajena y no vivida, apenas nuestra,

Piedra del Sol, Octavio Paz

La muerte, dice el Eclesiastés que para todo hay un tiempo, hoy es mi tiempo, abro la biblia al azar y leo: Jueces 6:23 “Paz a ti, no tengas temor, no morirás

He andado, he caminado por muchos caminos, he visto y conocido personas, lugares que la gran mayoría no imaginan, he compartido la mesa con los desheredados y con los poderosos, he vivido, confieso que he vivido.
 
Hoy aquí, la muerte antigua llega, ya no hay tzompantli, ni Xipe Totec cubre la vida con piel nueva, el canto, el viejo canto ya no se escucha.

Llego una muerte vestida de monje con mastines y espadas, lebreles que destazaban los sueños de los niños.

Pero después de todo, con alegría y con ironía, aquí estamos, aquí seguimos, colocando la ofrenda para que los ancestros vengan, compartan con nosotros, que sepan que no los hemos olvidado, que nosotros sepamos que están aquí para que nosotros existamos.

Nadie fue ayer ni va hoy,
ni irá mañana hacia
Dios por este mismo camino que yo voy.

Nosotros no hemos visto todavía
los ojos de una estrella
León Felipe, Poemas menores (extracto)
 
Por eso, hoy dejo aquí mi ofrenda a los ancestros, a los suyos, a los míos, a los nuestros, su mezcal, sus cigarros, su mole y tortillas, arroz, sus tamales, dulce de calabaza y las calaveritas de azúcar.

Esta ofrenda para que puedan verla, la dejo construida en dos films, en uno es un juego de ajedrez entre la muerte y el caballero recién llegado de tierra santa, de las cruzadas en una Europa cubierta por la plaga, es de Bergman y resulta que es mi película favorita y que curiosamente es de mi edad.

La segunda es como la muerte puede gratificar pero siempre llega, aunque sea a través de dones que no sepamos usar. Es un filme de Roberto Gavaldon, sucede durante la colonia, en esta Nueva España, es de 1956 y la fotografía es del esplendido Gabriel Figeroa.

El Séptimo sello

Macario

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