martes, 24 de diciembre de 2013

La navidad, Santa Clos y yo.


Cuando era niño, mi mamá acostumbraba que pasáramos la navidad de alguien, amigos de ella a los que yo llame tíos y a sus hijos primos, bueno, es que mi familia se reducía a mi madre, ya que mi padre había salido a comprar cigarros tiempo antes de que yo naciera y hasta el día de hoy no ha regresado.

En estas fechas en una de las avenidas principales de la Ciudad de México, cerca de la Alameda Central, existía la tienda Sears (ahora es una iglesia que no entiendo su sentido religioso ni cosmogónico, aunque Tom Cruise es algo así como su divinidad y bueno, es una de tantas variantes que dio el Anglicanismo y que se multiplicaron en los EUA), en fin, en esa tienda había un aparador que siempre adornaban para navidad y era una maravilla, trenes en maquetas, Santa Clos, nieve, en fin todo eso que ahora se es propio de la navidad yankee y no solo ajeno sino imposible en un país que el principal tren que tiene “La Bestia” sirve para mover a los migrantes y hacerlos objeto de los criminales, de un país donde la mayoría de la nieve se vende en barquillos, donde Santa Clos es un extraño adherido, pero siempre un extraño.

Así mis navidades eran con mis “tíos y primos”, aunque debo reconocer que siempre fui bien aceptado, años después, solía pasar estas fechas con amigos, bebiendo, escuchando música, amando.

Santa Claus y los Reyes Magos siempre trajeron regalos, cuando mis hijos les toco, sencillamente Santa Claus había sido eliminado, se festejaba la natividad, tanto para darles gusto a ellos como para mantener parte de la cultura de mi país, en esa fecha lo que se les daba era ropa y los Reyes Magos traían juguetes y dinero.

Así que Santa Clos y yo no acostumbramos charlar, pero hoy hare una excepción, cuando la vida pasa, cada día el horizonte, (al menos el mío) deja de ser una línea imaginaria que entre más te acercas a ella más se aleja de ti, para quedar fija y este cada vez más cerca, hasta que al fin logre estar en ella, ese día es próximo, por tanto, este es un buen momento para escribirle.

Yo como Neruda confieso que he vivido, que he caminado y he pecado, que deje de creer hace muchos años y que considero que la vida es una aventura y que el perdón solo es posible darlo por quien ha sido ofendido, creo firmemente en la compasión y en la tolerancia, en la no violencia.

Ahora tú, mi querido y extraño Santa Claus, tu que compensas lo bueno y te alejas de los fundamentos del cristianismo al buscar la oveja perdida “¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y una de ellas se pierde, no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la que está perdida hasta que la halla?” (Lucas 15-4), al juzgar bajo tu criterio y así hacer posible que los malos cual camellos entren al reino de Dios “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Mas os digo que es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.” (Mateo 19:23-24)

Tu que vives lejos de los humanos, desconociendo sus dolores y tristezas, tu que desconoces el gozo, el placer, la lujuria y el deseo, tu que otorga bienes cuando el hambre y la miseria ronda en más de la mitad de los habitantes de la tierra, tu que cenas en la casa de los ricos y en los palacios, tu ¿con que derecho nos juzgas? Tú que eres un corruptor y un perverso al negar el derecho a vivir y a vivir plenamente.

Yo te pregunto a ti, hoy festejamos el natalicio de Cristo o un acto de fe y esperanza, donde los dones deben de ser dados a todos.

Mi querido Santa Claus, , en algún momento, en algún lugar te corrompiste, perdiste el camino, en algún lugar dejaste de ser el dador de bendiciones para venderte al mejor postor, anhelo que te recuerdes a ti mismo y poco a poco  que vuelvas a ser Nicolás de Bari, un hombre justo y bueno.

Hoy que el horizonte deja de ser esa línea imaginaria quisiera pensarte como cuando era niño, como un amigo, como un papalote que vuela y da alegría, quisiera pensarte y sentirte para que cuando sea el tiempo el tiempo yo te escriba mi última carta y aguarde dormido.


Alejando, diciembre 24-2013

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