jueves, 30 de octubre de 2008


DECÁLOGO DE LAS RUPTURAS DE PAREJA

1º.- No vamos a darle vueltas a qué es el amor, digamos que el amor bueno y verdadero no se acaba ni se rompe, y, a lo peor, dado nuestros egoísmos y egocentrismos, ni siquiera lo hemos conocido; por lo tanto, en una relación de pareja, lo que se acaba y se rompe debe ser otra cosa, y “el amor” lo qué se dice amor, brillaba por su ausencia.
2º.- Una relación de pareja puede sostenerse por muchas cosas, unas muy positivas y otras no tanto. Pero las que cito a continuación son verdaderamente negativas: humillaciones, golpes, culpa, dependencia, celopatías, dominación y aniquilamiento sistemático de la autoestima y de la dignidad de la otra persona… Sí esto ocurre… Es más, si esto se atisba en el horizonte, lo más sano es romper lo antes posible. Ayer, mejor que hoy.
3º.- La culpa… ¡Ay, la culpa!... La culpa es muy negra y nadie la quiere. Cuando una relación se rompe, se rompe y listo. En los casos normales –me refiero a casos en los que las situaciones del punto 2º no se dan- no hay “culpables”, y los “fallos” están bien repartidos entre ambas partes. Lo que hay es sólo adultos que deciden cambiar de ruta, así que deja de torturarte cómo protagonista de novela rusa, ponte tus mejores galas, sal a la calle y respira hondo: la vida es bella y está dispuesta a sorprenderte tras cualquier esquina con un nuevo comienzo maravilloso.
4º.- La culpa, esa tremenda cosa que nos pesa como losa de una tonelada, en los casos en los que se dan las situaciones del punto 2º, también está repartida entre los dos pares de la pareja: En el caso de la persona de la pareja que es quien, persigue, aniquila, maltrata etc. por hacer lo que hace; y en el caso de la persona de la pareja que lo sufre, por aguantarlo y seguir ahí. Porque esas violencias se aprecian desde el comienzo y es ahí el momento de cortar, o por lo menos, eso es lo sano. Es complejo, sí, lo sé; y hay muchos condicionantes, sí lo sé… Pero el peor de los condicionantes –salvo enfermedad- es la sumisión y la comodidad, o el justificar que se sigue en esa relación “por los hijos”.
5º.- Cuando en la ruptura de una relación de pareja hay hijos, es necesario grabarse a hierro y fuego en las neuronas que los hijos no son, en ningún caso, culpables de nada. Y esta aseveración no tiene paliativos. Mangonear a los hijos a favor de los intereses propios es una grave agresión contra los menores.
6º.- Los que se separan al romper, son los miembros de la pareja. Los hijos “no se separan”, siguen siendo hijos de cada uno de los miembros: el padre sigue siendo padre; la madre sigue siendo madre; y los hijos siguen siendo de los dos por igual. Tampoco disminuyen ni cambian ninguna de las responsabilidades contraídas con los hijos por los padres, en la separación.
7º.- Pretender manipular a los hijos para indisponerlos contra el otro miembro haciéndoles regalos desproporcionados o satisfaciendo todos sus caprichos, o tratar de que el otro miembro vuelva utilizando la misma estrategia, no sólo es inútil, sino que se convertirá en una fuente de sufrimiento gratuito para los dos miembros y para los propios hijos, en tanto y en cuanto van a realizar un aprendizaje de la manipulación y "compra" del cariño, junto a una maestría de la aplicación de los chantajes afectivos desastrosos, con consecuencias nefastas para todos a corto, medio y largo plazo.
8º.- También hay que gravarse a hierro y fuego que –salvo casos de daño y prejuicios a los menores- tras una separación o/y divorcio, si hay hijos, la familia de cada miembro de la pareja es para los hijos “la familia”, no “dos familias” y todos los miembros de esa familia de los hijos –formada por los cuatro abuelos y los tíos y primos que hubieren por ambas partes-, tienen los mismos derechos y deberes respecto de esos hijos habidos en la pareja por mucho que se hayan divorciado, separado o lo que sea. Llevarse mal con los suegros no debe ni puede implicar que los hijos tengan también que apartarse de ellos.
9º.- Esto es un sencillo decálogo de “estar por casa”, no una relación exhaustiva y cerrada de situaciones y casos de ruptura, ni un manual infalible y dogmático de “soluciones”. De modo que si estás atravesando por una situación de ruptura y sufres por encima de tus posibilidades, lo ves todo negro y te ahogas en ello, y no sabes como resolver el duelo de la pérdida, pide ayuda profesional sin tardanza. Pedir ayuda no es sinónimo de estar mal de la cabeza, ni de llevar un estigma, ni de ser inútil, ni nada parecido. Es simplemente pedir ayuda, y es muy positivo hacerlo.
10º.- Y cuando todo haya acabado, no te instales en quejas ni te revuelques en el dolor. Hacerlo sólo te prolongará un sufrimiento gratuito. A todo final le sucede un principio lo mismo que a todo principio le sucede un final. Mira el día y la noche: la oscuridad se acaba y llega la luz; la luz languidece y llega la oscuridad y todo ello en un ciclo armónico de vida. Cada siete años, todas las células de nuestro cuerpo se renuevan. El paso de la pubertad y adolescencia a la adultez, supone que perdemos nuestros cuerpos de niños, pero ganamos nuestros cuerpos de adultos. En toda pérdida hay una ganancia que se sucede y que nos trae un nuevo aprendizaje. Un enriquecimiento. La misma relación de pareja, aunque no “se rompa” debe atravesar por sucesivas muertes y rehacimientos si quiere progresar. De manera que abre los ojos y el corazón y permite que la vida fluya a través de ti. Ello será el mejor bálsamo que puedas aplicarte

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