domingo, 10 de enero de 2010

20,075 días




Y si de verdad supiera cual es el color del viento, el sabor de las nubes.

He seguido andando, un año más, aun después de todo este tiempo de todos los caminos andados, aun hoy no se de que color es el viento, a que sabe las nubes.

Caminar, andar, recorrer los caminos, sentir el sol en la piel, irse secando, ser fruto maduro, no ser simiente ni sueño.

Las horas, libro de magia y tiempo, las horas ahora transcurren lentamente, agua deslizándose suavemente por el cristal de la clepsidra.

Hace tiempo escribí un pequeño cuento “el país de las sombras largas”, era un hombre que poco a poco moría sin poder llegar al final y al final sale por una chimenea convertido en humo y ceniza.

 Hola, buenas noches, por favor, adelante, pase usted.

Ella avanzo suavemente, como deslizándose, vestía una túnica blanca, imagino que así se vería Afrodita en la contienda de la manzana, en fin, los rasgos de su cara eran únicos, por algún momento eran indefinibles, como si no hubiese nada y al instante siguiente parecía como si los rostros de toda la humanidad estuviesen en el suyo, era hermosa…

 Por favor, tome asiento, claro,…donde usted guste…
Sin decir nada, se sentó suavemente, la gasa de su túnica flotaba ligeramente mientras ella se sentaba.

…Su rostro era como una fuente de agua fresca junto a un árbol que sombrea sobre el camino, lugar de reposo, de tranquilidad.

 Hace mucho que deseaba conocerla, la he estado aguardando durante tanto tiempo, de hecho es tan diferente de cómo me la había imaginado -realmente nunca había tenido una imagen definida en mi mente-, pero no se preocupe, usted supera por mucho cualquier alcance que antes hubiese tenido en mi mente.
Ella sonrió con discreción, suavemente, como con melancolía y nostalgia, como alguien que a pesar de todo, no está acostumbrada a sonreír, más su sonrisa me hizo sentir tranquilo, creo que desde que era niño no había vuelto a sentirme igual, sus labios eran cálidos, apasionados, realmente podía haberla besado en ese momento, claro que no lo hice, aunque no dejo de pensar que sería besar esos enigmáticos labios.

 ¿Desea tomar algo?, ¿un te, un café?, ¿un poco de brandy?, yo prefiero el brandy, sabe, siempre me ha agradado su aroma que se va suavizando y permite una distinción de los perfumes que contiene, ah! y los tonos crepusculares que adquiere, como traslucen la luz, esos tonos ambarinos que suelen darse como el atardecer somnoliento….

Ella me miro fijamente… sus ojos… no podría definir claramente su tono, era como si cambiasen reflejando en ellos todos los colores y tonos, eran agradables, un tamaño regular, perfectamente amoldado a su rostro, pero al igual que sus labios, estaban llenos de nostalgia, de melancolía, como si en ellos guardara las imágenes vistas por última vez por cada persona que ella hubiese mirado.

Serví el brandy en dos copas, le ofrecí una a ella y me senté en un sillón frente suyo, su porte era elegante, delgada sin llegar a ser como esas modelos que más bien parecían presas en campo de concentración, su cabello estaba cortada y le llegaba a la altura de los oídos, era oscuro, aunque cuando se movía y le daba un poco de sol que se filtraba por una de las ventanas de la habitación, su tono parecía dorado o café, la blancura de la túnica sin dejar ver nada, permitía dibujar su silueta libremente, me imagine uno de esos bosquejos que los artistas llaman apuntes, donde apenas unos trazos dibujan un cuerpo que a pesar de saberse sólido es como una sombra.

Mientras agitaba mi copa y percibía el aroma del brandy, saque un cigarro, le ofrecí otro a ella, pero inclinando levemente la cabeza me agradeció y no lo tomo, yo acerque el mío a mi boca y lo encendí, aspire profundamente, como si fuera la última vez, sentí el sabor del tabaco por mi garganta y su aroma por mi nariz, tome un poco de brandy, siempre me ha gustado sentir simultáneamente el sabor del brandy y el tabaco simultáneamente, me hace sentir una sensación de laxitud y de dejarse ir.

 Me permite, yo se que usted me conoce desde hace tanto tiempo y con constancia ha velado por mí, hoy llega como era de esperarse puntualmente, yo no sabía cuando vendría usted, pero decidí que habría de ser pronto, por la tarde cuando la vida se ha despertado y ya camina y los sueños se van a dormir, supongo que no hay mucho tiempo.

Muchas gracias por darme estos breves momentos.
Vuelvo a fumar, la ceniza va cayendo sobre el cenicero formando figuras y el humo parece nube, nos levantamos mientras el cigarro se consume y salimos por la ventana.

En la habitación solo queda un cigarro terminando de consumirse y el humo sale lentamente por la ventana.

11 de enero del 2010

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