lunes, 11 de enero de 2010

¡Ah! Si me olvidara yo de ti, oh, Jerusalén...




“¡Ah! Si me olvidara yo de ti, oh, Jerusalén, entregada sea al olvido, seca quede mi mano diestra. Pegada quede al paladar la lengua mía, si no me acordare de ti, oh Sión santa; si no me propusiera a Jerusalén por el primer objeto de mi alegría. Acuérdate, ¡oh Señor!, de los hijos de Edom, los cuales en el día de la ruina de Jerusalén decían: arrasadla, arrasadla hasta los cimientos.


¡Desventurada hija, o ciudad, de babilonia! Afortunado sea aquel que te diere el pago de lo que nos has hecho tú de padecer a nosotros. Dichosos aquel que ha de coger algún día en sus manos a tus chiquitos y estrellarlos contra una peña”.

Salmo 137, del «Libro de los Salmos».

Durante la edad media los geógrafos marcaban el centro del mundo, lugar de llegada y parida, de encuentros y desencuentros a la ciudad de Dios, esa ciudad de esperanza, de sueños, de compasión y tolerancia.

Existen dos Jerusalén, una la de la tolerancia y el entendimiento, otra, la del odio y el rencor, la primera es el centro del mundo, la segunda es ambos extremos de la humanidad.

No es la ciudad del Preste Johanes, es la ciudad de la luz,.

Es la ciudad de lo ominoso, de la venganza.

No es la del Preste Johanes, por que las reglas no limitan, las reglas surgen para fomentar la fraternidad y la solidaridad, no leyes ni reglas que prohiban la risa y el juego de los niños, sino reglas que fomenten y cimienten la vida en la dignidad.

La otra, la otra Jerusalem, esa que sin ser del Preste Johanes si lo es de la guerra y la omisión, del racismo y la oscuridad, lugar donde el alma deambula buscando la luz, no es lugar de palabra y pensamiento, de ideas y sueños, es lugar de dolor y violencia.

Hoy pienso en estas dos Jerusalén, la del dolor y la de la esperanza, esa posibilidad de ambas caras, de ambas partes, por que es como la carne humana, dos posibilidades, dos ciudades compartiendo el mismo cuerpo.

Creo que no podemos construir esa ciudad de Dios, pero creo que si podemos construir la ciudad del hombre, no la del dominio, la opresión, la ignominia y lo ominoso, sino la de la esperanza, la de la alegría, la de la compasión y la fraternidad.

DICIEMBRE /Enero 2009/2010

1 comentario:

  1. Gracias a las estadisticas he sabido de este hermoso lugar por el que le felicito. Lo he enlazado a mi Blog "Ser Rizomático" y agregado a mi Reader de GVoogle, dónde veo que usted ya me tiene agregada. Sí, ojalá podamos construir algún día esa ciudad de la luz, llámese Jerusalen o cómo bien queramos qué se llame. Un precioso post. Gracias.
    Un saludo afectuoso y libertario.
    Hannah

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