domingo, 28 de agosto de 2011

Ya volveremos a caminar juntos Carlota...



Es difícil escribir cuando la tristeza esta sentada a tu lado, cuando hay una gran ausencia en tu corazón, cuando has llorado, yo sé, vaya que sí lo sé, que la muerte es acaso lo único que nos hace terriblemente democráticos, es algo que sin excepción nos sucede a todos y a todo, todo se extingue para generar nueva vida, esto es por demás paradójico, las ausencias llevan en su vientre la nueva vida.

Y cuando nos vamos es como en Blade Runner dice Roy:
Roy: Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.

Creo que hay personas que poseen un derrotero cierto, el cual siguen y que es como la estrella que te guía a través de los caminos, personas que tejen con cuidado, con amor, con rectitud, con honestidad, personas de las cuales puedes aprender y compartir, personas que cuando dejan de ser no se siente su ausencia, porque están ahí, atreves de su vida, de sus actos.

Hay amistades que nacen solo para morir y no por ello son menos valiosas, hay otras que nacen para vivir y son importantes, pero hay otras que nacen para compartir, esas son las verdaderas.

No importa el tiempo que vivan, no importa donde se encuentren, no importa que ya no estén, lo que realmente es importante es lo que vivimos juntos, lo que compartimos, lo que aprendimos.

Así lo importante es caminar, y en ese andar con quien recorremos los caminos, con quien corremos y cantamos, quien comparte nuestros pecados y nuestros gozos, quien mira lo que somos.

Parafraseando al rabino Alvin Fine, quien fuera rabino jefe de la comunidad Bet El de San Francisco, podemos decir que “el nacer es un comienzo y la muerte un destino, pero la vida es una jornada, un andar, un crecer de fase en fase”.

COPLAS A LA MUERTE DE DON RODRIGO MANRIQUE

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo después, de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiera tiempo passado
fue mejor.


Con todo el respeto, el cariño, la alegría y la fortalece.

Para Carlota Botey y Estapé.



Allanamiento.
Guitarra negra
- Alfredo Zitarrosa.
Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa... Hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando cómo he sido, cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo perdí, cómo escribía cuando había verduleros que venían de las quintas, cuando tenía dos novias, un lindo jopo, dos pares de zapatos, cuando no había televisión, ese mundo a los pies, violento, imbécil, abrumador, esa novela canallesca escrita por un loco... Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio, asesinados, tallados en el alma... Hoy anduvo la muerte revisando mi abono del tranvía, mis amigos, sus nombres, las noches del Café Montevideo, las encomiendas por la Onda con olor a estofado, revisando a mi padre, su Berreta, su Baldomir, revisando a mi madre, su hemiplejia, al Uruguay batllista, a Arístides querido, a mis anarcos queridos bajo bandera, bajo mortaja, bajo vinos y versos interminables... Hoy anduvo la muerte revisando los ruidos del teléfono, distintos bajo los dedos índices, las fotos, el termómetro, los muertos y los vivos, los pálidos fantasmas que me habitan, sus pies y manos múltiples, sus ojos y sus dientes, bajo sospecha de subversión... Y no halló nada... No pudo hallar a Batlle, ni a mi padre, ni a mi madre, ni a Marx, ni a Arístides, ni a Lenin, ni al Príncipe Kropotkin, ni al Uruguay ni a nadie... ni a los muertos Fernández más recientes... A mí tampoco me encontró... Yo había tomado un ómnibus al Cerro e iba sentado al lado de la vida... Pasé frente al Nocturno y la vida había pintado unos carteles... Pregunté en una esquina por la hora, y en la bolsa del hombre que me dijo la hora iba la vida, junto con su almuerzo... Hoy dejaré las puertas y las ventanas de mi casa abiertas... y la noche entrará por todas las ventanas de mi casa, por todas las ventanas de todo el barrio, por todas las ventanas de todos los cuarteles y de todas las cárceles, por todas las ventanas de los hospitales... la noche entrará, cabeceando, saltará para adentro, sombra a sombra a la luz del farol... y se echará en el piso como un perro... y aguardará hasta la madrugada... Hoy... dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas, para siempre...





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