domingo, 12 de agosto de 2012

El Rey Lear - Shakespeare


 

El Rey Lear lo vi por vez primera en escena a finales de los años setentas, en una de las mejores salas teatrales de México, en la Ciudad Universitaria, la interpretación del terrible y soberbio anciano hizo Ignacio López Tarzo, recién la había leído en una hermosa edición en inglés que me regalo Virginia, de hecho fue ella quien me enseño a conocer a Shakespeare, al descubrirlo encontré una manera maravillosa de usar el lenguaje, del poder de la palabra, así, esta junto con Macbeth , (de quien publique el 11 de julio del 2010 en: http://alejandro-ellugardetodos.blogspot.mx/2010/07/blog-post.htmlSueño de una noche de verano y Falstaf son mis obras preferidas y claro, sus sonetos, sobretodo Venus y Adonis.


Thrice-fairer than myself,thus she began,

The field’s chief flower, sweet above compare,

Stain to all nymphs, more lovely than a man,

More white and red than doves or roses are;

Nature that made thee, with herself at strife,

Saith that the world hath ending with the life.”

“Tú, tres veces más bello que yo misma – comienza–¡
Tú, flor principal de la pradera, imponderable perfume!
Tú, prodigio entre todas las ninfas, más adorable que un hombre,
Más blanco y carmíneo que las palomas o las rosas.
La Naturaleza que te ha creado, en competencia con ella misma,
dice que el mundo con tu muerte acaba.”)

(...)

“Are thou ashamed to kiss? Then wink again,

And I will wink; so shall the day seem night;

Love keeps his reveals where are but twain;

Be bold to play, our sport is not sight:

These blue-vein d`whereon we lean

Never can blab, nor know not what we mean.”


“¿Sientes vergüenza de besar? Cierra, pues, los ojos, y yo los cerraré;
así, el día parecerá noche;
el amor revela sus secretos donde se encuentran dos a solas;
sé audaz para jugar, nuestro juego no está a la vista:
estas violetas de venas azules en que nos apoyamos
nunca podrán delatarnos, ni saber lo que deseamos.”


ooOOoo

Perdón por el breve desvío, pero no pude resistirme, en fin, hace algunos días me tope con el libro que estaba debajo de otros textos, así como olvidado, decidí resarcir el daño hecho a Shakespeare y lo he vuelto a leer.

Por ello les dejo con alguno de los fragmentos que más me gustan, espero lo disfruten como a mí me sucede, lo pueden descargar en: http://escuelahistoria.fcs.ucr.ac.cr/contenidos/biblioteca/esociales/Shakespeare-Elreylear.pdf

Alejandro.

ooOOoo


La historia de Lear y de sus hijas, uno de los temas que más han preocupado a los estudiosos de las tradiciones populares, se encuentra en Geoffrey of Monmouth (Historia Regum Britanniae, obra compuesta hacia 1140), en Holinshed (Chronicle), y en una aportación de John Higgins (1574) al Espejo de los magistrados (obra en la que, siguiendo el modelo de las Caídas de los príncipes, de John Lydgate, que a su vez imitaba las Desventuras de Boccaccio, hombres ilustres, generalmente pertenecientes a Inglaterra, narran su caída). También se halla en la Reina de las hadas, de Edmund Spenser (lib. II, canto 10, st. 27-32). Shakespeare utilizó un drama precedente, Lear. La leyenda del rey Lear tiene motivos comunes con la de la Cenicienta: la figura de Cordelia, hija del rey Lear, es una de tantas encarnaciones del tipo de muchacha virtuosa perseguida.

Escrita en 1605-1606 y representada en 1606, esta tragedia en cinco actos en verso y prosa de William Shakespeare fue publicada en 1608 (primero en cuarto con el título La verdadera crónica de la vida y muerte del rey Lear y de sus tres hijas), en 1619 (segundo en cuarto), en 1623 (en folio) y en 1655 (tercero en cuarto).

El rey Lear es una de las más perfectas piezas dramáticas de Shakespeare. Su tema principal es la ingratitud, por culpa de la cual los personajes puros, como Cordelia, hija de Lear, tienen un final trágico. La maldad de los personajes impuros? las otras hijas de Lear y Edmund? desencadena una tormenta de locura, odio, muerte y dolor.
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Al principio de la obra, Lear convoca a sus tres hijas, Goneril, Regan y Cordelia, y a los esposos de las dos primeras, los duques de Cornwall y Albany respectivamente. Explica que, por su ancianidad, piensa repartir el reino entre las tres, en función de cuánto amor sientan por él. Goneril y Regan, hipócritamente, expresan un amor ilimitado por su padre, pero Cordelia, la hija menor, se muestra incapaz de decir palabras vanas que ensucien de interés el profundo amor que siente por su padre el rey.

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El Rey Lear

William Shakespeare – fragmentos


Cordelia.
(Aparte.) ¡Entonces, pobre Cordelia! ¡Pero no, nada de eso, puesto que estoy segura de que mi amor es más rico que mi lengua!
Rey Lear
A ti y a los tuyos quede por siempre en herencia este amplio tercio de nuestro bello reino, no menor en espacio, valía y deleite que el conferido a Goneril. Y ahora, vos, alegría nuestra, la última, aunque no la menos querida, cuyo amor juvenil se disputan competidores las vides de Francia y la leche de Borgoña, ¿qué puedes decir que merezca un tercio más rico que el de tus hermanas? ¡Habla!
Cordelia.
Nada, milord.
Rey Lear
¿Nada?
Cordelia.
Nada.
Rey Lear
De nada no vendrá nada; habla de nuevo.
Cordelia.
¡Infeliz de mí, que no puedo llevar dentro de mis labios el corazón! Amo a Vuestra Majestad conforme a mi deber; ni más ni menos.
Rey Lear
¡Cómo, cómo, Cordelia! Enmendad un poco vuestras palabras, si no queréis dañar vuestros intereses.
Cordelia.
Bondadoso señor, me disteis el ser, me habéis alimentado y querido. Os retorno, en reconocimiento, cuanto el deber me impone; os obedezco, os honro y os amo sobremanera. ¿Por qué tomaron esposo mis hermanas si, como dicen, no aman sino a vos? Es posible que, cuando me case, el esposo cuya mano reciba mi prenda se lleve la mitad de mi amor, de mis solicitudes y de mis deberes; con seguridad, nunca me casaré como mis hermanas, para amar únicamente a mi padre.
Rey Lear
Pero ¿es tu corazón el que habla así?
Cordelia.
Sí, mi buen señor.
Lear
¡Tan joven y tan falta de ternura!
Cordelia.
¡Tan joven, milord, y tan sincera!
Rey Lear
Bien; ¡sigue así!, tu franqueza sea entonces tu dote; pues por el sagrado resplandor del sol, por los misterios de Hécate y la noche, por todos los influjos de los astros conforme a los cuales somos y dejamos de existir, abdico de todo cuidado paternal, parentesco e identidad de sangre, y desde ahora por siempre jamás te consideraré como extraña a mí y a mi corazón. El bárbaro escita o el hombre que hace de sus hijos alimento para saciar su hambre se hallarán tan próximos a mi amistad, a mi conmiseración y amparo como tú, la que en otro tiempo fuiste mi hija.
Conde de Kent
Mi buen soberano…
Rey Lear
¡Silencio, Kent! ¡No te interpongas entre el dragón y su furia! Era la que más amaba, y creí poder confiar el reposo de mi vejez a sus tiernos cuidados, como se confía un niño a su nodriza. (A Cordelia.) ¡Fuera de aquí y esquiva mi presencia! ¡Así me siga la paz hasta la tumba como abjura de ti el corazón de tu padre! ¡Llamad al de Francia!... ¿Quién osa moverse?... ¡Llamad al de Borgoña! Cornwall y Albany: con las dotes de mis dos hijas, distribuíos el de la tercera.

(…)
Rey Lear
Dónde estuve? ¿Dónde estoy? ¿La bella luz del día? Estoy en una gran confusión: moriría de la lástima que me produjese ver a otro como yo me hallo. No sé qué decir. No juraría que sean estas mis manos. Veamos: siento el pinchazo de esta aguja. Quisiera darme cuenta de mi situación.
Cordelia.
Oh! ¡Miradme, señor!… Extended sobre mí las manos para bendecirme… ¡No, señor, no sois vos quien debe arrodillarse!
Rey Lear.
Os ruego que no os burléis de mí. Soy un pobre, débil anciano, que tiene ochenta años, ni una hora más ni menos, y que, para hablaros con franqueza, teme haber perdido el juicio. Me parece que os conozco, y que conozco a este hombre; pero estoy confuso, pues ignoro en absoluto en qué lugar estoy, y por más que recorro mi memoria, no recuerdo haber traído estos vestidos, y dónde he pasado la última noche. Vais a reíros de mí, pero, tan cierto como soy hombre, creo que esta dama es mi hija Cordelia.
Cordelia.
Lo soy, lo soy.
Rey Lear
Están húmedas vuestras lágrimas? Sí, a fe. ¡Por favor, no lloréis!

(…)
Rey Lear
¡Lastimosa vista! ¿No eres Kent?
Conde de Kent
El mismo, tu súbdito querido. ¿Dónde está tu criado Cayo?
Rey Lear
Era una buena persona, yo lo digo. Andaba listo para golpear; murió, y ya pudre.
Conde de Kent
No, bondadoso señor. Aquél soy yo. El mismo que desde el principio al fin de tus desventuras fue siguiendo tus tristes pasos.
Rey Lear
Bien hallado seas.
Conde de Kent
No lo soy. Nadie tampoco. Todo es desconsuelo, negrura y muerte. Tus hijas mayores anticiparon su fin desesperadas.
Rey Lear
Lo creo.
Duque de Albania
No sabe lo que se dice; en vano es pretender que nos conozca.
Edgardo
En vano. (Entra un capitán).
Capitán
Señor, Edmundo ha muerto.
Duque de Albania
Esa noticia es aquí una futesa. Señores y amigos leales, sepan mi decisión. Yo he de ofrecerle cuanto pueda servirle de consuelo en tan gran desventura. Por mi parte, mientras el anciano Rey viva, resigno en él toda autoridad. (Al Conde de Kent y a Edgardo). Ustedes recobren cuanto fue suyo y a más tendrán en recompensa cuanto han merecido con creces. Los leales saboreen el galardón de sus virtudes; los traidores apuren la copa de sus maldades. ¡Oh, vean, vean!
Rey Lear
¡Y ahorcaron a mi pobre loquilla!! ¡No, no vive! ¿Por qué un perro, un caballo, un ratón tienen vida, y tú no? ¡No, no volverás nunca! ... ¡Nunea, nunca, nunca, nunca, nunca! ... Por favor, suéltenme este botón. Gracias, señor. ¿Ven esto? Mírenla, miren su boca, mírenla, mírenla... (Muere).
Edgardo
Se muere. ¡Señor, señor!
Conde de Kent
¡Rómpete, corazón, por piedad, rómpete!
Edgardo
Ve, señor.
Conde de Kent
No inquietes su alma. Déjala ir. Mucho lo odia el que pretenda retenerlo amarrado a las torturas de esta vida miserable.
Edgardo
Ya es ido... Mira.
Conde de Kent
Lo extraño es que haya soportado tanto. Era una usurpación su vida.
Duque de Albania
Llévenlo de aquí. A nosotros sólo nos corresponde llorar. (A Kent y a Edgardo). Amigos del alma, reinen los dos juntamente, y sean el sostén de un reino desangrado.
Conde de Kent
He de emprender una jornada en breve, señor; mi Rey me llama, y no puedo negarme a seguirlo. (Se va).
Duque de Albania
Debemos rendirnos a la pesadumbre de tiempos tan aciagos. Digamos lo que sentimos, no lo que debiéramos decir. El más anciano padeció más que nosotros; los jóvenes no veremos todo lo que él vio ni viviremos tanto. (Marcha fúnebre).



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