martes, 2 de octubre de 2012

José Revueltas: Carta a los presos del movimiento estudiantil de 1968





Hay familias que por alguna razón que desconozco varios de sus integrantes son brillantes, tal es el caso de los Revueltas, familia de José Revueltas, quien nació el 20 de noviembre de 1914 en la población de Santiago Papasquiaro, en el estado de Durango, sus hermanos Silvestre Revueltas (compositor), Fermín Revueltas (pintor) y Rosaura Revueltas (actriz), artistas ellos, sin embargo, el único que realmente le hizo honor al apellido fue José, hombre inteligente, culto, honesto, recto y comunista, un hombre que creía en la revolución y que en 1968 lo hizo patente al actuar de acuerdo a sus principios y convicciones, hoy en su esperanza y en la de tantos otros les dejo esta carta que el escribe en noviembre del ´68, poco antes de ser detenido.


En lo personal guardo un particular afecto a “Una mujer en la tierra” y a “Dios en la Tierra”, por ello estoy en deuda para compartirlas, por el momento solo les dejo esta breve carta de Revueltas.
Alejandro



ooOOoo

COMPAÑEROS:


Forman ustedes el cuerpo de aquellos que en diferentes momentos de la lucha, a partir del 26 de julio de este año violento, amargo pero igualmente jubiloso y esperanzado, de 1968, constituyen nuestros primeros caídos. La palabra suena áspera y desnuda: caídos, pero es el tono en que la Historia habla. No sonrían ustedes y piensen que esto es simple retórica. Las figuras verbales adquieren un contenido real, viviente y tangible, cuando han dejado de estar vacías y las anima por dentro el gran aliento cálido de la lucha de los hombres. Es por eso que la Historia nos da el derecho de hablar por ella. Son ustedes los primeros. Caerán, caeremos más, pues por ahora es a nosotros a quienes corresponde el turno de pagar, unilateralmente, el precio del combate. No debe importarnos, pues caídos no quiere decir lo mismo que vencidos. Atrás de aquel que cae, hay alguien siempre que recoge la bandera y ésta ondeará, tarde o temprano, en el punto más alto de la victoria.


Ustedes compañeros, nosotros, somos jóvenes, nuestro Movimiento es joven. Todo lo que lucha, todo lo que no se deja vencer, todo lo que combate es joven en tanto brega por el imperio de la razón y de la dignidad humana. Mediten hondamente en el significado de nuestra actitud, de las posiciones de nuestro Movimiento y asimismo en lo que significa en la vida de un hombre el ser un preso político a una edad tan temprana. Esto indica el espíritu de entrega y sacrificio de una generación nueva, despierta, viva, combatiente, que ha rechazado la abyección y a la que no ha podido cegar el espejismo ignominioso del triunfo oportunista y fácil, ni de la vida sin vicisitudes ni tropiezos.


Ustedes, compañeros estudiantes que están en la cárcel, se han titulado de hombres con la boleta de formal prisión, antes de obtener el título académico que los consagre en esta o en aquella actividad profesional. Han preferido recibirse de seres humanos, antes que abandonar sus existencias a la deriva gris de la conformidad y el servilismo, en espera de ser mañana una mercancía más dentro de una sociedad cuyo único dios es el dinero.


Compañeros: el luchar en las filas del Movimiento Estudiantil es y ha sido una honra para todos aquellos que participan en él y para todos aquellos que le prestan y le han prestado ayuda desinteresada. Pero el estar presos por la causa de nuestro Movimiento es una honra doble y un timbre de orgullo y dignidad que nadie podrá jamás arrebatarles. Son ustedes y lo somos todos, una generación con rasgos históricos muy especiales que la distinguen y delimitan muy precisamente en relación a las generaciones anteriores. No se trata de que incurramos en un alarde jactancioso respecto a cualidades que nos hagan mejores a las demás generaciones del pasado. Ni peores ni mejores. Nos movemos y actuamos dentro de un contexto social y político diferente en esencia al de otras épocas. Lo único que nos distingue es que no queremos traicionar nuestro destino ni tampoco permitir que nadie lo traicione…


…resulta imposible que nuestra generación del año 68 traicione su destino. Ante nosotros se plantea, en el mundo y en México, un único dilema insoslayable y rotundo: victoria o muerte. La victoria, para nuestro país, será un México libre, democrático sano, donde se pueda respirar, pensar, crear, estudiar, amar. La muerte -así quedemos, para nuestra desgracia, vivos- será la noche del alma, las torturas sin fin, el candado en los labios, la miseria del cuerpo y el espíritu.


Compañeros encarcelados por la causa de la libertad:

A todos nos sostiene, a ustedes en prisión, a nosotros todavía “libres”, la confianza que tenemos en el vigor inextinguible de nuestro Movimiento, en su inagotable tenacidad para vencer, en su disposición resuelta a cualquier clase de sacrificios, en la inquebrantable rectitud y pureza de miras.


¡Mantengamos nuestra férrea unidad de propósitos, nuestra disciplina, nuestra mutua solidaridad, nuestro espíritu combativo, firmes, resueltos, de una pieza, adentro o fuera de la cárcel, en la lucha a campo abierto y en la obligada pasividad –no por eso menos combatiente y orgullosa – de las prisiones!



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