viernes, 24 de octubre de 2014

Nostalgia de la historia, los muertos y otros poemas, día de muertos

Yo he visto la vida, sin embargo nunca la he sentido, tan solo soy el Omega, el fin, el camino termina en mí, yo soy quien corta el hilo, yo soy quien conduce la barca y al que se le da el óbolo en la Estigia.

Yo estoy aquí, a tu lado, todo el tiempo, todos los días, a cada minuto, a cada día, cada acto de tu vida, cada momento, yo estoy ahí, contigo, junto a ti, caminando al lado tuyo.

Cuando debes de cerrar el libro de la vida, yo soy la última letra, la última hoja, pero tú, tu empuñas la pluma, tu escribes.

Hoy que todo se llena de mí, la sangre que riega la tierra, el polvo que llega a los ojos, esa la haces tú, tu destruyes, tu depredas, tu, eso, lo haces tú, tu ambición, tu vanidad, tu megalomanía, tu ceguera, tu quemas las ideas y los niños, las piras arden, la vida se va, tú lo haces, la impunidad eres tú, la injusticia eres tú, la indiferencia eres tú, el silencio, el silencio y sigues caminando sin ver, sin sentir, sin indignarte.

Yo, yo solo soy el punto del final, ese que tú colocas o que la vida pinta.

Honra la muerte como lo que es, tu única compañera, honra la vida como lo que es, tu única oportunidad de ser feliz, la esperanza de que lo único que tenemos es la vida, lo único que tienes es tu derecho inalienable de vivir, de ser feliz, de buscar que todos lo sean, de luchar, de no permitir, de no callar, de no cerrar los ojos ni los oidos, de gritar y decir fuerte sin miedo.




"Cuántas posibles muertes dará a la vida o al olvido"

Jorge Luis Borges
Fuente: Pacarina del Sur - http://www.pacarinadelsur.com/home/oleajes/58-olvido-y-memoria-tomochic-de-heriberto-frias - Prohibida su reproducción sin citar el origen.


Solo la muerte
Pablo Neruda

Hay cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel del alma.

Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido de perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.

Yo veo, solo, a veces,
ataúdes a vela
zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,
con panaderos blancos como ángeles,
con niñas pensativas casadas con notarios,
ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,
el río morado,
hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,
hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.

A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.

Sin embargo sus pasos suenan
y su vestido suena, callado como un árbol.

Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,
de violetas acostumbradas a la tierra,
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado.

Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,
lame el suelo buscando difuntos;
la muerte está en la escoba,
en la lengua de la muerte buscando muertos,
es la aguja de la muerte buscando hilo.

La muerte está en los catres:
en los colchones lentos, en las frazadas negras
vive tendida, y de repente sopla:
sopla un sonido oscuro que hincha sábanas,
y hay camas navegando a un puerto
en donde está esperando, vestida de almirante.
 
"Yo nací un día en que Dios estuvo enfermo, grave"

Cesar Vallejo.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos,
como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza,
como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

 
EL RECLUTA

José Asunción Silva


Hasta que manos piadosas
Algún sepulcro le dieron,
Al bajar de la cañada
Junto á las matas de helecho,
Destrozada la cabeza
Por una bala de remington;
Con la blusa de bayeta
Y la camisa de lienzo,

Un escapulario santo
Colgado al huesoso cuello,
Los pantalones de manta
Manchados de barro fresco,
Las rudas manos crispadas,
Los ojos aún abiertos,
Y la sangre, ya viscosa,
Pegándole los cabellos,
Estuvo toda la noche
De aquel combate sangriento
Abandonado el cadáver
Del pobre recluta muerto.

Su nombre ?... Un oscuro nombre...
Difunto Fuan Abudelo,
Cuando hablan de la campaña
Lo nombran los compañeros...
Su madre ?... Una pobre madre,
Que en el rancho, al pie del cerro,
Abandonada y estúpida
Pasa los días inciertos.
Su vida ?...Una oscura vida,
La vida vaga de un cuerpo,
Que fué tranquila y sin odios
Hasta en el cuartel infecto,
Do penetrado de frío,
Que le calaba los huesos
Y que tiritar le hacia
Bajo el bayetón deshecho,
Conoció toda la angustia
De largas noches sin sueño,

Y de tristes soledades,
El pobre recluta muerto.

Los soldados que seguían
En titánicos esfuerzos,
De Egipto á los arenales
Y de Rusia á los desiertos,
Al hombre de ojos de águila
Y de caprichos de hierro,
Tenían tras del reñido
Batallar, largo y supremo,
En cada voz, un halago,
En cada mandato, un premio.
Mas del Capitán Londoño,
Que fué su Jefe en el Cuerpo,
Sólo conoció dos órdenes
De detención y de cepo,
Un planazo en las espaldas
Y el modo de gritar-juego!
Hasta la tarde en que, herido
En el combate siniestro,
Cayó, gritando-¡adíós, mama!
El pobre recluta muerto.

 
"El espejo":
Omar Ortiz
No es verdad que los ojos sean el espejo del alma.
Si tal ocurriera, los asesinos caerían fulminados
y nada sucede cuando el torturador cruza y se peina.

  

Llanura de Tuluá
Fernando Charry Lara

Al borde del camino, los dos cuerpos
uno junto del otro,
desde lejos parecen amarse.

Un hombre y una muchacha, delgadas
formas cálidas
tendidas en la hierba, devorándose.

Estrechamente enlazando sus cinturas
aquellos brazos jóvenes,

se piensa:
Soñarán entregadas sus dos bocas,
sus silencios, sus manos, sus miradas.

Mas no hay beso, sino el viento,
sino el aire
seco del verano sin movimiento.

Uno junto del otro están caídos,
muertos,
al borde del camino, los dos cuerpos.

Debieron ser esbeltas sus dos sombras
de languidez
adorándose en la tarde.

Y debieron ser terribles sus dos rostros
frente a las
amenazas y relámpagos.

son cuerpos que son piedra, que son nada,
son cuerpos de mentira, mutilados,
de su suerte ignorantes, de su muerte,
y ahora, ya de cerca contemplados,
ocasión de voraces negras aves.

 
A Cali ha llegado la muerte.
Emilia Ayarza de Herrera, De El universo es la patria (1962)

No.
Ni la sangre de polvo.
Ni el rumor de las venas sub-terrestres.
Ni los ojos de antiguas polillas vagabundas.
Ni los hombres de párpados doblados.
Ni la casulla del viento.
Ni la tierra pintada de frutos en la tarde.

No.
Nada.
Ni el sexo que comienza en la lengua de los niños.
Ni los pastores de culebras.
Ni las esquinas infieles sobre las ventanas.
Ni la dignidad de los trapiches
sostenida en el breve equilibrio de la caña.
Ni el transparente río que se hunde por los muslos de Cali.

No.
Nada.
Ni las almadías del sueño.
Ni el somnoliento camello de la cordillera.
Ni el monólogo amarillo del sol en el espacio.
Ni la paz de los escarabajos.
Ni la mariposa pintora.
Ni el grillo concertista.
Ni la boñiga de oro.
Ni los geranios, ni las bicicletas
que absorben con sus esponjas de silencio
la tibia pereza de los muros

No.
Nada.
Ni el candor de las escuelas que traza palotes de ausencia en los tableros.
Ni los borrachos que miran fijamente a la ventera
y le derraman el corazón entre las trenzas.
Ni las polleras de los siete-cueros.
Ni la barba de cristal de los torrentes.
Ni los panales detrás de las ortigas
Ni los bueyes de artificial melancolía.
No.
Nada pudo detener la muerte.
Llegó a Cali navegando
y los corceles del Océano Pacífico
la saludaron volcando sus belfos espumeantes en la playa.
Llegó por el pito de los buques
por las banderas de los guacamayos
por el ojo de las agujas que remienda el pudor de las modistas
por la voz de los muertos en los árboles
por los billetes rubios
por el alma incolora de los camioneros
por los ojos trasnochadores de los naipes
por la felina displicencia de los grandes
por la rosa ignorante
por el paisaje de zapatos sin huella.

Llegó sin pasaporte y cruzó la frontera
caminando sobre el miedo rosado de los niños
por el clavicordio dorado de los campanarios
por el pelo de agua de los cosos
por la sencillez de los pueblos
donde los campesinos y las almojábanas se encaran con el sol
y los mendigos pegan su coto a las ventanillas del tren.

Llegó sin autorización de los muertos
que se salieron de sus tumbas
a protestar en un mitin putrefacto y amarillo.

Llegó por en medio de las garzas
los taladros
por entre el múltiple corazón de pitahayas
por la flor que se colocan las solteronas tras la oreja
por los solares donde hacen venias al viento los interiores parroquiales
y un tulipán oye misa diariamente.

Por cerca de los gallos
que creen en la blancura de los huevos
por los tejados donde los zuros escriben la epopeya de los celos
y los gatos y la luna
forman siete lechos y un violín.

Invadió los palacios, las haciendas
los ranchos y las niñas de capul.
Invadió el cielo y sus altos corderos extraviados.
Invadió la secreta desnudez de los cadáveres.
(La ciudad era un racimo de plomo derretido
y la muerte le salía a bocanadas).

La historia de Cali dejó de ser un río deliberadamente puro
por cuyas ondas los días eran barcos de vidrio.

El rojo fue una lluvia sostenida en el aire
y entre los montes de cristal la sangre
dibujará para siempre vitrales en la sombra!
¡Hay que llorar desesperadamente!

La muerte, solo la muerte....

En Chile, en Argentina y en toda esta, nuestra a América, los asesinos, los dueños del terror y la violencia, han escondido los cuerpos, han tratado de esconder la muerte, pero la ignominia, lo obsceno, lo ominoso ahí queda.

El 16 de Julio de 1945 se realizaba la prueba nuclear Trinity, que consistía en hacer estallar una bomba de plutonio en un lugar apartado de Nuevo México. Faltaba menos de un mes para que Hiroshima y Nagasaki fueran víctimas de la fisión nuclear. Militares y científicos de primer orden fueron, desde varios kilómetros de distancia, testigos directos de la prueba, encontrándose entre ellos el que se puede considerar su principal artífice, Robert Oppenheimer. Cuando se llevó a cabo la explosión de prueba en Nuevo México, Oppenheimer citó las anteriores palabras del texto sagrado hindú Bhagavad Gita.

“We knew the world would not be the same. A few people laughed, a few people cried, most people were silent. I remember the line from the Hindu scripture, the Bhagavad-Gita. Vishnu is trying to persuade the Prince that he should do his duty and to impress him takes on his multi-armed form and says: "Now I am become Death, the destroyer of worlds." I suppose we all thought that one way or another”.


“Supimos que el mundo no sería el mismo. Unas pocas personas rieron, unas pocas lloraron, muchas estuvieron en silencio. Recuerdo la línea de la escritura Hindú, el Bhagavad-Gita. Vishnu está tratando de persuadir al Príncipe para que haga su deber y para impresionarlo toma su forma con múltiples brazos y dice, “Ahora, me he convertido en la muerte, destructora de mundos.” Supongo que todos pensamos eso, de una u otra forma”.



Yo Vengo A Ofrecer Mi Corazón
Letra y música Fito Paez

¿Quién dijo que todo está perdido?
yo vengo a ofrecer mi corazón,
tanta sangre que se llevó el río,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

No será tan fácil, ya sé qué pasa,
no será tan simple como pensaba,
como abrir el pecho y sacar el alma,
una cuchillada del amor.

Luna de los pobres siempre abierta,
yo vengo a ofrecer mi corazón,
como un documento inalterable
yo vengo a ofrecer mi corazón.

Y uniré las puntas de un mismo lazo,
y me iré tranquilo, me iré despacio,
y te daré todo, y me darás algo,
algo que me alivie un poco más.

Cuando no haya nadie cerca o lejos,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
cuando los satélites no alcancen,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

Y hablo de países y de esperanzas,
hablo por la vida, hablo por la nada,
hablo de cambiar ésta, nuestra casa,
de cambiarla por cambiar, nomás.


¿Quién dijo que todo está perdido?
yo vengo a ofrecer mi corazón.


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