Somos muchos, somos demasiados, somos todos.... (contra la estupidez, los muros y la violencia)

Mi nieta este diciembre cumple cuatro añitos, mi deseo es que ella sea feliz, que viva en paz, que ame, que sea amada, que crezca, que trabaje, pero sobre todo que no conozca el odio ni el miedo, ese deseo. Eso es lo que anhelo para cada niño del mundo, para cada niño que vive en la miseria, porque esa es también otra forma de violencia o de aquel que es golpeado y humillado, que esos niños que trabajan por un mendrugo o que son prostituidos y desechados, esos niños, sencillamente puedan jugar, sonreír, saberse queridos y que sepan que ellos son los depositarios de ese mundo que esta por venir, ese mundo donde la violencia, el odio y la barbarie serán un fantasma, por eso escribo esto, para que gritemos desde cualquier lugar y con fuerza y valor le digamos a los violentos, a los mastines, a esa jauría ¡¡¡YA BASTA!!! Y los echemos de nuestras vidas, de nuestro presente, de nuestro futuro.

Alejandro más 43 ausentes y muchos, muchos miles más.

“…Un mundo en el que no sabemos adónde nos dirigimos, sino tampoco adónde deberíamos ir (…) Sin embargo podemos dirigir la mirada atrás para contemplar el camino que nos ha conducido hasta aquí"

Hobsbawm Eric, Historia del Siglo XX 1914-1991, Barcelona, Crítica, 1996

El 13 de agosto de 1961 se levanta, como sembrado por artes mágicas en la ciudad de Berlín un muro 45 kilómetros en la ciudad otros 115 kilómetros entre la entonces RDA y la RFA después de 28 años el 9 de noviembre de 1989, el muro ya no florece, está seco, cae, cae, cae…

“El proverbio está mal, el tiempo no cura las heridas. Apenas alivia el dolor y borronea los recuerdos”.

Memorias de Antonia.

Los muros son barreras que limitan, que impiden que lo de adentro salga que lo de afuera entre, son como barrancos que distancian, que fracturan, los muros son también voz de los mudos, “Cum tacent, clamant, -Cicerón: cuando callan, gritan-”, voz de trueno de los olvidados, son también paredes que sostienen techos y cubren, son castillos, pocilgas o mazmorras, los muros sobre todo separan lo de adentro de lo de afuera.

Sin consideración ni piedad ni vergüenza

alzaron muros a mi alrededor: gruesos y altos.

Y ahora me encuentro aquí, tan desesperado.

No puedo pensar en otra cosa: esta suerte roe mi cerebro...

Y es que ¡tenía tanto que hacer ahí fuera!

¿Cómo pude no darme cuenta cuando alzaban los muros?

Pero nunca oí a los constructores. Ni un ruido.

Desde fuera imperceptiblemente me encerraron.

Constantino P. Kavafis, Muros a mí al derredor.

Así, un muro que sostiene un techo puede ser también el que encierre, los muros tienen esa ambigüedad, encierran personas, animales o jardines, vidas de otras vidas, los muros a veces son duros, violentos…

La violencia no puede ser categorizada o definida sin presentar ambigüedades en su significado. Sin embargo, la ambigüedad es una de las características claves de la violencia.

El contenido de la definición de violencia está constantemente sometido a cambios históricos y culturales, así como a un debate social y cultural. La decisión sobre si aplicar el concepto de violencia a condiciones sociales, a un protagonista, o en una acción, invariablemente involucra un conflicto sobre la legitimidad de la violencia: un conflicto que no se puede resolver porque las reglas y convenciones sociales que gobiernan el uso legítimo de la violencia pueden cambiar en el curso de los conflictos políticos o de cualquier otra índole.

“no solo la familia expone a sus individuos a la violencia y técnicas de violencia, sino que la familia enseña y aprueba el uso de la violencia’’, Gelles.

Cualquiera que sea la teoría que intenta explicar la violencia, el factor común es un problema social (no individual) que se visualiza por medio de la agresión o la hostilidad entre individuos por medios físicos, emocionales, económicos, o entre individuos y objetos, en cuyo último caso puede tratarse principalmente de violencia física o simbólica. En esta situación, el daño a otras personas tiene una representación figurada por medio de amenazas, gestos o actitudes de poder que atacan objetos simbólicos, agreden ideas o formas de pensamiento individuales o de grupos sociales.

La violencia simbólica es el ejercicio abusivo de la autoridad a través de instituciones legitimadas, con cuyo discurso dirigen el pensamiento de los individuos y comunidades. Entre esas instituciones están la iglesia, la escuela, la familia y partidos políticos; a las que hay que incorporar la Internet y las redes sociales que la constituyen, las que permiten que los individuos reproduzcan y amplíen los efectos de dicha violencia. La violencia simbólica, como forma de agresión, implica de forma subyacente la presencia de un conflicto, que no necesariamente conduce a la violencia física, sino a la exclusión “del otro” debido a sus características sociales, individuales o mentales

En México llevamos casi una década, varios miles de muertos y otros más de desaparecidos, leyendo a José Emilio Pacheco "Tenga para que se entretenga" me llama la atención un párrafo "Como tapabocas se publicaron fotos de la cabeza y el torso de un muchachito, vestigios extraídos del Canal del Desagüe. Pese a la avanzada descomposición, era evidente que el cadáver correspondía a un niño de once o doce años, y no de seis como Rafael. Esto sí no es problema: en México siempre que se busca un cadáver se encuentran muchos otros en el curso de la pesquisa." Por cada desaparecido y por cada asesinado en este país en los últimos años —y a unos y otros hay que contarlos por decenas de miles— hay un secuestrador o un gatillero que muy probablemente no haya sido llevado ante la justicia ni se arrepiente de nada.

Martin Luther King, Jr. en su Carta de Birmingham, escrita mientras se encontraba encerrado dentro de muros, cárcel que pretende ahogar y callar, Así los muros son también grandes huecos donde el pensamiento las esperanzas y los sueños vuelan, así él dice desde esa prisión, "La verdadera paz no es simplemente la ausencia de tensión: es la presencia de justicia".

En el universo, la violencia destruye, transforma y da pie a que se renueve, a que se reinvente, todo se ocupa, así la violencia se transforma en fuerza de cambio, no en destrucción sin sentido, buscando el exterminio y la subyugación, sencillamente destruye para crear.

“No creo que la vida sea absurda. Creo que todos estamos aquí con un gran propósito creo que nos estremecemos por la inmensidad del propósito por el que estamos aquí”

Norman Mailer.

Deseo terminar con lo que Monseñor Arnulfo Romero dijo en su última Homilía ante el pueblo del Salvador, ante los oídos y los ojos del mundo, de los que escuchan y ven, esas palabras que pueden prácticamente repetirse en cada lugar de la tierra, en cualquier idioma, en cualquier día y hora, esas palabras que piden paz, que piden comprensión, compasión y respeto al otro, que gritan desde muy hondo ¡¡¡YA BASTA!!!

“Yo quisiera hacer un llamamiento muy especial a los hombres del Ejército, y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y, ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la ley de Dios que dice: ‘No matar’. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!”.

(Día a Día con Monseñor Romero, Homilía 23-marzo-1980), Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, asesinado en la Ciudad de San Salvador el 24 de marzo de 1980.