jueves, 14 de mayo de 2015

Isabel Moctezuma y Doña Marina, Malinalli-Malitzin


 

En México no miramos muy atrás, solemos apenas rozar el pasado, lo aceptamos en la versión popular y oficial, pero no hurgamos, así las historias de vida se pierden, así las vidas son lagrimas que se funden con la lluvia.

Miramos a las mujeres indígenas como las vencidas, las doblegadas, no las miramos con su dignidad de mujeres, de indígenas, de aquellas que llevan en su seno el futuro, que parirán el canto y la flor.

Esta es la vida de dos de esas mujeres, indias, ambas hermosas, pero sobre todo poderosas, inteligentes y que desde su perspectiva cosmológica no solo sobrevivieron, sino que fueron ellas quienes tonaron los pinceles para dibujar con trazos suaves pero firmes el México que habría de nacer.

Alejandro.
 
Tecuichpo-Isabel Moctezuma. El caso de una mujer indígena que sobrevivió a la conquista de México

María Eugenia Herrera, de Palabra de Clío
Isabel Moctezuma representada ( arriba a la derecha ) en el Códice Techialoyan de García Granados, que representa la genealogía de la casa de Moctezuma
Este trabajo pretende establecer una aproximación al fenómeno histórico de la conquista de México, desde la perspectiva individual de una de sus protagonistas: Tecuichpo Isabel Moctezuma, con el fin de abordar la dimensión particular del ser humano como protagonista de los grandes eventos de la humanidad, y específicamente, el papel que las mujeres tuvieron en ellos y en los procesos desencadenados. Para este efecto, Tecuichpo-Isabel, es un personaje idóneo por su presencia antes, durante y después de la conquista, lo que posibilita obtener la concreción de los que transitaron de un lado al otro y, a través de su biografía, integrar sucesos que generalmente se estudian por separado: los mexicas (su última etapa), la conquista, la colonia (su primera etapa).

Tecuichpo

La historia que aquí se cuenta es la de una mujer, primero llamada Tecuichpo y después Isabel, quien fuera hija de Moctezuma, el gran tlatoani de México-Tenochtitlan, de la cual nos llega noticia por su condición noble y su protagonismo indiscutible en la trama de las relaciones de empoderamiento, que tanto aztecas como españoles, manejaban bajo principios compartidos en sociedades gobernadas por hombres.

Sobre la fecha de su nacimiento, hasta ahora, no se han encontrado testimonios fidedignos que la confirmen. Sin embargo, en un estudio reciente, basado en fuentes primarias, se fija antes de la muerte (1502) de su abuelo, Ahuizotl, en tanto se dice que él, quiso mucho a Tecuichpo y a su hermano, y después del matrimonio de sus padres, ocurrido entre 1500 y 1503. Por lo que cabe suponer, que Isabel nació entre los dos primeros años del siglo XVI. (Kalyuta, 2009: 14).

Tecuichpo, en náhuatl quiere decir “hija del señor”, en concordancia con su origen, en tanto, además de ser hija de Moctezuma, su madre Tezalco, era hija de Ahuizotl, el tlatoani de México, antecesor de Moctezuma, por lo cual en Tecuichpo su nobleza se confirmaba en ambas ascendencias (Ibid.11). Cabe recordar que antes de Moctezuma, ocuparon el trono sucesivamente tres hermanos: Axayacatl, Tizoc y Ahuizotl, Moctezuma era hijo de Axayacatl, Tezalco de Ahuizotl ,por lo que ambos eran primos hermanos (Ibid), una costumbre de entonces, mediante la cual se confirmaban linajes para posesionarse en la jerarquía social y política.

En 1502 Moctezuma Xocoyoztin, ascendió al trono a la edad de 35 años. A principios del siglo XIV, conformada ya la Triple Alianza con los reinos de México-Tenochtitlán, Tlacopan y Texcoco, la confederación extendía sus dominios en la región centro-oriental del territorio mesoamericano, con apoyo en los dos océanos y comprendía 38 señoríos, aproximadamente una cuarta parte del México actual. Sin embargo, dentro del ámbito de este gran dominio subsistían reductos independientes. Las profundas enemistades de algunos de estos señoríos contra sus dominadores, fueron decisivas en la conquista española.

A principios del siglo XVI y a la llegada de los españoles a las costas mexicanas, México-Tenochtitlan dominaba la Triple Alianza. Moctezuma mantenía una regia corte en medio de un complicado ceremonial y la nación mexica había consolidado un conjunto de relaciones socio-económicas y culturales, sólidamente sustentadas en una tradición reconstruida, que incorporaba su propia historia y rasgos de pueblos del más rancio y rico abolengo de la región.

La niñez de Tecuichpo trascurrió dentro de la corte de su padre, situación que le permitió compartir la gloria del poderío alcanzado por él y sus predecesores. Siendo hija del gran tlatoani, gozaba del especial cariño que su padre le reservó y del cual dejó testimonio (Cortés en Prescott, 1985: 639), sin embargo, también fue sometida a los serios rigores que la tradición y Moctezuma dictaban para la juventud en general. Así mismo, participó de la rígida y creciente protocolización de las costumbres cortesanas impuesta por su padre.

Según testimonios dados por personas que la conocieron, en 1519, Tecuichpo tendría cerca de 18 años y era viuda. Afirman que se casó con Atliscaci, hijo de Ahuítzotl y, por tanto, su tío materno. (Pérez-Rocha, 1998: 23). Este matrimonio es referido por varios testigos cuyos testimonios son parte integrante del documento titulado “Información de doña Isabel Moctezuma”, (Expedientes del Archivo General de Indias), publicado recientemente por Emma Pérez-Rocha, el cual, proporciona información de primera mano sobre nuestro personaje que antes no se conocía. Es el caso de este primer esposo, que no es citado por los biógrafos de Tecuichpo Isabel, porque Atliscaci, según alguno de estos testigos, pudo haber muerto antes de la conquista: “Quien (Atlascaci) en los tiempos del reinado de Moctezuma Xocoyotzin también ostentaba un rango militar de Tlacatecatl y quien murió probablemente en víspera de la conquista”. (Kalyuta, op. cit: 16).

Cuando Cortés tocó tierra y se aposentó en el reino totonaco de Cempoala, subsidiario de la Triple Alianza, las noticias llegaron rápidamente a la capital. El servicio de postas permitía una comunicación continua permitiendo que el mundillo de la corte se beneficiara con las primicias de tan extraordinarios y alarmantes sucesos. Regalos y recados fueron y vinieron, el soberano pretendió inútilmente detener la marcha, pero Cortés, sus hombres y sus aliados totonacas, emprendieron el camino hacía Tenochtitlan. En el trayecto, hicieron la guerra a los tlaxcaltecas y la ganaron, pasaron por Cholula, donde llevaron a cabo una matanza para finalmente entrar a México-Tenochtitlan.

Sobre el límite sur de la ciudad se llevó a cabo el primer encuentro entre el señor azteca y el capitán español. En el palacio sólo quedaron las mujeres, los niños y los sirvientes, quienes tuvieron que esperar un poco más para conocer aquellos hombres, de vestimenta, armamento, lengua y costumbres tan ajenos a todo lo antes conocido. Misterios que se fueron develando durante la estancia permitida por Moctezuma, quien los alojó en el antiguo palacio de Axayácatl dentro del recinto de la Plaza Mayor y frente a su propia residencia, en donde permanecieron por siete meses, de noviembre de 1519 a junio de 1520, en ocupación relativamente pacífica, sólo alterada por la aprehensión de Moctezuma, sin que éste presentara resistencia alguna. 

En la corte, la novedad inicial bajó su nivel, regresó la rutina y lo que pareció inesperado se hizo cotidiano. Un día, Moctezuma regaló a una de sus hijas Cortés; otro, se inició el desmedido saqueo al que fue sometido el palacio real, las joyas personales del tlatoani y las de su familia fueron requeridas. Poco a poco, la rigurosa etiqueta se hizo trizas. Los que estuvieron cerca tuvieron que sorprenderse y sufrir por las vejaciones infringidas a Moctezuma. Esta convivencia forzada de aparentemente calma se vio abruptamente fracturada, primero por la salida de Cortés de Tenochtitlán para combatir a Pánfilo de Narváez que había desembarcado en Veracruz para someterlo, y segundo, por la matanza que ordenó Pedro de Alvarado en mayo de 1520 durante la gran fiesta que los indígenas celebraban en el recinto ceremonial del Templo Mayor.

La reacción de los mexicas fue inmediata, aliados con los de Tlatelolco, decidieron combatir a los españoles, los cuales se hicieron fuerte en el palacio de Axayácatl. La situación se tornó difícil para los sitiados, entre los que se encontraba Moctezuma y parte de su familia. Cortés avisado de la sublevación, regresó a la ciudad de México y decidió servirse del tlatoani para apaciguar al pueblo amenazante, quien lo abucheó y lanzó proyectiles. Esta fue la última de sus acciones, Moctezuma murió sin que haya certeza de la causa de su muerte.
 
De acuerdo a documentos dejados por Cortés, posteriores a este hecho, refieren que encontrándose Moctezuma herido le pidió tomara a cargo a tres hijas suyas, que las hiciera bautizar, enseñara la doctrina cristiana y otras recomendaciones para el bien de ellas, con mención especial a la mayor en los siguientes términos: “… me tornó a llamar (a Cortés) y roga mui ahincadamente, que si él muriese, que mirase por aquellas hijas que eran las mejores joyas que el me daba, y que partiese con ellas de lo que tenía porque no quedasen perdidas, especialmente a la mayor, que ésta quería él mucho” (Cortés, op cit: 639). Cabe suponer, que Moctezuma se refería de Tecuichpo, o al menos, Cortés, así lo dio por hecho.

La noche siguiente, (30 de junio de 1520), Cortés y sus ejércitos español y aliados, trataron de salir de la ciudad sin ser descubiertos, pero fueron sorprendidos y fuertemente combatidos en lo que ellos mismos llamaron “La Noche Triste” por las cuantiosas pérdidas, tanto de españoles como de aliados, caballos y parte de las riquezas recaudadas. En la confusión de la huída, Tecuichpo y Doña Marina, su media hermana, lograron regresar con los suyos. En la ciudad se llevaron a cabo dos días de rituales de duelo por Moctezuma, y el Consejo eligió como nuevo tlatoani a Cuitláhuac y decidió, de manera simultánea su matrimonio con Tecuichpo para legitimar su derecho al trono. La princesa tenía entonces alrededor de 19 años. 

Cuitláhuac, señor de Ixtapalapa y hermano de Moctezuma, había estado preso, junto con Moctezuma, en el palacio de Axayácatl, sin embargo, había sido liberado durante el sitio con la misión apaciguar la rebelión y aplacar al pueblo, pero en franco desacato encabezó la resistencia y la victoria sobre los españoles y sus aliados. Ya como tlatoani preparó la defensa de la ciudad, pero lo sorprendió la muerte por viruela, enfermedad traída de España qué arrasó con gran parte de la población originaria.

Tecuichpo, quedó viuda nuevamente, sin embargo, su protagonismo no terminó ahí. Cuando Cuauhtémoc fue elegido nuevo emperador, también legitimó su nombramiento, casándose con ella: “Para reforzar la defensa de la Confederación de Anáhuatl, es unida en dualidad con los dos primeros Ue-tlacatecutli o grandes señores del mando por el Tlahtocan o Consejo de Ancianos-Tenochtitlan”. (Rojas Rosales, 1995:27). Cita que hace alusión a los matrimonios de Tecuichpo con Cutlahuac y Cuauhtémoc.

El papel de Tecuichpo es importante en la sucesión al trono, sobretodo en la compleja situación que vivía Tenochtitlan en ese momento. Incluso se ha manejado que Cuauhtémoc para acceder al trono mandó matar a Asupacací, el último hijo legítimo de Moctezuma y hermano de Tecuichpo. Muchos años después, Juan Cano diría que la misma Tecuichpo se lo relató, es difícil saberlo, como difícil imaginar los sentimientos de ella para con su nuevo esposo si esto fuera verdad. Sin embargo, el cronista de Indias Gonzalo Fernández de Oviedo deja consignado tal testimonio, de la manera siguiente:

“… a causa de lo qual (la muerte de Cuitlahuác) vn sobrino de Moctezuma que era Papa o sacerdote maior entre los indios, que se llamaba Guatimuci, mató al primo hijo legítimo de Montezuma, que se decía Asupacaci, hermano de padre é madre de Doña Isabel (Tecuichpo), é hizose de señor mui valeroso.” (Oviedo en Prescott, 1985: 634) 

Cuauhtémoc era hijo de Ahuízotl, sobrino de Moctezuma y primo hermano de su esposa. A los 18 años, era señor de Tlatelolco, sacerdote del culto a Huitzilopochtli y caballero águila. Sobre él y su matrimonio, Bernal Díaz del Castillo nos dejó auna referencia:

“… más como Guatemuz era mancebo y muy gentil hombre para ser indio, y de buena disposición y rostro alegre, y aun la color la tenía algo más que tiraba a blanco que a matiz de indios, que era de obra de veinticinco o veintiséis años, y era casado con una hermosa mujer, hija del gran Montezuma, su tío”. (Díaz del Castillo, 1961:419).

Cuauhtémoc mantuvo siempre con los españoles una actitud de reserva, que se convirtió en franca resistencia después de la matanza del Templo Mayor, participando en los combates de la “Noche Triste”. Al ascender Cuitláhuac al trono, asumió el mando de los ejércitos, y nombrado tlatoani continuó con los preparativos para la defensa de la ciudad. El 30 de mayo de 1521, Cortés le puso sitio, los mexicas y tlatelolcas, abandonados por sus antiguos aliados y súbditos, resistieron los embates armados y la falta de víveres y agua. El 13 de agosto, cuando, perdida toda esperanza, Cuauhtémoc trató de romper el cerco, pero fue sorprendido y aprehendido junto a un grupo de leales y familiares, entre ellos Tecuichpo; para ella pidió se le respetara la vida, Chavero lo relata así: “No tiréis, soy el rey de México; tomadme y llevadme a Malintzin, pero que nadie toque a la reina” (Chavero, 1962: 911). Acontecimiento, que ha producido una rica iconografía en la que se incluye a Tecuichpo.

Cuauhtémoc y sus acompañantes, fueron llevados ante Cortés a su cuartel general en Coyoacán. Al concluir el día terminaba también la guerra. Era el día ce cóatl, segundo de la veintena xocolhuetzi, del año yei calli. Para Tecuichpo también terminó la primera parte de su vida, cerca de 20 años para ella y 196 para la ciudad fundada por los aztecas.
 
Isabel

Con la aprehensión de Cuauhtémoc, la resistencia de los mexicas cesó inmediatamente. En el acto, Cortés comenzó a dictar órdenes con el fin de ensanchar los límites de la tierra conquistada, asegurar el dominio sobre ella y proporcionar a los que lo acompañaban y a los que vendrían en lo sucesivo de España, un tranquilo establecimiento y una productiva explotación de las riquezas.

En los inicios, Cortés se estableció en Coyoacán y mantuvo con él a los principales cautivos, desde luego, a Cuauhtémoc y a Tecuichpo. Ampliamente conocida es la tortura a la que fue sometidoell tlatoani mexica, buscando tesoros con que cubrir las demandas de retribuciones de sus hombres, acción que se sumó al clima de derrota, humillación y temor de los vencidos, elementos constitutivos de un nuevo orden cuya premisa es la conquista.

En este clima, Techuichpo y Cuauhtémoc fueron bautizados, él como Don Hernando Alvarado Cuauhtémoc y ella como Isabel, en honor de la emperatriz de España, esposa de Carlos I, soberanos a los que les juraron vasallaje y lealtad. Isabel conservó el apellido Moctezuma en reconocimiento de su legitimidad como hija del tlatoani azteca. En un documento posterior dictado por Cortés en 1526, se hace referencia a la cristianización que se constituiría a partir de entonces en la estrategia de la conquista espiritual de los pueblos indígenas, he aquí la cita:

“Y que las dichas hijas de Moctezuma y de los demás señores y principales y otras personas de los naturales desta Nueva España se les de y muestre toda la más y mejor doctrina que fuera posible para quitarlo de las idolatrías que hasta aquí han estado, y traerlos al verdadero conocimiento de nuestra fee cathólica, especialmente a los hijos de los más principales, como lo era este Señor Motezuma, y que en esto se descargava la conciencia de S. M. y la mia”. (Cortés en Prescott, 1985: 638).
De entonces es un poema que habla de Isabel y Cortés, atribuido a Cuauhtémoc que refleja malos presagios para su esposa: Isabel:

¡Quién eres tú que te sientas junto al Capitán General?

!Ah, es doña Isabel, mi sobrinita¡ !Ah, es verdad, prisioneros son los reyes ¡Por cierto serás esclava, serás persona de otros:
Será forjado el collar, el quetzal será tejido en Coyohuacan.

Canto Tlaxcalteca de la conquista. (Martínez R., 1991: 40)

A partir de 1523 se comenzó a habitar la nueva ciudad, de Isabel no hay registros que nos hablen directamente de ella, pero sí sobre Cuauhtémoc su esposo, a quien Cortés mantuvo cerca y bajo estrecha vigilancia para prevenir cualquier liderazgo en alguna sublevación. Utilizando la autoridad del tlatoani vencido, le encargó organizar la limpieza de la ciudad, la apertura del mercado y la construcción de la nueva ciudad ahora española, posteriormente, lo dejó como señor de Tlatelolco para auxiliar a los españoles en funciones administrativas, especialmente en la recaudación de impuestos.

Se sabe que en junio de 1524, Cuauhtémoc e Isabel formaron parte de la comitiva que recibió al grupo de doce franciscanos, los primeros llegados a estas tierras para encargarse de la cristianización de sus pobladores. Es innegable que Isabel fue actor principal en la tarea, su conversión al cristianismo y su proceso de aculturación, sirvieron como ejemplo de los españoles para el sometimiento de antiguos súbditos de su padre, Cortés lo tiene claro y lo estipula de la siguiente manera en documento datado en 1526:

“…haciéndoles administrar y enseñar los mandamientos de nuestra sacta fee cathólica y otras buenas costumbres de christianos, para que con mejor voluntad y amor sirvan á Dios Nuestro Señor y conozcan los Artículos della, y que los demás naturales tomen exemplo” (Cortés, op cit: 639).

El gobierno de Cortés no fue fácil ni tranquilo, algunos de sus propios capitanes se rebelaron contra de él, entre ellos el capitán Cristóbal de Olid quien le usurpó el mando en las Hibueras. Como consecuencia, Cortés encabezó una gran expedición para reprimirlo, saliendo de la ciudad de México el 12 de octubre de 1524 llevando con él a Cuauhtémoc, a quien ejecutó en febrero de 1525, tras de acusarlo de conspirar contra él. De esta manera, Isabel pierde a su tercer esposo a la edad de 24 años, nuevamente Oviedo lo hace notar: “… e llevandose (Cortés) consigo aquellos tres principales ya dichos y después los ahorcó en el camino; e ansí enviudó Doña Isabel.” (Oviedo, en Prescott, 1985: 634)

Cortés regresó a México el 19 de junio de 1526 y retomó sus puestos solamente por unos días debido a que fue retirado de ellos y sometido a un juicio de residencia acusado de varios cargos. Como último acto de gobierno, Cortés hizo donación de tierras a las hijas de Moctezuma (Cortés, op.cit.: 638), otorgando a Isabel y sus descendientes los beneficios e ingresos del pueblo de Tacuba, así como de varias poblaciones más pequeñas. Era una rica herencia aunque modesta en comparación con el patrimonio de su padre. Cortés así lo deja consignado: “… como su Governador y Capitán General destas partes, y porque de derecho le pertenece de su patrimonio y legítima, el Señorío y naturales del Pueblo de Tacuba, que tiene ciento é veinte casas.” (Ibid: 639).

Esta donación sirvió, al mismo tiempo como dote y arras de Isabel en el matrimonio que Cortés determinó con Alonso de Grado, mismo que se llevó a cabo el 27 de junio del mismo año. Disposiciones que quedan consignados en documento dictado por Cortés, de la siguiente manera: “me pareció que según la calidad de la dicha Doña Isabel, que es la mayor é legítima heredera del dicho Señor Moctezuma y que más encargada me dejó, y que su edad requería tener compañía, le he dado por marido y esposo á una persona de honra” (Ibid: 639).

Cortés dice de Alonso de Grado que es “Hijo Dalgo” y que acompañó “dende el principio que á estas partes pasó, teniendo por mi en nombre de S. M. cargos y oficios, así de Contador y mi lugarteniente de Capitán Governador como de otras muchas” (Ibid.). A partir de su matrimonio con Isabel, lo nombró visitador general de la Nueva España, con la tarea de garantizar la cristianización de los indios y su buen trato, ordenada por el rey español. Tarea que le ganó la animadversión de aquellos españoles que no cumplieron con el precepto y dio lugar a sospechar un acto criminal en su muerte, ocurrida a pocos meses de su nombramiento en circunstancias poco claras, incluso, algunos autores recientes afirman que Cortés conspiró para matarle. Blanca Barragán Moctezuma, descendiente de Isabel, así lo afirma: “Posteriormente dio en matrimonio a Don Alonso de Grado, quien al cabo de seis meses fue mandado matar por el propio Cortés” (Barragán Moctezuma, en Litigio…, 1995: 28). 

Isabel nuevamente quedó viuda, pero no libre, su alta condición la convirtió en pieza clave en la configuración de las fuerzas del poder del país en ciernes y fue considerada heredera de Moctezuma, tanto por los indígenas que se refugiaban en este menguado residuo de autoridad tradicional, como por Cortés, quien la utilizó para el control de los vencidos.

Convenía a Cortés tenerla cerca y por ello la llevó a vivir a su casa y la agregó al número de mujeres de las que dispuso sexualmente, de las cuales, las más conocidas son: Marina “su lengua”; Catalina, sobrina de Tlacochcálcalt, señor de Cempoala, conocido como “El Cacique Gordo”; doña Francisca, hermana del rey Cacama de Texcoco; doña Ana de Moctezuma, que murió embarazada en la Noche Triste y de la familia Moctezuma también, doña Inés y doña Elvira ( López Meneses, 1948: 475 y 476). Cortés, en esta época, también estaba viudo, su mujer Catalina Suárez Marcayda, había fallecido en 1522, dejando tras su muerte, fuerte sospecha de asesinato a manos de su esposo.

De esta relación, Isabel quedó embarazada, pero Cortés no estuvo dispuesto a reparar la honra tomada, por lo que la casó con Pedro Gallego de Andrada, quien aceptó a cargar con el paquete y con la herencia. El matrimonio se llevó a cabo en discreta ceremonia de la cual no quedó constancia ni siquiera de la fecha, aunque se sabe que Isabel parió seis meses después de realizado: “…e casose con un hombre de bien de los conquistadores primeros, que se llamaba Pedro Gallego”. (Oviedo op cit, 1985: 634)

De la relación con Cortés nació una niña, Leonor de Cortés Moctezuma, quien fue entregada por su padre, Hernán Cortés, a su primo Juan Altamirano (Rojas Rosales, 1995: 206), que cuidó de ella hasta su matrimonio. Cortés manifestó cariño y atención por su hija, al grado que años más tarde tramitó su legitimación y le asignó en su testamento una dote de diez mil escudos (López de Meneses, 1948: 485). Asimismo, se disgustó por su matrimonio, efectuado en su ausencia, con un hombre, que si bien era rico, le llevaba muchos años de diferencia. Isabel, en cambio, permitió su alejamiento y no la nombró en su testamento.

Gallego de Andrada, un extremeño de Burguillos de la provincia de Badajoz, llegó a Indias con el comendador Santiago Leonel de Cervantes y a Veracruz con Pánfilo de Narváez. Participó luego en la conquista del Pánuco, Michoacán y Colima y recibió en compensación por sus esfuerzos la encomienda de Izquiyuquitlapilco. De sus hechos, el más sobresaliente fue el haberse casado con Isabel por ser ella una de las mujeres más ricas y distinguidas.

Hacia 1529, nació en Tacuba un hijo varón de Isabel y Pedro, Juan Gallego Moctezuma, quien fue bautizado por el primer obispo de la Nueva España Fray Juan de Zumárraga. Sus padrinos fueron el licenciado Altamirano y Catalina Cortés Pizarro, hija del Conquistador y de Inés Pizarro. En casa de Isabel se congregaron para el acontecimiento los personajes indígenas y españoles más encumbrados como la menoscabada nobleza original del país, la emergente surgida de la reciente victoria y la recién llegada de la Madre Patria. Posiblemente, fue esta la única ocasión en que convergieron en términos de igualdad; el declive de la primera era irremediable, como imparable el ascenso de la recién parida aristocracia novohispana.

Isabel, no fue la primera ni la única mujer indígena, madre de hijos habidos con españoles, ella se suma a las miles de entonces y posteriores, lo distintivo, en todo caso, fue el estatus de su condición, que le proporcionó a ella y a su descendencia una mejor suerte pero no la eximió de la saga de experiencias extraordinarias y difíciles que vivieron los vencidos.
 
¿Podría Isabel no querer a este hijo por ser de padre español?, o ya, a nueve años del desastre y los mismos para ella de ser cristiana, se atenía a los hechos consumados y fabricaba nuevos sentimientos que amparaban tanto a lo de antes como a los de ahora. Su hijo Juan va acompañarla siempre y ella demostrará el afecto que le tuvo, en contraste al trato que le dispensó a su hija Leonor. Un año después, en 1530, Pedro Gallego murió de “muerte natural”, como se decía entonces, para descartar cualquier muerte violenta. Cortés no estaba en México, Carlos V le había ordenado ir a España, regresó en 1531 para vivir en Cuernavaca. Quizá por esto, en esta ocasión, no intervino en la selección del nuevo marido de Isabel, Juan Cano de Saavedra. En la Nueva España gobernaba la Primera Audiencia, con Nuño de Guzmán como presidente, y no hay datos que permitan suponer se haya impuesto a Isabel su sexto esposo.

Juan Cano era natural de Cáceres, su familia se había distinguido por sus servicios a los reyes de España durante las últimas fases de su reconquista. Nació en 1502 y llegó a la Nueva España con Pánfilo de Narváez, tomó el partido de Cortés y participó en la toma de Tenochtitlan y de otras provincias. Por sus servicios recibió una pequeña encomienda. El casamiento se realizó en la primavera de 1532, Isabel tenía alrededor de 30 años, era cinco veces viuda, tenía dos hijos, era rica e influyente y muy posiblemente, con plena conciencia de ello.

Juan Cano en la entrevista dada a Oviedo, declaró de Isabel:

Señor, que yo me casé con una señora hija legítima de Montezuma, llamada doña Isabel, tal persona, que aunque se hobiera criado en nuestra España, no estobiera más enseñada é bien dotrinada é Católica, é de tal conversación é arte, que os satisfaría su manera é buena gracia; y no es poco útil y provechosa al sosiego é contentamiento de los naturales de la tierra; porque, como es señora en todas sus cosas é amiga de los chistianos, por su respeto é exemplo mas quietud é reposo se imprime en los ánimos de los Mexicanos. (Oviedo, op. cit.: 633).

En esta misma entrevista, Juan Cano, hace varias revelaciones sobre su mujer, constituyéndose en un importante documento para su biografía, en tanto, son escasas las noticias directas sobre ella. Las mujeres de entonces y de otras épocas, no eran sujetos de la Historia. En el caso de Isabel Moctezuma, su historia se puede reconstruir a partir de los registros hechos sobre los hombres a la que estuvo ligada. Cano participó en la conquista de México y su vínculo con Isabel, lo hizo poseedor de noticias de primera mano. Oviedo, consciente de este protagonismo, le pidió hablar sobre personajes y hechos, siendo sus respuestas fuentes importantes salvando su particular punto de vista, que mucho tiene que ver, con la necesidad de demostrar los derechos de su mujer para reconocimientos y reivindicaciones. En este tenor, desconoció a otros descendientes del gran tlatoani: “…; pues como Cortés é los chistianos fueron enseñoreados de México, ningún hijo quedó legítimo sino bastardos de Montezuma, ecepto mi mujer”. (Prescott, 1985 : 634).

No hay registro sobre la vida de Isabel después de este matrimonio, solo sabemos del nacimiento de cinco hijos con Juan Cano: Juan, Pedro, Gonzalo, Isabel y Catalina, de los cuales hay documentación que de ellos nos dan noticia, relacionada con juicios hereditarios que se llevaron posteriormente.

En julio de 1550, Isabel murió de “muerte natural”, así lo confirma ella en su testamento: “…yo, Doña Isabel de Montezuma, mujer legítima que soy de Joan Cano, mi señor e marido, vezino desta gran ciudad de Temixtitlan, México, desta Nueva España, enferma del cuerpo del mal y enfermedad que Dios nuestro señor ha sido servido de me dar”. (López Meneses, op cit.: 489).

Por el testamento de Isabel quedó constancia de su conversión al cristianismo, al menos de manera oficial, al declarar: “En nombre de la Santissima Trinidad, Padre e Hijo y Espíritu Santo, tres personas e vn solo Dios verdadero que vive e reyna por siempre sin fin, amen. Y a honor y gloria y alabaca de Nuestra Señora la Virgen Maria a quien tengo por mi señora y abogada” (Ibid: 489). Asimismo, de la liberación de los esclavos de su propiedad: “… es mi voluntad que todos los esclavos yndios e yndias naturales desta tierra que el dicho Joan Cano, mi marido, e yo tenemos por nuestros propios, por parte que a mi me toca sean libres de todos servicios e servidumbres e cautiverios como personas libres” (Ibid: 490).

Esta determinación es quizá producto tardío de las disposiciones dictadas tiempo atrás por los reyes españoles reprobando las encomiendas, prohibiendo los repartimientos y proclamando la libertad de los vencidos. Exigencias que no convinieron a los españoles radicados en América, entablándose una verdadera lucha entre el gobierno de España y los gobernantes de las posesiones americanas, hasta que Antonio de Mendoza siendo virrey, promovió tales acciones con lo que empezó a desaparecer la esclavitud. Isabel se esperó hasta su muerte para otorgar la libertad de los suyos 16 años después del inicio de la gestión Mendoza y 28 de la expedición de la cédula real de Carlos I enviada a Hernán Cortés.

En estos veinte años, correspondientes a las décadas tercera y cuarta del siglo XVI, Isabel fue testigo de la acelerada construcción del nuevo estado que se extendió ya desde entonces, sobre la mayor parte del continente. Isabel, mujer de dos mundos, el indígena en su esplendor y agonía y el español en su nacimiento y desarrollo, tuvo que abrir su mente y su espíritu para asimilar lengua, cultura, costumbres, religión… y tuvo que tener la capacidad suficiente para conciliar su pasado con un presente fincado sobre las ruinas de su mundo anterior.

Muchos acontecimientos se sucedieron en este periodo: en 1535 Antonio de Mendoza se constituyó como primer virrey de la Nueva España, cargo que desempeñó hasta 1550 con una política conciliadora que logró controlar las ambiciones de los encomenderos y sentar las bases de la organización virreinal, fortaleciendo el poder real. Luis de Velasco lo sucedió como segundo virrey. En 1532, asoló una gravísima epidemia de sarampión llamada por los indios Tepitonzáhuatl. En 1534, se fundó la primera escuela para niñas; dos años después, el colegio de Santa Cruz Tlatelolco; en 1540, el convento de la Concepción, el primero para mujeres, y en ese mismo año, el pueblo de Santa Fe fundado por Vasco de Quiroga. En 1536, se creó de la casa de Moneda. En 1531 se apareció la Virgen de Guadalupe. En 1542 se dio noticia de las Leyes Nuevas, que prohibían la esclavitud de los indios y terminaban con el régimen de las encomiendas. En 1527 murió Doña Marina, Cortés en 1547 y Zumárraga un año después. La ciudad se fue construyendo hasta hacerla una de las más importantes del continente y no solamente ésta, también se fundaron y erigieron muchas otras: en 1528 Antequera en Oaxaca, Ciudad Real y Chiapa de Indios en Chiapas; en 1531, Puebla de los Ángeles, Tepic, San Miguel de Culiacán, Salamanca de Campeche; en 1532 Guadalajara; Valles en el 33 y Valladolid en el 41. En 1536 llegó a la ciudad Alvar Núñez Cabeza de Vaca, para dar noticia de su naufragio en Florida y de su largo recorrido por el norte de las tierras chichimecas. Se llevaron a cabo las expediciones al Mar del Sur en 1532, 33, 35 y 39… al país llegaron miles de españoles procedentes de toda España y surgió la primera generación de mestizos, un grupo marginal pero creciente, con una cultura igualmente mezclada, en fin, un gran número de sorprendentes eventos característicos de una nación en construcción.

De acuerdo a los deseos de Isabel, sus restos fueron sepultados en la iglesia de San Agustín, en un altar lateral dedicado a Santa Mónica. En 1678 la iglesia sufrió un incendio por lo que fueron puestos en una caja fuerte con su nombre, pero nadie supo cuando ni porqué, desaparecieron o se destruyeron.

De su vida y su persona, hay pocos datos, en su testamento declara no firmarlo por no saber escribir, condición generalizada en esa época, tanto en el México prehispánico como en la Europa renacentista, acentuada en las mujeres, cuyos roles sociales se restringían al ámbito familiar y su educación era de tipo informal hacia esta meta. Esta marginalidad femenina de tareas “productivas” se acentuaba en las clases hegemónicas en ambos continentes, en los que las mujeres se preparaban y ejercían funciones sociales y familiares. Isabel no supo leer y escribir y seguramente no se preocupa por ello.

Por su mismo testamento se pueden inferir varias cosas más sobre las costumbres y formas de pensar imperantes de la época en esa Nueva España recién estrenada y de las cuales Isabel es partícipe: el papel de la mujer en el matrimonio es de sujeción al esposo, y así, ella, princesa de abolengo, hija del gobernante de la nación más importante conocida en estas tierras, reconoce a Juan Cano como “su señor” (Testamento, op cit:489) y requiere de su anuencia expresa para poder legar sus bienes: “… y en muy buen seso e juicio y entendimiento natural (Isabel), con licencia e facultad e expreso consentimiento que pido e demando al dicho Juan Cano, mi señor y marido…” (Ibid:489). A lo que, según las normas legales, Juan contesta y se consigna en el mismo testamento de Isabel: “E yo el dicho Joan Cano, que soy presente, otorgo e confieso que doy y concedo la dicha licencia y facultad a vos la dicha Doña Isabel, mi muger” (Ibid:489).

Sin embargo, y a pesar de las formalidades legales, cabe suponer que la voluntad de Isabel de otorgar su herencia principal a su primer hijo Juan de Andrade, no es la de su último marido, Juan Cano, en tanto, a la muerte de Isabel éste promueve el litigio para revocar sus instrucciones, a pesar de expresar en el mismo testamento: “E yo el dicho Joan Cano…. E prometo e me obligo de lo aver por firme e no revocar, reclamar ni contradecir en juicio ni fuera de él, espresa obligación que para ello haga de mis bienes.” Peso importante tuvo que tener Isabel en su matrimonio, al grado de no tomar en cuenta a su marido para el legado de sus bienes y peso de ella ante las normas imperantes que obligan a su esposo a firmar un documento contrario a sus intereses y esperar a la muerte de su esposa para promover su revocación.

Isabel al morir tenía alrededor de 50 años, de los cuales, cerca de 20 correspondieron a su primera vida y 30 a la segunda, tal circunstancia la obligó a someterse a un proceso de aculturación, que al igual que millones de indígenas a lo largo del siglo XVI y aún después, lo vivieron y lo sufrieron. Los más sucumbieron en el camino, algunos de ellos arrastrados involuntariamente a su muerte, otros optando por ella, despreciando la derrota y la subsecuente integración como única alternativa de vida; y otros, los menos, lo que sobrevivieron a la conquista, por su fuerza o por su suerte, sobrevivieron, así mismo, al tránsito histórico. Tecuichpo-Isabel se inscribe en esta última categoría, y como muchos más, requirió de un riguroso y doloroso proceso de adaptación para lograrlo. Un pasado detenido, y una nueva esperanza para el futuro… otra historia.

FUENTES

Documentos y obras del siglo XVI:

Fernández de Oviedo, Gonzalo, Historia de Indias, v. XXXIII, capítulo XLVI, “Dialogo del alcayde de la fortaleza de la cibdad e puerto de Santo Domingo se la isla Española, autor y chonista destas tierras, de vna parte, e de otra, vn caballero vecino de la grand cibdad de México, llamado Thoan Cano”. En Prescott, William, 1985: 632-637.

“Privilegio de doña Isabel Moctezuma, hija del gran Moctezuma, último rey indio del gran reyno de México, que bautizada y siendo chistiana casó con Alonso Grado, natural de la villa Alcántara, hidalgo y criado de su magestad, que había servido y servia en muchos officios en aquel reyno. Otorgado por don Hernán Cortés, conquistador del dicho reyno, en nombre de su Magestad, como su capitán general y gobernador de la Nueva España”. En Prescott, William, 1985: 638-640.

“Testamento de Isabel Moctezuma del 11 de julio de 1551”. López de Meneses, Amanda, Revista de Indias, Madrid, España, Editado por el Instituto Gonzalo Fernando de Oviedo”, año IX, No. 31-31, enero-junio 1948, pp.: 471-495.

Díaz del Castillo, Bernal, Verdadera Historia de la conquista de la Nueva España, México, Fernández Editores, 1961, 730 pp.

Pérez-Rocha, Emma, Privilegios en lucha: la información de doña Isabel Moctezuma, México, Instituto de Antropología e Historia, 1998, 289 pp. gráfica, (Serie Etnohistoria. Col. Científica, 380).




 


Malinche
1505?- 29 de enero de 1529?

Al nacer recibió el nombre de Malinali (uno de los 20 días del mes mexicatl y de un tipo de hierba usado para hacer cuerdas), que con el tratamiento reverencial que merecía como hija de un cacique, se convirtió en Malintzin, y que con la deformación castellana devino en Malinche, palabra que para algunos también significa “el dueño de Malinalli”. Después también se le nombraría Malinalli Tenépal (persona que tiene facilidad de palabra, que habla mucho y con animación), y al recibir el bautizo católico, Doña Marina. De su vida antes de la llegada de Cortés, sólo se sabe por el testimonio de Bernal Díaz del Castillo (Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España):

“Antes que más meta la mano en lo del gran Montezuma y su gran Méjico y mejicanos, quiero decir lo de doña Marina, cómo desde su niñez fue gran señora y cacica de pueblos y vasallos. Es de esta manera: que su padre y madre eran señores y caciques de un pueblo que se dice Painla. Murió el padre quedando muy niña, y la madre se casó con otro cacique mancebo, y hubieron un hijo y según pareció, queríanlo bien al hijo que habían habido. Acordaron entre el padre y la madre darle el cacicazgo después de sus días, y porque en ello no hubiese estorbo, dieron de noche a la niña doña Marina a unos indios Xicalango, porque no fuese vista, y echaron fama que se había muerto. En aquella sazón murió una hija de una india esclava suya, y publicaron que era la heredera; por manera que los de Xicalango la dieron a los de Tabasco, y los de Tabasco a Cortés.“

Painala era un poblado azteca, de habla náhuatl, situado en la zona de Coatzacoalcos, colindante con región de habla maya. Se estima que Malinche nació a principios del siglo XVI, entre  1501 y 1505, y que cuando fue regalada a Cortés tendría unos quince años. Por el testimonio citado, se sabe que fue vendida en la pubertad a unos comerciantes mayas y éstos, a su vez, la volvieron a vender al cacique maya de Tabasco. Durante su cautiverio viajó  a las regiones de habla maya en Yucatán, donde aprendió dicha lengua. Por eso, a la llegada de los españoles, Malinche hablaba tanto su lengua materna, el náhuatl, como la de sus señores, el maya.

En ese tiempo, en los primeros contactos entre españoles e indígenas, la comunicación no era verbal sino “diciéndoles por sus meneos y señas”. Después los españoles se apoderaban de indios para que aprendieran su lengua y les sirvieran de intérpretes. Juliancillo y Melchorejo, indígenas mayas tomados durante el primer viaje de Hernández de Córdova, y que regresaron con Cortés, muestran el esfuerzo de los españoles por comunicarse con los nativos, pero siempre eran vistos con desconfianza porque podían actuar de mala fe e incluso traicionar a sus amos. Por eso Cortés buscó a los náufragos españoles que hubieran aprendido la lengua indígena y tuvo la fortuna de hallar en Cozumel a Jerónimo de Aguilar.

Cortés llegó a la costa de Tabasco, acompañado de su intérprete, Gerónimo de Aguilar, quien habiendo naufragado en esas tierras y esclavizado por los mayas, aprendió su lengua, la que ya dominaba cuando fue rescatado por los españoles. Al siguiente día de haber derrotado en Centla a los indígenas, el 12 de marzo de 1519, en Potonchan le fue entregada a Cortés, como regalo de paz y bienvenida, Malinche, junto con otras 19 jóvenes, pero el conquistador la regaló, a su vez, a Alonso Hernández Portocarrero. Todas ellas fueron bautizadas a los pocos días, pues era excomulgado quien se acostara con una hereje. El padre Olmedo las bautizó, después de haberlas predicado con ayuda de un intérprete “muchas buenas cosas de nuestra santa fe”.

Una vez establecido el ayuntamiento de la Villarrica de la Vera Cruz, Hernández Portocarrero fue enviado a España por Cortés como uno de sus procuradores ante el rey Carlos I de España (V de Alemania). Como Malinche no podía acompañarlo, fue devuelta a Cortés. Portocarrero moriría preso en el cumplimiento de la misión encomendada.
 
Al regresar Malinche al lado de Cortés, unos soldados se percataron de que conversaba en náhuatl animadamente con mujeres enviadas por los mexicas para el servicio de los españoles, y se lo comunicaron a Cortés, quien la mandó llamar para comprobar que era bilingüe. Así resolvió el problema de entenderse con los  embajadores de Moctezuma: Malinche traducía el náhuatl de los embajadores al maya y Aguilar, el maya al castellano. Cuando hablaba Cortés, la comunicación era a la inversa, algo que para algunos autores recuerda la piedra Roseta de Champolión. En poco tiempo, Malinche aprendió suficiente español para traducir el náhuatl directamente al español sin la intervención de Aguilar, por lo que en adelante, todas las comunicaciones importantes entre los castellanos y los mexicas pasaron sólo por Malinche. Tal como se ve dibujado en un códice inserto en la Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala, de Muñoz Camargo: “El indio informa, Marina traduce, Cortés dicta y el escribiente escribe”. De este modo, Malinche dejó de ser una mujer más al servicio sexual de los españoles y se convirtió en la inseparable compañera de Cortés, quien la llegó a llamar cariñosamente "mi lengua".

Durante la guerra de conquista, debido a su cercanía a Cortés y su papel protagónico, Malinche fue tratada con admiración y respeto por los españoles, y con temor y odio entre los indígenas que la asociaban con el conquistador. “La pareja formó un dueto que combinaba a menudo la elocuencia y la sutileza, la piedad y la amenaza, el refinamiento y la brutalidad”. En el "Lienzo de Tlaxcala" y en el "Códice de entrada de los españoles en Tlaxcala" los representan juntos, Malinche siempre vestida de huipil y con el pelo suelto. Según Bernal Díaz "era de buen parecer y entremetida y desenvuelta... digamos cómo doña Marina, con ser mujer de la tierra, qué esfuerzo tan varonil tenía... jamás vimos flaqueza en ella, sino muy mayor esfuerzo que de mujer...”

La compenetración de Cortés y Malinche llegó a tal grado a los ojos de los indígenas, el conquistador era llamado por el nombre de ella. Bernal Díaz lo explicó así. “Antes que más pase adelante quiero decir cómo en todos los pueblos por donde pasamos, o en otros donde tenían noticia de nosotros, llamaban a Cortés Malinche; y así le nombraré de aquí adelante, Malinche en todas las pláticas que tuviéramos con cualesquier indios, así desta provincia como de la ciudad de México, y no le nombraré Cortés sino en parte que convenga; y la causa de haberle puesto aqueste nombre es que, como doña Marina, nuestra lengua, estaba siempre en su compañía, especialmente cuando venían embajadores o pláticas de caciques, y ella lo declaraba en lengua mexicana, por esta causa le llamaban a Cortés el capitán de Marina, y para ser más breve, le llamaron Malinche”. Aun ya muerta, la Malinche siguió siendo representando al lado de Cortés en un documento de 1537 llamado Castigo de aperreamiento, en el que Cortés, después de consumada la conquista, convoca con el falso pretexto de bautizar a siete principales de Coyoacán sólo para liquidarlos, lanzándolos a los mastines.

La habilidad de Malinche para ayudar a Cortés a comunicarse con los indígenas conformó toda la campaña de conquista, desde el esfuerzo inicial por establecer relaciones amistosas con los representantes de Moctezuma y la negociación adecuada para forjar alianzas con los caciques descontentos con el dominio azteca, hasta la intimidación de Moctezuma y la rendición de Cuauhtémoc. Malinche persuadía a los indígenas de aceptar la alianza y de convertirse al catolicismo. Se dice que ella favorecía activamente las negociaciones en lugar del derramamiento de sangre. Sin Malinche, la conquista hubiera sido imposible o por lo menos, mucho más difícil, sangrienta, destructiva y lenta. Normalmente Cortés en sus Cartas de Relación evita mencionar a Malinche, probablemente como una forma de minimizar el destacado papel que cumplió en la conquista y ensalzar el propio. Sin embargo, reconoció su relevancia cuando escribió en una carta: "Después de Dios, le debemos la conquista de la Nueva España a Doña Marina".

Además, Malinche hacía de faraute (mensajera confiable para ambas partes en comunicación) y secretaria, que aconsejaba a Cortés y espiaba a los indígenas; por ejemplo, se piensa que sugirió cortar las manos de los espías indígenas para atemorizar a los pueblos mesoamericanos. En Cholula, el propio Cortés relató que Malinche le avisó del complot que se preparaba contra los españoles, que le reveló una anciana indígena que la invitó a huir con los cholultecas; por eso se le consideró haber sido la instigadora de la matanza de Cholula. De este hecho sangriento proviene la leyenda negra de Malinche, como traidora a los pueblos mesoamericanos, a pesar de que su intervención parece ser un invento de Cortés  para justificar su  artera y terrible actuación, perpetrada en contra de miles de personas inocentes. También se le involucró en el asesinato de Cuauhtémoc porque se supone que informó a Cortés que intentaba sublevarse junto con otros caciques.

Malinche no sólo traducía las palabras, explicaba a Cortés la manera de pensar, las costumbres sociales y militares, así como las creencias de los pueblos indígenas, el fatalismo y las dudas de Moctezuma, y en especial, la creencia en el regreso de Quetzalcóatl, que Moctezuma relató a Cortés en su primer encuentro cara a cara y que éste transcribiría en su segunda Carta de Relación:

“Muchos días ha que por nuestras escrituras tenemos de nuestros antepasados noticia que yo ni todos los que en esta tierra habitamos no somos naturales de ella sino extranjeros y venidos a ella de partes muy extrañas y tenemos asimismo que a estas partes trajo nuestra generación un señor cuyos vasallos todos eran, el cual se volvió a su naturaleza y después tornó a venir dende en mucho tiempo y tanto, que ya estaban casados los que habían quedado con las mujeres naturales de la tierra y tenían mucha generación y hechos pueblos donde vivían y queriéndolos llevar consigo, no quisieron ir ni menos recibirle por señor y así se volvió y siempre hemos tenido que los que de él descendiesen habían de venir a sojuzgar esta tierra y a nosotros como a sus vasallos y según de la parte que vos decís que venís, que es a donde sale el sol y las cosas que decís de ese gran señor o rey que acá os envió, creemos y tenemos por cierto, él sea nuestro señor natural...

Yo le respondí a todo lo que me dijo, satisfaciendo a aquello que me pareció que convenía, en especial en hacerle creer que vuestra majestad era a quien ellos esperaban”…

Obviamente, Malinche corrió los mismos riesgos que los conquistadores españoles. Peleó a su lado durante la “Noche Triste”, en la que los guerreros aztecas, encabezados por Cuitláhuac, expulsaron de su ciudad a los conquistadores europeos. Después estuvo en el sitio de la capital azteca y presente en la rendición de Cuauhtémoc, su último emperador.

Tras la caída de Tenochtitlan, Malinche tuvo un hijo de Cortés, llamado Martín, como el padre del conquistador, lo que coincidió con la llegada a Nueva España de la esposa de Cortés, Catalina Xuárez Marcayda, quien moriría un mes después, en Coyoacan, tal vez asesinada por el mismo conquistador.

En la desafortunada expedición de Cortés a las Hibueras, Malinche lo acompañó como uno de los miembros más importantes de su séquito, aunque en ese viaje Cortés se desembarazó de ella y la entregó en matrimonio a uno de sus lugartenientes de nombre Juan Jaramillo, de quien se sabe que ella tuvo otra hija, llamada María Jaramillo.

Relata Bernal Díaz que Malinche volvió a su pueblo con Cortés y estando ahí “vino la madre, y su hija, y el hermano, y conocieron que claramente era su hija porque se le parecía mucho. Tuvieron miedo d'ella, que creyeron que los enviaba a llamar para matarlos, y lloraban, y así que los vido llorar la doña Marina, los consoló y dijo que no hubiesen miedo, que cuando la traspusieron con los de Xicalango que no supieron lo que hacían y se lo perdonaba... y que Dios le había hecho mucha merced en quitarla de adorar ídolos agora y ser cristiana, y tener un hijo de su amo y señor Cortés, y ser casada con un caballero como era su marido, Juan Jaramillo”.

Pero Cortés no se desentendió de Malinche y le concedió las tierras y los impuestos de dos ciudades indias en la región de Jilotepec. Sin embargo, envió a Martín a España. Desde ahí, Cortés logró que el Papa declarara legítimo al hijo de Malinche. Después, el conquistador tendría otro hijo, también llamado Martín, de su matrimonio con Juana de Zúñiga.

A partir de su separación de Cortés, Malinche desapareció de la historia y entró a la leyenda. Se desconoce la fecha y el lugar de su muerte. Algunos estiman que murió entre 1526 y 1529. Si se considera la Probanza de los buenos servicios y  fidelidad con que sirvió en la conquista de la Nueva España la famosa Doña Marina, fechada en 1542, Malinche murió entre 1526 cuando regresó de las Hibueras y 1527 cuando Juan Jaramillo, su último esposo, volvió a casarse. Otros señalan que hay constancia de que Malinche murió en 1529, conforme a los documentos de las gestiones que hizo su viudo, Juan Jaramillo, para volverse a casar. Fuera de esos datos todo es especulación, como el relato de que fue apuñalada en su casa de la calle de Moneda una madrugada del 29 de enero de 1529, para que no declarara en contra de Cortes durante su juicio de residencia.


José Antonio Crespo (Contra la historia oficial) relata que la Malinche contrajo la viruela y que al morir, en su lecho “fue asistida espiritualmente por Fray Toribio de Benavente, Motolinía, encargó a éste que después de haber celebrado la santa comunión, dijera a Cortés que yo le agradezco lo que conmigo hizo... y que si en algo pudo agraviarme, le perdono por lo mucho de lo que soy su deudora.”

Para muchos mexicanos la palabra Malinche es sinónimo de "traidor", por su colaboración en la lucha de los españoles contra su propia etnia azteca, pero ¿no su propia madre la había traicionado primero al venderla a los mayas? Como esclava, Malinche no decidió estar al lado de Cortés, ella fue repudiada por su gente y no tenía por qué tener lealtad a las otras etnias mesoamericanas que guerreaban entre sí. Además, como señala Nahum Megged: “a qué indios fue que traicionó: ¿a los totonacas que fueron los primeros que se sumaron a Hernán Cortés, a los de Huejotzingo y los de Tlaxcala que lucharon con él, a los xochimilcas que estaban primero con Cuauhtémoc y al último momento se pasaron con Cortés? Cuando los mexicanos hacen referencia a la traición de Malinche, primero deberían pensar ¿Quién era el traidor aquí?”

Para Octavio Paz: "El símbolo de la entrega es doña Malinche, la amante de Cortés. Es verdad que ella se da voluntariamente al Conquistador, pero éste, apenas deja de serle útil, la olvida. Doña Marina se ha convertido en una figura que representa a las indias, fascinadas, violadas o seducidas por los españoles". Por eso de su nombre se derivó la palabra "malinchista" para referirse a alguien que prefiere las cosas extranjeras, entregado a lo que viene de fuera, sin capacidad para valorar lo propio.

En El eterno femenino de Rosario Castellanos (1998), Malinali es valiente y perspicaz, Cortés sólo se queja y culpa a todo mundo.

Este Cortés que se contempla en el espejo, que fácilmente se deja engañar por unas palabras bonitas, se parece más a la idea tradicional de la mujer que al astuto conquistador genial pintado por López de Gómara, su secretario, entre otros, por su parte Malinali no parece ser traidora al pueblo indígena porque no existe tal unidad sino un país con muchas tribus en conflicto (Messinger, 1994: 191).

Y en Águila o sol, la obra teatral de Sabina Berman:

Notamos que a Cortés le hacen falta los servicios de su esclava india para ser entendido por los nativos, como se supone que pasó históricamente. Pero, el hecho de que, a la vez el lenguaje que Cortés utiliza tampoco puede ser entendido por el público, profundiza la parodia, mientras que Malinali parece ser una de las pocas que lo comprende todo y puede funcionar en dos mundos —el de los indígenas y el de los españoles. No es la mujer enamorada ni sumisa, ni es culpable de una traición, pues los jefes indígenas tampoco parecen dignos de lealtad... Berman ataca la percepción mitificada del poder patriarcal, mostrándolo en su faz absurda... Así Berman, como Castellanos, se inserta dentro de la empresa cultural mexicana del revisionismo que cuestiona la validez de los mitos sagrados. Ambas dramaturgas se aprovechan del tono irónico, burlón, para tratar a los personajes identificados con el poder. Las dos muestran que el poder patriarcal es un juego, no una realidad dada, y de este modo, parecen desmitificar los mitos sagrados... La mujer no es una figura sumisa, pasiva, un objeto manipulado por el hombre, sino un ser con una voluntad independiente (Messinger, 1994: 193–194)

Yo, por mi parte, la veo con una luz totalmente diferente: es ante todo el primer ejemplo, y por eso mismo, el símbolo, del mestizaje de las culturas; por ello anuncia el Estado mexicano moderno y, más allá de él, el estado actual de todos nosotros, puesto que, a falta de ser siempre bilingües, somos inevitablemente bi o triculturales. La Malinche glorifica la mezcla en detrimento de la pureza (azteca o española), y el papel del intermediario. No se somete simplemente al otro (caso desgraciadamente mucho más común: pensemos en todas las jóvenes indias, "regaladas" o no, de las que se apoderan los españoles), sino que adopta su ideología y la utiliza para entender mejor su propia cultura, como lo muestra la eficacia de su comportamiento (aun si el "entender" sirve aquí para "destruir") (Todorov, 1987: 109).

Su imagen forma parte del escudo de armas del estado de Tabasco.
La Malinche o Malintzin es también el nombre de un volcán ubicado en el estado de Tlaxcala.
 

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