viernes, 8 de mayo de 2015

10 de mayo 2015




Algo que se debe reconocer es que no hemos logrado hacer de las madres una parte feliz de la población, la vida que a muchas de ellas a demasiadas creo yo les ha tocado vivir es terrible y sin embargo, la gran mayoría no dejan, no abandonan, no huyen, se quedan, buscan siguen.

No pienso ni deseo justificar tampoco revisar aquí los cómos y los porqués, sólo deseo dejar testimonio del gran compromiso de esas mujeres, madres y abuelas que han seguido en pie, caminando, sonriendo.

Solo deseo dejar mi gratitud a mi madre y a todas las madres que han hecho posible que la vida siga, que el canto fluya, que la esperanza exista.

Con todo mi respeto y amor por su valor, su humildad, su osadia, su honestidad, su amor.

Alejandro, mayo 10, 2015


ooOOoo

El derecho de soñar, Eduardo Galeano.


Vaya uno a saber cómo será el mundo más allá del año 2000. Tenemos una única certeza: si todavía estamos ahí, para entonces ya seremos gente del siglo pasado, y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio.

Sin embargo, aunque no podemos adivinar el mundo que será, bien podemos imaginar el que queremos que sea. El derecho de soñar no figura entre los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron a fines de 1948. Pero si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed.

Deliremos, pues, por un ratito. El mundo, que está patas arriba, se pondrá sobre sus pies:

  • En las calles, los automóviles serán pisados por los perros.
  • El aire estará limpio de los venenos de las máquinas y no tendrá más contaminación que la que emana de los miedos humanos y de las humanas pasiones.
  • La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor.
  • El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia y será tratado como la plancha o el lavarropas.
  • La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar.
  • En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a hacer el servicio militar, sino los que quieran hacerlo.
  • Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas.
  • Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.
  • Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos.
  • Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.
  • El mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra por siempre jamás.
  • Nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión.
  • Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle.
  • Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos.
  • La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla.
  • La policía no será la maldición de quienes no pueden comprarla.
  • La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda.
  • Una mujer, negra, será presidenta de Brasil, y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América. Una mujer india gobernará Guatemala, y otra, Perú.
  • En Argentina, las locas de la Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.
  • La Santa Madre Iglesia corregirá algunas erratas de las piedras de Moisés. El sexto mandamiento ordenará: ''Festejarás el cuerpo''. El noveno, que desconfía del deseo, lo declarará sagrado.
  • La Iglesia también dictará un undécimo mandamiento, que se le había olvidado al Señor: ''Amarás a la naturaleza, de la que formas parte''.
  • Todos los penitentes serán celebrantes, y no habrá noche que no sea vivida como si fuera la última, ni día que no sea vivido como si fuera el primero.

 

Infojus, 20 de abril de 2015 |

Sabrina y la búsqueda de su "melli" desaparecido
http://www.abuelas.org.ar/

 

Fue adoptada de buena fe por un matrimonio, pero en 2008 se enteró que era la hija biológica de Tulio "Tucho" Valenzuela y Raquel Negro, dos militantes montoneros. Con su identidad restituida supo también que tenía un hermano que siempre la había buscado -hijo de su mamá con una pareja anterior-, y un mellizo, que continúa desaparecido. El viernes declaró el médico que los entregó.

Por: Laureano Barrera

El médico Miguel Ángel Torrealday la entregó el 27 de marzo de 1978 al agente de Inteligencia Daniel Amelong con sus propias manos. Sin embargo, 37 años después y después de ser indagado por la justicia, a Sabrina Gullino Valenzuela Negro no la desvela que vaya preso. "Tiene cerca de 80 años y la justicia es lenta, va ir con prisión domiciliaria y seguramente no va a contar nada, porque no se va a incriminar a sí mismo", repasa al otro lado del teléfono, en un largo diálogo con Infojus Noticias.

Y no la desespera que pague sus deudas con la ley porque sabe que hay algo más importante: a partir de su declaración indagatoria, espera que la justicia ponga el foco en la clínica que Torrealday manejó: el Instituto de Pediatría Privada de Paraná (IPP), del cual retiraron junto con ella a su hermano mellizo, aún desaparecido. "La justicia tiene la oportunidad histórica de investigar un eslabón necesario de complicidad con el robo sistemático de bebés", dice Sabrina.

Torreladay no sólo fue uno de los cuatro socios fundadores del IPP, en 1972. También fue secretario de Salud de la provincia de Entre Ríos desde 1973 a 1976, y asesor del Ministerio de Salud provincial hasta 2011, cuando su nombre fue mencionado por varias enfermeras de su instituto durante el juicio por los crímenes del Hospital Posadas. De esos testimonios derivó la causa judicial en la que se busca al hermano de Sabrina, por la que debió ampliar su declaración indagatoria el viernes pasado. El juez federal Leandro Ríos lo imputó como partícipe necesario en concurso ideal de la retención y el ocultamiento, y por la supresión del estado civil en ambos casos.

Aunque sigue llamando papá y mamá a sus padres adoptivos, que llegaron a ella legalmente y nunca se lo ocultaron, Sabrina sabe desde el sábado 20 de diciembre de 2008 que es la hija de Tulio "Tucho" Valenzuela y Raquel Negro, militantes montoneros. "Cuando yo estaba por ir a Abuelas de Rosario, llegó el cabito de mi pueblo, Ramallo, y me dijo que mis padres estaban citado en una causa en la justicia federal de Paraná. Que eran causas por narcotráfico o secuestro de personas", recuerda. "Le dije a mi viejo, que era bioquímico, si no le había hecho algún favor a un milico y me habían entregado a cambio. Me dijo que no y que me ofreció el expediente de adopción".

Cuando llamó al teléfono que aparecía en la cédula de citación, la secretaria del juzgado le explicó un poco. En 2006, un represor que había estado en la Quinta de Funes, Eduardo Constanzo, enojado con sus camaradas del Destacamento de Inteligencia 121 del segundo Cuerpo de Ejército, había prendido el "ventilador". Entre las revelaciones que hizo, dijo que la hija de Raquel Negro había sido abandonada en un convento rosarino. Como en esa época no había ninguno, la abogada de la filial de Abuelas de Plaza de Mayo, Ana Oberlin, pidió las fichas de lo más parecido que había, el Hogar del Huérfano, en la ciudad de Rosario. En esas escalinatas había terminado abandonada. Allí la llamaron "NN María Andrea", hasta que la adoptó de buena fe el matrimonio Gullino.

Con su identidad restituida supo el resto. Quiénes habían sido sus padres. Que tenía un hermano que siempre la había buscado -Sebastián Álvarez, hijo de Raquel Negro con una pareja anterior-, y un mellizo desaparecido. Cómo y dónde había nacido. En diciembre de 2009 Sabrina se encontró con otro hermano: Matías Espinosa Valenzuela, el nieto restituido número cien, hijo de Tulio con Norma Espinosa. Sabrina, Matías y Sebastián continúan la búsqueda del "melli".

Tulio y Raquel
En la proximidad del Mundial de Fútbol de 1978, Tulio Valenzuela -Tucho era su nombre de guerra- era uno de los pocos integrantes de la conducción montonera que seguían vivos y en el país. Pero el 2 de enero de 1978, un grupo operativo del Destacamento de Inteligencia 121 del segundo Cuerpo de Ejército que les seguía los pasos, lo secuestró junto con su compañera, Raque Negro y el pequeño Sebastián, que entonces tenía dos años. Raquel hacía siete meses que esperaba mellizos. Fueron "chupados" en la puerta de la tienda Los Gallegos, de Mar del Plata.

Los trasladaron a la Quinta de Funes, un centro clandestino de las afueras de Rosario donde Leopoldo Galtieri, jefe del Segundo Cuerpo de Ejército, había montado un laboratorio y tramaba una operación de contrainteligencia para asesinar a la cúpula guerrillera, que había salido al exilio y estaba, en su mayoría, activa en México. Ese fue el nombre que adoptó la maniobra, Operación México: Tucho debía volar a tierras azteca e infiltrarse en las bases de operaciones de sus compañeros, vigilado de cerca por espías del Ejército argentino, que esperarían el momento para entrar en acción. Raquel y su hijo quedaron como garantía y como rehenes. Los padres de Sabrina tuvieron una última charla, en la desolación de Funes, en la que decidieron los pasos a seguir. Tucho viajó simulando colaboración, y cuando estuvo en México, burló a sus captores y denunció la operación públicamente.

Fue la sentencia de muerte para Raquel, aunque lograron que llevaran al pequeño Sebastián, de un año y medio, a la casa de sus abuelos maternos, en Santa Fe. Cautiva, la llevaron al Hospital Militar de Paraná, la maternidad clandestina por excelencia de la Unidad Regional 2. En los primeros días de marzo de 1978, Sabrina nació en la Sala de Maternidad del Hospital Militar de Paraná junto con su hermano mellizo. Raquél fue asesinada casi inmediatamente. Los médicos civiles Berduc y Ferrarotti discuten: los bebés no podían estar allí, sin área de neonatología.

El 4 de marzo, Sabrina fue trasladada al IPP. El 10 de marzo fue llevado su hermano. Las fechas, la prueba de que provenían del Hospital Militar, quedaron registradas en el acta de ingresos y egresos del Instituto. Y en la sentencia del primer juicio oral de la provincia de Entre Ríos, en 2011, donde fueron condenados ex miembros del II Cuerpo del Ejército: Pascual Oscar Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Walter Salvador Dionisio Pagano, Jorge Alberto Fariña y el anestesista del Hospital Militar Juan Antonio Zaccaría. "Hace tres días nos enteramos que murió preso, en su casa, atragantado con un pedazo de carne", cuenta Sabrina.

NN López

Pero el juicio a la patota de Galtieri dejó mucho más que la sentencia. "Se comprobó que el mellizo varón, salió con vida del Instituto de Pediatría Privada. Lo contrario que siempre habían dicho los militares: que había nacido muerto", dice Sofía Uranga, querellante del juicio por Área Paraná y abogada de Sabrina. Y hubo una confesión de las enfermeras, que rompieron in situ un pacto de silencio. "En la instrucción habían dicho muy poco, y fue tanta la conmoción, que empezaron a contar todo lo que sabían, y empezaron a enfrentarse con las jerarquías médicas".

El IPP había sido fundado en 1973 por los médicos Torrealday, Ángel Schroeder, David Vainstub y Jorge Rossi. A mediados de 1977, decidieron armar un espacio para brindar el servicio de internación. Crearon la Sala de Neonatología, un espacio pequeño con seis incubadoras y dos cunas. Las enfermeras contaron en el juicio oral que había una incubadora sin nombre con un cartelito que decía: NN López. Que se murmuraba que había un bebé que era hijo de "una subversiva". Que si habían entrado con alguna afección, los mellizos se habían repuesto.

A partir de esos testimonios, se desprendió la causa "NN López", que investiga el IPP y busca el destino del Melli. Pero los testimonios concluyeron que de los cuatro dueños, sólo Torrealday manejaba -en la práctica- el destino de los bebés. El 1 de abril fue citado a indagatoria. "Dijo que en la dictadura había sido perseguido político, que él mismo le había dado en el 2000 a Estela Carlotto el acta de ingresos y egresos", explica la abogada Uranga. Pidió ampliar la declaración para el viernes pasado.

"¡Oh hijo de mis entrañas, oh hijo muy querido, morirás por mano de tus enemigos, abandonando a tu mísera madre! La nobleza de tu padre, fuente de salvación para otros, es causa de tu muerte, y su valor te es funesto. ¡Oh griegos, autores de bárbaros males!, ¿Por qué matar a mi niño inocente? Sea pues, llévenlo, precipítenlo, si quieren; devoren sus carnes; mátennos los dioses, y no podremos librar a mi hijo de la muerte. Oculten mi cuerpo miserable y llévenme a la nave. ¡Feliz matrimonio el mío, perdiendo antes a mi hijo!"
Andrómaca, Las Troyanas, Eurípides.

Los otros olvidos


Existe dentro de este contexto de madres, aquellas que no son tan solo invisibles por su condición de mujer y madre soltera, sino que por su condición de esposa de narcotraficantes es totalmente excluida, es un articulo publicado en Reporte Indigo en http://www.reporteindigo.com/reporte/mexico/las-viudas-del-narco

La guerra en Michoacán ha dejado cientos mujeres -esposas de miembros de Autodefensas y de integrantes del crimen organizado asesinados- que hoy viven entre el dolor y la incertidumbre. Para las autoridades son víctimas invisibles de la violencia que se vive en esta entidad

Por J. Jesús Lemus - Martes 7 de abril de 2015

Mientras las viudas de los autodefensas son vistas como principales víctimas de la violencia y son socorridas por los gobiernos locales, las viudas de los sicarios son expulsadas de sus pueblos, a punto del linchamiento

“Cuando finalmente sale que mi esposo fue muerto por los autodefensas, porque era Caballero Templario, es cuando me dicen que regrese luego. Es cuando sé que ya no me darán nada”
Ofelia, Viuda

El perfil socio económico de estas mujeres está marcado por una constante: la mayoría son jóvenes, apenas con educación primaria, esposas en segundas nupcias del abatido, tienen de uno a tres hijos menores de 12 años

"Sí alguien me garantiza que a mi hijo no le faltará leche y pañales, yo dejo esto ahora mismo" Estrella, Viuda.

"Es muy distinto con las viudas de los autodefensas, a ellas, como sus maridos cayeron del lado de los buenos, se les brindan todo tipo de atenciones y facilidades para acceder a programas de ayuda oficial" Funcionario, Anónimo

Mas de5,000 viudas se calcula que ha dejado el conflicto armado en las zonas de la Costa, Sierra Nahua y Tierra Caliente, 3,000 viudas se cree que eran esposas de miembros del cártel de Los Caballeros Templarios, 2,000, mujeres fueron esposas de hombres que se incorporaron a las filas de las autodefensas, 7,262, huérfanos la mayoría de ellos, hijos de presuntos integrantes del crimen organizado ha dejado el conflicto.

Jovita Martínez enviudó el 18 de mayo del 2011 y desde entonces perdió todo.
Un grupo de autodefensas chocó con una célula del cártel de Los Caballeros Templarios en las inmediaciones de Arteaga y allí pereció el padre de los 2 hijos de Jovita.
Ella fue señalada por las autoridades locales como Templaria y tuvo que salir –perseguida- con sus hijos de Tierra Caliente. Desde junio del 2011, Jovita vive en las calles de Morelia, se gana la vida limpiando parabrisas en un crucero de la calle Madero. A veces –reconoce- se ha vendido sexualmente para poder darles de comer a sus hijos.
La viuda, de apenas 29 años de edad, se ha cansado de hacer fila en las oficinas del DIF estatal para pedir una despensa, a veces servicios básicos de salud o apoyo para que sus hijos puedan ir a la escuela. No ha recibido nunca nada del gobierno. El menor de sus hijos, Roberto, ya tiene 7 años, y el mayor, Raúl, ya llegó a los 11.
Los dos ayudan a los ingresos de la familia vendiendo dulces en el mismo crucero vial, mientras “alguien” les ayuda a entrar a la escuela.
El drama de Jovita es muy parecido al que viven miles de viudas que la guerra del narcotráfico ha dejado en México y, particularmente, en Michoacán.

De acuerdo a las cifras del obispado de Apatzingán, en la zona de Tierra Caliente más de 5 mil familias han quedado sin cabeza, luego de que el padre perdió la vida en algún conflicto armado, algunas veces del lado de los grupos de autodefensa, pero en la mayoría de los casos, del lado del crimen organizado.

En los gobiernos estatal y federal no hay cifras que cuantifiquen a las mujeres que han quedado solas. Las viudas del narcotráfico ni siquiera se ven desde las oficinas de gobierno. La estigmatización social puede más que cualquier intento por zanjar el abandono en el que se han sumido.

Como en todo conflicto, los bandos en guerra en Michoacán tienen filiación. Mientras las viudas de los autodefensas son vistas como principales víctimas de la violencia y son socorridas por los gobiernos locales, las viudas de los sicarios son expulsadas de sus pueblos, a punto del linchamiento.

A los hijos se les persigue.

“Son perros del mal”, refiere un miembro de la autodefensa de La Mira, en Lázaro Cárdenas, el que se dedica a expulsar a los hijos de Templarios abatidos en combate.

Ninguna organización no gubernamental quiere otorgar ayuda a las viudas de Los Templarios abatidos. Son el gueto michoacano que las instancias oficiales no quieren voltear a ver y ellas mismas lo saben.

Algunas viudas han intentado hacer una agrupación, pero ni los notarios de la región les quieren brindar ayuda para evitar problemas con el Gobierno Federal y con los grupos de autodefensa.

Las cifras extraoficiales del conflicto armado en Michoacán apunta a la posibilidad de que de las más de 5 mil viudas que se calculan en las zonas de la Costa, Sierra Nahua y Tierra Caliente, por lo menos unas 3 mil eran esposas de miembros del cártel de Los Caballeros Templarios; poco menos de 2 mil mujeres fueron esposas de hombres que se incorporaron a las filas de las autodefensas.

La cifra más aproximada que se conoce en Michoacán sobre el número de niños que han perdido a sus padres en los enfrentamientos violentos en el estado se ubica en 7 mil 262 huérfanos, la mayoría de ellos, hijos de presuntos integrantes del crimen organizado.
Esto los ha obligado a salir de sus localidades para buscar rehacer su vida en otra parte, a veces en ciudades de los estados del centro del país, pero principalmente buscando su destino en Estados Unidos.

Hacer el bien sin mirar a quién

Las parroquias de los obispados de Apatzingán y Lázaro Cárdenas, a cargo de los sacerdotes Cristóbal Asencio García y Armando Antonio Ortiz Aguirre, se han dedicado a brindar ayuda a las mujeres que han perdido a sus esposos en el conflicto armado que se vive en Michoacán.

Las viudas del crimen organizado optan por acudir a los dispensarios caritativos de la Iglesia Católica, porque en esa instancia los sacerdotes no preguntan antecedentes.

En las oficinas de gobierno –se lamenta Ofelia, viuda desde hace un año- siempre están pidiendo datos del marido. Preguntan toda la historia del hombre asesinado.

“Cuando finalmente sale que mi esposo fue muerto por los autodefensas, porque era Caballero Templario, es cuando me dicen que regrese luego. Es cuando sé que ya no me darán nada”.

Por las oficinas del DIF de Aquila, Tumbiscatío y Aguililla ha desfilado desde hace 6 meses Matilde, una viuda y madre de 4 niñas, quien perdió a su esposo hace menos de un año.

No le han negado la ayuda en forma oficial, pero no ha pasado de ser solo candidata a una despensa alimenticia y a una beca económica del Gobierno Federal. La ayuda se la detuvieron desde el primer día en que las trabajadoras sociales supieron que su marido murió en combate, del lado de Los Caballeros Templarios.

Matilde es originaria de Arteaga, pero tras la muerte de su esposo ha estado cambiando de domicilio, pasando de municipio en municipio por todo el sur de Michoacán, hasta que los grupos de autodefensas descubren que es viuda de un Templario y entonces le ordenan que salga del lugar.
Ni en la oficina de Derechos Humanos de Morelia quisieron recibir mi queja. Fui a la Procuraduría para avisar de la persecución de los autodefensas y me dijeron que agradeciera que no me han matado”, dice entre risas que ni ella misma sabe sinceras.
El único lugar en donde Matilde, con sus 37 años de edad, ha encontrado refugio es el dispensario de Apatzingán, en donde el Padre Goyo “que es inmensamente bueno, me perdonó y hizo (sic) que me comenzaran a dar una despensa. Dijo que me iba ayudar para que mis niñas entren otra vez a la escuela, porque dijo que nosotras no teníamos la culpa de los pecados que haya cometido mi esposo”



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