domingo, 17 de julio de 2011

Liberté, égalité, fraternité



El 14 de julio la Bastilla fue tomada por el pueblo Francés, las calles de Paris se colmaron de pueblo, se acuño “Libertad, Fraternidad e Igualdad”, derrocaron a la monarquía, decapitaron a sus reyes, empezó el reinado del terror, pero todo esto proviene de lo que se escribió por francés, súbditos ellos y por desgracia no llegaron a ser ciudadanos.

Francia cumplió como cualquier potencia y sencillamente colonizo la “Conchinchina”, sembró caucho y los vietnamitas y camboyanos murieron, tomo Argel y fue su pueblo quien busco ser libre e independiente del dominio Francés, nosotros en el siglo XIX tuvimos la oportunidad de conocer la fuerza de la Revolución Francesa y como todos los poderes facticos, impuestos por hombres o potencias se derrumban, aunque mientras duran solo dejan lagrimas, tristeza, dolor, destrucción, pobreza.

Hoy quiero recordar a esa Francia que grito fuerte para que todos los oídos del orbe le escucharan, a esa Francia donde Víctor Hugo grito y vivió, a esa Francia de mayo de 1968, a esa Francia humana, valiente, lejos de la pusilánime, soberbia y ambiciosa, a esa Francia que siempre será un hito en la historia y en la vida.

Por ello los dejo con algo de quienes me han educado junto con millones de personas en más de 200 años.

Alejandro.
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Diccionario Filosófico
François Marie Arouet, Voltair

DEMOCRACIA:
Ahora bien, para ser justos debemos poner, ahora, en la balanza los crímenes de la monarquía de Macedonia, y enumerándolos nos convenceremos de que exceden en mucho a los de Atenas, sobre todo en la tiranía y arbitrariedad. Ordinariamente, no pueden compararse los crímenes de los grandes, que nacen siempre de la ambición, con los crímenes del pueblo que quiere la libertad y la igualdad. Los sentimientos de libertad e igualdad no conducen por su camino recto a la calumnia, la rapiña, al asesinato ni a la devastación de los campos; en cambio, la sed de ambición y el ansia de poder precipitan a los hombres en esos crímenes en todas las épocas y lugares

Todos los días salta al palenque la cuestión de si el gobierno republicano es preferible al gobierno monárquico, y lo único que se saca en claro es que resulta muy difícil gobernar a los hombres

IGUALDAD.
¿Qué le debe un perro a otro perro, un caballo a otro caballo? Nada. Ningún animal depende de su semejante, pero habiendo recibido el hombre el destello de la Divinidad que se llama razón, ¿cuál es el fruto? El de ser esclavo en casi toda la tierra.

Si esta tierra fuese la que parece debería ser, es decir, si el hombre hallase por doquier una subsistencia fácil y garantizada y un clima adecuado a su naturaleza, es evidente que hubiera sido imposible que un hombre esclavizara a otro. Si el planeta estuviese cubierto de frutos saludables, si el aire que debe contribuir a nuestra vida no nos provocase las enfermedades y la muerte, si el hombre no necesitase más alojamiento ni más lecho que aquel del cual se sirven los gamos y los corzos, entonces los Gengis-Khan y los Tamerlán no tendrían más servidores que sus hijos, que serían lo bastante buenas gentes para ayudarles en su ancianidad.

En este estado tan natural que disfrutan los cuadrúpedos, las aves y los reptiles, el ser humano sería tan feliz como ellos, la dominación sería entonces una quimera, un absurdo en el que nadie pensaría, pues ¿para qué buscar servidores cuando no se necesita ningún servicio?

Todos los oprimidos no son igualmente desgraciados. La mayor parte han nacido en este estado y el continuo trabajo les impide sentir demasiado su situación, pero cuando tienen conciencia de ella entonces surgen guerras como la del partido plebeyo contra el partido senatorial, en Roma, o la de los campesinos en Alemania, Inglaterra y Francia. Todas estas guerras acabaron tarde o temprano esclavizando más al pueblo, porque los poderosos tienen dinero y el dinero es el dueño de todo en un estado. Decimos de un estado porque no puede aplicarse lo mismo de nación a nación, pues la nación que sepa manejar mejor el hierro subyugará siempre a la que posea más oro y menos coraje.

Desde el punto de vista de un hombre que no es cocinero, ni cardenal, ni se halla investido de cargo alguno en el Estado, como desde el punto de vista de un particular que nada ambiciona pero que está indignado de ser recibido en todas partes con aires de protección o de desprecio, que comprueba con evidencia que muchos monsignors no tienen más ciencia, ni más sensibilidad, ni más virtud que él, y que le molesta esperar muchas veces en su antecámara, ¿qué partido debe adoptar? El de marcharse


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El Contrato Social o Principios de Derecho Político
Juan Jacobo Rousseau

Aun admitiendo que el hombre pudiera enajenar su libertad, no puede enajenar la de sus hijos, nacidos hombres y libres. Su libertad les pertenece, sin que nadie tenga derecho a disponer de ella. Antes de que estén en la edad de la razón, puede el padre, en su nombre, estipular condiciones para asegurar su conservación y bienestar, pero no darlos irrevocable e incondicionalmente; pues acto tal sería contrario a los fines de la naturaleza y traspasaría el límite de los derechos paternales. Sería, pues, necesario para que un gobierno arbitrario fuese legítimo, que a cada generación el pueblo fuese dueño de admitir o rechazar sus sistemas, y en caso semejante la arbitrariedad dejaría de existir.

Este principio está conforme con las máximas establecidas de todos los tiempos y con la práctica constante de todos los pueblos civilizados. Las declaraciones de guerra son advertencias dirigidas a los ciudadanos más que a las potencias. El extranjero, sea rey, individuo o pueblo, que roba, mata o retiene a los súbditos de una nación sin declarar la guerra al príncipe, no es un enemigo, es un bandido. Aun en plena guerra, un príncipe justo se apoderará bien en país enemigo, de todo lo que pertenezca al público, pero respetará la persona y bienes de los particulares, esto es: respetará la persona, los derechos sobre los cuales se fundan los suyos. Teniendo la guerra como fin de destrucción del Estado enemigo, hay derecho de matar a los defensores mientras están con las armas en la mano, pero tan pronto como las entregan y se rinden, dejan de ser enemigos 0 instrumentos del enemigo, recobran su condición de simples hombres y el derecho a la vida. A veces se puede destruir un Estado sin matar uno solo de sus miembros: la guerra no da ningún derecho que no sea necesario a sus fines. Estos principios no son los de Grotio, ni están basados en la autoridad de los poetas; se derivan de la naturaleza de las cosas y tienen por fundamento la razón.

En todo caso, si no puede reducirse el Estado a sus justos límites, queda todavía un recurso; prescindir de capital fija y establecer alternativamente el asiento del gobierno en todas las ciudades, reuniendo así por turno las diferentes provincias del país. Poblad con igualdad el territorio, estableced idénticos derechos,
llevad por todas partes la abundancia y la vida y el Estado llegará a ser el más fuerte a la vez que estará lo mejor gobernado posible. Acordaos que los muros de las ciudades no se construyen sino con los restos
de las casas de campo. En cada palacio que veo elevar en la capital, paréceme contemplar los escombros de un país entero.

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