sábado, 30 de julio de 2011

El espíritu de la esperanza, de la voz, el canto y la fraternidad.



Un día sin darme cuenta estaba en medio de la nada, rodeado de fronteras, esa noche me había quedado sin país, busque algún político, un gobernador o un diputado, mejor un senador, no, no estaban, busque entonces algún funcionario gubernamental, un secretario o ministro, algún embajador, no estaban tampoco, así que busque un empresario, un dueño de televisora o de radio, mejor de una trasnacional, al menos un mediocre testaferro, nada, no había nadie, así que busque un periodista, no, no estaban, entonces otro ciudadano, un simple poblador, como yo, ellos, ellos estaban secuestrados, muertos, descuartizados, corrí a buscar un policía o un militar, ellos estaban cuidando a sus señores, a aquellos que nos robaron la vida, el país, pero no la esperanza y la libertad, porque los que no estaban, los políticos, los empresarios, los funcionarios, ellos ya se habían ido, solo que no nos dimos cuenta, ellos se habían ido hace muchos años, cuando negociaron con la libertad y el hambre del pueblo, cuando cobraron tanto por sus esfuerzos a la patria, su patria, ellos se fueron desde hace tiempo y nos dejaron desnudos, se llevaron el oro, pero no pudieron llevarse la palabra, el canto, la solidaridad, la fraternidad.

Hoy me levante temprano, salí de mi casa, este es mi país, no es nuevo, es el mismo, solo quedamos nosotros, el pueblo, pero nos quedamos con el salmo, la palabra, el canto, la voz, vivimos sin miedo, porque los asesinos ya se fueron, siguieron a sus clientes, allá ellos, en este país, en este pueblo mandamos nosotros.

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