domingo, 29 de enero de 2012

Carta a Dios 7



Querido Dios, hace tiempo que no te escribo, se que estas tan ocupado, tantas creaciones, tantos universos, ¡vaya!, eso debe ser difícil pero para ti no, eres omnitodo, es decir tu eres todo.

Déjame te comento…, así en voz baja, solo entre tú y yo, bueno, has de saber que dicen por ahí, pero por favor, no te vayas a enojar, solo es que dicen que este año es el año de la transformación, cosa que va desde la destrucción de nuestro mundo, kapput!!!, se acaba, deja de ser, desaparece hasta el que no pase nada, solo es un ajuste en el calendario de acuerdo a la órbita que tenemos sobre el sol, ¿Qué te parece?, y eso, claro está me desconcierta y déjame decirte por qué, realmente este asunto, no me preocupa si el mundo, este mundo en el cual hoy vivo con otros siete mil millones de personas desaparece, porque sencillamente no importaría, si me voy al otro extremo del arcoíris, la gama es, no te preocupes, la vida sigue, cosa que en si no importa (lo trascendente creo yo es como y para que la vivimos, la vida solo ahí esta y lo demás depende de nosotros) y si es el fin de los tiempos ¿entonces de que debo preocuparme, cuando nada puedo hacer?

Y esto te lo comento, porque al leer una nota publicada en “El Universal”, al concluir su lectura, inmediatamente recorde eso del fin de los tiempos, si embargo, estos signos, los que anuncian tal catástrofe no son nuevos, pero en fin, antes de comentarte lo que reflexione y que deseo preguntarte te muestro la nota que te dije para que tú la leas.

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Haitianas dan su cuerpo por agua
Las violaciones de niñas de hasta 2 años y la prostitución a cambio de techo y comida se han disparado tras el desastre
Martes 10 de enero de 2012-Laura Castellanos / Enviada | El Universal

PUERTO PRÍNCIPE.— Es mediodía en el campamento más peligroso de Haití, el de la Plaza Champ de Mars, donde sobreviven 20 mil personas en carpas maltrechas instaladas en las plazoletas que rodean las ruinas del Palacio Nacional de Puerto Príncipe. Este es el prostíbulo infantil más grande del país, aún sumergido en la destrucción y en un proceso de descomposición social.

A unos metros del inmueble presidencial desplomado durante el terremoto del 12 de enero de 2010, está la tienda mugrienta donde una huérfana de 14 años se prostituye por alimento. Su cuerpo está en desarrollo: es menuda, regordeta, y sus pechos se marcan apenas bajo la blusa color naranja. La acompaña otra muchacha prostituta de 16 años. Su cuerpo luce los estragos de un embarazo reciente y no cuidado, producto de una violación: el cuerpo delgado, la piel opaca, el rostro manchado, los senos con estrías. EL UNIVERSAL logró hablar con las menores gracias a la intermediación de Jud Delva alias Duck, uno de los 22 jefes que controlan el territorio del campamento de Champ de Mars.

Alrededor de la niña de 14 años pululan otras de menor edad. Una quizá tenga ocho años. Trae un vestido azul, desaliñado. Hay moretones en su rostro y su expresión es vacía, de desvelo. La abraza un muchacho flaco y la vigila una anciana de mirada inquisidora. Hombres adultos de las carpas vecinas están al acecho de la conversación que Duck, un treintañero habilidoso y audaz, tiende entre las adolescentes, esta periodista y el videoreportero Alberto Torres. Hay tensión en los hombres. Parlotean en voz alta y Duck se pone en alerta sin interrumpir su mediación verbal. Las jóvenes se quedaron huérfanas tras la catástrofe que dejó un saldo de 230 mil muertos y un maremágnum de cerca de 700 mil personas refugiadas en más de un millar de campamentos que enfrentan cotidianamente el hambre, el hacinamiento y la violencia. Alrededor de 200 mil refugiadas son niñas y adolescentes.

—¿Qué hacen para vivir?

—Hacemos cosas que no deberíamos hacer— la niña de la blusa naranja esquiva la mirada.

—¿Cómo cuáles?

—Soy prostituta— se tapa la boca con la mano, baja los ojos y encoge los hombros en un gesto infantil de vergüenza.

—¿Cómo las tratan los hombres?

—No nos tratan bien, hay hombres que nos violan— las muchachas se arrebatan la palabra.

Los hombres asumen una actitud amenazante. Uno grita y golpea a un niño que rompe en llanto. “No quieren que ellas hablen, vámonos”, dice Duck. Debemos retirarnos del lugar.

Organismos como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) alertaron en 2011 sobre el notable incremento de la violencia sexual a niñas en campamentos haitianos.

Sin embargo, no hay estudios específicos ni cifras fidedignas del fenómeno. La OIM reporta que de 60 casos de menores víctimas de violencia sexual que atendió en campamentos del país, 97% fueron niñas. Igualmente identificó a 400 niñas y niños víctimas de tráfico infantil en los campamentos, la mitad de los cuales sufrían violaciones y abuso sexual.

Amnistía Internacional denunció en diciembre que las violaciones colectivas a menores desplazadas se multiplican por parte de bandas armadas que deambulan por los campamentos al anochecer.

La organización feminista Solidaridad entre Mujeres Haitianas (SOFA por sus siglas en francés), difundió el mismo diciembre una carta en la que denuncia la violencia contra menores en campamentos del país y exige acciones de prevención y atención. “Ellas son víctimas de acoso, explotación y violencia sexuales”, dice Olga Binot, presidenta de SOFA. En los 21 albergues de SOFA en el país ha recibido en dos años 246 casos de víctimas violadas en campamentos, de las cuales 156 eran menores. Sin embargo, la cifra de víctimas es exponencialmente mayor.

Abusos sin importar la edad

EL UNIVERSAL visitó el campamento Canaán, donde el 24 de diciembre se violó a una niña de 14 años. También acudió al campamento Mega 4, en donde el mismo mes, a la luz del día, se violó a una niña de dos años.

Este diario solicitó una entrevista con la directora del Instituto de Bienestar Social y de Investigación del gobierno haitiano, Arielle Jeanty Villedrouin, responsable de la seguridad infantil. No hubo respuesta.

Al noreste de Champ de Mars, en Canaán I, el campamento rural que acoge a cerca de 5 mil personas, 52 menores de edad quedaron embarazadas por violaciones o la prostitución en el último semestre de 2011. “Muchas se prostituyeron para comprar agua”, dice el pastor pentecostés Laine Jean Vilare.

Si bien en Champ de Mars hay tomas de agua gratuitas, en el resto de los campamentos el agua se vende. En Canaán un garrafón de cuatro litros cuesta el equivalente a siete pesos mexicanos. Ellas no los tienen. Además esta agua debe purificarse por la epidemia de cólera que ya provocó 7 mil muertes.
Binot expresa que tras el sismo muchas niñas y adolescentes se quedaron solas porque murieron sus familiares “o sus padres no se responsabilizaron de ellas”.

El factor que facilita su prostitución es su apremio por satisfacer sus necesidades básicas. “Los hombres han desarrollado relaciones de poder acosando a las mujeres y adolescentes para que tengan casa y comida”. Los alimentos tampoco son gratuitos. Sólo las primeras seis semanas los organismos internacionales los repartieron en los campamentos.

El reporte 2010-2011 de SOFA explica que además las condiciones de los campamentos mantienen en constante peligro a mujeres y niñas: “no hay electricidad, ni brigadas de seguridad, no hay intimidad en los baños ni en las regaderas”. Algunos campamentos como Canaán tienen letrinas destruidas y alejadas de las tiendas, las cuales están dispersas en la parte escarpada de un cerro.

En otras como Mega 4, las carpas se amontonan en un solar, lo que igualmente impide que las mujeres se sientan a salvo en su interior. En Haití no hay un lugar seguro para las refugiadas. Comisset Silvana, la madre de la niña violada en Mega 4, puntualiza: “no duermo, tengo miedo de que alguien rasgue la lona con un cuchillo y entre en la carpa en cualquier momento”.

Menor con esposo

Tras alejarnos de las adolescentes prostitutas de Champ de Mars, Duck nos conduce al campamento vecino. Caminamos entre casuchas apretadas entre sí, hechas con lonas y láminas oxidadas.

Mujeres semidesnudas salen de una tienda y se meten a otra. Gente alcoholizada o drogada permanece idiotizada en los pasillos mientras infantes corretean de un lado al otro. El haitiano que perdió su empleo de informática tras el terremoto, ahora mantiene a su familia de la venta de artesanías y réplicas de pinturas a los escasos turistas que se atreven a circular por la zona.

Ahí asesinaron a un periodista local y se desapareció a un universitario. Él nos encamina hacia las tiendas improvisadas que ahogan al Cimarrón desconocido, la escultura emblemática nacional en honor a la primera revolución anticolonial y antiesclavista.

A los pies del Cimarrón musculoso, al que alguien colgó una capa de retazos de colores, el desplazado se siente en libertad para expresar su preocupación por la prostitución de las niñas en Champ de Mars. “Ellas tienen hambre, no hay ayuda, no hay nada”, su rostro se tensa. “Aquí ya no hay niñas, ninguna es virgen”. Cuenta que en el terremoto murieron sus padres y sus nueve hermanos se dispersaron. Así su hermana menor quedó a su suerte a los siete años. Ahora tiene 9 años y es prostituida en el campamento sin que él lo impida. “Es que ella ya tiene un esposo”, expresa sin emoción alguna. Se refiere al padrote que la explota. Lo único que le preocupa ahora es salvar a su hija de seis años de una posible violación. “Yo hablo mucho con ella”. El refugiado está desesperado por mudarse fuera del campamento para proteger a su niña. Pero no tiene dinero para hacerlo. En ese escenario, reconoce que enfrenta un reto difícil de afrontar: “Es que las violaciones suceden cada segundo”.

Ataque a las ricas

Al sudeste de Champ de Mars, muy lejos del campamento, en Petion Ville, el barrio residencial de la élite haitiana levantado en la ladera de una colina alta, niñas y adolescentes también sufren violencia sexual post terremoto. El proceso de descomposición social atraviesa todas las clases sociales.

Un sacerdote católico cercano a escuelas adineradas habla del asunto a a este diario a condición de mantener el anonimato. Según él, si bien los casos de violaciones sexuales en alumnas de 13 a 17 años eran una realidad previa al sismo, tras éste “el fenómeno empeoró”.

En Petion Ville buena parte de las adolescentes no presentan rasgos de su herencia africana, sino de un mestizaje criollo. Sus pieles son morenas claras, las figuras espigadas, los rasgos afinados, visten colores neutros y su joyería es discreta. La catástrofe fue menos destructiva que en zonas populares. Sin embargo, obligó a hacer ajustes y mudanzas al interior de las familias. También se envió a muchas adolescentes fuera del país.

“En una de las escuelas la inscripción se redujo a casi la mitad del alumnado”, dice el sacerdote. Estos cambios provocaron la pérdida del control de los padres sobre las hijas y propició que las violaciones aumentaron por parte de “amigos de la familia, primos, tíos, y en algunos casos sus propios padres”. El sacerdote y otros prelados informaron del fenómeno a la alta jerarquía católica. “No lo ha querido difundir”, dice. Sería el escándalo.

La vulnerabilidad de las niñas y adolescentes ricas y pobres en Haití se agrava sin visos de ser frenada. “Nadie nos ayuda”, así lo reclama la niña prostituta de Champ de Mars.


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¡Ah! querido Dios, tú que todo lo sabes, tú que todo lo ves, imagino que esto no te hace mella, pero yo, en cambio, estoy abrumado, triste, decepcionado, ahora entiendo porque el infierno fue creado simultáneamente al paraíso, para poder saber que la posibilidad existe, pero no podremos llegar a ella porque no aceptamos la necesidad de comer el fruto prohibido, ese que tú, Señor sembraste en la mitad exacta del edén.


Así Señor que no bastaron las dictaduras de Papá Doc y de Baby Doc y sus Ton-Ton Macutes, ni su democracia llena de dolor y sangre, ni el sismo que les derribo la poca esperanza, ahora sucede esto ante los oídos sordos y los ojos ciegos de un mundo indiferente, pero tú Dios acaso ¿tampoco los escuchas, tampoco los ves?, acaso tu indiferencia ¿es tu voluntad?

Buen Dios, recuerdas a Job, le hiciste esperar tanto tiempo tu respuesta y al contestar le has dicho “¿Dónde estabas tú cuando Yo echaba los cimientos de la tierra? Dímelo, si tienes inteligencia”, ahora yo te pregunto a ti ¿Dónde estás tú?. ¿Acaso no tienes suficientes ángeles para encargarse de cada cosa? ¿o son como tú?, dejando que sucedan las cosas y esperando solamente que llegue el tiempo que debe llegar.

¡Ah! mi querido Dios, a veces me pregunto si tiene sentido seguir esperando tu respuesta, sabes, en algún momento, cuando una buena parte de la humanidad te creo y tu cobraste vida y magnificencia esperábamos justicia, paz, tolerancia, respeto, sin embargo hubo quien con las armas en la mano te puso la piel blanca y a veces hasta rubio, así ellos se apropiaron de ti y usando tu nombre dijeron con voz alta, tan alta como sus espadas llenas de sangre, y lo escribieron cuidadosamente en el Malleus Maleficarum. ¡Solo los blancos son buenos, somos superiores por nuestro color de piel!, también gritaron ¡Tú mujer eres mi sirvienta, mi objeto, mi posesión! y entonces decidieron que las diferencias son abominaciones, así el homosexualismo se convirtió en pecado, no hay opciones, solo su verdad, son los dueños de ti, aquellos que consideran natural despojar y destruir civilizaciones enteras. Por qué ¿te imaginas? Como serian sus naciones si no hubiesen saqueado, robado, mutilado, humillado, exterminado, ¿te imaginas como serian?.

Hoy mi buen Dios, la realidad es que los pueblos saqueados y destruidos siguen siendo víctimas y tu Dios ¡no escuchas!, así que los que no son como tú, son al parecer los hijos malditos, aquellos que por el color de su piel, por su condición sexual, por su pobreza, por su cultura por ser mujeres, por todo eso son los que están condenados hasta que te decidas a escuchar.

Si Dios, lo mejor es, creo yo, saber que solo nos creaste para olvidarnos, para que aquellos que son bestias se alimenten de nuestros corazones y espíritus, sin embargo, no dejo de pensar que estamos hechos del mismo material del cual fue hecho el universo, que toda la vida en este planeta proviene del gen primigenio, por eso no entiendo, porque nuestro origen es el mismo, el que tu nos diste.

Hoy Dios mío, ya no espero nada de ti, como esas mujeres y muchas otras no esperan nada, a fin de cuentas, de acuerdo a tu contabilidad hemos de pagar nuestra culpa, la de haber nacido en el lugar y con el color de piel equivocado, la de ser mujeres o niños, la de ser diferentes.

Solo deseo que cuando te acuerdes de nosotros lo hagas para redimir a quienes durante tanto tiempo hemos estado olvidados, llenos del dolor de vivir y de la tristeza de saber que esta es nuestra vida, en fin, espero que la leas y perdona si por esta ocasión no te doy las gracias, pero realmente no puedo, las lagrimas llenan mis ojos y mi garganta se cierra ante el dolor.

Alejandro.

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