domingo, 24 de abril de 2011

Deja vu



Un deja vu es cuando algo atípico, sucede, un portento, de hecho significa per se “ya visto”, algo que ocupa la atención es lo que la ha ocupado antes, y ha sido familiar, pero ha estado olvidado durante un tiempo y ahora se recupera con una leve sensación de satisfacción como si se hubiese estado buscando. Al mismo tiempo, o... más exactamente en una secuencia inmediata, sutilmente se advierte que el recuerdo es ficticio y mi estado anormal, al final sólo hallo la fuerte sensación de que se parecen a lo que he sentido antes bajo parecidas condiciones anormales

Charles Dickens en “La historia de David Coperfield” lo describe “Todos tenemos alguna experiencia de la sensación, que nos viene ocasionalmente, de que lo que estamos diciendo o haciendo ya lo hemos dicho y hecho antes, en una época remota; de haber estado rodeados, hace tiempo, por las mismas caras, objetos y circunstancias; de que sabemos perfectamente lo que diremos a continuación, ¡como si de pronto lo recordásemos”

Es cuando el tiempo solo es una metáfora, el tic-tac interminable es un péndulo que oscila constantemente sobre el tiempo, va y viene, es pasado, presente y futuro a la vez, así la posibilidad de haber sido, de ser y de seguir siendo existe en un mismo lugar, en un mismo tiempo, todo es uno e infinito, por eso es posible que el pasado nos alcance y el futuro sea como el horizonte, una línea imaginaria que entre más te acercas a ella, más se aleja de ti.

Creo que por eso recordamos, no solo porque hemos vivido, sino porque lo estamos viviendo, creo que por eso la Kabbalah nos enseña que el universo no comenzó con un átomo o con una partícula subatómica, sino más bien, con un pensamiento de Dios.

El Zóhar va más allá y explica que, a pesar de lo que podríamos llegar a pensar, nuestro ego no es en verdad quiénes somos. Más bien, los kabbalistas describen al ego como una vestimenta, una cortina que esconde la Luz de nuestra verdadera naturaleza. Nuestro propósito en este mundo es eliminar esta vestimenta que esconde nuestra verdadera esencia y potencial.

Para la Kabbalah el nombre indica la esencia de lo nombrado y por lo tanto la identidad. Esto es así porque ella configura una metafísica del lenguaje, y como tal, las letras del alfabeto son producto del Verbo y la Grafía divinos, de su Palabra y su Escritura.

En la letra está pues el sentido de la creación, la que ha sido realizada precisamente por las combinaciones y permutaciones de los signos graficados por la pluma de Dios, cuyo nombre se teje de manera oculta en cada una de esas letras y en todas las palabras y nombres, incluso en los espacios vacíos que dejan libres los signos entre sí.

Hoy escribo porque el tiempo, la vida, el universo han sido benignos conmigo, he caminado por muchos lugares, visto muchas cosas, sentido el cansancio, el hastío – ¿Ennui?- la alegría, la tristeza, el dolor, el deseo la pasión, el vacío, la vacuidad, han sido en cierta forma tiempos mágicos, en los cuales las palabras son encantamientos, “abracadabra”, “abraxas”, y se han dejado sentir como un deja-vu, por que las cuitas pendientes deben concluirse.

En este último año los fantasmas se han vuelto carne, han venido para concluir, dos han llegado, ahora uno fue lo que deje ir, lo que no quise construir por soberbio y temeroso, el otro es el que siempre viene y se va y está aquí para recordarme que el primero es un quit pro quo, uno por otro.

Me alegre de ver el fantasma, sentí gozo de verle más como un espíritu que como un olvido, realmente nunca lo ha sido, siempre, desde hace muchos años ha estado ahí, soy yo el que se fue, quien no regreso, soy yo quien no supo que hacer con un poco del cielo.

Hoy que la vi, que no me acerque, sencillamente me di cuenta que este tiempo ya término.

Alejandro, Bellas Artes – abril, 2011

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