domingo, 15 de julio de 2012

Los dioses se fueron



Cuando los Dioses se fueron…

Reverencia a las fuerzas que no ves, que no puedes coger, que no puedes oler.
Reverencia esas fuerzas, porque te muestran el camino correcto.
Proverbio Mexica

 Y todo esto pasó con nosotros. Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos: con esta lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados.

En los caminos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.

Gusanos pululan por calles y plazas,
y en las paredes están los sesos.
Rojas están las aguas, están comoteñidas,
y cuando las bebimos, es como si bebiéramos agua
de salitre.
 
Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe,
y era nuestra herencia una red de agujeros.
Con los escudos fue su resguardo, pero
ni con escudos puede ser sostenida su soledad.

Hemos comido palos de colorín (eritrina),
hemos masticado grama salitrosa,
piedras de adobe, lagartijas, ratones, tierra
en polvo, gusanos.
 
Comimos la carne apenas sobre el fuego estaba puesta. Cuando estaba
cocida la carne de allí la arrebataban, en el fuego mismo, la comían.
Se nos puso precio. Precio del joven, del sacerdote, del niño y de la
doncella. Basta: de un pobre era el precio sólo dos puñados de maíz, sólo
diez tortas de mosco; sólo era nuestro precio veinte tortas de grama
salitrosa.

Oro, jades, mantas ricas, plumajes de quetzal, todo eso que es precioso,
en nada fue estimado.

Solamente se echó fuera del mercado a la gente cuando allí se colocó la
catapulta.

Ahora bien, a Cuauhtémoc le llevaban los cautivos. No quedan así. Los
que llevan a los cautivos son los capitanes de Tlacatecco. De un lado y de
otro les abren el vientre. Les abría el vientre Cuauhtemoctzin en persona
y por sí mismo.

Anónimo Mexica

 


Yo no sé mi verdadero nombre, lo desconozco, estoy en este mundo como un fantasma, siento el dolor y la alegría, pero soy sólo una sombra que se desliza sin rumbo ni sentido, yo no tengo nombre.

Los hombres blancos, los que nos quitaron todo, los que nos dejaron desnudos, nos despojaron de nuestras tierras, de nuestros soberanos, de nuestra historia, de nuestros libros sagrados, de nuestros dioses, de nuestros nombres, no nos dejaron nada, somos sombras, solo sombras.

Mis ancestros no me pueden ver ni estar conmigo, mi madre no sabe que existo a pesar que me pario, mi padre no me ve ni me escucha, ellos no están ni hablan conmigo.

Ya no suenan los atabales ni las chirimías, ya no se danza en el templo, ya no hay templo, ya no hay dioses, estamos tan solos, tan olvidados en la tierra.

El Calmecac ya no enseña a los jóvenes, los sacerdotes fueron muertos después de haberlos torturado, las mujeres son usadas una y otra vez por los hombres blancos, después las botan, porque para ellos ya no existen.

Los hijos que ellos procrean con nuestras hijas, madres, hermanas, esposas, solo son desechos sin importancia, sus llantos y los de sus madres llenan las noches.

Los templos y los palacios, la casa de los animales, el tiangûis ya no existen, con sus piedras construyen sus casas y palacios, sus iglesias, nosotros quitamos las piedras para que tampoco hablen y así las llevamos para sus construcciones.

Nuestros Dioses se fueron, los arrojaron del Anahuac y de toda la tierra, ya no esta Tonatzin, nuestra madre, ni Tezcatlipoca, el del espejo humeante, ni Huitchilopotztli, el colibrí izquierdo, Quetzalcoatl tampoco esta, él, el conquistador nos engaño, el se dijo ser la serpiente emplumada y solo fue la mentira y la traición lo que de su boca salió.

Y nuestra señora Cuatlicue la de la falda de serpientes, la del collar de corazones, la de los pies de tierra se ha ido a Aztlán para siempre.

Ya no alimentamos al sol, ni a los demás Dioses, ya no podemos ayudar a la creación para que siga existiendo la tierra, el viento, la lluvia, ya no honramos a nuestros Dioses.

El que habla, el señor de la palabra, nuestro Tlatoani ya no habla, a nuestro señor Moctecuhzoma lo mataron atravesándole una espada por las nalgas ante nuestros ojos que ya no querían ver, nuestro señor Cuitlahuac la maldad de ellos lo lleno de postulas y murió ante Tlaloc y Huichilopotztli, su mano antes firme de señor, sacerdote y guerrero no logro hacer que el pedernal abriera el pecho del mensajero a los dioses, ellos no oyeron nuestro mensaje, nuestra rabia, nuestra desesperación.

No solo la ciudad ha quedado destruida, ellos, los blancos quieren más, son insaciables, como sus lebreles y mastines, bestias que destruyen y devoran.

Yo ya no tengo un nombre verdadero, ellos me pusieron un nombre y me arrojaron agua, ellos me quitaron mi pasado y el de mi pueblo, ahora soy como ellos, pero yo se, solo yo se que volveré a encontrar mi nombre verdadero y entonces volveré a ser libre, seré un colibrí.

Alejandro










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