domingo, 20 de abril de 2014

Una voz a la esperanza, el espiritu de las relaciones rotas.



Amanecer

 
¿Qué se hace a la hora de morir? ¿Se vuelve la cara a la pared?
¿Se agarra por los hombros al que está cerca y oye?
¿Se echa uno a correr, como el que tiene
las ropas incendiadas, para alcanzar el fin?

¿Cuál es el rito de esta ceremonia?
¿Quién vela la agonía? ¿Quién estira la sábana?
¿Quién aparta el espejo sin empañar?

Porque a esta hora ya no hay madre y deudos.
Ya no hay sollozo. Nada, más que un silencio atroz.
Todos son una faz atenta, incrédula
de hombre de la otra orilla.
Porque lo que sucede no es verdad.
Rosario Castellanos
 
Hace unos días, fui con mi hija y mi yerno al Museo del Objeto del Objeto, MODO, ya había ido anteriormente con una amiga, en esa ocasión descubrí este museo de la memoria y del recuerdo de la cotidianeidad, fue sorprendente encontrar envases de productos de cuando yo era niño, muchos de los cuales hace años dejaron de existir.

En esta ocasión nuevamente la sorpresa me abrumo, lo cotidiano del alma, lo trascendente de nuestra vida, el amor, una exposición basada no en el amor, sino en el desamor,

Las relaciones rotas, ese lugar tan común a la humanidad, el dolor nos lleva a actuar contra nosotros mismos y por ello decidimos no volver a enamorarnos, aunque con esta decisión estemos cancelando la posibilidad de construir una relación, de caminar al lado del otro, reconociéndole como nosotros nos reconocemos en esa otredad.
 
La directora del museo dice sobre los objetos que cuentan historias que: “El objetivo de los cuentos no es hablar de las relaciones como una fatalidad. Hay que darse cuenta de que rupturas en una relación las pasamos todos, pero que, a pesar de ello, hay un aprendizaje. Te vuelves a recuperar. Yo no conozco a nadie que después de haberse separado no diga: estoy mejor”

La historia de cada objeto es de una vida, de una persona que como cada uno de nosotros cuenta su historia, es nuestra historia la historia de todos, no es en función del sexo, género o edad, ni nacionalidad ni credo político o religioso.

Es por un lado el sueño perdido, el salmo olvidado, pero también es la posibilidad real de reinventarnos y redimirnos, de volver a amar.
 
Esta exposición nace y crece en Zagreb, en Croacia, lugar devastado por la guerra, por el odio contra otras religiones, culturas, a principios de mayo de 1995, la violencia explotó de nuevo. La República Serbia de Krajina (RSK) perdió el apoyo de Belgrado, parcialmente a causa de la presión internacional. Al mismo tiempo, el ejército croata tomó de nuevo la totalidad de los territorios ocupados de Eslavonia Occidental durante la Operación Flash. Como represalia, fuerzas serbias atacaron Zagreb con cohetes, matando a 7 personas e hiriendo a 175.

Soñé con elefantes es la novela de Ivica Djikic publicada por Sajalín Editores. Caos. Una narración que avanza y retrocede, que gira sobre sí misma y que apunta en varias direcciones a la vez; que cuenta con varios protagonistas y múltiples puntos de vista.

Ejecuciones, torturas y asesinatos sirven para contextualizar el estado de las cosas de una Croacia que mira hacia delante, tratando de pasar página de un pasado demasiado presente como para que pueda ser dejado atrás. Al menos, fácilmente.

Porque ahí está la mafia. Y los gánsteres. Y los políticos. Hoy. Los mismos que ayer eran héroes de guerra. Los mismos perros, con collares muy distintos. Y las fidelidades. Y, por supuesto, las infidelidades. Y las traiciones. Y los elefantes.
 
Por ello no me sorprende que el Museo de las Relaciones Rotas haya surgido en una zona devastada por la guerra, donde hoy lo cotidiano y humano busca recuperar el alma y volver a dar luz al espíritu humano.

En las salas se pueden ver los objetos y leer la historia de quien lo dejo ahí, para compartir y terminar de desprenderse, de sanar su alma y volver a andar, volver a amar libre, con historia propia, con conocimiento.
 
Algunas cosas que vi y leí:

Hay una cámara fotográfica que sólo se usó una vez y guarda un rollo con imágenes del último día que alguien estuvo con su amor en Filipinas.
 
Otro de los pocos casos en los que se identifica el nombre de la dueña es el de un rosario. El objeto simboliza una triste historia de un hombre de Hungría que en los años 80 tuvo una novia de secundaria llamada Ester, quien un día dejó el rosario en su casa. Él, que era agnóstico, sólo se dio cuenta del olvido de su novia unos días después de que sufrieran un accidente automovilístico en el que su amada falleció.
 
Un plancha y que el texto dice que solo la uso para planchar el vestido de novia que nunca uso.
 
Uno más narra como falleció su amado un día antes de casarse, ahora puede caminar aunque nunca olvidar.

Existe también la posibilidad de que se escriban las historias de los visitantes, sus sentimientos, se colocan colgados en unos tendederos como si fuese ropa recién lavada, como limpiando y dejando lista la piel y la esperanza para volver a usarse.

A mí me hubiese gustado escribir algo, en ese momento no se me ocurrió nada, pero también la mayoría de los visitantes son personas jóvenes, lo que me lleva a pensar si los viejos sencillamente ya no consideramos esto porque hace tanto que sucedió o porque no somos capaces de decirlo y redimirnos, de perdonar, de volver a creer, de aceptar que podemos amar y ser amados.

Con todo mi amor, Alejandro, 2014
  
Quise saber que hubo entre ayer y hoy
Sueños e ilusiones de un tiempo
al rio aquel me voy
donde fue nuestro último encuentro
Casta Sulmerze
 
Hoy regreso aquí,
a perderme,
a este curioso museo
fundado por dos amantes
que se les quedó el amor en las manos
de tanto usarlo...
.
Hoy vengo aquí a olvidate
arrojando por sus ventanas
todas tus cartas,
metiendo mis poesías por los agujeros
y reteniendo el aire
que se me escapa
porque aún te quiero.
.
Hoy vengo a colgar en la puerta
de este viejo caserón
mi corazón roto,
para que avise a otros amantes
.
...y jamás vengan
ni por distraerse,
a este museo!
Popochán, China, Museo de las relaciones rotas.
 
Entender las Relaciones Rotas y mirarlas desde lo cotidiano me lleva a pensar en las relaciones amorosas en sí. El amor es uno de los principales fundamentos de nuestra vida, las múltiples imágenes, ideas y sueños con los que lo concebimos son el astrolabio de nuestro navegar, aquel que nos marca, en este caso, las estrellas del amor, los sueños y los deseos, por eso transcribo algo de dice Octavio Paz en “Un sistema solar”:
  



Lo cierto es que el tránsito de la sexualidad al amor se caracteriza no tanto por una creciente complejidad como por la intervención de un agente que lleva el nombre de una linda princesa griega: Psiquis. La sexualidad es animal; el erotismo es humano. Es un fenómeno que se manifiesta dentro de una sociedad y que consiste, esencialmente, en desviar o cambiar el impulso sexual reproductor y transformarlo en una representación. El amor, a su vez, también es ceremonia y representación pero es algo más: una purificación, como decían los provenzales, que transforma al sujeto y al objeto del encuentro erótico en personas únicas. El amor es la metáfora final de la sexualidad. Su piedra de fundación es la libertad: el misterio de la persona.

No hay amor sin erotismo como no hay erotismo sin sexualidad. Pero la cadena se rompe en sentido inverso: amor sin erotismo no es amor y erotismo sin sexo es impensable e imposible. Cierto, a veces es difícil distinguir entre amor y erotismo.
 
Se ha comparado muchas veces a la amistad con el amor; en ocasiones como pasiones complementarias y en otras, las más, como opuestas. Si se omite el elemento carnal, físico, los parecidos entre amor y amistad son obvios. Ambos son afectos elegidos libremente, no impuestos por la ley o la costumbre, y ambos son relaciones interpersonales. Somos amigos de una persona, no de una multitud; a nadie se le puede llamar, sin irrisión, 'amigo del género humano'. La elección y la exclusividad son condiciones que la amistad comparte con el amor. En cambio, podemos estar enamorados de una persona que no nos ame pero la amistad sin reciprocidad es imposible.

La amistad nace de la comunidad y de la coincidencia en las ideas, en los sentimientos o en los intereses. La simpatía es el resultado de esta afinidad; el trato refina y transforma a la simpatía en amistad. El amor nace de un flechazo; la amistad del intercambio frecuente y prolongado. El amor es instantáneo; la amistad requiere tiempo

¿Qué sabemos de lo que realmente sentían y pensaban las esposas de Atenas, las muchachas de Jerusalén, las campesinas del siglo XII o las burguesas del XV? En cuanto conocemos un poco mejor un periodo histórico, aparecen casos de mujeres notables que fueron amigas de filósofos, poetas y artistas: Santa Paula, Vittora Colona, Madame de Sévigné, George Sand, Virginia Woolf, Hannah Arendt y tantas otras. ¿Excepciones? Sí, pero la amistad es, como el amor, siempre excepcional.
 
El verdadero amor consiste precisamente en la transformación del apetito de posesión en entrega. Por esto pide reciprocidad y así trastorna radicalmente la vieja relación entre dominio y servidumbre. El amor único es el fundamento de los otros componentes: todos reposan en él; asimismo, es el eje y todos giran en torno suyo. La exigencia de exclusividad es un gran misterio: ¿por qué amamos a esta persona y no a otra? Nadie ha podido esclarecer este enigma, salvo con otros enigmas, como el mito de los andróginos de El Banquete. El amor único es una de las facetas de otro gran misterio: la persona humana.

La palabra persona es de origen etrusco y designaba en Roma a la máscara del actor teatral. ¿Qué hay detrás de la máscara, qué es aquello que anima al personaje? El espíritu humano, el alma o ánima. La persona es un ser compuesto de un alma y un cuerpo. Aquí aparece otra y gran paradoja del amor; tal vez la central, su nudo trágico: amamos simultáneamente un cuerpo mortal, sujeto al tiempo y sus accidentes y un alma inmortal. El amante ama por igual al cuerpo y al alma. Incluso puede decirse que, si no fuera por la atracción hacia el cuerpo, el enamorado no podría amar al alma que lo anima. Para el amante el cuerpo deseado es alma; por esto le habla con un lenguaje más allá del lenguaje pero que es perfectamente comprensible, no con la razón, sino con el cuerpo, con la piel. A su vez el alma es palpable: la podemos tocar y su soplo refresca nuestros párpados o calienta nuestra nuca. Todos los enamorados han sentido esta transposición de lo corporal a lo espiritual y viceversa. Todos lo saben con un saber rebelde a la razón y al lenguaje. Algunos poetas lo han dicho.

Amamos a un ser mortal como si fuese inmortal. Lope lo dijo mejor: a lo que es temporal llamamos eterno. Sí, somos mortales, somos hijos del tiempo y nadie se salva de la muerte. No sólo sabemos que vamos a morir sino que la persona que amamos también morirá. Somos juguetes del tiempo y sus accidentes: la enfermedad y la vejez, que desfiguran al cuerpo y extravían al alma. Pero el amor es una de las respuestas que el hombre ha inventado para mirar de frente a la muerte. Por el amor le robamos al tiempo que nos mata unas cuantas horas que transformamos a veces en paraíso y otras en infierno. De ambas maneras el tiempo se distiende y deja de ser una medida
 
El desenamoramiento es a fin de cuentas el producto de la ruptura, la vos popular dice: "El amor hace pasar el tiempo, y el tiempo hace pasar el amor", y "El amor vive de nada y muere de todo", entonces sucede que el sentimiento de que falta algo, de que falla algo y de que no se es feliz con la pareja actual. Existe una ausencia de fantasías románticas y placenteras con la pareja y aparición de ensoñaciones con escenas desagradables con ella. Incluso pueden aparecer fantasías eróticas con terceras personas, El amor es reemplazado por expresiones de aburrimiento, indiferencia, tristeza, ansiedad u odio.
 
Cada uno de nosotros manifiesta y asume el desenamoramiento de manera diferente; de den algunas expresan ansiedad o tristeza, aquellas personas que son amantes maduros y sanos pueden o no separarse, pero mantienen relaciones de simpatía y aprecio, y evitan dañarse ellos y dañar a los hijos.

Así, poco a poco caminamos hacia la ruptura, ese acto que duele y concluye la relación, pareciera que nada vale, que hemos perdido, es más hay quien lo concibe como un acto fallido

 

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