sábado, 10 de diciembre de 2011

Palabras de guerra 7 de Diciembre 1941 - 2011



Recién se ha cumplido 70 años del ataque japonés a Pearl Harbor, más no es mi interés hablar sobre eso, creo que lo importante es que sucede en la guerra por sus protagonistas, los simples soldados y enfermeras, esos que son enviados a matar o morir en nombre de algo y de alguien que no está ahí y que no le importa su vidas.

Las otras víctimas, las de siempre, los niños, las madres y los padres, los tíos y las tías, los abuelos y las abuelas, a ellas, esas victimas anónimas también las tengo presentes, pero hoy deseo hablar, hacer uso de la palabra desde la trinchera, dese el fusil, de los soldados que creyeron en las historias y en los mitos, de esos que un dia salieron de sus casas pensando en la victoria y no regresaron, que quedaron en algún lugar, solos, en medio del dolor y la miseria que habían causado en nombre de alguien, de algo.

Alejandro.

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Cartas de soldados.

En cualquier lugar del frente francés durante la primera guerra mundial:

Querida Rosmery:

Hace horas, que te deje de ver y no puedo olvidar tus últimas palabras, ayer en el café, poco antes de coger el furgón, para volver al frente. Todos dicen que la guerra se acabara pronto pero, ni te quiero engañar con falsas ilusiones y sobre todo no me quiero engañar a mí mismo.

Hoy, poco después de llegar al acuartelamiento, nos han avisado de que pronto atacaremos al enemigo, que nos preparáramos y estuviéramos dispuestos para recibir al sacerdote de campaña, que él nos daría consuelo

Sabes tengo miedo, mucho miedo, no quiero morir y mientras escribo esta carta, me tiembla la mano, no de frio, sino de pánico. Pensar que en cualquier momento una bala o una granada pueden quitarme la vida, me horroriza. He de decirte que he pensado en la deserción en acabar con todo esto pero, el mismo miedo que tengo a morir me hace renunciar a la idea.

Sabes, gracias por darme tanto cariño estos últimos días y tanto calor. Recuerdo la entrada en el baile, parecías tan tímida, era tú primera cita, la verdad es que se te notaba bastante ese aire de provinciana sin experiencia. Pero siempre lo supiste suplir con sutileza y tú forma de hablar, dulce y suave con ese tacto que me hizo confundir mis sentimientos.

Bailamos durante largos ratos, combinado miradas y caricias, la pena fue, que nos controlaban de manera que nunca dejaron que pasáramos la línea. Fueron unas veladas inolvidables.

Ahora me dispongo a luchar, ya no sé porque, ni a qué, he perdido todos los idealismos en esta guerra, tanta destrucción, tantas desgracias, sólo mi propia desgracia de morir me podría hacer olvidar este horror.

Te dejo sólo recordarte que es una pena no haberte conocido antes, una guerra nos ha juntado y nos a separado a la vez, desearía que nos volviéramos a ver pero, sino ocurriera el caso, gracias por todo.

TE AMO.

Postdata:

Si la carta la recibes dentro de una semana sigue tú vida no te ilusiones....

Una semana más tarde, en cualquier pueblo del frente francés, se encontró una carta, con un agujero de bala, a nombre de Rosmery.......


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Carta de un Soldado Alemán de la División Hermann Göering

Esta fue una carta la cual fue capturada por los Aliados y la cuál perteneció a un soldado de la División Hermann Göering donde describe el pánico y el declive de la moral Alemana durante los enfrentamientos en Troina, Sicilia.

23 de Julio del 1943.

Querida Familia:

Quiero enviarles un reporte acerca de estos días pasados, en caso de que nunca regrese a casa, así ustedes podrán saber por lo que estamos pasando aquí en Sicilia.

Dos días después que los Británicos y Americanos desembarcaron, han estado ganando mucho terreno y han podido traer muchas más tropas, lo que hace que haya sido casi imposible anticipar una batalla con igual cantidad de tropas. El 14 de Julio una hora más y nos capturan, tomamos nuevas posiciones, haciendo que los Americanos rápidamente se cubrieran con fuego de artillería, costándonos nuestras primeras víctimas. Desde esa posición nos retiramos de nuevo, tomando otra posición que nos ha costado la mala suerte. Yo debo mantener mi vehículo cerca al comando y servir como puente de comunicación. Si la línea telefónica resulta dañada por el fuego de artillería, la orden es: "Sal afuera y repárala" (estamos peleando en un sector central, donde hay tropas Americanas y Canadienses).

Después de dejar nuestra posición, una terrible carnicería humana comenzó que incluso un sargento de infantería juró que nunca había visto algo parecido, ni siquiera en Rusia. Muchos fueron aniquilados, muchos de mis compañeros e incluso yo mismo pensamos que no saldríamos con vida, es imposible que les describa el terror de esa experiencia. Presionamos nuestras caras en el suelo para esperar ser alcanzados mortalmente o que voláramos en pedazos.

Mientras tanto, gente que estaba de vacaciones regresa a casa en Alemania, van a los cafés y al cine, y disfrutan de ellos mismos. Me he preguntado a mi mismo: "¿Donde se supone que está la justicia?''

A las 4:00 a.m. regresamos a nuestras posiciones, al menos seguimos con vida. Podemos oír disparos y fuego de artillería. Fuimos a dormir, de todas formas nuestro comandante ya se ha marchado. Media hora después, me desperté inmediatamente, había órdenes para mí. Los americanos estaban en las inmediaciones y todas las líneas debían ser desconectadas.

Todos juntos éramos solo 10 hombres, teníamos 2 vehículos uno grande y otro más pequeño, era necesario ir despacio en los caminos de barro, más en la carretera viajamos lo más rápido que los vehículos pudieran ir. Cuando íbamos por una curva nos encontramos bajo fuego de artillería. Sentí como si Dios había puesto una pared de metal enfrente de mí, en ese momento pensé en todos Ustedes.

Tuve que correr hacia el vehículo y de alguna manera lo logré, después de eso el soldado que estaba sentado detrás de mí y yo nos miramos por un momento y vimos que ambos estábamos tan pálidos como la misma nieve, pero habíamos sobrevivido (tal vez Dios está siempre conmigo) Una distancia después algunos compañeros estaban esperando por nosotros, ellos habían observado todo a través de largavistas. Cuando reportamos que el otro vehículo difícilmente pudiera lograr regresar, nuestro teniente de 22 años de edad, quien estaba allí, nos sacó una mísera mueca con su lengua. Nos dijo que él esperaba que más de nosotros lo lográramos y que debiéramos sentir vergüenza de decir tantas estupideces. He tenido que controlarme para no abrirle la garganta en dos. El desconocía la historia completa de lo que sucedió ya que el había dejado su posición una hora antes. El caso es muchos de los hombres regresaban a pie.

Un pueblo tan pequeño, el cual ahora estaba siendo ocupado por los americanos, fue destruido por nuestra artillería. En respuesta la artillería Americana destruyó nuestras posiciones costándonos muchos heridos que hizo que tuviéramos que cambiar de nuevo de posición. Ya nos hemos retirado 30 kilómetros y hemos tenido un solo día de descanso. Pero "descanso" significa "ataques aéreos" (estoy obligado admitir que desde el tiempo que he estado peleando en Sicilia, he visto solo 2 aviones Alemanes.) El enemigo nos ha descubierto por reconocimiento aéreo y el siguiente día los americanos ya habían puesto su artillería en nuestras posiciones, todo se convirtió en un miserable infierno y tuvimos que abandonar todo esa tarde.

Teníamos un corporal con nosotros que decía que conocía la ruta de marcha, pero siempre daba rutas equivocadas. Miles de veces tuvimos que lanzarnos al suelo porque pasaban los aviones de los Aliados. Rondamos un pueblo y aquí experimentamos un bombardeo, el pueblo quedo destrozado, nuestros vehículos fueron alcanzados por morteros. Estábamos terriblemente asustados, pero debíamos continuar.

Siempre estamos siendo perseguidos, muchas veces no sabemos que día es o qué fecha es. Como podrán ver he estado escribiendo esta carta por pedazos, la comenzó una semana atrás. Cuantas posiciones hemos retirado desde entonces. El pasado domingo estábamos en otra y de nuevo los americanos nos cubrieron con su artillería. No tienen idea lo que es oír balas rozando tu cabeza toda la noche e incluso más, es tan difícil poder dormir.

De nuevo hemos tomado otra posición. Por el momento está todo en silencio aquí pero hasta cuándo? La misma situación comenzará de nuevo.

Hoy hemos sabido que Mussolini ha sido sacado. Esto significa el final del fascismo también. Se volverá Italia encontrar de nosotros también? Cualquier cosa que llegue a suceder es insoportable. Es duro pensar que todos estos eventos lograran traer algún bien.

Hans Maier y otros de mis amigos están ahora en los servicios de materiales, 30 ó 40 kilómetros de distancia, no tengo idea de que será de ellos ahora. Mi compañero Huebner está en Alemania por ahora, y probablemente les visitara a ustedes y les contara como va todo aquí, Que suerte tiene. ¿Saben que fuimos hace días levantados a las 3 am porque había llegado el correo?fue entonces que recibí sus cartas del 7 y 11 de Julio, así como un periodico y 2 postales de Schala quien esta vacacionando en Allgaou. Dice:"Desde un maravilloso descanso y apacibles días, los más cordiales saludos." No pueden imaginar cómo me sentí cuando leí aquello, cada hora estoy peleando por mi vida y entonces recibo esta postal de Schala. No he tenido el deseo de contestarle.


28 de Julio del 1943.

Ayer estuvieron las cosas algo mas calmadas en nuestras posiciones, solo en algunos momentos se oían la artillería en la distancia. Una gran cantidad de aviones pasaban por encima de nuestras cabezas, constantemente disparando, todavía no he visto algún avión ser derribado. Nuestra Luftwaffe debería emplearse en otro lado porque todavía no he visto ningún avión Alemán "hablar todavía". Esta noche hay una terrible tormenta con rayos y estruendos y nuestros compañeros que están en el frente no deben estar nada confortables. No puedo escuchar por mucho tiempo esos ruidos, los rayos y todo eso me destruyen los nervios. Encuentro muy difícil dormir después de una tormenta así, después tengo muchas pesadillas. Oh, como deseo tener un techo sobre mi cabeza de nuevo! siempre estamos durmiendo en el suelo, en diferentes lugares cada noche.

29 de Julio del 1943.

Anoche nos movimos afuera sin haber puestos en fuego, porque siempre encontramos el llamado "fuego mágico"(Feuerzauber) ese es el nombre que le damos al desgraciado fuego de artillería que nuestros enemigos colocan alrededor de nosotros. Alrededor de la medianoche llegamos a nuestra nueva posición, mientras dormíamos en el suelo, oíamos vibraciones como si alguien moviera muebles pesados.

La comida es buena, cada día recibimos algo de dulces, mitad de una tarta de chocolate y una caja de cigarrillos "Attikah", los cigarrillos no duran casi nada. No tienen idea cuanto he estado fumando, solo para distraer algo mis pensamientos. Debo decirles que estoy teniendo problemas con mis oídos. El fuego de artillería, junto con las nubes de humo y el polvo me han estado privando de mi capacidad de audición cada vez mas. Puedo oír casi nada ahora, lo puedo notar y eso me da una sensación de inseguridad tremenda. Siento que si salgo vivo quedare sordo de por vida.

Dos de nuestros hombres permanecieron muy largo tiempo cubriéndose durante un fuego de artillería y mientras ellos estaban allí el resto de la unidad se marchaba. Ellos no se unieron a nosotros hasta el día siguiente. Fueron llevados a corte marcial, y eso resulta severo y deprimente. Severos castigos pueden ser inflictados.


1 de Agosto del 1943.

De nuevo domingo. ¿Sera que podre enviar esta carta? ¡Oh, cuanto deseo poder decirles a ustedes mis queridos todo lo que hemos pasado durante esta campaña! Nuestra infantería ha sufrido tanto, Ayer perdí a un buen compañero, Todo está encontrar de nosotros. El futuro luce terriblemente oscuro.

Durante los últimos días, he sido testigo de terribles experiencias que no propias de un soldado Alemán, particularmente no de un soldado de la División de Hermann Goering.

Hombres corriendo, llorando histéricamente porque han oído un simple disparo en la distancia. Otros llevados por rumores mueven filas de hombres hacia atrás. Soldados jóvenes y oficiales están siendo víctimas de ataques de pánico."


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Hallada una carta de un soldado, oculta en una botella durante 90 años a permanecido oculta durante 90 años escondida en una botella de cerveza, no porque la carta no llegara a su destinatario sino porque su receptor, un soldado americano de la Primera Guerra Mundial que luchaba en Francia, decidió enterrarla quizás para que no fuera destruida durante los bombardeos alemanes. Unos arqueólogos franceses que exploraban antiguos asentamientos merovingios del siglo VII en la región francesa de Lorena la han encontrado.

La misiva, de cuatro páginas, fue enviada desde Oklahoma el 15 de julio de 1918 al sargento norteamericano Morres Vickers Liepman por un pariente que firmó como "tío Pete". La opinión pública de EE UU ante la guerra o las dificultades de encontrar mano de obra son las conclusiones que pueden extraerse de la carta. Pero junto a ello, el texto refleja el profundo racismo que imperaba en un sector de la población: tío Pete critica abiertamente la inclusión de soldados negros en el ejército norteamericano.

El Instituto Nacional Francés de Investigaciones Arqueológicas, que conserva el documento, ha intentando sin éxito buscar a los descendientes de Liepman. Pero ha logrado reconstruir pequeños retazos de la vida del soldado. Estudió en Kansas hasta julio de 1917, momento en el que partió hacia Europa para combatir en la Primera Guerra Mundial. En otoño de 1918, su unidad acampó en el bosque de Haye, cerca del lugar en el que ha sido encontrada la botella.

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Carta de un soldado alemán antes de morir en la Batalla de Stalingrado

Estas fue el último escrito de un soldado alemán, en la Segunda Guerra Mundial, antes de morir en la batalla de Stalingrado:

"La muerte siempre tiene que ser heroica, apasionante, que arrastre, que tenga una finalidad, que sea grande. En realidad, ¿Qué es la muerte? Reventar, morir de hambre, de frío, un simple hecho biológico, como lo es comer y beber. Caen como moscas y nadie piensa en ellos, nadie los sepulta. Yacen a nuestro alrededor por todas partes, sin brazos ni piernas ni ojos, con las tripas reventadas. Se tiene que hacer una película con el fin de impedir "la más bella muerte del mundo". Es una muerte bestial que un día será ennoblecida en una lápida de granito, junto con los soldados moribundos, con la cabeza o el brazo enyesados".

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Carta de un soldado a su novia-1ra. Guerra mundial

2 de mayo de 1918

Cariño mío:

Ahora, si no hay problemas, vas a saber todo sobre lo que pasa aquí. Sé que te llevarás una gran sorpresa cuando te llegue esta carta (espero que te llegue sin contratiempos). ¡Si alguna autoridad la ve!. Claro, tu has supuesto bien dónde yo tendría mi primera experiencia en la línea. Si, fue en el saliente de Ypres... Oh!, era un encantador "bautizo de fuego" aquella noche. Teníamos que excavar y temprano en la mañana comenzó el ametrallamiento.

Oh Señor, si alguna vez un compañero tuvo miedo, absolutamente aterrorizado a la muerte, era este muchacho. Uno de mi sección se asustó al ver a una granada caer a dos metros de nuestra trinchera cuando alguien con instinto de líder, o quien lo debe llevarlo, fue a la cima; yo me quedé quieto como una roca. Yo tenía doce hombres cuando nosotros entramos, salí con tres. Oh! Eso fue horrible.

Quizá te gustará saber cómo está el ánimo de los hombres aquí. Bien la verdad es que (y como te dije antes, me fusilarán si alguien de importancia coge esta misiva) todo el mundo está totalmente harto y a nadie le queda ya nada de lo que se conoce como patriotismo. A nadie le importa un rábano si Alemania tendrá Alsacia, o si lo tendrá Bélgica o Francia. Lo único que cada uno quiere es acabar con esto e irse a casa. Esta es honestamente la verdad, y cualquiera que haya estado aquí en los últimos meses te dirá lo mismo.

De hecho, y esto no es una exageración, la mayor esperanza de la gran mayoría de los hombres es que los disturbios y las protestas en casa obliguen al gobierno a acabar con esto como sea. Ahora ya sabes el real estado de la situación.

Yo también puedo añadir que he perdido prácticamente todo el patriotismo que me quedaba, sólo me queda pensar en todos ustedes que están allí, todos a los que amo y que confían en mí para que haga el esfuerzo que sea necesario para su seguridad y libertad. Esto es lo único que mantiene y me da fuerzas para soportar esto. En cuanto a la religión, que Dios me perdone, no ocupa ni uno entre un millón de todos los pensamientos que cada hora ocupan la mente de los hombres.

Dios te bendiga cariño y a todos los que amo y me aman, porque sin su amor y confianza, desfallecería y fracasaría. Pero no te preocupes corazón mío porque seguiré hasta el final, así este sea amargo o dulce, con el amor siempre como mi primer pensamiento y cuidado, mi guía inspiradora y mi aliciente.

Au revoir mi amor, y que Dios te mantenga segura hasta que la tormenta termine, con el amor más profundo de todo mi corazón. Tu amor,

Laurie


NOTA: En el último año de la Primera Guerra Mundial, la desolación y desesperanza había carcomido la moral de los combatientes de ambos bandos. Ésta carta escrita por Laurie Rowlands a su novia demuestra tal como al parecer fue su experiencia en la tercera batalla de Ypres, una de las más sangrientas del conflicto:

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CARTAS DESDE STALINGRADO

En enero de 1943, al término de la Batalla de Stalingrado, un avión alemán Heinkel 111 consigue despegar en el aeródromo alemán de la ciudad justo antes de que sea tomado por los rusos. En su interior, 250000 cartas de soldados alemanes, repartidas en siete sacas de correo. Al llegar a Alemania, el Ministerio de Propaganda retiene y confisca las cartas con el pretexto de publicarlas en un libro que muestre la heroica resistencia de los defensores de Stalingrado. Al analizarlas, descubren que la mitad de los hombres que han escrito las cartas demuestra actitud desleal o negativa, que un tercio es relativamente indiferente y que tan sólo el 2% es favorable al régimen de actuación del Estado Mayor. Ante estos datos, el Ministerio decide ocultarlas a la opinión pública y las guarda en los archivos del ejército. No se redacta ningún informe sobre lo encontrado en el Heinkel 111 y la historia se olvida. Pero en 1954 las cartas son descubiertas y leídas. En ese mismo año, "Letze Briefe auf Stalingrad" (Las últimas cartas de Estalingrado) se publica en Alemania. Se trata de una colección de 39 cartas y fragmentos de gran impacto emocionales escritas por soldados alemanes en Stalingrado en las que los hombres hablan de su desesperada situación e incluso se atreven a cuestionar al Estado Mayor y al propio Führer, a sabiendas de su funesto destino. He aquí un pequeño fragmento de esas 36 cartas escritas por soldados alemanes a sus familias:

Carta 1

Mi vida no ha cambiado en nada; es ahora como hace diez años, bendito por las estrellas, maldito por los hombres. No tuve amigos, y tú sabes por qué no querían saber nada de mí. Era feliz cuando podía sentarme al telescopio y mirar al cielo y al mundo de las estrellas, feliz como un niño al que le permiten jugar con los astros.

... Fuiste mi mejor amiga, Mónica. Sí, lees bien, fuiste. El momento es demasiado serio como para bromas. Esta carta tardará en llegarte dos semanas. Por entonces ya habrás leído en los periódicos lo que ha tenido lugar aquí. No pienses mucho en ello, porque en realidad todo habrá terminado de forma diferente; deja que los demás se preocupen de la "película de los hechos". ¿Qué son ellos para ti o para mí? Siempre pensaba en años luz, pero sentía en segundos. Además, aquí tengo mucho trabajo con el tiempo. Somos cuatro, y si las cosas continúan como hasta ahora podemos darnos por contentos.

Lo que hacemos es muy sencillo. Nuestra tarea consiste en medir las temperaturas y la humedad, informar sobre la visibilidad y los bancos de nubes.

Si algún burócrata leyera lo que aquí escribo obtendría una flagrante violación de la seguridad militar. Mónica, ¿qué es nuestra vida comparada con los muchos millones de años del cielo estrellado? En esta hermosa noche, Andrómeda y Pegaso están justo sobre mi cabeza. Las he mirado mucho tiempo; pronto estaré muy cerca de ellas. Mi paz y mi felicidad se las debo a las estrellas, de las cuales tu eres la más bella para mí. Las estrellas son eternas, pero la vida de un hombre es como una mota de polvo en el universo.

A mí alrededor todo se derrumba, un ejército entero muere, el día y la noche arden...y cuatro hombres se atarean con informes diarios sobre temperaturas y bancos de nubes. No sé mucho sobre la guerra. Ningún ser humano ha muerto por mi mano. Nunca he disparado munición real con mi pistola. Pero sé muy bien una cosa: la otra parte nunca ha mostrado ni una pizca de comprensión por sus hombres. Me habría gustado contar estrellas unas cuantas décadas más, pero ahora nada parece ir en ese sentido.


Carta 2

Hoy hablé con Hermann. Está al sur del frente. A unos cientos de metros de mí. No queda mucho de su regimiento. Pero el hijo de B. el panadero todavía está con él. Hermann aún tenía la carta en la que nos contabas la muerte de papá y mamá. Le hablé una vez más, por ser el hermano mayor, e intenté consolarle, aunque yo también estoy al límite. Es bueno que papá y mamá no sepan que Hermann y yo nunca volveremos a casa. Es muy duro el que tengas que cargar con el peso de cuatro personas muertas a lo largo de toda tu vida.

...Yo quería ser teólogo, papá quería tener una casa, y Hermann quería construir fuentes. Nada ha salido como debiera. Tú sabes cómo está la cosa en casa, y nosotros sabemos demasiado bien lo que pasa aquí. No, la verdad es que esas cosas que planeamos no han salido como imaginábamos. Nuestros padres están enterrados bajo las ruinas de su casa, y nosotros, aunque suene irónico, estamos enterrados con unos cientos o más de hombres en una trinchera en la parte sur de la bolsa. Pronto, estas trincheras estarán llenas de nieve.


Carta 3

El Fuhrer nos hizo la firme promesa de sacarnos de aquí; nos lo leyó y creímos en ello firmemente. Incluso ahora aún lo creo, porque he de creer en algo. Si no es cierto ¿en qué otra cosa podría creer? Dentro de poco no tendré necesidad de primavera, verano o de algo agradable. Por lo que, abandóname a mi destino, querida Greta; toda mi vida, al menos ocho años de ella, creí en el Fuhrer y su palabra. Es terrible como dudan aquí, y vergonzoso escuchar lo que dicen sin poder responder, porque los hechos están de su parte.

En enero cumplirás veintiocho. Eso es ser aún muy joven para una mujer guapa, y me gustaría poderte decir este cumplido una y otra vez. Me echarás mucho de menos, pero incluso así, no te aísles. Deja pasar unos meses, pero no más. Gertrud y Claus necesitan un padre. No olvides que debes vivir para los niños y no les hables demasiado de su padre.

Los niños olvidan pronto, especialmente a esa edad. Fíjate bien en el hombre que elijas, toma nota de sus ojos y de la presión de su apretón de manos, como fue nuestro caso, y no te equivocarás. Pero sobre todo, anima a los niños a ser personas rectas que puedan llevar la cabeza bien alta y mirar a todo el mundo directamente a los ojos. Te escribo estas líneas apenado. No me creerías si te dijera que ha sido fácil, pero no te preocupes. No me asusta lo que se avecina. Repítete a ti misma y a los niños cuando sean mayores que su padre nunca fue un cobarde, y que ellos nunca deben serlo.


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CARTA DE UN SOLDADO A DIOS

Esta carta se encontró en el año 1945 en el bolsillo de un soldado ruso, muerto en batalla. Formado en el régimen soviético, donde estaba prohibido todo signo religioso y toda creencia en Dios, hace el gran descubrimiento de su vida cuando está a las puertas de la muerte, que se le presenta como inevitable y se abandona gozoso en las manos del Nuevo Amigo. Es una carta que se transforma en oración.

¿Me oyes, Dios mío?

Yo nunca jamás he hablado contigo, pero hoy quiero saludarte.

Tú sabes que desde mi infancia me han dicho que Tú no existías, y yo fui tan bruto que me lo creí. Yo nunca me había dado cuenta de la belleza de tu creación. Hoy, de repente, al ver las profundidades del firmamento, al ver ese cielo estrellado encima de mí, se me han abierto los ojos.

Maravillado, comprendí su luz. ¿Cómo he podido vivir tan cruelmente engañado? Yo no sé, Señor, si Tú me tiendes la mano, pero yo te confío este milagro y Tú me vas a entender. En lo más hondo de este terrible infierno, la luz ha brotado en mí y yo te he visto. No voy a decirte nada más, tan sólo la alegría de conocerte.

A media noche, tendremos que pasar al ataque, pero no tengo miedo: Tú nos miras. ¡Escucha! Es la señal.

¿Qué puedo hacer? ¡Estaba tan bien contigo! Quiero decirte una cosa más: Tú sabes que el combate va a ser malo. Quizás esta noche llamaré a tu puerta. Aunque yo nunca haya sido amigo tuyo, ¿me dejarás entrar cuando llegue?

Pero no estoy llorando, ya ves lo que me ocurre, mis ojos se han abierto. Perdóname, Dios, voy a partir y seguramente ya no vuelva; pero, ¡qué milagro! ¡Ya no tengo miedo a la muerte!


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Este fue el último escrito de un soldado alemán, en la Segunda Guerra Mundial, antes de morir en la batalla de Stalingrado:

"La muerte siempre tiene que ser heroica, apasionante, que arrastre, que tenga una finalidad, que sea grande. En realidad, ¿Qué es la muerte? Reventar, morir de hambre, de frío, un simple hecho biológico, como lo es comer y beber. Caen como moscas y nadie piensa en ellos, nadie los sepulta. Yacen a nuestro alrededor por todas partes, sin brazos ni piernas ni ojos, con las tripas reventadas. Se tiene que hacer una película con el fin de impedir "la más bella muerte del mundo". Es una muerte bestial que un día será ennoblecida en una lápida de granito, junto con los soldados moribundos, con la cabeza o el brazo enyesados".

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Carta de un soldado a su esposa desde Vietnam.

Querida Marilyn:

Antes de empezar esta carta quiero que me prometas olvidarla cuando la hayas leído, es que necesito hablar con alguien. Es posible que escribiendo sobre ello pueda comprenderlo un poco mejor.

Sé que no debería descargar en ti mis problemas, porque bien sabe Dios que no podrás darme una respuesta. Apuesto a que nadie en el mundo la tiene.

Me expresaré de acuerdo con mi temperamento, muy directamente, y me limitaré a los hechos.

Ayer maté a una niña de 8 ó 9 años, con la carita más dulce e inocente que nunca hayas visto con una granada repugnante en la mano.

Cuando yo y seis más íbamos en marcha, apareció ella para lanzarnos la granada. Siempre aparece la vieja alternativa de: "o ella o nosotros", pero ¿qué derecho tenía yo por todos los demonios para matar a una niña? Todo lo que puedo hacer es pedirle a Dios que me perdone, porque yo mismo no me puedo perdonar.

Parece tan absurda a veces esta maldita guerra. Puedo matar a un hombre y no sentir preocupación alguna, pero ¿matar a una niña que ni siquiera ha aprendido a distinguir entre el bien del mal? No hay hombre que tenga ese derecho, o ese deber, o como quieras llamarlo.

No tardaré mucho en largarme de aquí, pero hasta el último día de mi vida seguiré siendo incapaz de justificar esto. Realmente me pregunto qué especie de hombre, o mejor de animal, he resultado ser. Sé que Dios me perdonará, pero el caso es que yo he de vivir esta culpa conmigo.

Supongo que ésta no es la carta que esperabas de un sargento curtido y experimentado, pero hasta nosotros tenemos sentimientos. Por favor, no me malinterpretes: ahora mismo me siento amargado, dolido, y tan insoportablemente confundido que ya no se que pensar. Tú solamente acompáñame, y un día de estos volveré a ser yo mismo; por lo menos eso espero.

Una de las cosas en que siempre he creído eran los niños. Me encantan todos los niños. Pero, ¿cómo podré volver a decirlo?.

Creo que ya te he hablado mucho por ahora. Gracias por escucharme.

Dusty.


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Desde Okinawa.

Mi esposa, Ayako tampoco ha vivido la guerra, le dijeron que su abuelo y sus tíos murieron en la Segunda Guerra Mundial, pero los años cuarenta quedan muy lejos en el tiempo. Cuando recibió hace muy poco la carta de su tía empezó a atar cabos. En general la guerra fue y es tabú en Japón, su familia tampoco hablaba sobre el tema. Cuando a los 10 años fue a visitar la isla de Okinawa al sur del Japón, su tía la llevó por la isla en un viaje para conocer, entre otras cosas, las huellas de la guerra, pero ella no bajaba del autobús. Ahora, después de leer la carta sabe por qué. Después de más de cincuenta años de silencio ha abierto la boca. Ayako se derramaba en lágrimas al leer entrecortadamente la carta, la crudeza de toda una guerra, y el sacrificio de la posguerra se hacía evidente. Okinawa fue el frente de batalla entre japoneses y americanos, la isla quedó como "protectorado" americano durante muchos años, hoy todavía es una isla dividida. Curiosamente su abuela que sufrió tanto y tanto perdió todavía vive con 98 años, al cuidado de un hijo discapacitado. La vida es tan increíble que parece mentira.

Ayako ha traducido dolorosamente esta carta que la ofrece como símbolo del horror humano para que haya paz en todos los seres.

He recibido el reconocimiento por el presidente del gobierno del Japón por el servicio como enfermera de Cruz Roja en la Segunda Guerra Mundial en Okinawa junto a mis tres compañeras que sobrevivimos a esta guerra. Después de más de cincuenta años, aunque tarde, este reconocimiento consuela un poco lo que todavía aquel dolor de la guerra ha dejado como secuela en mi corazón. Creo que es importante aprovechar la ocasión después de tanto silencio para reflejar aquellas experiencias dolorosas tal vez para que los jóvenes de hoy en día sepan qué es la guerra y cuáles son sus secuelas profundas.

10 de octubre, año 19 de Shyowa (1944)

Después del bombardeo sobre Okinawa, los americanos ya han empezado a invadir nuestra tierra. Me invade un fuerte sentimiento al recordar la voz de mi madre temblando cuando me decía que dos de mis hermanos y mi sobrina habían muerto por los bombardeos. Mis otros hermanos tuvieron heridas por una granada que recibieron en los refugios.

En aquel momento yo estaba recibiendo formación de enfermería en la Cruz Roja y después del bombardeo del 10 de octubre me enviaron al hospital de campaña junto con cinco compañeras cerca del castillo de Syuri. Como cada día que pasaba la guerra se intensificaba, tuvimos que trasladarnos al refugio del bosque de Naguerá. A partir de entonces la situación fue empeorando y después de la batalla de Kazukodai, debajo de una fuerte tormenta llegaron muchos soldados heridos. Junto al doctor Koike teníamos que hacer las operaciones de amputación de brazos y piernas.

Los médicos y las enfermeras hicimos todo lo que pudimos con tan pocos medios a nuestro alcance. Hacíamos un esfuerzo tan desesperado que gritábamos con los pacientes en las operaciones y amputaciones ya que no teníamos anestesia. A veces tuvimos que cortar en profundidad un nervio para que no doliera tanto.

El doctor tiraba y cortaba los nervios y los pacientes se desmayaban del dolor tan intenso, mejor que perdieran la consciencia para realizar las operaciones. Los brazos y las piernas amputados los tirábamos a la basura y los dejábamos fuera pero al día siguiente las bombas que caían las habían triturado.

Un día el doctor estaba cosiendo la cara de un soldado. Él se volvió loco por el dolor y después se arrancó toda la piel con las manos. Nos pedía gritando ¡agua, agua!, el doctor dijo que si le dábamos agua moriría enseguida y no le dimos, sin embargo al poco murió. Yo me arrepentí pues si en realidad iba a morir hubiéramos podido satisfacer su último deseo.

Evidentemente no había higiene suficiente, no teníamos camas y teníamos que dejar a los pacientes en la tierra, así cogieron rápidamente infecciones. Hubo tétanos, tifus, explosiones de neurosis ante la situación dramática. Todos gimoteaban, algunos de ellos se suicidaron de un tiro. Fue realmente un infierno.

Al no poder seguir así en esa situación, se nos dio la orden de trasladarnos a otro lugar. Tenía una gran tristeza cuando los soldados enfermos se arrodillaban para pedirnos un cigarro. En realidad nadie sabía si continuaría vivo al día siguiente.

Nos trasladamos con los pacientes que podían caminar, al resto que no podían moverse los abandonamos a su suerte. Ya no supimos nada más de ellos desde entonces.

Cuando nos trasladamos al refugio de Itosu, de repente una compañera enfermera cayó herida, yo misma le sacudí en el suelo pero ya estaba muerta por un tiro en la garganta. Un soldado que tenía tifus y que estaba al límite de sus fuerzas se suicidó con una pistola, era el teniente Yagui, una persona muy dulce.

En la labor de enfermería vimos gente que tenía muchos gusanos en el cuerpo. Es casi imposible imaginarlo. Al quitar las vendas de las heridas aparecían gusanos grandes y después más pequeños, y luego más y más. Aunque limpiábamos con líquido desinfectante no paraban de aparecer esos gusanos. Se esperaba la muerte mientras se iba desprendiendo el olor putrefacto de sus cuerpos.

Un día un soldado que tenía heridas las cervicales me pidió que le mirara, cuando le quité la venda vi hasta lo profundo de las vértebras y estaba lleno de gusanos, gusanos que se escondían en el cabello y en la ropa.

Esto es la realidad de la guerra, en ella encontramos el límite de lo humano, absurdo e inexplicable.

Un día encontré una mujer que estaba a punto de dar a luz, estaba sola implorando una atención sanitaria pero como en ese momento estaban intensificando los bombardeos no pudimos atenderla. De vez en cuando recuerda a aquella señora aunque han pasado más de medio siglo, sin saber qué fue de ella y de su hijo.

Cada vez más la situación fue empeorando y ya sabíamos que estábamos perdiendo la guerra. De día y de noche seguían los bombardeos. Nos dieron la orden de disolver el hospital pues no teníamos nada que comer y sólo podíamos beber el agua de la lluvia. Mis trenzas, mi ropa, todo el cuerpo estaba empapado y parecía todo un mal sueño. Cuando pensaba en todo eso mi corazón se paró unos segundos.

La gente estaba iba en todas direcciones, unos soldados iban al frente, otros se retiraban. En el sendero del pueblo de Yonesu, me encontré con mi padre. Por primera vez vi sus lágrimas en su cara delgada, estaba repleto de hojas para camuflarse. Me dijo: "Hemos de asumir esta situación, de todos modos cuídate", y se fue al frente. Mi padre era un soldado de defensa, fue la última vez que lo vi, murió en el frente.

Ahora mi nieta tiene la misma edad que yo tenía entonces cuando estaba de enfermera. Deseo con toda mi fuerza que nunca pueda llegar a vivir esta experiencia tan dura. Si me pongo es su lugar y recuerdo lo joven que era al iniciar la guerra me entra una gran tristeza.

Mi compañera Inafuku está inválida por recibir un trozo de bomba en su brazo derecho. La señora Kuniyoshi, otra de mis compañeras, cogió tifus y se quedó como un esqueleto, recuerdo sus grandes ojos en un cuerpo demacrado. Gracias a la vida hemos sobrevivido las tres.

No debería existir la palabra guerra sagrada, tampoco la realidad que se da en una guerra de "si no matas te matarán". Esto sucede por las ambiciones del ser humano. Quiero decirlo a los jóvenes que no conocen la guerra, para sus padres son tesoros irremplazables, de hecho, la vida de las personas tiene un valor incalculable. Ojalá no volvamos a ser víctimas de un guerra.

Deseo la paz, salud y coraje, deseo felicidad para el futuro desde mi corazón.


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