domingo, 19 de septiembre de 2010

Cuando los corazones tiemblan.


Hace 25 años, me levante como lo hacia desde hace tiempo, vi a Violeta durmiendo con Federico que había nacido 7 días antes, prepare la ropa de Karina y la desperté para que se bañara y se vistiera, mientras preparaba el desayuno y revisaba que ella tuviese todo su uniforme, recién había ingresado a la primaria.

Salimos Karina y yo rumbo a la escuela, pasaban apenas de las 7:00 am, entramos al metro y abordamos un carro, de pronto, en la mitad del túnel entre dos estaciones todo empezó a moverse, como un péndulo, de un lado a otro, el convoy se detiene, había sido un temblor, no cortaron la luz, así que solo aguardamos, no sabíamos que había sucedido…Paso algún tiempo (realmente no se cuanto, pero sentí como podría ser la eternidad), yo abrazaba a Karina y le platicaba, le contaba historias y trataba de hacerla reír, pensaba en Violeta, en Federico, en mi mamá, una de las puertas se abrió y alguien con una lámpara nos dijo que bajáramos a los rieles, todos estábamos angustiados, temerosos, desconcertados.

Caminamos a través del túnel hacia la estación Insurgentes, salimos y de pronto al irse los ojos acostumbrando a la luz vimos con sorpresa y temor gente, mucha gente caminando y corriendo sin ningún orden ni sentido, en bata, en pijama, oficinistas y escolares, caras desencajadas, rostros rotos por el desconcierto, lagrimas, gritos y voces, muchas voces, yo tome a Karina de la mano y empezamos a caminar hacia Chapultepec a la casa de mi mamá, lugar donde estaban Federico y Violeta.

Al recorrer las calles, vimos como un edificio se desplomaba, tome a Karina, la cargue y le acomode la cabeza sobre mi hombro, otro edificio ardía, el fuego abrazaba toda la estructura, la gente caminaba.

Cuando llegamos a la casa, Violeta y Federico estaban bien, no había daño alguno en la construcción, mi madre llego un poco más tarde.

Poco después supimos que este sismo había cimbrado la ciudad y a sus habitantes, las cloacas del país entero se abrieron y salió toda la putrefacción de ellas, la miseria, el hambre, la represión, las conciencias corrompidas, todo lo obsceno de esta, mi nación.

Ahora a 25 años, cuando los gobiernos hacen celebraciones para recordar este hecho, cuando la política vuelve a ser lo podrido de las cloacas, yo se que la vida a algunos nos dio otra oportunidad, la de construir una familia, un país, la de abrir puertas y ventanas, dejar que el sol entre, de salir a la calle y abrazar a los desconocidos.

Ahora a 25 años y con mi nieta Constanza a punto de nacer entiendo que esta es parte de su herencia, algo que debe aprender y nunca olvidar, que la vida a veces da oportunidades para construir, para andar, para soñar y volver a volar.

Pero también hubo quienes no vieron más allá del sismo, el dolor sigue presente entre quienes los amaban, pero también en todos los corazones que hoy laten, yo creo que estos amigos, hermanos, padres, madres, tíos, hijos que ya no están, sencillamente están haciendo lo que en la edad media llamaban la Ciudad de Dios, están construyendo el cielo.

Con todo mi cariño y respeto a quienes no están ya, a quienes siguen aquí y a mis hijos, Karina y Federico, a su madre Violeta y a mi yerno Ivan.

Alejandro, 19 de septiembre del 2010

Ciudad de México.

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