martes, 7 de septiembre de 2010

¿Y después del fin?



"Un día con tu Señor es como mil años de los que contáis" (Corán 22:47)


El mundo está lleno de magia, de encanto, nosotros no lo percibimos porque hemos cerrado nuestros ojos y nuestro corazón, y cuando pensamos en la magia del cosmos, buscamos al prestigitador, y cuando buscamos un milagro esperamos ver según el Corán:

"Durante la batalla de Khaybar, el Mensajero de Dios, la paz y las bendiciones de DIOS sean con él, preguntó dónde se encontraba Ali. Los acompañantes respondieron " Esta sufriendo de dolor de ojos”. Mandó por él. Ali arribó y el Mensajero le aplicó saliva curativa. En el mismo momento el dolor cesó y los ojos de Ali se mejoraron más que como estaban originalmente".


Uthman ibn Hunayf relata:
Un hombre ciego acudió al Mensajero de Dios (el Profeta Muhammad) y le pidió que le rezara a Dios para que se recobraran sus ojos. El mensajero le respondió " Es posible que ser ciego sea mucho mejor para tu otra vida o si tú lo deseas, rezaré”. El hombre escogió ser liberado de su ceguera entonces el Mensajero le dijo: " Ve y haz ablución. Después reza dos rakás y di: Oh Dios, mi súplica es dirigida a ti y yo miro hacia ti a través del Profeta Muhammad, El Profeta de la misericordia: O Muhammad, miro a Dios a través de ti, para que pueda revelar mi ceguera. Oh Dios, haz de Él mi intercesor. “El hombre hizo lo que el Mensajero le comandó y su vista fue restaurada".


Entre los creyentes en Cristo, esperamos ver a Lázaro andar, levantarse de su catafalco y regresar del reino de la muerte, o bien, ver los odres llenos de agua, y al escanciar esta se torna en vino, o más aún, la resurrección de Cristo mismo.
Y dentro de los Hebreos, deseamos ver al pueblo de Israel atravesando el mar Rojo, andando por las arenas del fondo, con gigantesca paredes de agua a ambos lados del camino, o bien andando sobre las calientes arenas del desierto, guiados por una columna de humo o una columna de fuego, comiendo el mana que caía del cielo y bebiendo del agua que brotaba de las rocas al ser tocadas por el báculo de Moisés.
Pero los milagros, aquellos que son cotidianos, aquellos que sencillamente ahí están y manifiestan el canto de alegría que es la vida, esos no los vemos, somos ciegos, terriblemente ciegos.

Los milagros del árbol que da su fruto, o del ave que vuela o bien del llanto del bebe que nace, o del sol que ilumina y calienta, y qué decir del milagro del amor, todos esos son milagros, todos suceden uno tras otro, día tras día, acaso por eso no los vemos, son como lo que debe ser.

Porque yo pregunto acaso y toda la ciencia humana ¿podrá tan solo dar el aroma de una flor, el llanto del bebe o la alegría e ilusión del amor?

La fe es algo raro, es parte de esa magia, de esos milagros, es más, es el fundamento y sentido de los milagros, es algo que para mí es suma, entre incomprensible y lo es, por que no puede ser racional al igual que el amor solo son, contundentes, únicos, absolutos, así la fe se convierte en paradigma y debe de sentirse, vivirse con el estomago, con las tripas, con el corazón, la fe requiere para existir de la certeza, de que todo es posible y hasta probable, de que solo es necesario creer y saber pedir, de saber dar, de ser pacientes.

Así, la fe puede ser:

La creencia en algo sin necesidad de que haya sido confirmado por la experiencia o la razón, o demostrado por la ciencia; o bien el conjunto de creencias de una religión; una Promesa; Acaso, un poco de confianza en el éxito de algo o alguien; el testimonio, aseveración de que una cosa es cierta; y la más sencilla de todas, un documento que certifica la verdad de algo; buena o mala fe, de buena o mala intención

La fe también puede ser: La fuerza racional

Si la fe nace de un postulado, se la combina con evidencias del pasado y un soporte razonable por el cual se establece un resultado esperado, se despertará en la persona un toque de anhelo que la inducirá a actuar para conseguir lo esperado.

Así pues, dará como resultado una fuerza interior cauta, que procurará asegurarse de que las condiciones son las ideales, y sobre todo y lo más importante, posee dominio de la razón sobre sus actos. A este respecto no es una fuerza interior bruta que nace y no se sabe cómo.

La voluntad es la expresión de obras por la explicación satisfactoria a nuestro convencimiento. En ello va nuestra confianza en las premisas, postulados o suposiciones que nos permitirán falsar el conocimiento. Si bien, nuestra voluntad será nula ante un planteamiento no satisfactorio desde el punto de vista racional.

La esperanza es el anhelo que se tiene por ver resuelto y finalizado un trabajo.

Este trabajo está sujeto a un método, que a su vez se sujeta a una teoría.

La creencia es la parte de buena voluntad que ponemos a la hora de trabajar. Si esta condición no se diese, la persona negaría su cooperación.
Es también, La fuerza moral:

Es lo que una persona sostiene en el medio social de la vida cotidiana.
Si la fe no nace como fuerza interior, sino que sencillamente uno acepta directamente la autoridad de una persona por algún tipo de temor mórbido a ser castigado o por ganar la recompensa prometida. En este caso la fuerza nace de la propia voluntad de la persona. Este tipo de sumisión, tiene a largo plazo, y de violarse la promesa inicial (bien las pautas por las cuales se castiga o las pautas por las cuales se premia), al agotamiento y pérdida de la fe o la pérdida absoluta de la sumisión. Caso de que la persona persista en sostener esa fe aun más allá de la pulsión que le permita someterse, se corre el riesgo de enfermar.

Si estas bases no se violan, la persona continuará sana y satisfecha de observar que su esfuerzo sirve de algo (bien para no ser castigado o bien para ser premiado, las mismas bases que se usan en el adiestramiento de cualquier otro animal). De esta sumisión nace la fe como doctrina religiosa.

Voluntad moral es la expresión de nuestros actos por la confianza en que lo aplicado será de beneficio para otros. Esta actitud parte de una persona sana, satisfecha consigo misma y relativamente feliz.

Esperanza moral es la expresión de nuestros actos por la confianza de que obtendremos un entorno moralmente acorde a lo que establecemos como bueno, ajustando nuestro comportamiento, dado que es lo moralmente correcto.

Creencia moral es la firme convicción, más allá de cualquier argumento que pretenda persuadirnos de satisfacernos de otra manera, expresando nuestros actos por la confianza de que estaremos agradando a alguien poderoso y que este hará lo que promete por que tiene el poder para hacerlo.

Y por último es La fuerza emocional:

Si la fe nace de un deseo, el cual ha encontrado una creencia que lo apoya y añadiéndole la fuerza que aporta la aprobación grupal de un colectivo a la autoestima y dignidad de la persona, así como de la confianza absoluta que el propio individuo le confiere a sus propios deseos, dará como resultado una fuerza interior bruta sin directriz racional.

Ante esto, para mí la fe fue algo más, es un hito, parteaguas en mi historia personal, yo no tengo fe, nunca la he tenido y no creo en su existencia.

Yo defino la fe como el llegar a el extremo del acantilado, observar como las olas golpean la roca, como brota el mar y se estrella contra la piedra, es el saber que no hay otro lado hacia donde caminar, solo el frente, dar el paso que te lleve al final del acantilado, llenar de vértigo tu estomago y sentir ese vacio angustiante, los músculos tensos, los ojos fijos en el fondo, mirando sin ver, con la mirada en el centro, sentir como te desplomas y caes, al principio lentamente, y poco a poco, sin darte cuenta la caída va siendo más rápida hasta que solo sientes un golpe, uno solo que te destroza, que te desmiembra y te deja escurriendo en las puntiagudas rocas, mientras que el océano te devora por siempre, ahí estas, ahí queda tu pasado y tu presente, ahí se termina el horizonte, por fin lo has alcanzado.

Ese salto, único e irreversible, ese es un acto humano, al final, al final, solo queda un cuerpo destrozado, golpeado por las olas cuando se estrellan en las rocas, sin embargo, es un acto de fe, cuando algo sucede, algo que no te deja caer, es como si de pronto una mano te sujetase y ya no desciendes, pero no hay mano, no hay brazo, no hay nadie, solo sucede que no caes, que no te estrellas, que ahí estas, con todo tu pasado, con todo yo presente, con todo el futuro.

Eso es un acto de fe y es también un milagro, es como la salida del sol o el llanto del recién nacido, es algo único y extraordinario, sin explicación, sin sentido, solo es algo que sucede, que ahí esta y que tu estas en ese milagro, en ese acto de fe, sin entender que sucede, sin saber que pasa, desconcertado y temeroso.

Cuando era niño y durante mi adolescencia, me gustaba recostarme en el pasto, sobre todo cuando salíamos de excursión o de campamento, y mirar el cielo y sorprenderme al mirar las nubes, algodones que adquirían formas maravillosas y mágicas, y me sorprendía al observar que muchas de ellas reflejaban mis sueños, mis esperanzas, mis anhelos, en ese momento el mundo era mágico y los milagros, aunque yo no lo sabía los disfrutaba cotidianamente.

Hoy, casi 40 años después, he visto nuevamente los milagros y he visto lo que la fe es y sigo sin entender y sigo sin comprender, así como el Buda logro la iluminación, creo yo que todos debemos lograrla, entendiendo, sintiendo, encontrando nuestro árbol Bodhi:

Al final de su periplo Siddhārtha caminó apesadumbrado hasta sentarse bajo la sombra del árbol llamado bo o bodhi, considerado el árbol de la sabiduría.
Una noche de luna llena decidió no levantarse hasta que hallara la respuesta a los enigmas de la vida.

La culminación de sus meditaciones llegó cuando tomó conciencia de que ya se había liberado definitivamente de toda pasión, hasta el punto de que ni siquiera pesaba sobre él la ilusión del yo: su verdadero ser estaba más allá de las dualidades dolor-placer, espacio-tiempo, vida-muerte.


Comprendió que nunca más volvería a renacer, que había roto el eterno girar de la Rueda de la Vida. Esto era el Nirvana.

Y porque les cuento todo esto, porque para mí es importante que entiendan lo que ha sucedido y lo que soy, porque de otra manera, solo estaríamos mirando la vida con cristales opacos, ocultando aquello que no se desea ver o conocer y eso no puede ser, los hijos deben de saber quiénes son sus padres, lo que han hecho y el por qué lo hicieron y lo que dejaron de hacer y por qué no lo hicieron, no con fines de juzgar, ya que esa decisión será suya y suya será la responsabilidad, sino de conocer, de entender, de comprender.

Sin embargo, mi situación me abruma, estaba al barde del barranco, a punto de lanzarme, el viernes (…) por casualidad abrí la biblia y encontré lo siguiente:

JUECES:
6:23 Pero Jehová le dijo: Paz a ti; no tengas temor, no morirás.


El jueves por la mañana acompañe (…), solo para que ya no molestara más, yo (como ustedes saben) no creo ni acepto las formas religiosas, más algo curioso sucedió, me piden que diga lo que deseo, y de pronto, súbitamente, me puse a llorar, había tanto dolor, tanta angustia en mi llanto como nunca la había sentido, así que el llanto fue eso, una oración, una plegaria, una solicitud.

El viernes me dicen que no saben, el miércoles de la semana siguiente empecé a ir a trabajar, 10 meses, 10 largos meses, cuando yo estaba saltando, de pronto, milagrosamente una mano me sostiene y no caigo, y leo y encuentro el versículo que les comento más arriba.

Es como dejarse caer, ser llevado por el viento y no tocar el suelo, como que con cada soplo, se cambia de dirección, pero algo dentro de ti te dice, por vez primera en mucho tiempo que vas en la dirección correcta.


Por eso es importante saber escuchar al corazón, saber que nos dice, poner atención, porque a veces habla muy bajito, despacio, como si temiera despertarnos, o bien, nosotros hablamos tan alto, tan fuerte que no le escuchamos, entre los antiguos egipcios, en el Libro de los Muertos consideran el corazón como el lugar donde reside la inteligencia, la sabiduría, los sentimientos y las emociones, ellos describen el juicio del alma ante los Dioses de esta manera:

En la Sala de las Dos Verdades, el corazón del difunto era pesado en una gran balanza cuyo otro extremo estaba contrapesado con la pluma de Maat, símbolo de la verdad. Aquí la verdad debía superar a la gravedad; si la balanza se inclinaba hacia el lado del corazón todo estaba perdido, el difunto no pasaba la prueba y su corazón era devorado por Ammit causando la definitiva y segunda muerte. Pero si por el contrario, la balanza se mantenía estable, quería decir que el difunto durante su vida había sido honesto y que no le había mentido a los dioses; el juicio era superado.

Sin embargo, antes de pesar el corazón con la pluma de la verdad, el difunto se dirigía a su corazón para que no le traicionase ni le contradijera.

Y así, esta era la última prueba para que el alma pudiese vivir eternamente en el hermoso campo de cañas y no ser devorada y desaparecida por el monstro del final.
Y a mi que me dice mi corazón, que escucho y trato de entender:

Mmmm... en mi corazón no hay amor, pero hay cariño, nunca he sentido amor por otras personas, pero las estimo y me agradan, nunca he llegado a odiar. Necesito a alguien que me ayude, alguien que me enseñe a amar... que me diga el significado del amor.


Que ya está cansado de sufrir.
Mi corazón tiene mucho miedo.
Que está completamente enamorado.
Que está muy solo.
Mi corazón está lleno de amor y triste a la vez... ¿qué extraño, no?...
Sí, mi corazón ha intentado hablarme, pero yo no lo he escuchado, he gritado para no oírlo, me he tapado los oídos para no escucharlo.


Hoy me pregunto sobre los milagros y sobre la fe, sobre ese Dios, que es alegre, que le gusta dejar en libertad pero que no abandona, de ese Dios que nos enseña a redimirnos sobre la base y el conocimiento de nuestra propia experiencia, ese Dios que siempre esta aunque nosotros lo hayamos ocultado y no le hayamos visto.

Quedan muchas reflexiones más, pero las ire haciendo poco a poco, esto es para ustedes, con todo amor

R. Alejandro Muñoz Bravo.

"¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?. No para siempre en la Tierra: Solo un poco aquí. Aunque sea de jade se quiebra, aunque sea de oro se rompe, aunque sea de plumaje de Quetzal se desgarra. No para siempre en la tierra: Solo un poco aquí”

Netzahualcoyotl.

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